Kontzeptua

Senidetasuna (1993ko bertsioa)

La expresión «parientes mayores». Ya hemos visto que asaba, aasaba es «antepasado»: también indica (así en el primer testimonio de la palabra) una especie determinada de antepasados. Para ugazaba, en el supuesto que estamos examinando de que -aba < -asaba, el mejor paralelo semántico que se me ocurre es la denominación medieval tan conocida y tan comentada de los parientes mayores (o cabos de linaje). Me permito señalar la ambigüedad inherente a lat. parentes, de donde vienen tanto fr. parents «padres» (cf. lat. pario) como parientes, y a maiores «los mayores en edad» y también «los antepasados». No me parece disparatada la idea de que ugazabaak sea precisamente el término que se tradujo en romance como parientes mayores, llamados así «no porque fuesen mayores en nobleza de sangre, ni aun en la adquirida», sino porque, en contra de lo que quiere Larramendi, para muchos que no estaban directamente unidos a ellos por lazos de sangre hacían las veces de padres, de maiores, y tenían en cierto modo que cuidarse de sus necesidades, lo mismo que si fueran miembros de la familia, aunque sólo fuera a título de adopción: no hay necesidad de insistir en que este cuidado no era en modo alguno gratuito o generoso, sino que llevaba como contrapartida inevitable una muy onerosa prestación de servicios por parte de los «adoptados» (Corografía de Guipúzcoa, p. 145). Un cambio de la estructura socio-económica haría natural la comprensión de «cabo (jefe) de linaje» como «amo». El paralelo del ingl. chieftain (Caro Baroja, Vasconiana, p. 48, n. 23) es seguramente válido desde el punto de vista etnológico, pero aquí nos sirve de poco, porque es un préstamo procedente del fr. ant. chevetain (véase BlochWartburg, DELF, s. u. capitaine). Esta hipótesis arrastra como corolario ciertas consecuencias, que no podrán ser rehuidas si se acepta el principio. En primer lugar y en un terreno estrictamente lingüístico, que el vizcaíno, como zona marginal, ha conservado un arcaísmo del que no hay huellas que yo conozca en otras partes del país. En segundo y último, porque no podemos eternizarnos aquí en un detenido examen de los detalles, que el nombre vasco de los «parientes mayores», aide nagusiak, no es la denominación original, sino, a fin de cuentas, la traducción de una traducción o el calco de un calco. La denominación aparece no solamente en Isasti [Compendio historial, p. 78], como usada en Guipúzcoa y Vizcaya, sino también en un texto vasco incluido en la crónica Ibargüen-Cachopin (TAV, p. 160). Pero es un texto tardío, de hacia 1600, y no demasiado digno de confianza, por lo tanto. No es, por ello, imposible que su compilador ya no tuviera noticia del origen «feudal» de ugazaba, aunque ha salvado del olvido algún arcaísmo estupendo, como el valor antiguo de aita onaen semeak. No hay que olvidar que el derrumbamiento de la hegemonía de los parientes mayores (derrumbamiento que, en último término, se redujo probablemente a la sustitución de un sistema de dominación por otros digamos más civilizados y de aire más moderno) ha supuesto para la cultura vasca, como Jon Mirande tuvo la amabilidad de indicarme, una grave pérdida, pues con el aumento del poderío de las villas (es decir, a fin de cuentas, de su oligarquía comercial y preindustrial) la lengua y la poesía vascas pierden un abundante y valioso caudal, cuyos restos tratamos ahora penosamente de salvar. Muchos detalles de nuestra tradición medieval no están aún bien comprendidos, a pesar de su cortedad. Yo mismo he escrito, a propósito de çe an daz Presebal ylic en los cantares de la quema de Mondragón (TAV, p. 86): daz, con ylic «muerto», tiene que coincidir, de una u otra manera, con el general datza «yace». Pero ya Azkue había anotado al margen de su ejemplar del Diccionario: «papelean datz, está [lit. «yace»] escrito», con referencia al ms. de Ochandiano, p. 79. Su dato es completamente exacto, como ha tenido la amabilidad de comprobar el Hermano Valentín Berriochoa. No hay que olvidar que la flexión de ese verbo (sig. datza/pl. dautza), lo mismo que sus formas nominales (etzan/etzin/etxun), presenta particularidades extrañas que Lafon atribuyó a composición.