Si hasta aquí hemos identificado la literatura vasca con la escritura en euskara, no lo hemos hecho con la voluntad de negar el calificativo de vasca para aquella otra literatura hecha por escritores vascos cuya lengua literaria no es el euskara, sino el español o el francés. Porque si tanto una como otra lengua pertenecen desde que existen al patrimonio cultural de Euskalerria, también la literatura que con ellas han hecho los vascos forma parte de nuestro patrimonio literario. Bien es verdad que la identificación que en historia literaria se viene haciendo de la literatura por la lengua no arroja mucha luz sobre la cuestión. Tal vez mejor que hablar de "literatura vasca" habría que hacerlo de "literatura o literaturas de los vascos". No sería justo ni objetivo, por eso, cerrar este breve recorrido por la literatura vasca sin hacer siquiera mención de esas otras literaturas. De hecho, en dos momentos concretos hemos aludido a una literatura vasca escrita no en euskara sino en castellano: la obra literaria de los Amigos del País en el siglo XVIII y la narrativa legendario- costumbrista de escritores como Trueba, Araquistain, etc., en la segunda mitad del XIX. Y si nos hemos tenido que ocupar de ellos, ha sido ni más ni menos por su incidencia directa en el desarrollo de la literatura y de la vida literaria vasca de esas épocas.
Parece evidente la condición de escritor vasco, aunque no se utilice el euskara como lengua literaria. Sería absurdo pretender desterrar de una comprensión cabal de la literatura vasca a Unamuno y Baroja, Celaya y Blas de Otero. Pero tampoco se trata, haciendo juegos de prestidigitación con partidas de nacimiento y árboles genealógicos, de entrar a saco en las letras hispánicas y arramblar para la literatura vasca con una ingente nómina de autores que irían desde Gonzalo de Berceo hasta Julio Cortázar. La cuestión es más compleja y debería ser tratada desde la perspectiva de los sistemas literarios en que cada escritor se inscribe y explica y de las relaciones e influencias entre sistemas literarios lingüísticamente diferenciados. El concepto de "intertextualidad", tan en boga en la actual teoría y crítica literaria, podría resultar eficaz y operativo. Baroja, por ejemplo, no tiene nada que ver con la novela euskérica que se escribe en la primera mitad del siglo, pero no se podría decir lo mismo de Blas de Otero y la poesía social de Gabriel Aresti.
No es posible intentar aquí exponer y mucho menos dar una respuesta a una cuestión tan compleja como la de las "otras" literaturas vascas. Y no aportaría nada proponer un catálogo de escritores vascos, por importantes que fueran, que hayan escrito o escriban en castellano o en francés. Una historia rigurosa de las literaturas vascas exige otro tratamiento. Si nosotros nos hemos limitado aquí a la euskérica, es por su especificidad y porque sus escritores no pueden registrarse en otra historia literaria. Pero había que dejar constancia no ya de la existencia de escritores vascos en francés o en castellano, sino de esas otras literaturas inscritas en el sistema cultural vasco y que exigirían una descripción adecuada desde una historia literaria que no especifique su objeto a partir de la lengua únicamente.