MENDIGORRIA, Batalla de. Al morir el general Tomás Zumalacárregui (junio del año 1835), en el sitio de Bilbao, Don Carlos M.ª Isidro se vio en la necesidad de nombrar un sucesor. El nombramiento recayó en el general Vicente González Moreno. Pero tal vez sin las dotes de su antecesor, tuvo este general que levantar el sitio, claudicando ante los liberales mandados por los generales Espartero y Latre. González Moreno fue acogido por los suyos fríamente. Tuvo que hacer méritos para granjearse su confianza absoluta. Por el lado isabelino o liberal, se nombró un nuevo jefe del ejército: el general y diplomático Luis Fernández de Córdoba. Ambos generales serían protagonistas principales en la batalla campal que se libró el 16 de julio de 1835 en las proximidades de Mendigorría. González Moreno reunió cuantas fuerzas pudo (unos 18.000 hombres), los orientó hacia Artajona y Larraga, pero dejó una retaguardia en el lugar próximo a Obanos y además, por si la campaña no tenía éxito, protegió el camino que va de Mendigorría a Cirauqui. Muy confiado debía estar: alojó a su propio rey en Mendigorría mientras duró la batalla. Fernández de Córdoba acudió con las divisiones de Espartero, Santiago y Froilán Méndez Vigo y Gurrea. Atacó a los carlistas, ocupándoles el cerro de la Corona y rechazó el ala izquierda de González Moreno. La lucha en el centro fue más tenaz, sin embargo los liberales lograron imponerse y los carlistas hubieron de replegarse. Las pérdidas fueron grandes por ambos lados. La retirada de los carlistas, a través del puente que les ponía en comunicación con Cirauqui, fue tumultuosa y sólo gracias al general Moreno y a su colaborador Villarreal, que contuvieron el avance liberal, pudo escapar don Carlos con el grueso de las tropas. Con su división alavesa se encargó Villarreal de proteger el puente mientras lo atravesaban el rey y sus soldados. Los liberales, increíblemente, no aprovecharon el momento, dejando de perseguir a sus enemigos. El general Fernández de Córdoba, que por este hecho recibió el título de marqués de Mendigorría, pudo escribir a Madrid, al terminar la batalla, un párrafo donde se sintetizaba la importancia de lo ocurrido. "Hemos ganado ayer seis meses de vida; por este término respondo de contener al enemigo en sus antiguos límites". La retirada carlista dio un respiro a los cristinos. El marqués de las Amarillas comenta: "Restablecido el moral del Ejército con esta victoria, a que, con este objeto, se dio toda la importancia posible, pude ya obrar con más libertad, con respecto al sistema de guerra que debía seguirse, y en 23 de julio, dirigí al General en Jefe interino (documento número [ ]*), una Real Orden prescribiéndole se abstuviese en lo sucesivo de atacar en sus guaridas o posiciones de montaña, casi inexpugnables, al enemigo. Que se situase convenientemente en parajes abiertos, desde donde pudiera acudir al socorro de los puntos amenazados que mereciesen ser atendidos, y aprovechase todas las ocasiones de atacar a los facciosos en terrenos donde puedan obrar ventajosamente todas las armas y recobrar su superioridad, la superioridad de nuestra disciplina. Que haga más resistentes al cañón los puntos fuertes que se crea conveniente conservar; que se aproveche la primera ocasión para ver de recuperar a Salvatierra y fortificarla con cuidado. Que se destinara la Legión de Argel a la parte de Lumbier desde donde podría hacerla entrar en operación; y últimamente se le encargaba fortaleciese todo lo posible la disciplina, los hábitos del silencio en las marchas y combates, con otras prevenciones análogas para regenerar aquel Cuerpo de tropas, en su origen tan bello y disciplinado, pero que la mala dirección o descuido de los Generales en Jefe anteriores, había hecho decaer tanto".
Ainhoa AROZAMENA AYALA
Ainhoa AROZAMENA AYALA