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MAGISTERIO

El euskera y el maestro vasco. El proceso de formación del magisterio vasco, como venimos observando, estaba sujeto a varias condiciones de producción (nombramientos, pagos de haberes, oposiciones, escalafones, además de la política educativa general), de modo que condicionaban negativamente la posibilidad de creación de un magisterio de acuerdo con las necesidades sociales y lingüísticas del País Vasco. En este sentido, las resistencias contra la expansión de un magisterio ajeno a la lengua y a las tradiciones del País se irá haciendo cada vez más patente, sobre todo a partir de las críticas procedentes del nacionalismo. La situación cuando se producen estas críticas es ya claramente desvasquizadora por parte de la escuela, donde los inspectores de enseñanza primaria reprimirían el uso del euskera en las escuelas, como puede observarse por los informes emitidos por estos inspectores en los cuales consta claramente la serie de consejos impartidos por éstos a los maestros para que utilizasen el castellano en su trato con los niños, tanto dentro como fuera de la escuela. Juan M.ª de Eguren, inspector de enseñanza del castellano en las escuelas vascas, fue el encargado de llevar a cabo esta labor desvasquizadora a las escuelas en la provincia de Guipúzcoa durante un período bastante prolongado, desde 1860 a 1876. En definitiva, como buen liberal que era este inspector, lo único que trataba era de aplicar la acción gubernamental en las escuelas, respetando únicamente el euskera para la enseñanza del catecismo. A toda esta labor habría que añadirse la práctica ya tradicional del «anillo escolar», por el cual se sancionaba a los niños que fuesen descubiertos hablando en euskera, práctica que ya es detectada desde el siglo XVIII y que ha durado hasta fechas bien recientes en muchos pueblos de Euskal Herria. Tras la corta experiencia que se produce bajo el dominio carlista, que será un punto de referencia respecto a los planteamientos sobre un magisterio poseedor del euskera como condición necesaria para el ejercicio de su profesión, las críticas contra esa escuela castellana se irán produciendo dentro del marco de recuperación cultural y lingüística llevada a cabo por el fuerismo y que se acentuará más a partir de los planteamientos nacionalistas respecto a la lengua y la cultura vascas. Un ejemplo de ello lo tenemos en la polémica desatada por el estreno de la zarzuela de R. M. de Azkue, en febrero de 1894, «Vizcayatik Bizkaira», donde se critica al maestro maketo, y que fue utilizada por Sabino Arana como estandarte en contra del maestro foráneo, como ya venía haciendo desde el periódico «Bizkaitarra», generando la «protesta pedagógico-maketil». A estas mismas críticas habría que añadir los planteamientos de E. de Aranzadi sobre la reconstitución del euskera, y los de A. Campión, quien llegaba a plantear incluso el boicot a esa escuela castellana, en un discurso pronunciado en las fiestas éuskaras de Irún en 1903. No obstante, la propuesta más formal con respecto al euskera y al maestro vasco en estos años, procede del ayuntamiento de San Sebastián y de la diputación de Guipúzcoa, que se hacen eco de una petición del Consistorio de los Juegos Florales, los cuales, de una forma argumentada, intentarán llevar a término el objetivo de que los maestros posean el euskera para el ejercicio de su profesión en Euskal Herria, presentando una exposición a la reina regente en 1895, y nuevamente en 1899. También los acuerdos adoptados por las diputaciones de Alava y Vizcaya para mantener cátedras de vascuence en sus respectivos institutos demuestran las inquietudes sobre la implantación del euskera en la enseñanza. Este movimiento reivindicativo no volverá a recuperarse hasta la creación de la Sociedad de Estudios Vascos en 1918, y que significará un nuevo aliento para las reivindicaciones nacionalistas, dentro del renacimiento cultural que viene registrándose en el País desde principios de siglo. También a esta labor contribuirán figuras destacadas de la cultura vasca como E. Landeta y L. de Elizalde, con planteamientos más realistas respecto a la implantación del euskera y del bilingüismo en las escuelas. Dentro de la política de realizaciones concretas tendría que mencionarse la experiencia de las famosas escuelas de barriada de Vizcaya y, en menor medida, las escuelas rurales de Guipúzcoa. Dentro del conglomerado de actividades desarrolladas por la Sociedad de Estudios Vascos, a través de sus congresos, la enseñanza y la lengua serían dos aspectos fundamentales para plantear un sistema de educación vasco. En este sentido se expresarían diversos conferenciantes en los citados congresos, donde la lengua ya no es vista como un objeto arqueológico que hay que conservar en toda su pureza, sino que, por el contrario, se ve la necesidad de intentar dar al euskera el mayor uso posible, sobre todo a través de las escuelas euskéricas. La petición de autonomía para la enseñanza en 1919, por parte de la diputación de Vizcaya se enmarca, pues, en este orden de reivindicaciones. Por lo que respecta al magisterio, serán varias las intervenciones de conferenciantes a favor de que el maestro se corresponda con las necesidades y tradiciones del País. De esta manera, la presencia de maestros vascos serviría para solucionar la serie de problemas detectados en la enseñanza primaria, como expresarían Landeta y Labayen, entre otros, demandando que la formación de los maestros fuese encomendada al propio País, y que ésta se realizase en centros superiores, además de ampliar los estudios del magisterio incluyendo asignaturas como euskera, geografía e historia del País Vasco, etc. Al margen de estas importantes propuestas por parte de la S. E. V. - E. I., tenemos que considerar que el desarrollo incipiente de las primeras ikastolas, como la del Koruko Andre Mariaren, de M. Muñoa, que funcionaba en San Sebastián desde 1916, y otra en Tolosa, subvencionadas por la Diputación de Guipúzcoa, son índices significativos de los nuevos cambios que se están produciendo a favor de un maestro euskaldún. A ello tendríamos que sumar la importante experiencia de las Escuelas de Barriada de Vizcaya, las cuales disponían de un importante plantel de maestros y maestras que impartían la enseñanza en euskera en aquellos pueblos de zonas euskaldunes. Esta experiencia, además de solucionar un problema real de analfabetismo en las zonas rurales, llegaron a poner en práctica los planteamientos más renovadores desde el punto de vista pedagógico, entonces vigentes, conjugando así las reivindicaciones nacionalistas en educación con la renovación pedagógica. La llegada de la Primera Dictadura truncaría esta experiencia en su aspecto lingüístico, cuyos inicios están en la Moción Gallano aprobada por la diputación vizcaína en 1919. A pesar de ello esta experiencia duraría durante la II República. A imitación de esta experiencia, en 1929 la Diputación de Guipúzcoa intentó implantar también en las escuelas rurales un sistema similar, aunque debido a cuestiones presupuestarias la experiencia guipuzcoana se reduciría a la concesión de una serie de subvenciones para el pago a los maestros. La II República corregirá los efectos represivos que sobre la lengua había producido la Dictadura, a través del reconocimiento del euskera en el Estatuto de Autonomía, aunque la rápida ocupación militar de las áreas más vascófonas con el alzamiento de Franco dejaría un magisterio depurado, y muchos de los maestros en el exilio. El proceso de implantación y desarrollo de las ikastolas, a partir de la década de los sesenta, desde la clandestinidad hasta las fechas más recientes de oficialización, correrá paralelo a las políticas que se irán estableciendo para el magisterio, de forma que del paso de las primeras «andereños», verdaderas promotoras de un magisterio vasco, a la política sobre normalización lingüística y promoción de un profesorado euskaldún, puede detectarse una serie de cambios sobre el nuevo papel que debe jugar el magisterio en una situación, todavía conflictiva, respecto al estatuto del magisterio vasco. V. ENSEÑANZA; IKASTOLA.