Udalak

Pamplona / Iruña

La coexistencia de varias lenguas, escritas y habladas a lo largo de la historia, en Navarra y en Pamplona, es un hecho innegable. Plantearlo o presentarlo como un fenómeno de igualdad de aceptación es falsear la visión de la realidad. Para una recta comprensión del plurilingüismo en la capital navarra es preciso contemplar las clases sociales que constituyeron el entramado social, singularmente durante las Edades Media y Moderna.

El hecho de la coexistencia de varias lenguas en Navarra y su capital en determinadas épocas es un fenómeno radicalmente sociológico. La utilización de distintas lenguas ha sido rasgo diferenciador entre las clases sociales más altas, importadoras o aceptadoras de elementos culturales exógenos, y los "navarros" indígenas, afectos a una cultura y lengua propia. Para desdicha de ésta, la realidad ha sido y es así. La sociedad navarra estaba jerarquizada antes de que la presencia de los burgos revolucionara la ciudad: siervos habitantes que trabajan tierras de sus "domini"; labradores propietarios vecinos de "villas" rurales, dedicados al cultivo de tierras propias o ajenas y sujetos al pago de pechas y otras servidumbres a sus señores jurisdiccionales. La economía de la Corona, de la Nobleza y de la Iglesia se basaba fundamentalmente en la capacidad productora de los cultivadores. Iruña era una población vascona.

La presencia de los ejércitos de Pompeyo y otras influencias supusieron la "romanización" material y espiritual de la población y la presencia del latín entre los elementos culturales importados. Su aceptación debió ser muy desigual entre los magistrados y "civites pompaelonenses" y en el medio rural de la ciudad y su "conca". Por ser lengua escrita, oficial en las relaciones administrativas del Municipio y el Imperio, el latín se impuso como lengua culta sobre la de los Vascones, hablada pero no escrita. El derrumbamiento de las estructuras imperiales debió comportar una mayor ruralización o "navarrización" de estructuras, cultura y lengua. Un cronista musulmán de la campaña de Abd al-Rahman contra Pamplona (año 924), señaló como características más notables de la ciudad su situación entre montañas, la pobreza de sus habitantes, de los que "la mayoría hablan vasco (al-bashkiya), lo cual les hace incomprensibles" y la dureza de las pezuñas de sus caballos. La curia regia y episcopal y la clerecía constituirían la minoría bilingüe, que utilizaba el latín oficial en la liturgia, en la documentación escrita, y probablemente como vehículo de expresión oral.

Comenzaría luego la lenta gestación de los romances. La presencia del francés Pedro de Roda o de Andouque al frente de la diócesis fue revolucionaria. Siguiendo las directrices repobladoras iniciadas en Jaca por Sancho Ramírez, fundó el burgo de San Cernin, al que seguirían el "Burgo Nuevo" o "población" de San Nicolás, junto a la antigua Iruña, convertida desde ahora en "Nabarriria", "Villa" o "Civitas navarrorum". Tres núcleos urbanos, con características socio-culturales diferentes, separados por murallas, enfrentados hasta el aplastamiento del más débil. Los vecinos del "Burgi Sancti Saturnini de Iruina" constituían un "coetus clausus", del que estaban excluidas otras clases, singularmente los "navarros": "Nullus homo non populet inter vos, nec nauarro, neque clerico, neque milite, neque ullo infanzone" (1129). Entre los burgueses las lenguas usadas serían el latín (liturgia, documentación), gascón y occitano (finales del siglo XI al XIV).

Posteriormente surgió la "población" franca de San Nicolás, con distinto fuero y componente étnico-social y económico. La presencia de "navarros" hace presumible que el vascuence tuviera virtualidad en las relaciones vecinales. Por contraposición a la calidad de los francos del Burgo y de la Población, la vieja Iruña del Obispo y su cabildo, y de los siervos de Santa María, pasó a ser la "Villa navarrorum", "la Ciudad de los navarros" o "Nabarr-iria" (Nabarrería). En los textos forales, singularmente en el otorgado por Sancho el Sabio a Estella en 1164, el adjetivo "navarro" tiene un contenido social evidente, aplicado al sector campesino, avecindado en "villae" ("villanus") y cultivador del campo ("rusticus"). "Navarro" "villano", "rústico" son conceptos equivalentes, aplicados a la población indígena rural.

La estratificación supone distintos niveles económicos, sociales y culturales, afectando directamente a las lenguas. Las minorías letradas utilizaban lenguas "cultas" (latín, romances occitano languedociano, gascón y navarro), oficiales en la liturgia y la administración de la curia regia y episcopal, notarios, escribanos y literatos. La lengua de los Vascones ("locus quem Vascones vocant Igurai mendico", 1085) o "Vasconica lingua" ("locus quod dicitur in basconea lingua Mussiturria", 1059), utilizada por la población indígena rural, numéricamente mayoritaria, no será utilizada como vehículo de expresión escrita y permanecerá proscrita, como lengua vulgar de villanos y rústicos, afectada directamente por las connotaciones peyorativas que en el contexto social tenía la población que la hablaba, los "navarri". La "lingua navarrorum" o "idioma de la tierra navarra" equivale a "rusticum vocabulum" ("mons qui dicebatur rustico vocabulo Ataburu", 1049), "lingua rusticorum" ("dicebatur a rusticis Aker qaltua"), "lingua vulgaris" ("Rex Sanctius qui cognominatus est ab antiquis vulgalibus Auarcha", 1049). "Sique illos (navarros) loqui audires, canum latrancium memorares. Barbara enim lingua penitus habentur", dice el autor del Códice Calixtino del siglo XII.

Es un hecho probado e indiscutible que en nuestro solar el vascuence fue anterior a las lenguas celtas, al latín y a cualquiera de las lenguas romances, implantado siglos antes que el árabe en las comunidades musulmanas de la Ribera y el hebreo de las judías, y mayoritaria entre la población del reino y diócesis de Pamplona. Sin embargo, el hecho de que ésta haya sido siempre redactada en latín u otra lengua "culta" produce entre los observadores superficiales la sensación, que se refleja en ciertas afirmaciones, de haber estado en paridad de uso con el vascuence, e incluso haber tenido primacía. La carencia de literatura vasca escrita situó a la lengua de los navarros en inferioridad de condiciones frente a las escritas. Estas afirmaciones, válidas para la mayor parte del territorio navarro actual hasta el siglo XVIII, lo son también para su capital.

Si la literatura escrita, en latín u otras lenguas, fue vehículo de expresión de las clases "cultas"; el medio geofísico, los accidentes del terreno, la tierra que los navarros trabajaron o donde pastaron sus ganados, "habló" la lengua popular con que la denominaron los labradores y pastores. De la rica toponimia pamplonesa medieval, buena parte resulta enigmática en cuanto a su significado, tanto la que no se ha perpetuado en uso (Ariech, Çeapitze o Çeapeitz, Errugugaitzuru, Erreperro, Lanbos, Mairumilio), como la conservada con más o menos fidelidad (Miluze, Ezkaba, Çadar, Barçaturo, Biritzitu, Bigurdana). Entre los materiales seleccionados, unos denuncian la calidad del suelo (Arriurdineta, Kaskailleta, Bustinzuria, Landazabal) o su morfología (Mendia, Mediçalbo, Aldapa), el destino dado por el hombre, singularmente para pasto de ganados (Zaldeuntze, Larrea, Larrezabala, Euntzamearra, Ezpil), o la situación o dirección de un paraje concreto (Alorrondo, Arzubiondoa, Argarai, Ezpilagaña, Ripabe, Landabea o Landaben, Irunbitartea; Aizagerri, Aizagirre o Aizarregi, Akerragerre o Akerregi). Abundan los hidrónimos: Iturburu, Iturriapurriaga (perfectamente localizado), Iturriotzaga, Urraiturri; Morea, Moreaburua, Butzuaga; posteriormente aparecen nuevas alusiones a fuentes en Iturrizarra, Iturrondo, y el conocido "Iturrama" o "Madre de la fuente de San Antón".

Son muestrario representativo de la ílora: Arantzedi, Ezpeleta, Hidia o Hidiazabal, Ilarrea, Bikueta, Lezkairu, Ardantzeparralea. En el área de la hagionimia se imponen rotundamente los nombres latinos o romances, dándose a lo sumo en la documentación escrita ciertas asimilaciones al vascuence popular en Sancta Pia < Donapia; San Macario < Samakai; Santa Engracia < Santa Gracia < Donagrazia. Denuncian la presencia de pamploneses vascohablantes las voces toponímicas romances (navarro u occitano), asumidas y adaptadas a la lengua autóctona. Dentro de la población: "Bainueta" (= Los Baños), "Txapitela" (= El Chapitel), "Portalapea" (= Bajo el portal). En extramuros: "Rotxapea" (= Jus la Rocha), "Justitzieta" (= Las Justicias o Las Horcas), "Ermitagaña" (= Encima de la Ermita) o "San Migelgaña" (= Encima de San Miguel), también denominado "Playa de San Juan"; a pesar de aparecer tardíamente, alude sin ninguna duda al monasterio, después ermita, de San Miguel del Valle Claro, en Barañain, residencia temporal (1244-1247) de una comunidad religiosa femenina, "las dueñas de Barañain", trasladadas a San Pedro de Ribas.

El componente étnico-social y lingüístico de la población pamplonesa se reflejó de algún modo en la nómina de calles y plazas. En el burgo de San Cernin se impusieron rotundamente las denominaciones romances, exceptuando algunos parajes suburbanos, como "Rotxapea" (= Jus la Rocha) o la Bigurdana o Biurdana. Durante la segunda mitad del siglo XIII, sobre todo tras el arrasamiento de la Navarrería, nació en la parte noroccidental del burgo la llamada "Pobla Nova del Mercat", habitada por labradores navarros, a quienes fueron concedidos solares con el fin de tener trabajadores agrícolas, según opina Martinena Ruiz. El componente lingüístico de la población no deja lugar a dudas mirando el callejero de ese rincón urbano: Urradinda o Zakudinda (= Rua de los Sacos), que terminaba en el hospital de los labradores del burgo, llamado "Languin obrari"; Arriasoranza; Sanduandia, alusiva a la enorme talla de la Virgen de la O; Urrea o Sobranza, Urainodia.

En la Navarrería, posesión secular del obispo y los canónigos, existieron las calles o barrios de Zurriburbu, Areis (o Las Eras) y Zugarrondo. En la Población de San Nicolás, la Rúa Chica, popularmente conocida como "Dindatxikia" o "Lindachiquía". El vascuence debía ser lengua viva en Iruña a finales del XV. Cuando los reyes Juan de Albret y Catalina I, acompañados por la princesa Magdalena y muchos nobles bearneses, vinieron en diciembre de 1423 a Navarra, el Conde de Lerín les cerró las puertas de la ciudad y debieron pasar las Navidades en Egüés. Ajustado un acuerdo, el Condestable les abrió las puertas y pudieron ser solemnemente coronados en la catedral el domingo 13 de enero. Con ese motivo hubo grandes festejos. Según testimonio de Garibay, repetido por el P. Alesón y numerosos autores, "en una de las comedias que se representaron" hubo chistes alusivos a la situación de Pamplona, como esta copla en vascuence, que el historiador Lacarra supone cantaban los beaumonteses por las calles:

Labrit eta Erregue
Ayta seme dirade,
Condestable Jauna
Arbitzate Anaie.

(Labrit y el Rey son padre e hijo; al señor Condestable tomadlo por hermano).

La conquista del reino de Navarra por los castellanos en 1512, su anexión a la corona de Castilla y la ocupación definitiva en 1521, tuvieron muy desiguales consecuencias. Mientras en la porción meridional y su capital Pamplona los monarcas mantenían una política de castellanización cultural, en la Baja Navarra, abandonada por los conquistadores, siguieron reinando y gobernando los Albret. En la porción del Reino de Navarra dependiente de la diócesis de Pamplona, y mientras Navarra fue reino independiente (siglo XIX), la lengua natural popular mayoritaria de los navarros siguió siendo el vascuence. El fenómeno lingüístico en la capital debe ser contemplado y valorado en un contexto geográfico-social amplio. El núcleo urbano de Iruña, la Ciudad, formaba unidad con su barrio rural, la denominada "Arba", "Conca", "Terra Pampilonensis", "Iruñerria". "La Cuenca ha sido barrio y una misma cosa con la dicha Ciudat de Pamplona, exenta de la merinía de las Montañas deste Reyno", reconocía Fernando el Católico en 1514.

Los propios "iruñerritarrak" reivindicaban en 1562 el goce de "los usos, costumbres y fueros de Pamplona, como barrio y una cosa anexa de la Ciudad". Las relaciones políticas, administrativas, comerciales y religiosas de la Cuenca y la Ciudad fueron intensas. La Cuenca fue vascoparlante y monolingüe mientras Navarra fue reino independiente, salvo la clerecía, los escribanos y algunos vecinos plurilingües (romanceados, latinados y vascongados). Un abad de Izu, natural de Sesma, fue denunciado en 1590 por no saber vascuence en un pueblo donde "todos son bascongados y no saben romançe" y "no se platica sino bascuence, ni saben los más vecinos y residentes del romance". Unos años antes afirmaban en Arraiza (Echauri) que el "bascuence es la lengua que se habla en dicho lugar". Los escribanos vascongados escuchaban las condiciones manifestadas en euskera por las partes, redactaban el documento en la lengua oficial castellana, y lo notificaban para su aprobación a los contratantes "dándoles a entender su contenido, desde su principio hasta el fin, en su lengua de bascuence, por no entendérseles el romance".

Esta realidad, normal en toda Iruñerria, también se producía en la capital, donde existía un sector de población que desconocía el castellano. Al notificar en 1593 una sentencia a Gil de Egozcue y Miguela de Erroz, su mujer, vecinos de Pamplona, un notario hizo constar que se la dio "a entender en lengua bascongada, ques su propio lenguaje, por no entenderseles romançe" (Archivo General de Navarra: Pro. Asiáin, Car. 6). A escuchar los sermones de un religioso en Pamplona (1586) acudieron mujeres, "que no entendían castellano sino solamente vascuence", comunicándole que le habían entendido al hablar en castellano. Al margen de otras interpretaciones, el testimonio habla de un sector de ciudadanos vascohablantes y de un medio de penetración del castellano, el púlpito. No parecía normal por entonces; en todos los conventos había religiosos euskaldunes y para las cuaresmas llevaban a San Cernín predicadores en lengua popular.

La conciencia vivida por un sector culto de la población navarra, uno de cuyos exponentes fue el Licenciado Juan de Beriáin, abad que fue de Echagüe y después de Uterga, de que el vascuence era la lengua propia y natural del reino de Navarra, parece basada en un sentimiento patriótico. En ello pudo influir el impulso dado a la lengua popular por Bernat d'Etxepare, autor de "Linguae Vasconum Primitiae", primera obra impresa en vascuence, y por Jean de Leizarraga, traductor del Nuevo Testamento por encargo de la reina Juana de Albret, dentro del movimiento humanístico propiciado e impulsado por las reinas de Navarra Margarita (1492-1549), autora del "Heptameron", su hija Juana (1528-1572) y Margarita de Valois (1553-1613). Al norte y al sur del Pirineo se produjo una valoración de la "lengua natural" de la "patria", hablada por la mayor parte de la población. En los libros parroquiales encontramos referencias más explícitas y frecuentes al "bascuenze", llegando incluso al añadido de comentarios, como el de don Miguel Olábarri, vicario de Torres de Elorz en 1635, al certificar haber leído los mandamientos de visita pastoral a su feligresía "en bascuence, que es nuestra común lengua". En Pamplona el impulso partió de los eclesiásticos y del Ayuntamiento.

"Considerando que el lenguaje primero y natural de la Ciudad y sus montañas, de donde por la mayor parte heran los mozos e mozas de serbicio, hera el bascuence, y que assi como otros muchos vecinos y habitantes no sabian ni entendian otra lengua que el dicho bascuence"

La Ciudad acordó en 1604 que "de aquí adelante a perpetuo, así como hay predicador ordinario en el lenguaje castellano para los sermones de cuaresma, haya también en vascuence". Lo nombrará el Regimiento cada año, para que "predique en la dicha lengua bascongada desde la una de la tarde hasta las dos en la parroquia de San Cernin o en otra", todos los domingos y fiestas de la cuaresma.

El cuaresmero elegido para ese año fue el dominico fray Esteban de Beriain (Gom: Historia del Obispado de Pamplona, V, p. 58). En la de 1614 predicó estos sermones el Licenciado Munárriz, presbítero de Muru-Astrain, "asistiendo a ellos mucha gente"; al año siguiente lo hizo el Licenciado Galar, vicario del lugar de su apellido, ambos en la Cuenca de Pamplona (ADP.: Cars. 256, n. 51; 259, n. 3). La valoración de la lengua popular no se basa solamente en la necesidad pragmática de hacer inteligible a los fieles la doctrina religiosa. Don Antonio Venegas y Figueroa, obispo de Pamplona (1606-1612), madrileño de noble familia, fomentó la solemnidad del Corpus Christi. Haciendo gala de "una estima de la lengua vasca, que sorprende en un obispo castellano", según palabras del historiador Goñi Gaztambide, los años 1609 y 1610 organizó certámenes literarios en lengua castellana, latina "y bascongada, que es la materna de este Reyno", porque ano es razón que la lengua nativa del Reino quede desfavorecida" (Goñi: op. cit. V, pp. 69-75).

Vivía por entonces el Licenciado don Juan de Beriáin, nacido en Uterga hacia 1566, abad de Echagüe (1592-1599) y después de su lugar natal (1602-1633). Escribió y dio a la imprenta dos libritos: "Tratado de como se ha de oyr missa, escrito en romance y bascuence, lenguajes de este Obispado de Pamplona" (1621) y "Doctrina Christiana escrita en romance y bascuence lenguajes de este obispado de Pamplona" (1626). En el prólogo "Al lector" que lleva el "Tratado", Martín de Alcoz, secretario del Consejo Real hace esta afirmación: "Romance y Bascuence (son) lenguajes de este Reyno de Navarra". En el puesto por Beriáin a su Doctrina christiana expone la necesidad de conocer los misterios de la fe, objetivo a conseguir por medio de la catequesis y la predicación. El problema radica, según él, en la lengua que ha de utilizarse en la catequesis: romance oficial o vascuence popular. Hombre muy pragmático, Beriáin optó por utilizar ambas, lo que le convierte en pionero del bilingüismo en obras impresas en Navarra.

Escribe en el Bascuence "que se habla en Pamplona, cabeça deste Reyno y Obispado de Nauarra, que es el que se habla en la mayor parte del, donde se habla bascuence, y el que mejor se entiende en todas las partes". El romance servirá de auxiliar porque, al existir varios dialectos vascos, si alguien no entendiera lo expresado en el de Iruña, "de lo que escribo en Romance puede sacar el Bascuence que se usa en su tierna". "Escrivo en Bascuence, porque no ha havido nacion en todo el mundo que no se aya preciado de la lengua natural de su patria, y de enseñarla en las escuelas a leer y escrivir". Fundamenta esa afirmación en argumentos tomados de intelectuales coetáneos y de clásicos como Cicerón. Y añade: Según esto, razón es que nosotros estimemos nuestra lengua bascongada; porque "Túbal, Hijo de laphet... habló y enseñó en este Reyno la lengua de Bascuence, y después acá, hasta el día de oy, se ha conservado en la muy noble Ciudad de Pamplona y en toda la tierra Bascongada".

La presencia del mítico Túbal, hijo de Noé, legendario fundador de poblaciones en Navarra y otras partes, era por entonces una verdad inconcusa entre los historiadores; con ella reivindicaban y pretendían probar las antigüedades, origen y excelencias de una ciudad, un pueblo, un cargo, un personaje u otra realidad. Don Pedro Fernández Zorrilla, burgalés y obispo de Pamplona, recomendó a sus curas del área vascófona la utilización de los libros del cura de Uterga en las catequesis: Sin dejar el siglo XVII consignamos el valioso testimonio de Joannes Etxeberri, cantor de Pamplona como la ciudad más principal o capital de los vascos: "Iruñea Euskaldunen hiri buruzagia", a quien, por escribir en euskera, alababan todos, incluidos los de Pamplona:

Laudorio bada handi
duçula Euscaldunez
Laphurtarrez bizcaitarrez
baita Nafar Iruñez".

"A principios del siglo XVII la mayoría de las mozas y mozos de servicio de la ciudad de Pamplona, así como otros muchos vecinos y habitantes de la misma, no sabían ni entendían otra lengua que el vascuence"

(Goñi Gaztambide: op. cit., V, 57).

La cuestión de la lengua estuvo de actualidad en los comentarios ciudadanos y en la preocupación de los munícipes en 1676. Valentín Sanz de Jaso, vecino de Pamplona y pariente de San Francisco Javier, fundó por su testamento en 1585 la "capellanía que llaman de los agonizantes". Su titular estaba obligado a ayudar a bien morir a los pobres acogidos en el Hospital General, donde debía residir de día y de noche. Cumpliendo la voluntad del fundador, durante casi un siglo "se an puesto en dicho Ospital siempre personas abiles y suficientes, que han residido personalmente", y "sujetos muy inteligentes de la lengua bascongada, sin que se haya visto exemplar de persona que aya servido dicha Capellanía en quien se allasse el impedimento de no saber la lengua sobre dicha".

En 1676 era capellán de agonizantes don Juan Gil de Balduz, presbítero residente en la ciudad. El fiscal diocesano lo denunció por no residir en el centro y porque "tampoco sabe la lengua bascongada, siendo tan precisa y necesaria, pues la mayor parte de los enfermos son vascongados y se hallan todos en notable desconsuelo". Pretendía el fiscal que el capellán pusiera a su costa persona competente para cumplir su ministerio con los moribundos. Alegó Balduz que no residía en el Hospital por carecer de habitación, y "confesó no entender la lengua Bascongada, con que mal puede asistir a los agonizantes, que no saben romanze", cuando "los más enfermos son bascongados"; por ello está dispuesto a renunciar a la mitad de la renta de la capellanía para darla a otro conocedor de la lengua. Insistió el fiscal en la incapacidad de Balduz, debida a desconocer la lengua vasca, "siendo tan precisa y necesaria por ser la mayor parte de los enfermos bascongados", y por haber sido la voluntad del testador y la tradición constante en el Hospital.

Era inútil alegar carencia de habitación "pues, aunque la hubiere, no sería útil ni servicio alguno por la incapacidad que le asiste de derecho, respecto de no tener inteligencia en la lengua sobre dicha", único motivo de exclusión de los candidatos que la desconocían. Expuestas por ambas partes las razones ante los tribunales eclesiásticos, el Vicario general dictó sentencia el 17 de septiembre: Balduz debía renunciar a la mitad de la renta de la capellanía en favor de un capellán vascongado, puesto por el Vicario del Hospital General. En adelante, los patronos de la capellanía deberán nombrar a "persona que entienda la lengua bascongada, por ser necesario y conforme a la obligación de semejante asistencia de ayudar a bien morir en el dicho Ospital, en donde muchos que mueren no entienden romance" (ADP.: Car. 1278, n. 2).

Diez años después del proceso y sentencia sobre la capellanía del Hospital General, se planteó otro (1686) en el mismo tribunal contra Pedro Pagola, receptor romanceado, desconocedor del vascuence, quien pretendía ejercer el oficio de examinar testigos en Pamplona. En el artículo 13 de los cargos, sus compañeros receptores alegan contra él: "Item que el lenguaje primitivo y natural de los naturales de esta Ciudad y advenedizos a ella de las Montañas de este obispado, ha sido y es el bascongado, y por ello ha sido y es preciso que la parte contraria, para la recepción de las pruebas que hubiere de ejecutar en esta Ciudad, tenga perfecta inteligencia de este lenguaje". Siendo así, Pagola ha examinado a testigos por medio de intérprete. Replicó el procurador del acusado que "en esta ciudad la lengua común y que se practica en lo común y general es la Castellana, la qual la saben todos o los más moradores de ella, y mi parte tiene suficiente inteligencia en la lengua bascongada, habiéndola aprendido con la continua habitación de treinta y seis años y más que ha que Irabita en esta Ciudad" (1686. Goñi Gaztambide: H. O. P., VI, 417).

El testimonio del receptor, acusado de no saber vascuence, pero que dice haberlo aprendido por residir muchos años en Pamplona, es el testimonio más elocuente de que en las calles de Iruña era normal la lengua vasca. Ello explica la presencia de numerosos mozos que acudían desde Baja Navarra, Zuberoa y los valles de Baztán, Bortziriak, Malerreka, Basaburua y otros valles vascohablantes para aprender oficios en Pamplona con maestros oficiales que hablaban su misma lengua, presente también en las iglesias (púlpitos y confesonarios), en comercios, tiendas y mercados. Durante el siglo XVIII el panorama lingüístico apenas había cambiado. Era en 1717 abad de Berriozar (Ansoain) don José San Román, natural de la ciudad de Estella, nombrado por el Conde de Ablitas, señor del lugar. Regidores y vecinos expusieron en el obispado su deseo de tener un cura "capaz en el ydioma Bascongado" para predicar y oir las confesiones; el designado no lo sabía, ni le entendían cuando predicaba, enseñaba la doctrina y confesaba. El clérigo de Lizarra declaró conocerlo y propuso "ser examinado en dicho idioma y lengua bascongada".

Así lo hizo el Padre Maestro fray Miguel de Lesaca, dominico del convento de Pamplona, y lo halló "suficiente para que pueda confesar y confesarse en dicho idioma, enseñar la doctrina christiana, aunque le falta la expedición para poder hablar corriente el Vascuenz" (ADP.: Car. 1.407, n. 18). En 1722, los vecinos de Bidangoz (Roncal) nombraron vicario al paisano D. Miguel de Hualde, licenciado en Alcalá de Henares. Alguien se opuso a la designación, alegando que en la villa "solo se habla la lengua bascongada, especialmente las mugeres y niños que, en lo regular, no entienden otra", y don Miguel no la sabe. El licenciado aceptó someterse a examen, se presentó en Pamplona, expuso en la Curia que "la lengua que se habla en el valle de Roncal es distinta en un todo a la que se habla en lengua bascongada en esta Ciudad y su çircunferencia" y solicitó ser examinado "en dicha lengua bulgar bascongada, según y en la forma que se acostumbra en aquella tierra". Lo hizo ante el Comendador de la Merced, el cual certificó haberlo hallado suficiente en lengua Bascongada. Según refiere Idoate en Rincones...., [t. III, págs. 467 y 468], en el año 1791 un tal Joaquín de Locen obtuvo una de las tres capellanías del Hospital General de Pamplona, planteándose un curioso pleito por desconocer el nuevo capellán el euskera. La junta del hospital acordó pedir al nuevo capellán que aprendiera la citada lengua, necesaria entonces con la mitad de los pacientes. Pero Locen fue acusado posteriormente de falta de interés en aprenderla, planteándose la junta el problema de si se podrían admitir capellanes sin conocimiento del euskera.

Al comenzar el siglo XIX vivía casado en Artica (Ansoain), a dos pasos de la capital, Félix Sarasa Aldareguía "Cholín", natural de Berriosuso, guerrillero contra los franceses; Espoz y Mina, vascongado también y amigo personal de Cholín, dijo de él que "era el vascongado más cerrado que había existido en Navarra". Durante la primera guerra carlista, el secretario de la Cendea de Cizur redactó las "Notas para el catastro", plasmando toda la toponimia en la lengua popular vasca, hecho absolutamente insólito en documentos oficiales, cosa que repetirá en 1865 el concejo de Orcoyen. Todos los datos hasta ahora conocidos sobre la lengua vasca en Iruñerria señalan esa década de 1860 como la época de su regresión. El Príncipe Luis L. Bonaparte incluyó en la zona vascohablante a la Cuenca, pero no a Pamplona, "quoique bien des personnes s'y trouvent qui sachent parler le basque", aunque solamente lo utilizan para hablar con los campesinos. Burlada, Ansoain, Villava, Arre, Ballariain "conservent encore un soufle de vie basque" (1863). Perico Alejandría, un pamplonés castizo, publicó ese año en su Guía de Pamplona que sus paisanos hablaban cuatro lenguas: francés (comercio), castellano (Ribera), euskara o vascongada (Montaña) y un dialecto o jerga en las aldeas inmediatas a la capital, de lo que aporta ejemplos. Mucho más próximo a nosotros fue Cándido Testaut quien, bajo el pseudónimo "Arako", fue publicando en la prensa desde 1910 sus Dialogando (Pamplona, Ed. Leyre, 1947), elementos de una sintaxis y vocabulario que no había terminado de asimilar la lengua exógena.

Actualmente perdura todavía entre los mayores de los pueblos de Iruñerria un léxico vasco relativamente rico. Cualquier vecino de la Cuenca emplea preferentemente las voces amandarra", "bustin","lezka", "ezpuenda" o "zugarro" en lugar de las castellanas "delantal", "arcilla", "carrizo", "ribazo" u "olmo". Pero a esto, que es pasado y reliquia moribunda de una multisecular realidad lingüística, tenemos que añadir la presencia viva del euskera en la radio, en las casas y en la calle, y la esperanza que representan miles de estudiantes de y en la "lingua navarrorum". En 1986 el porcentaje de hablantes era ("D. P. V."):

Erdaldunes86,55%
Euskaldunes
- Alfabetizados4,25%
- Algo Alfabetizados1,24%
- No alfabetizados0,65%
Casi euskaldunes
- Alfabetizados4,17%
- Algo Alfabetizados1,42%
- Pasivos1,74%

Estudiantes de cuskera en Pamplona y su área
(Curso 1989-90)
Preescolar y E.G.B.
Modelo A:
G. Galdeano (E.P.)373
San Juan de la Cadena (E.P.)23
Calasanz15
Etxabakoitz79
La Compasión193
San Miguel43
Total modelo A726
Modelo D:
San Jorge II (E.P.)173
Axular Ikastola301
Amaiur lkastola628
Hegoalde Ikastola575
Francisco de Jaso Ikastola565
San Fermín Ikastola1.053
Total Modelo D3.295
Total Preescolar y E.G.B.4.021
B.U.P. y C.O.U.
Instit. Navarro Villoslada68
Instit. Padre Moret185
Instit. Iturrama207
San Fermín lkastola211
Total671
Adultos
Arturo Kampion421
IPES Euskaltegia68
Barañain71
Pedro Axular Euskaltegia48
Gob. Navarra. Euskaltegia280
A.E.K. Euskaltegi, Gaueskolak:87
Arrosadia42
Donibane Auzoa12
Errotxapea162
Iruñezar14
Iturrama9
Joan d'Amendux125
Txantrea1.339
Total alumnos6.031

JOJ

El municipio se encuentra incluido en la Zona Lingüística (según el artículo 5.º de la ley foral 18/86 de 15 de diciembre que divide a la comunidad foral en tres zonas): Mixta.

Población de 2 o más años clasificada
según nivel de euskera (competencia lingüística) y año de referencia
Fuente: Censo de población 2001.
HombresMujeresTotal
Euskera1.8762.0733.949
Castellano78.61286.565165.177
Las dos3.1893.2106.399
Otra lengua1.4649912.455
Entiende:
- Con dificultad8.3508.54216.892
- Bien8.5299.04217.571
Habla:
- Con dificultad9.1189.48218.600
- Bien7.6207.98615.606
Lee:
- Con dificultad6.5476.90013.447
- Bien7.1627.50614.668
Escribe:
- Con dificultad6.0436.61512.658
- Bien6.5296.80113.330

Itziar Aragüés presentó en diciembre de 2000 su tesis doctoral, dirigida por Carmen Saralegui, Estudio sociolingüístico del léxico del habla de Pamplona. El Area de Cultura del Ayuntamiento de la ciudad publicó en abril de 2003 el libro Y tú ¿cómo dices...? Vocabulario actual de Pamplona, el trabajo de investigación realizado por la autora. La publicación recoge las formas de expresión de la ciudad, las palabras y modismos que se utilizan espontáneamente en el habla cotidiana de los pamploneses.