Kontzeptua

Senidetasuna (1993ko bertsioa)

Cualquiera que haya podido ser un día la peculiaridad del sistema vasco, hace por lo menos dos milenios que soporta la influencia de otros sistemas, acaso diversos de él en rasgos centrales, que sin duda no han dejado de moldearlo a su manera. No hay demasiado entre nosotros que resalte como diferencial con respecto a las lenguas vecinas, si descontamos, por ejemplo, la adhesión a algunas distinciones que no se hacen en éstas (arreba/a(h)izpa «hermana», según el sexo de la persona que se toma como punto de referencia. Técnicamente, mientras a(h)izpa expresa una relación simétrica, entre personas del mismo sexo, no lo es la indicada por arreba: «X Y-ren a(h)izpa da» implica «Y X-en a(h)izpa da». En vizcaíno, o en una zona vizcaína, la oposición neba (asimétrica)/anaia (simétrica) es paralela y proporcional a la oposición arreba / a(h)izpa. Tovar [El euskera y sus parientes (Madrid 1959, p. 100)], admite implícitamente que lo más antiguo es la distinción occidental, frente a Schuchardt (RiEV n.° 7, 1913, p. 323 s.) quien veía en vizc. neba una innovación. Como paralelo citaba el del svano, única de las lenguas kartvélicas en distinguir dos nombres tanto para «hermano» como para «hermana». Su intuición parece quedar confirmada, aunque sólo negativamente como es natural, por estudios más recientes en la reconstrucción del léxico kartvélico: v. g. A. Klimov, Etimologiceskij slovar'kartvel'skix jazykov, Moscú 1964, p. 69 (hermana) y 239 (hermano). También el empleo de términos más comprensivos (iloba, lioba, etc, «sobrino, -a», «nieto, -a»), etc.; si se precisaba más en estos últimos, se diría que la distinción no era más que facultativa, motivada por necesidades de la situación: occid. biloba, or. ilobaso «nieto, -a» exclusivamente, gin-/gi(h)arreba «suegro, -a», precedido de aita «padre», ama «madre», o seguido de «gizon» «hombre», emazte «mujer». Alguna vez la diferenciación, por su forma misma, se manifiesta como claramente secundaria: or. alhargun «viudo»/alharguntsa «viuda», frente al común e indiviso al(h)argun, sul. ama-giharrebasa «belle-mère» (Gèze, p. 320, pero ama giharreba, p. 263). Pero esto sólo descubre un secreto a voces: que los vascos, como en tantos otros órdenes, también en éste hemos sido muy permeables a la aculturación. La mayor ventaja que ofrecen para un estudio diacrónico los nombres vascos de parentesco y otros próximos a ellos (las denominaciones que mentan el sexo, la edad o la condición de las personas) es que bastantes de ellos están bien documentados durante la Edad Media y algunos incluso, con mayor o menor seguridad, ya en época romana. Claro que esto sólo nos da seguridades en cuanto a la forma y nos dice muy poco sobre su empleo. Por el contrario, en los textos vascos de cierta antigüedad abundan las versiones de modelos extraños o, en todo caso, la literatura inspirada en ellos. Algunos nombres poco frecuentes (los de ascendientes de grados elevados, sobre todo), que rarísima vez ocurren en los textos escritos o en el diálogo a no ser que los extraigamos, de grado o por fuerza, de los informadores, casi sólo nos son conocidos gracias a datos sueltos recogidos por distintos lexicógrafos a partir del s. XVII. No hay, que yo sepa, una encuesta directa, de carácter etnográfico o lingüístico, sobre estos problemas.