Udalak

OIARTZUN

Economía en el Antiguo Régimen. La circunstancia de tener tanta extensión de monte hábil para el arbolado, y por otro, aparte el consumo de sus ferrerías, la circunstancia de hallarse a pocos kilómetros del valle de los astilleros del puerto de Pasajes para el mercado de la madera que de él pudiera extraerse, ha contribuido en gran manera a que en su vida histórica siempre se haya observado en nuestro pueblo una sistemática y bien calculada política administrativa de explotación del arbolado, hasta el punto de haber llegado el árbol a constituir uno de los ejes principales y como el nervio de la vida municipal del valle. Buena prueba son de ello, el «Libro de las plantaciones» y los Registros de los Acuerdos del Concejo, en el primero de los cuales se contenía la reglamentación de todo lo concerniente a los viveros, montes, arbolados y ejidos, amén de los datos referentes al estado de los mismos. Desde tiempo inmemorial y por Real privilegio, los ferrones practicaban talas para el consumo de sus ferrerías, sin dar parte ni pagar por ello al fisco, hasta que, al ver clarear los bosques de su jurisdicción, el valle trató de poner tasa a los aprovechamientos forestales, reduciendo a suertes o lotes la leña que anualmente se había de sacar de sus arbolados, y ello no sin previa almoneda pública, almoneda que vino luego a constituir en la economía del pueblo la más saneada fuente de ingresos para el pago de las diversas obras y obligaciones públicas del valle, sin recurrir al entonces tan odiado sistema de demandas o pechas. No eran menos de nueve las ferrerías que por el año de 1514 funcionaban en el valle, labrándose en ellas 1.000 quintales de hierro al año por ferrería (9.000 quintales, que hacen 360 toneladas al año) consumiendo por cada quintal, 3 cargas de carbón (27.000 cargas de carbón anuales) y para cada carga de carbón, cuatro de leña (108.000 cargas de leña al año). En 1787, el número de las ferrerías aparece reducido a cuatro. Con todo, si se tiene en cuenta que, según la tradición, cada una de ellas, cuando era buena, daba empleo a 100 hombres, no resultará aventurado decir que el valle revestiría por entonces todos los caracteres de un pueblo eminentemente industrial, con todos los vicios y virtudes propios de este tipo de población. En efecto los olagizones, o gabiarotzes como se les llamaba en Oiartzun a los labradores del hierro, formaban bajo el patrocinio de Santiago y San Miguel un lucido gremio, cuyo pendón se conserva todavía en la sacristía de la parroquia, así como el Libro de cuentas de la Cofradía. Ya en el s. XVII debía ser corriente el importar desde Bizkaia el mineral para las ferrerías del valle, por cuanto que el año de 1698 encontramos en los Libros Registros, varios acuerdos encaminados a reclamar por medio de la provincia contra una prohibición de Bizkaia de extraer mineral de sus minas a fuera del Señorío: hecho que revela lo que decimos de que en estas fechas los ferrones del valle importaban para sus ferrerías mineral vizcaíno, bien porque las vetas del valle estuviesen agotadas, bien por la mejor calidad de los yacimientos de Bizkaia. En el mismo s. XVII hallamos también algunas referencias de las minas de Aire, detrás de las Peñas de Aia, en jurisdicción de Irun. En el s. XVIII fue sin duda cuando, a impulsos de la Real Sociedad de los Amigos del País, se hicieron algunos empeños de descubrimiento de nuevas vetas en los montes del valle, con orientación a minerales que no fuesen precisamente el tradicional del hierro. De la riqueza hidráulica del valle, son buen exponente las 18 edificaciones, que, como indicadores de su actual o primitivo destino industrial, llevan adheridas a su nombre el apelativo de errota (= molino): tales como Aranguren'go errota, Juansendo'ko errota, Zuaznabar'ko errota, Errota xar, Txalakako errota, Eldozko errota, Errota legor, Auztegi o Aritzabaloko errota, lurritako errota, Isastiko errota, Aranederko errota, Makutsoko errota, Ugarteko errota, Errotaberriko errota, Bidasoroko errota, Arraskueko errota, Zuloagako errota y Paguagako errota. Según una estadística del año de 1789, la cosecha añal de trigo en el valle se calculaba en 2.500 fanegas y la de maíz en 10 a 12.000 fanegas, siendo el consumo para los 3.300 habitantes de 8.000 fanegas de trigo y 14 a 16.000 fanegas de haba y maíz, teniendo, por tanto, que importar de fuera 5 a 6.000 de trigo y 4.000 de maíz. Se surtía de trigo, por la mayor parte, del mercado de Tolosa, a donde acudían tres molineros que traficaban por su cuenta y riesgo. A veces se acudía también al puerto de San Sebastián, y aún a Francia. En tiempo de carestía se recurría, asimismo, a Navarra. Los ferrones, por razón de su comercio del fierro, recurrían corrientemente a Francia para el mismo fin. «El Pósito de Misericordia que tiene el valle, con 1.900 pesos de fondo, es de mucho alivio para el Común; porque en años de alguna esterilidad, se trae grano de maíz por cuenta de dicho Pósito, y se vende a precio equitativo, con prohibición de extraerlo del valle». Con tales recursos nunca hubo hambre, bien que el precio del pan había subido a veces a cinco cuartos la libra. En el año 1789 precisamente subió hasta siete cuartos. Se padeció hambre, aunque no faltó para la Ofrenda de la Iglesia por la gran piedad de las mujeres. El año de 1682, la cosecha de trigo se graduó en 1.760 fanegas; y en 8.000 la de maíz; y en 5.760 cargas la de la manzana. De la riqueza ganadera del valle, aunque no podemos presentar datos estadísticos del s. XVIII, sin embargo sabemos algo de lo que debió ser, deducido del citado pleito del año 1514 entre el valle y los olajaunes o ferrones, quienes al propio tiempo que aprovechados industriales, debieron ser también fuertes y aprovechados ganaderos, según se desprende de los seles y pastizales que indebidamente aparecen extendiendo en beneficio propio a costa de las tierras comunales. Algo también de lo que debió de representar este ramo de la riqueza en el s. XVIII, podemos deducir de las numerosísimas prendarías de ganado que solían hacer, del perteneciente a los vecinos del valle, los pueblos limítrofes de Errenteria, Arano, Goizueta, Lesaka, etc., siendo éste de las prendarías del ganado de sus vecinos, uno de los asuntos que más preocupaba y mayores pleitos originaba al municipio del valle. El municipio participaba en la Lonja de Errenteria, de cuya Almoneda pública del Real Peso de ella se beneficiaría no poco, sobre todo en los buenos tiempos en que se cargaba y descargaba en aquel puerto tanto el mineral vizcaíno destinado a las ferrerías del valle como el hierro que, elaborado en éstas, se exportaba fuera. Además de varias casas (tales Añarbe de Petriene, Killirikupe, etc.), fundadas y propias suyos que también tuvo al igual de Aginaga de Usúrbil, y como cumplía a un pueblo de ferrones, tuvo también el valle una muy buena ferrería, que periódicamente se adjudicaba al mejor postor mediante pública almoneda y previo inventario de todos sus útiles. Era la ferrería de Olaberria fundada en 1511 aguas arriba de la Central Eléctrica de Paguaga'ko Errota. Aparte de esto, era el valle, patrono mere lego de su parroquia, así como de todas sus ermitas y cofradías, en cuya administración tenía parte; sin que, sin embargo, ingresase en las arcas municipales nada del producto, v. gr., de las primicias de la parroquia, que todas las administraba un mayordomo especial nombrado por los señores del Gobierno. Tampoco se beneficiaba de las dotes que aportaban las ermitañas de aquellas ermitas, aun cuando su nombramiento también era hecho por aquellos señores. Eran estas ermitas, dos, sobre todo: la de Salvadore de Aguirre o Aguerre, sobre Larzabal, cerca de Errenteria, y Andrearriaga, camino de Inín; ambas a dos con importantes propiedades, cuyos productos se destinaban al personal y a la fábrica de los respectivos edificios. Otro tanto ocurría con el Hospital del Valle, fundación de capital americano de hijos del valle, s. XVI, cuyos fondos se administraban en igual forma de cierta dependencia del Gobierno del valle, pero con independencia de destino de los intereses, que, desde luego, en primer término se invirtieron en la construcción del edificio hospital y su basílica de San Juan, y luego en la manutención de los pobres y enfermos, que nunca debieron ser muchos. Otro de los bienes comunales del valle fue la también ermita de Santa María Magdalena de Madalensoro, en cuyos edificios tradicionalmente ha habido en tiempos normales escuelas públicas, y en épocas de peste un lazareto.