Industriak

Fábricas de Armas

El comienzo del siglo XX no supuso más que la confirmación de la tendencia iniciada a finales del siglo XIX. La producción de revólveres crecía a un ritmo desconocido gracias a las ventas efectuadas en mercados lejanos o hasta entonces desconocidos como el americano o el balcánico. Pronto se incorporó a la producción eibarresa un nuevo producto, la pistola automática, que se convertiría en el transcurso de unos pocos años en el producto estrella de la industria armera vasca. La organización del sector, a pesar de ir incorporando algunos adelantos técnicos e ir apareciendo cada vez mayor número de fábricas, siguió manteniendo una estructura muy similar a la que había estado vigente durante los siglos anteriores. Cierto número de empresas, de mayor tamaño, subcontrataban la fabricación de piezas entre los talleres de Eibar y municipios cercanos encargándose ellas únicamente de su montaje final. De este modo, la industria armera vasca, se configuró como un distrito industrial en el que convivían empresas de un tamaño considerable, con varios centenares de trabajadores, como Orbea Hermanos o Garate, Anitua y Cía, con otras de dimensiones más modestas como Arizmendi y Goenaga, Bonifacio Echeverría o Esperanza y Unceta, y finalmente, infinidad de pequeños talleres, situados en los bajos de los edificios o en desvanes, dedicados a la fabricación de piezas. Este modelo era más frecuente en el caso de las armas cortas, ya que las escopetas seguían fabricándose con procedimientos más artesanales, siendo el tamaño medio de los talleres inferior al de las armas cortas. Sólo un establecimiento, el perteneciente al afamado armero Víctor Sarasqueta, alcanzó en este ramo la categoría de fábrica durante aquellos años.

Distribución de los trabajadores de las empresas de Eibar en función de la rama de actividad de sus empresas en 1914
nº de
empresas
nº total de
trabajadores
%Tamaño medio
de las empresas
Fuente: Archivo Municipal de Eibar
Revólveres241.02040,742,5
Pistolas automáticas1647527,129,7
Revólveres y Pistolas 645910,276,5
Armas Cortas4619547842.5
Escopetas1215318,612,8
Escopetas y Pistolas1123,412
Total592.119

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914 el sector se adentró en una crisis sin precedentes consecuencia de la incertidumbre de los primeros meses, que paralizó la actividad económica, y las restricciones al comercio de armas establecidas por los ejércitos contendientes. Para evitar la ruina que supondría para la villa la emigración de los trabajadores a otras poblaciones el ayuntamiento de Eibar tomo medidas como la organización de cocinas económicas, la construcción de una carretera o la realización de rifas o partidos de pelota benéficos.

La prolongación de la guerra y las características de la misma, en la que predominaba la lucha cuerpo a cuerpo en las trincheras, hizo que el uso de las armas cortas se extendiera desde los oficiales a todas las clases de tropa. De este modo se incrementó la demanda de pistolas y revólveres de pequeño tamaño, armas en las que la industria vasca se había especializado. La neutralidad española, la cercanía de la frontera francesa y el bajo precio de las armas vascas favorecieron el desarrollo del negocio, alcanzando las ventas a los aliados entre 1915 y 1918 los dos millones de unidades.

Una vez finalizada la guerra la situación se complicó nuevamente ya que, a pesar de que los importantes beneficios, las capacidades técnicas adquiridas durante la guerra y el establecimiento de instituciones como la Escuela de Armería (1913) o el Banco Oficial de Pruebas (1920) habían permitido incrementar los niveles de calidad de la producción, los mercados internacionales rebosaban de armas cortas. Cuando, a comienzos de la década de 1920 y apoyándose en el mercado interior, empezaban a vislumbrarse ciertos signos de recuperación, las dificultades volvieron a aparecer con la aprobación de sendas disposiciones legislativas en 1920, que limitaban enormemente el comercio y venta de armas en España. La promulgación de estas leyes perjudiciales para la industria, provocó la puesta en marcha en 1923 de un movimiento popular para la derogación de las mismas. Durante el denominado "Pleito armero" se produjeron hechos insólitos como la dimisión de todos los ayuntamientos de la zona o la obtención del acta de diputado para un candidato popular que defendiera los intereses de la industria en el congreso, algo inhabitual teniendo en cuenta el caciquismo y la compra de votos imperante en la época.

A pesar de las protestas y de la solicitud de compensaciones, no se obtuvo resultado alguno, lo que unido a la acuciante crisis del sector trajo como consecuencia que las empresas emprendieran profundos procesos de transformación o diversificación para asegurar su supervivencia. Los casos más conocidos son los de Orbea y Cía y Gárate, Anitua y Cía. (GAC) y Beistegui Hermanos (BH) con la fabricación de bicicletas. No fueron los únicos, la Sociedad Cooperativa ALFA, que había sido creada por obreros socialistas de Eibar para fabricar revólveres, se inició en la fabricación de máquinas de coser y Olave, Solozabal y Cía. cambió los revólveres por el material de oficina. A pesar de ello, estas empresas no abandonaron la fabricación de armas cortas hasta después de la Guerra Civil. Incluso empresas como Unceta y Cía. o Bonifacio Echeverría, que siguieron haciendo una fuerte apuesta por continuar en la fabricación de armas cortas participando en los concursos oficiales de armas, se vieron obligados a crear nuevas secciones de producción. Estas dos últimas empresas, junto a Beistegui Hermanos, fueron también protagonistas de uno de los negocios más sorprendentes en la historia de la industria armera vasca, la fabricación de pistolas ametralladoras tipo Mauser con destino al mercado chino. Unceta y Cía. llegó incluso a constituir una filial comercial en Shangai a comienzos de los años 30 bajo el nombre Astra China Company.

Venta de la industria armera

Fuente: Mugica (1976).

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), las empresas armeras fueron intervenidas por las autoridades republicanas para que apoyaran con su producción al esfuerzo de la guerra. Al quedar el frente estabilizado en las cercanías de Eibar en el otoño de 1936, el Gobierno Vasco optó por trasladar las fábricas y talleres al interior de Bizkaia, lejos del frente. En 1937, tras la ocupación de la totalidad del País Vasco por las tropas franquistas, el ejército se incautó de la maquinaria y piezas de muchas de las empresas del sector mientras que otras, como Unceta y Cía. de Gernika-Lumo, que no se había visto afectada por el bombardeo de la villa foral, continuaron fabricando armamento aunque ahora para el bando nacional.

Tras la guerra, la nueva legislación aprobada por el gobierno franquista establecía que "en lo sucesivo se procuraría agrupar la fabricación de armas cortas autorizándose únicamente a los fabricantes que se obliguen a realizar el ciclo completo de fabricación dentro de un mismo edificio." Esto implicaba la completa desaparición del tradicional sistema de producción y que sólo tres empresas pudieran continuar en esa actividad y aprovecharse de la coyuntura favorable surgida durante la Segunda Guerra Mundial: Unceta y Cía., Bonifacio Echeverría y Gabilondo y Cía.

Al finalizar el conflicto estas empresas tuvieron que hacer frente a una situación muy comprometida. El aislamiento comercial español de aquellos años reducía enormemente las posibilidades de exportación, mientras que el mercado interior, más restringido que nunca, quedó reducido casi exclusivamente a los contratos oficiales. En la competencia por estos últimos, Bonifacio Echeverría, fabricante de las pistolas STAR, se impuso a sus competidoras, convirtiéndose prácticamente en la suministradora exclusiva de los organismos oficiales durante las siguientes décadas. Las demás se vieron en la obligación de iniciar importantes procesos de diversificación, como el afrontado por ASTRA-Unceta y Cía., que comenzó en 1947 a fabricar herramientas neumáticas y piezas de maquinaria textil. En el caso de la escopetas de caza la conflagración mundial hizo desaparecer a los competidores extranjeros del mercado español e internacional, pero los problemas para la obtención de materiales y la contracción de la demanda interna impidieron el aprovechamiento de la oportunidad.

Durante la década de los cincuenta la coyuntura para las armas se tornó más favorable. La puesta en marcha, por iniciativa de la Cámara de Comercio de Gipuzkoa, de las "operaciones especiales" a favor de la exportación impulsaron la producción. Las operaciones G, M-1 y M-5 facilitaron a las empresas participantes cupos extras de material, tipos de cambio favorable y un acceso ventajoso a divisas que les permitieran importar maquinaria y materias primas del extranjero. Los sectores más favorecidos fueron las máquinas de coser y, sin lugar a dudas, las armas de fuego que representaron en torno al 35% del valor de las exportaciones efectuadas entre 1952 y 1959. Durante este período de esplendor destacaron las empresas fabricantes de escopetas como Víctor Sarasqueta, Ajuria y Aranzabal (AYA) o Ignacio Ugartechea.

Pero tras esta coyuntura favorable se ocultaba una debilidad, la gran dependencia que las empresas del sector tenían del apoyo de las instituciones para mantener su competitividad en un mercado cada vez más estrecho. Esta tendencia se fue acentuando durante la década de los 60 en la que algunas empresas llegaron a recurrir al dumping conocedores de que las pérdidas ocasionadas por esta política serían sobradamente compensadas por los beneficios fiscales a la exportación. Las exigencias legales para el comercio y venta de armas en España eran cada vez más rigurosas reduciendo las ya escasas ventas en el interior del país y entorpeciendo, con sus trámites, las exportaciones. Por otro lado, el trascendental mercado norteamericano, quedó muy restringido al aprobarse en 1969 una nueva legislación que penalizaba especialmente la importación de armas vascas. Aunque trataron de modificar sus modelos para adaptarlos a la nueva norma, las exportaciones a aquel país se mantuvieron relativamente bajas durante los años inmediatamente posteriores.

Este tipo de restricciones, cada vez más comunes en todos los países, redujeron las dimensiones de los mercados lo que exigía una mayor calidad tanto material como técnica para poder mantenerse en ellos. Las empresas del sector del arma corta intentaron a lo largo de la década de los 80 introducir los nuevos materiales plásticos e incluso lograron obtener algún efímero éxito comercial. Pero la tendencia negativa era difícil de contrarrestar y aunque intentaron solucionarlo abriendo nuevas líneas de producción o aunando fuerzas mediante su intento de fusión, tanto ASTRA como STAR vieron cerradas sus puertas durante la década de los 90. La única empresa superviviente a principios del siglo XXI, LLAMA-Gabilondo, fue clausurada también, tras varias transformaciones, en el año 2002. En la rama de las escopetas, se intentó afrontar la crisis con la integración de varias empresas en el consorcio DIARM que, auspiciado por el Gobierno Vasco, debía revitalizar el sector. Este proyecto fracasó, pero algunas empresas que no se integraron en él y otras nuevas, creadas posteriormente por antiguos trabajadores del frustrado proyecto, subsisten en la actualidad apoyándose en una producción, sobre encargo, de elevada calidad y precio. La industria armera vasca se enfrenta a un futuro incierto, pues muchas de las operaciones necesarias para fabricar una escopeta de calidad exigen un alto grado de capacitación profesional lo que está dificultando el relevo generacional del personal.