Kontzeptua

Patrimonio industrial

El encarecimiento del suelo en una zona densamente poblada, la desindustrialización, y el reciclaje de materiales han jugado y siguen jugando en contra de la conservación del patrimonio industrial. Donde mejor se ha conservado se ha debido a que los edificios o los espacios han podido ser reutilizados bien para actividades de ocio, bien para nuevas funciones, por lo general relacionadas con el sector terciario, en especial administración, sin haber cambiado su fisonomía con remodelaciones o añadidos al margen de la época histórica en la que se edificaron.

El proceso de industrialización del País Vasco se inicia a partir del traslado de las aduanas a la costa y frontera francesa en 1841. Es, inicialmente, un proceso complejo, basado sobre todo en industrias de bienes de consumo, sobre todo en Gipuzkoa, más que en la de bienes de equipo. De esa primera etapa prácticamente apenas quedan restos, en gran medida porque sobre las primitivas y modestas instalaciones se montaron otras más importantes o en el caso de la minería, las posteriores extracciones, ya mecánicas, alteraron el paisaje primitivo. El hecho que la minería fuese, con escasísimas excepciones, a cielo abierto, no sólo ha hecho desaparecer los restos de las viejas minas sino que el paisaje minero de fines del siglo XIX y principios del XX o el de hace unos años, no obstante la protección, se va modificando, debido a la climatología (erosión de los elementos más blandos, crecimiento de vegetación que altera el aspecto de un descarnado paisaje minero...). Sin embargo, aún se puede apreciar la importancia del sector extractivo en el paisaje minero de La Arboleda (San Salvador del Valle), aunque parte de las minas, inundadas, se han convertido en pequeños lagos. Las herramientas y maquinaria mineras tradicionales están recogidas por la Asociación Cultural Museo Minero. El mineral, masivamente, era exportado y se transportaba en ferrocarriles mineros de vía estrecha (el más conocido el de Triano propiedad de la Diputación de Bizkaia) del que no quedan restos. Se embarcaba en los buques merced a cargaderos y puentes con voladizos (cantilevers) de los que se puede aún ver el cargadero de la empresa Orconera Iron Ore y la reproducción de uno de la Compagnie Franco-Belge des Mines de Somorrostro. Se han conservado bastantes hornos de calcinación de mineral. Uno de ellos se ha conservado, insertado en el paisaje urbano, en el barrio bilbaíno de Miravilla. La actividad exportadora de mineral, a través de un modesto impuesto, permitió financiar una serie de obras para superar la barra de Portugalete o canalizar la ría de Bilbao. Aún pervive el Muelle de Hierro de Portugalete y el puerto exterior de el Abra (1902), deEvaristo de Churruca, y aunque con modificaciones buena parte del encauzamiento del Nervión, realizado con piedras de sillería.

Por el contrario nada queda de los viejos sistemas siderúgicos Chenot, Gult o Tourangin y de los primitivos altos hornos, o incluso de los convertidores Bessemer, éstos en actividad todavía en los años cincuenta del siglo XX. Para abastecer de agua a Altos Hornos de Bilbao se construyó el Pantano Viejo en Barakaldo (1897), presa ya en hormigón. De Altos Hornos de Vizcaya sólo se han conservado el edifico Ilgner (1927) para la transformación y distribución de electricidad, las naves para albergar un tren de laminación (1913) en Sestao y también en dicha localidad un alto horno, el número uno, con sus estufas (1958). Se han mantenido las instalaciones de Talleres de Zorroza (1898) y las naves en hormigón de Babcock & Wilcox (1918) y de la fábrica Echevarría la chimenea, ésta en medio del actual parque.

Paradógicamente una de las fábricas mejor conservada y sin deterioro del entorno no es una empresa vinculada a la siderurgia, sino La Encartada (Balmaseda), empresa textil de 1892, que ha mantenido toda su maquinaria, incluida la turbina hidráulica que proporcionaba energía motriz y las casas para sus obreros.

Las vías de comunicación, reutilizadas, han sido totalmente modernizadas, aunque alguna de las estaciones -la del ferrocarril Bilbao-Santander (1902)- conserva casi totalmente su aspecto original, así como la estación de la Canilla en Portugalete, reconvertida para equipamientos municipales. El recurso a los museos resulta indispensable -Museo vasco del ferrocarril en Azpeitia...- Se conserva en uso el Puente Colgante (1893) en Portugalete, declarado Patrimonio de la Humanidad, y los funiculares de Igueldo (1912), de Archanda (1915) y de la Reineta (1926), sólo este último estrechamente vinculado a la minería. De la densa red de tranvías, en funcionamiento todavía en los años sesenta de siglo XX, nada se ha conservado. Se han mantenido dos de los diques secos de reparaciones y la casa de bombas, pero sin la maquinaria, de la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de buques, en Bilbao, heredera de la Sociedad Diques secos de Bilbao (1868).

La minería generó una demanda de explosivos (Sociedad Anónima Española de Dinamita con patente Nobel), la construcción naval de pinturas y la siderurgia proporcionó materias primas para la industria química (carbón, gases de los altos hornos...). Pervive la estructura en madera de principios del siglo XX de la Sociedad de Industria y Comercio y el edificio de la ya extinta Fábrica de Pinturas Internacional (1923). De la época de la autarquía (años cuarenta del siglo XX) datan las instalaciones que han sobrevivido de la fábrica Sefanitro en Luchana.

El aumento demográfico, la existencia de un puerto importador y exportador y de una red de ferrocarril hizo que en las márgenes de Bilbao se desarrollara una industria alimenticia, vinculada a la molturación de trigos y a la producción de cerveza. La fábrica Ceres, en la parte vieja de Bilbao, muelle de Marzana, de 1900, con estructura de hormigón, se ha reconvertido en un edificio de viviendas. La fábrica de Harino Panadera S.A. (1902) en el barrio bilbaíno de Irala cobija instalaciones municipales. El edificio de Grandes Molinos Vascos (1925) en Zorroza, declarado Bien Cultural en 2003, podría albergar el Museo Vasco de la Industria. Las necesidades de abastecimiento de unas ciudades cuya demografía crecía de forma espectacular favoreció la construcción de mercados (mercado de la Brecha en San Sebastián de 1870, mercado de la Ribera en Bilbao, de 1929, el mayor mercado cubierto de Europa) por lo general bien conservados. El bilbaíno está siendo reconstruido respetando su aspecto exterior original y conservando su actividad comercial. La alhóndiga bilbaína, del arquitecto Ricardo Bastida (1909), centro redistribuidor de vinos y aceites, es actualmente un centro cívico. Otro ejemplo de reutilización de actividades comerciales son los muelles del paseo del Arenal, con sus tinglados y aledaños, usados los dos y que se han conservado para cobijar un mercado de flores los domingos. Aún se puede reconocer parte del paisaje plasmado en el cuadro "Vista del Arenal de Bilbao" que pintó Luis Paret (1746-1799).