Kontzeptua

El movimiento socialista en la historia vasca contemporánea

A pesar de los fuertes conflictos sociolaborales que estallaron a partir de 1903, el apoyo popular en las urnas a los socialistas siguió siendo poco firme. En ese contexto, en el que las fuerzas más conservadoras pujaban por la formación de un bloque católico (1906), pudo explorarse la posibilidad de abandonar el sostenido aislacionismo político, buscando la colaboración con el republicanismo que condujera a la unión de las izquierdas. Cuando esta nueva política se puso en práctica marcó, en poco tiempo, un cambio de rumbo en la táctica política del socialismo vasco, y quedó asentada definitivamente tras los sucesos violentos y represivos acaecidos en torno a la Semana Trágica de Barcelona (1909). La representación municipal socialista en Bilbao y otras ciudades vascas se incrementó tras la formalización de las candidaturas de la Conjunción de socialistas y republicanos (53 concejales en Vascongadas en 1909), en un momento de enorme tensión laboral que llevaría poco después a la declaración de las huelgas de 1910 y 1911.

De ese modo, el modelo de confrontación y movilización hegemónico en el socialismo vizcaíno hasta 1909 entró en crisis. A partir de ahora el tacticismo político del PSOE se dirigió al logro de garantías legales que fueran efectivas para reformar el mundo del trabajo, priorizándose así la presencia en las instituciones locales y provinciales y, especialmente, en las Cortes. Poco a poco, la actividad política se impondría al protagonismo de las organizaciones obreras; la adopción de reformas sociales y su cumplimiento por parte del Estado, -acordó la dirigencia socialista-, se garantizarían mejor mediante el pragmatismo político que por medio de la movilización obrera. La emergencia en el socialismo vasco de Indalecio Prieto y el declive de Facundo Perezagua muestran, a partir de 1913, el resultado definitivo de esa pugna estratégica. A partir de entonces se mantuvo la estrategia de apoyar la Conjunción republicano-socialista, con vistas a la reforma democrática del Estado y su transformación en una república, y quedó marginada la vieja estrategia basada en el enfrentamiento social directo y permanente entre clases.

Los conflictos laborales y la lucha política, sin embargo, no desaparecieron (huelgas metalúrgicas en 1916, 1917, 1919-1920, 1922). Si las secciones obreras ugetistas mineras agrupadas en la Federación Minera Vizcaína habían protagonizado los conflictos obreros más relevantes de las dos décadas anteriores, a partir de 1916 fueron los trabajadores agrupados en el Sindicato Obrero Metalúrgico los más destacados en la exigencia de mejoras salariales y demandas sociales. La participación socialista en la huelga general de 1917 contra la monarquía mostró el afán de las fuerzas socialistas y republicanas para superar el corrupto régimen borbónico. Durante esos años la labor organizativa se mantuvo con grandes altibajos formándose en 1915, a partir de 24 agrupaciones socialistas, (17 de ellas en Bizkaia) y 968 afiliados, la Federación Socialista Vascongada, (luego denominada Federación Socialista Vasco-Navarra). Desde 1918 y hasta la escisión comunista de 1921 fue un periodo de incremento de la afiliación al PSOE (1920: 1.978 afiliados).

La revolución rusa de 1917 y la formación de la Tercera Internacional en 1919 llevó muy pronto a la discusión sobre la reorganización del movimiento obrero mundial. En todos los viejos partidos socialistas surgieron tendencias "terceristas" favorables a la participación en la nueva Internacional obrera que, posteriormente, dieron lugar al surgimiento de nuevos partidos comunistas. La primera escisión se dio en 1920 en las Juventudes Socialistas dando lugar al Partido Comunista español (PC); después, en el congreso extraordinario del PSOE celebrado en 1921, los grupos favorables a las tesis terceristas se escindieron y dieron vida al Partido Comunista Obrero Español (PCOE); en 1922 ambos partidos se fusionaron creándose definitivamente el Partido Comunista de España (PCE). Las corrientes terceristas tuvieron especial importancia en las agrupaciones socialistas vizcaínas, constituyéndose Bizkaia en uno de los bastiones más importantes del PCE.

Fruto de la escisión comunista y de la dura crisis económica presente entre 1921 y 1923, la afiliación al PSOE disminuyó: 698 personas figuraban como afiliados cuando el general Primo de Rivera, tras el golpe de estado en septiembre de 1923, dio inicio al régimen dictatorial. Durante la dictadura militar la afiliación se mantuvo estable (640 afiliados a la Federación Socialista Vasco-Navarra en 1928).