Auñamendi Eusko EntziklopediaFund Bernardo Estornés Lasa

El estudio de las elecciones resulta un marco óptimo para el conocimiento del enfrentamiento político del Sexenio. En ellas las diferentes fuerzas políticas evidenciaron con claridad sus discrepancias.

La situación política creada con la Revolución de 1868 hizo necesaria la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes. La indefinición del programa revolucionario en torno a ciertas cuestiones hacía necesaria la convocatoria de elecciones para dilucidar cual debía ser la nueva organización del país. Los resultados en el País Vasco permiten afirmar que la victoria del carlismo fue total. A ello contribuyó la división entre republicanos y liberales y la desmovilización de sus electorados. Entre los elegidos se encontraba una buena representación de veteranos carlistas, experimentados en la política provincial y nacional, a los que se unía un neto representante del neocatolicismo español: Antonio Aparisi Guijarro. La temprana muerte de José Miguel Arrieta-Mascarua dejó vacante un escaño que fue cubierto en las elecciones parciales de enero de 1870 por el también carlista Antonio Juan Vildósola, hombre muy ligado a los medios de prensa próximos al neocatolicismo.

La finalización del período constituyente hizo necesaria la disolución de la Cámara y la convocatoria de nuevas elecciones pero en este caso para Cortes Ordinarias. En esta ocasión las elecciones se realizaron de acuerdo al sistema de distritos uninominales, utilizado por los moderados. Nuevamente la hegemonía carlista se puso de manifiesto, escapándose a ella, únicamente, los distritos de San Sebastián, Baztán y Tudela. Entre los electos podemos observar a veteranos carlistas a los que se unían algunos representantes del neocatolicismo. También en este caso se produjeron vacantes. Cándido Nocedal, elegido en el distrito de Balmaseda y en el de Pravia (Asturias), decidió optar por este último, dejando vacante el distrito vizcaíno, que fue ocupado por Lorenzo Arrieta-Mascaroa, vencedor de la elección parcial celebrada en julio del mismo año.

Los diferentes gabinetes que se habían sucedido desde los anteriores comicios habían tenido una vida muy breve, manteniéndose en el poder poco más de tres meses el más duradero. Al recibir Sagasta el encargo de formar Gabinete, a finales de diciembre de 1871 , convencido de la imposibilidad de lograr una mayoría estable con este parlamento, logró del rey el decreto de convocatoria de nuevas elecciones para abril de 1872. El resultado resultó similar al de 1871, repitiendo en su escaño gran parte de los diputados. A pesar de ello los electos carlistas no llegaron a desarrollar con normalidad su trabajo en la Cámara debido al retraimiento decretado por el monarca al iniciarse la sublevación de abril de 1872.

La entrega de la Presidencia del Consejo de Ministros a Manuel Ruiz Zorrilla le llevó a solicitar de Amadeo I la nueva convocatoria de elecciones para conseguir una mayoría en las Cámaras que le permitiese llevar adelante el programa del partido radical. A estos comicios no acudieron los carlistas que 'habían optado definitivamente por la vía militar ignorando la parlamentaria. Esta situación redujo la lucha electoral al enfrentamiento entre liberales y republicanos, venciendo los primeros. Entre los elegidos vemos importantes prohombres del liberalismo vasco con una amplia experiencia en la vida pública como Fermín Lasala o Juan Bautista Acilona, u hombres de negocios como Ignacio Ibarzabal o Federico Solaegui. El diputado electo por el distrito de Balmaseda, Luis Vidart, optó por representar al de Alcoceber (Castellón) por lo que su escaño fue renovado en la elección parcial de noviembre de 1872, venciendo el liberal Julián Villavaso. Manuel Soler, diputado electo por Durango, también abandonó su escaño por un problema de incompatibilidades, sustituyéndole Martín Zabala, que resultó elegido en enero de 1873.

La llegada de la República imponía realizar nuevas elecciones para nombrar unas nuevas Cortes Constituyentes que decidiesen cómo se debía organizar el país. El Poder Ejecutivo de la República convocó comicios a celebrar en mayo. Únicamente concurrieron a las elecciones los republicanos y algunos candidatos liberales, por lo que el número de votantes fue ínfimo. En el País Vasco estos últimos obtuvieron buenos resultados en cinco de los distritos en juego y los republicanos en diez. En los distritos de Balmaseda y Baztán, así como en algunos municipios del resto del país no se celebraron las elecciones debido a la guerra. Los elegidos entre los liberales son personajes que habían ocupado escaños en el Parlamento con anterioridad, si exceptuamos al donostiarra Galo Aristizabal. Los republicanos elegidos eran los líderes del partido en sus provincias, el alavés Pedro Martínez de la Hidalga, el vizcaíno Cosme Echevarrieta, el guipuzcoano Justo M.ª Zavala y los navarros Francisco Huder y Serafín Olave.

La Restauración de Alfonso XII trajo unos nuevos comicios que solamente se celebraron en las ciudades no ocupadas por los carlistas y a los que únicamente concurrieron candidatos favorables a la nueva situación, es decir, liberales templados.

El resultado, obviamente, fue favorable a los candidatos ministeriales que coparon prácticamente la totalidad de los votos. Los elegidos eran personas con experiencia en la vida política provincial pero, en la mayoría de los casos, sin ninguna experiencia parlamentaria. Gran parte de ellos representaba una nueva generación de parlamentarios que continuaron su representación en las primeras décadas de la monarquía alfonsina.