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Fábricas de Armas

A comienzos del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión española y como consecuencia de las transformaciones que se habían producido en el armamento de la mayor parte de los ejércitos europeos de la época, las picas, los arcabuces y los mosquetes de llave de mecha fueron dejando paso a los fusiles de llave de pedernal y las bayonetas en la producción vasca. A pesar de algunos problemas asociados al atraso tecnológico, las RR. FF. consiguieron atender gran parte de la demanda procedente de los ejércitos borbónicos, aunque en el caso de algunas piezas, como las llaves de los fusiles, debieran ser importadas del extranjero.

Una vez finalizada la guerra, y tras la reanudación de las dificultades financieras, se produjo un cambio trascendental en la gestión de las RR. FF. al decidir la corona el abandono de la administración real en 1721, restaurándose así el sistema de asiento. Las relaciones entre el asentista (Martín de Isasi-Isasmendi) y los armeros no fueron del todo buenas, y los conflictos entre ambas partes fueron continuos. Una de las principales novedades que produjo el retorno al sistema de asiento fue la posibilidad de que los armeros pudieran fabricar armas para el mercado privado siempre que no tuvieran contratos pendientes con el rey. Esto afectó al cumplimiento de los encargos ya que el asentista puso frecuentemente sus intereses por encima de los de la corona, siendo pocos los operarios que trabajaban para los pedidos reales. Los maestros examinadores y otros funcionarios criticaron la actuación del asentista debido a que la calidad de las armas no alcanzaba el nivel exigido, rechazándose muchas de ellas, e impidiendo por consiguiente la entrega de los 12.000 fusiles anuales acordados.

Otro de los cambios importantes que se produjo durante el siglo XVIII fue la aparición de los gremios armeros en el esquema organizativo de las RR. FF. de Armas de Gipuzkoa. El asentista debía negociar con los representantes de cada uno de los gremios las condiciones y precios de la elaboración de las piezas y las operaciones de montaje de las armas. Los maestros examinadores se encargaban de verificar la adecuación de las piezas y armas entregadas a lo estipulado en el asiento y, en el caso de ser aceptadas, las marcaban con el sello del establecimiento. Los gremios armeros eran cuatro: cañonistas, cajeros, llaveros y aparejeros. Los cañonistas eran quienes elaboraban los cañones de las armas; los cajeros eran los que encajaban las piezas de hierro en las cajas o cureñas de madera; los llaveros eran los artesanos especializados en la construcción de la parte mecánica del arma y finalmente, los aparejeros, se encargaban de realizar las labores de montaje y acabado del arma. En ocasiones se sumaba a éstos un quinto gremio, el conformado por los bayonetistas de Tolosa, a cuya producción habría que sumar la de instrumentos de gastadores como palas, azadas o picos.

La creación de la Real Compañía Guipuzcoana en 1728 trajo importantes cambios en el devenir de la armería vasca. La corona vio en los derechos devengados por el tráfico mercantil de esta compañía una posible solución a los tradicionales problemas de financiación de las RR. FF. Así, a partir de 1735, la Guipuzcoana se hizo cargo del asiento, financiando las armas a cuenta de las cantidades que, en concepto de impuestos, debía a la corona. Las consecuencias de esta modificación en la dirección de las RR. FF. fueron inmediatas: los pagos a los armeros se regularizaron, la producción creció y se logró, además, una completa autosuficiencia en relación al suministro de piezas. Se estima que en el momento de su llegada a Placencia se producían anualmente 8.000 mosquetes con sus bayonetas, importándose parte de las llaves, mientras que en 1747, año en que las relaciones entre la compañía y la fábrica fueron temporalmente suspendidas, salían con destino a los ejércitos reales 18.000 fusiles al año sin necesidad de abastecerse de llaves en el extranjero. Hasta 1751, y por la suspensión de actividades de la Guipuzcoana, la producción de armas en el País Vasco volvió a estar bajo administración real reproduciéndose los problemas de financiación que tradicionalmente la habían acompañado en épocas anteriores.

En 1753 la Real Compañía Guipuzcoana recuperó el cargo de asentista general y permaneció en él hasta 1785, año en que, en vista de su decadencia tras el establecimiento de la libertad de comercio con América en 1778, se decidió su disolución. Sus activos fueron integrados en la recién constituida Real Compañía de Filipinas, haciéndose cargo ésta de las deudas y obligaciones que la Guipuzcoana tenía contraídas, incluyendo el asiento de armas.

La producción con destino al mercado privado vio incrementada su importancia a lo largo del siglo XVIII, alcanzando algunos armeros vascos cierto reconocimiento en el mercado español e internacional. Uno de los más renombrados de su época fue el eibarrés Juan Esteban Bustindui, de quien Jovellanos decía que "su fama estriba en la excelencia de sus cañones, aunque hace todas las piezas. Trabaja para varios grandes y señores de la corte, para América, para Inglaterra, Francia, Rusia y otras partes, de donde le vienen encargos frecuentemente." El desarrollo del sector se vio truncado abruptamente con el inicio de la Guerra contra la Convención (1793-1795). Durante la ocupación francesa de Gipuzkoa Eibar fue incendiado y se produjo la emigración de la mano de obra, lo que incrementó la desconfianza del rey en torno a la idoneidad estratégica de la ubicación de las fábricas. Este fue el origen de la Real Fábrica de Oviedo que, desde su creación en 1794, se convirtió en la principal competidora en la obtención de los encargos públicos de armas de fuego.