Concept

Estado

Del mismo modo que el recorrido histórico de la formación del Estado-nación se comprende por la necesidad que el liberalismo tenía de constituir mercados unificados, a partir de mediados del siglo XX, con el Estado social en crisis permanente, la conexión entre Estado y nación ha adquirido nuevos contenidos. La solidaridad facilitada por la existencia de una comunidad nacional, y el reparto equilibrado de recursos que el Estado debe garantizar aparecen indisolublemente unidos.

Autores como Miller han argumentan que al Estado del bienestar le conviene la nación. Una nación pequeña y manejable.21

Como decía el propio Tucídides, sólo la asamblea de un pequeño Estado libre puede hablar de un "nosotros", de la solidaridad que puede garantizar el bienestar común. Así mismo, según esta perspectiva y desde el punto de vista simétrico, para desarrollar la identidad cultural de la nación, sobre la que se fundamenta un sentido de justicia distributiva compartido, puede ser conveniente, gozar de un Estado, y de sus instrumentos jurídicos. Ambas argumentaciones apelan a la oportunidad de revisar la actual correlación entre las naciones y los Estados realmente existentes.

Sin embargo, el discurso hegemónico proveniente de los Estados vigentes es muy distinto. Según este discurso, puede ser conveniente proteger a las naciones sin Estado en tanto en cuanto sedes de alguna cultura particular, pero su reivindicación política -soberanía/Estado- no tendría sentido en un mundo globalizado. Así, no siendo conveniente ampliar la lista de Estados existentes, las tentativas de construcción nacional deben ser conducidas al ámbito privado: al espacio de las comunidades particulares sin proyección política significativa. Al espacio que puede tolerar el multiculturalismo liberal. Los Estados realmente existentes no serían idealmente sino gestores cuasi neutrales de un espacio multicultural. La pretensión de crear nuevos Estados fútil cuando no peligrosa.

Esta argumento de la futilidad del Estado tiene dos variantes:22

  • Sinsentido de los nuevos Estados en un mundo globalizado
  • Aun teniendo un Estado, ¿para qué puede utilizarse legítimamente?

21Miller, D. (1997): Sobre la nacionalidad. Paidós. Barcelona.

22Como afirma Hirschmann, en la retórica de la intransigencia, la que defiende el statu quo, son tres los argumentos típicos: el de la perversidad: "cualquier cambio tendrá efectos no queridos o perversos"; el de la futilidad, "el cambio es inútil" , y el del peligro, , "el cambio pondrá en peligro lo ya conseguido". Hirschmann, A.O. (1991): Retóricas de la intransigencia. FCE. Mexico.

Según este argumento, no tiene sentido reivindicar la creación de nuevos Estados en un mundo globalizado. En lugar de los Estados se están constituyendo redes políticas complejas, por encima de ellos -en Europa, por ejemplo-, y por debajo, en las regiones y otras comunidades políticas menores. En un momento en el que los viejos Estados desaparecen poco sentido tendría reivindicar nuevas entidades estatales. Desde este punto de vista, los Estados ya no son Estados, son redes políticas complejas, sin centros de imputación claros, cada vez más transversales, más horizontales, globalizadas.23

No obstante, existen argumentos contrarios, basados principalmente en la fuerza de los hechos: ¿Están desapareciendo realmente los Estados? ¿Ha desaparecido la capacidad de decisión soberana en el seno de tales redes políticas? ¿Hasta qué punto está en crisis el concepto de soberanía y su contenido fáctico?

Aun aceptando que la soberanía, el Estado, la política pueden definirse desde un punto de vista reticular, las posiciones contrarias al actual statu quo, niegan que las redes políticas sean neutrales. En tales redes políticas, existen nodos o posiciones poderosas y débiles, pues lo que al fin y al cabo está en juego en las interacciones existentes entre las estructuras estatales y la acción política de los agentes, es el poder. El poder que mueve a la gente, el poder que permite cambiar la realidad.

La aportación de S.R. Clegg es muy ilustrativa en orden a conocer la conexión existente entre poder, estructura y acción política.24 Nos recuerda, precisamente, la profunda diferencia existente entre la visión de Hobbes y la de Maquiavelo:

El modelo de poder de Hobbes, se configura en la agencia absoluta. La influencia del poder se ubica en una cadena causal mecánica, lineal. El modelo hobbesiano responde claramente al paradigma de la modernidad: el poder es la negación de otro poder. En una perspectiva aparentemente contraria, pero inserta en el mismo paradigma de la modernidad, aunque en este caso lo que se absolutiza es la estructura, tendríamos el paradigma marxista. El concepto clásico de Estado proviene de esa tradición, y ese es el modelo que estaría, en todo caso, en crisis.

Sin embargo, el modelo de poder propuesto por Maquiavelo pudiera ser entendido como un precedente del paradigma posmoderno.25 Un paradigma que ha sido utilizado en todas las teorias contemporáneas que revisan las visiones clásicas: en el post-marxismo, -Jessop, Laclau & Mouffe-, por ejemplo-, o en el post-estructuralismo de Foucault o Derrida. Este modelo destaca la dimensión estratégica, práctica, localizada y contingente del poder.

Es un poder que no tiene quizás un centro claro para la acción política, pero que ubica a la organización, no a la acción individual, en una posición privilegiada. Es un poder que por encima del control fáctico sobre los cuerpos y las conciencias, subraya la relevancia de lo expresado, del discurso. Lejos de las perspectivas totalizadoras, pero sin menospreciar la importancia de las estructuras, es decir, la importancia del Estado.

La estructura estatal no lo condiciona todo, pero la acción de poder es algo que debe "ganarse", por lo que la organización estatal se convierte en el medio para la consecución de una acción política eficaz: las organizaciones, el Estado, fijan y estabilizan los circuitos de poder en la red.

Como afirma Clegg:

"El poder no se explica por los deseos de los sujetos [...] tampoco por la determinación de las estructuras. Al contrario, la mejor aproximación al fenómeno del poder es la que observa un conjunto de agentes organizados de forma más o menos compleja, enzarzados en una serie de juegos organizados de forma más o menos compleja."

Juegos de poder y resistencia que se producen en circuitos complejos, con nodos diversos. Juegos que se desarrollan conforme a reglas universales, pero con jugadas que sólo se configuran en contextos temporales y geográficos precisos, que, obviamente, quedan así condicionadas. En esta línea, el realismo crítico definirá el Estado desde esta perspectiva estratégica y relacional: Un espacio estratégico fijado y conformado por diversas capas estructurales, un lugar de encuentro cambiante para las estrategias políticas de los actores.

Este es el sentido de la definición que del Estado hace B. Jessop, continuador de la obra de Poulantzas26:

"El Estado como terreno estratégico, como la cristalización de estrategias políticas, como una forma política específica que ofrece privilegios estructurales a algunos tipos de estrategia política, pero no a otros."

El Estado, cristalización de estrategias pasadas, se ubicaría en la dialéctica compleja entre estructura y estrategia. Como producto histórico que es, estará más abierto a algunas estrategias, a las que favorecerá, mientras otras quedarán claramente dificultadas. Por ejemplo, El Estado español en su cristalización histórica, facilitará o dificultará unas estrategias políticas, económicas o culturales determinadas. Un hipotético Estado vasco, lógicamente, apoyaría o dificultaría otras estrategias distintas.

Es por eso que autores como el filósofo Rubert de Ventós tengan claro que: "salvo excepciones, es mejor un Estado mínimo que una autonomía máxima. [ya que] El Estado es la única organización política dotada de soberanía, y ello da una ventaja cualitativa al pueblo que se dota de él."

El segundo argumento de la futilidad, parte de la impotencia estatal.

23Precisamente, "la globalización significa los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores trasnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios." Beck, U. (1998): Qué es la globalización. Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Paidos. Barcelona.

24Desde la filosofía política, Clegg nos ofrece una fotografía rica y actual del poder: Clegg, S.R.(1989): Frameworks of Power. Sage Publications. London.

25Bauman, Z. (1987): Legislators and interpreters. Polity Press. Cambridge. Mientras Hobbes era el jurista del poder, Maquiavelo, se convertía en el intérprete externo del poder, un intérprete perseguido en ocasiones.

26La cita originaria procede de: Jessop, B. (1990): State theory. Putting Capitalist States in their place. Polity Press. Cambridge.

Aun gozando de un Estado propio, ¿en qué medida, por ejemplo, se fortalecería la nación vasca si debe garantizarse, en todo caso, la pluralidad?

Según este segundo argumento, si se deseara gozar de los instrumentos de la estatalizad para reforzar la nación vasca respetando la pluralidad identitaria interna, esos instrumentos serían inútiles. Y si no se respetara tal pluralidad, inaceptables. En la medida en que en la cultura democrática-liberal dominante no es defendible utilizar al Estado como agente de aculturación, como ocurrió a lo largo de todo el siglo XIX.

La argumentación contraria aduce que del mismo modo que el concepto de soberanía hoy vigente no es el de Bodino, el Estado-nación decimonónico ha dejado paso a un Estado contemporáneo cuya principal función es, precisamente, la gestión de la pluralidad cultural e identitaria interna. Por eso la pregunta que se plantea desde esta perspectiva es otra: con la finalidad de gestionar la pluralidad cultural conformada a lo largo de la historia a ambos lados del pirineo occidental (u oriental), ¿es más adecuado un nuevo Estado vasco (o catalán), o son instrumentos suficientemente eficaces los Estados vigentes, España y Francia? ¿Cuál es la estructura política más adecuada para asegurar un cierto equilibrio cultural en ese espacio territorial?

Rubert de Ventós -y Levi Strauss- nos recuerdan que el "deber ser" político y la topología se alían para responder a este tipo de preguntas. La respuesta en opinión de estos autores es que "lo (no demasiado) pequeño es hermoso". En una línea similar, el filósofo Ulises Moulines afirma que, si se trata de salvaguardar el valor intrínseco de la pluralidad del ser, la búsqueda de un Estado por parte del nacionalismo es perfectamente lógica. Pero no cualquier Estado: este defensor del nacionalismo internacionalista subraya que en los Estados-nación hegemónicos es difícil asegurar la supervivencia de las naciones pequeñas.27

Para que un Estado plurinacional sea exitoso, la relación entre las naciones internas debe ser lo más equilibrada posible. Desde este punto de vista, algunos autores defienden que un Estado vasco, por ejemplo, mantendría naturalmente un equilibrio mayor entre sus naciones y culturas internas que el que existe hoy en día en España o Francia respecto a las suyas. No en vano, en la cristalización histórica de ambos Estados el lugar de lo vasco ha sido irrelevante.

Las últimas reflexiones sobre el Estado convienen en afirmar su incombustibilidad: en el caos de los procesos globalizadores y especialmente en momentos de crisis es quizás uno de los pocos agentes que puede dar cierta seguridad a la ciudadanía.

Como afirma Rubert de Ventós28: "En un momento en el que en un mundo en red muchos de los elementos característicos del Estado moderno están en crisis, [no obstante] el Estado sigue manteniendo la legitimidad y el prestigio social que le conceden el monopolio de la fuerza y de la asistencia".

En la misma línea, subraya Hinsley: "la ligazón comunidad/Estado, establecida desde antiguo en las sociedades modernas, en vez de socavarse, se ha reforzado a causa de la creciente complejidad".

M. Castells, por su parte, recuerda que "el modelo de Estado-nación en el mundo globalizado es cada vez más impotente para controlar su presupuesto y su política monetaria, organizar su producción y el comercio, recabar impuestos y cumplir con sus obligaciones sociales, pero continúa teniendo capacidad regulatoria y control sobre sus súbditos". En efecto, la multilateralidad, la sociedad civil internacional, la delincuencia global, los grandes agentes que gestionan económicamente la globalización (FMI, etc.) y la demanda de las comunidades que desean defender su identidad con instrumentos estatales propios hacen que el Estado-nación se atrinchere y, paradójicamente, refuerce sus recursos de poder. El Estado no ha muerto.

27Ulises Moulines, C. (2008): Manifestu nazionalista, are separatista, esango nioke, estutuz gero. Txalaparta. Tafalla.

28De Ventós, R. (1994): Nacionalismos: el laberinto de la identidad. Espasa. Barcelona.