Entre 1960 y 1976 tuvo lugar la expansión de la ikastola en todo el País Vasco. Este fenómeno es inseparable de la evolución socio-política que tiene lugar en la sociedad vasca en ese período, sometida a procesos de industrialización y urbanización muy importantes, y muy concienciada políticamente. La ikastola se va a desarrollar sobre dos pilares básicos: los padres, lanzados a la aventura de obtener una escuela vasca para sus hijos, y el profesorado comprometido en la enseñanza en vascuence, en condiciones de trabajo muy precarias. Hasta época muy reciente la ikastola jamás contó con la ayuda de instituciones, salvo la de la iglesia local en momentos críticos. Guipúzcoa y Vizcaya han sido, por este orden, las dos provincias en las que el movimiento de ikastolas se ha desarrollado con más fuerza y más rápidamente que en el resto de las provincias. Ello se debe a que la población ha vivido, hasta la llegada de la crisis, en una situación económica que le ha permitido afrontar los gastos generados por la financiación de los centros. Estas dos provincias, además, son las que cuentan con núcleos vascófonos muy importantes y es asimismo en ellas donde el nacionalismo está más arraigado. La coincidencia de estos tres elementos, lengua, conciencia nacionalista y medios económicos, ha sido fundamental para que este proceso de expansión haya tenido lugar.
Aquí cabria preguntarse si las ikastolas creadas en los pueblos son la prolongación de las existentes en la ciudad. Habría que responder afirmativamente en cuanto que el concepto de ikastola es el mismo. Habría que responder negativamente en cuanto que las ikastolas de los pueblos surgieron sin ningún acuerdo ni planificación que las ligara a las de la ciudad, se asientan sobre una amplia base social que comprende todos los estamentos del pueblo y con una intensa participación de todos ellos, y se organizan, desafiando la clandestinidad, con todas las características de una escuela legal en cuanto a número de alumnos y horario, pero no en otros aspectos tales como ubicación de los centros, titulación del profesorado, programaciones escolares y financiación.
Año escolar | Álava | Gipuzkoa | Navarra | Bizkaia | Euskadi Norte | Total |
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Fuente: Siadeco: 1964-65 a 1974-75. Federaciones de Ikastolas: 1975-76 a 1981-82. | ||||||
1964-65 | 22 | 520 | - | 54 | - | 596 |
1969-70 | 171 | 5.770 | 348 | 1.958 | 8 | 8.255 |
1970-71 | 334 | 8.181 | 765 | 2.591 | 14 | 11.885 |
1971-72 | 376 | 10.673 | 950 | 3.157 | 47 | 15.203 |
1972-73 | 486 | 13.245 | 1.377 | 3.755 | 101 | 18.964 |
1973-74 | 677 | 15.272 | 1.631 | 4.938 | 175 | 22.693 |
1974-75 | 1.026 | 17.971 | 1.892 | 5.822 | 225 | 26.936 |
1975-76 | 1.429 | 21.325 | 2.158 | 8.634 | 305 | 33.851 |
1976-77 | 1.812 | 25.314 | 2.621 | 10.977 | 341 | 41.065 |
1977-78 | 2.654 | 29.652 | 3.094 | 13.422 | 382 | 49.204 |
1978-79 | 3.293 | 31.423 | 3.744 | 14.875 | 390 | 53.809 |
1979-80 | 4.277 | 34.733 | 4.909 | 16.136 | 474 | 60.529 |
1980-81 | 5.086 | 37.145 | 5.369 | 17.157 | 516 | 65.273 |
1981-82 | 5.509 | 39.128 | 5.727 | 19.107 | 564 | 69.935 |
En las cuatro provincias de Euskadi Sur el crecimiento del número de alumnos en cantidades absolutas fue entre 1969 y 1973 superior a 3.000; en el curso escolar 1974-1975 fue de 4.000 y llegó a ser de 7.000 en 1975-1976.
En cuanto a la distribución por sexos del alumnado se ha comprobado que no existen tendencias que lleven a pensar que los padres introduzcan un factor discriminatorio a la hora de enviar a sus hijos a la ikastola, considerándolo como centro adecuado para los varones pero no para las hijas o viceversa. No hay que olvidar que las ikastolas rompieron una lanza importante en favor de la educación mixta.
En este período de expansión de las ikastolas, pero especialmente al final de la década de los sesenta, hubo algún sector político que, enmascarado bajo la etiqueta de progresismo, tuvo especial interés en calificarlas de burguesas. Los datos relativos a las categorías socio-profesionales de los padres de los alumnos en 1977 daban la siguiente distribución para el conjunto de ikastolas del País Vasco, de mayor a menor: obreros cualificados, empleados, cuadros, medios y pequeños comerciantes, obreros no cualificados y, finalmente, agricultores y pescadores. Las clases populares son, pues, las mejor representadas, sin embargo es preciso señalar que el orden de esta distribución puede sufrir alguna variación de una comarca a otra. La mayoría de los padres es originaria del propio país, siendo los porcentajes correspondientes a los padres nacidos fuera los que se muestran a continuación:
Álava | Gipuzkoa | Navarra | Bizkaia | Media del País Vasco | |
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Fuente: SIADECO. | |||||
Padres | 16,5% | 7,6% | 8,1% | 10,2% | 10,6% |
Madres | 17,8% | 7,2% | 8,4% | 10,7% | 11,2% |
El hecho de que la mayoría de los padres sean vascos de nacimiento no significa que todos ellos sean vascófonos, lo cual tiene una incidencia directa sobre los conocimientos lingüísticos de los hijos. Los niveles de conocimientos de euskara por parte de los padres son los siguientes:
DESCONOCEN | SIN ESPECIFICAR | |||||||
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A | B | G | N | A | B | G | N | |
Fuente: SIADECO. A = Álava / B = Bizkaia / G = Gipuzkoa / N = Navarra. | ||||||||
Padres | 61,4 | 30,9 | 15,3 | 64,6 | 14,8 | 3 | - | 2,3 |
Madres | 64,7 | 32,9 | 14,0 | 64,0 | 13,5 | 4 | - | 2,3 |
La familia vascófona se encuentra fundamentalmente en Guipúzcoa. En el extremo opuesto se sitúa Álava con un porcentaje de padres vascófonos que apenas roza el 20%. En Guipúzcoa la ikastola es un factor fundamental de mantenimiento de la lengua, a diferencia de Álava en que lo es la recuperación. En Navarra los porcentajes de padres vascófonos son algo más elevados que en Álava, pero parece que en esta provincia es mayor la conciencia lingüística de ciertos sectores castellanizados, que muestran deseos de recuperación lingüística, que la de algunas zonas rurales vascófonas que no están interesadas en mantenerla. Vizcaya presenta características que la sitúan entre Guipúzcoa por un lado y Álava y Navarra por otro. En dichas provincias las dos tendencias de mantenimiento y recuperación son claras.
El análisis de los porcentajes presentados muestra que el 51,9% de los padres y el 51% de las madres de los alumnos desconocen el vascuence. Los dominios lingüísticos de la familia tienen, sin embargo, una importancia vital a la hora de establecer las directrices de la política lingüística escolar, aunque en el caso de las ikastolas este aspecto ha estado relegado durante largo tiempo.
En el capítulo referente al profesorado la situación fue muy difícil en los años de mayor expansión de los centros, pues se carecía del número suficiente de maestros, incluso para cubrir las necesidades más perentorias. Esto obligó a crear la figura de la "andereño laguntzaile", mujer joven, con cualidades para trabajar con niños de parvulario, vascófona, sin titulación de magisterio, normalmente originaria del mismo pueblo donde iba a abrirse la ikastola que tras un período de prácticas realizadas bajo la dirección de una andereño titulada, se responsabilizaba de los alumnos de edad preescolar. Naturalmente con esta solución no se facilitaba el camino de la legalización de las ikastolas, pero está fuera de toda duda que, si en esa época no se hubiera tenido la audacia de optar por una decisión como la que se tomó, difícilmente hubiera podido desarrollarse el movimiento de ikastolas.
A partir de 1975 se observa, sin embargo, una evolución muy positiva en la cualificación del profesorado. Un aspecto a señalar es la incorporación progresiva del personal masculino que en 1975 en Guipúzcoa representaba ya un tercio del total. El profesorado de las ikastolas trabajó durante varios años sin ninguna asociación ni sindicato que lo aglutinara. En 1966 se había creado el grupo "Gordailu" por un grupo de profesores, con objetivos pedagógicos y formativos. Es en 1968 cuando, tras la fundación de la Federación de Ikastolas, los profesores organizarán su propia asociación bajo el nombre de Ikastoletako Irakasleen Elkartea, realizando su labor tanto en el campo sindical, como en el de formación de profesorado y pedagógico. Desde 1982, sin embargo, su campo de acción se limita a la formación del profesorado y a impulsar iniciativas de carácter pedagógico, puesto que los aspectos sindicales se han canalizado a través de los distintos sindicatos.
La cuestión económica ha sido una pesada losa que ha acompañado siempre al movimiento de ikastolas. En aquellas primeras ikastolas regentadas por Elvira Zipitria y el grupo de andereños que se formó a su lado, los padres pagaban una mensualidad, ciertamente no muy cuantiosa, por niño y mes de clase. Ello significaba que durante los meses de vacaciones los padres no pagaban y que la andereño carecía de sueldo. No existía ninguna clase de subvención ni de ayuda, de manera que cuando la habitación donde se había instalado la ikastola era alquilada, la propia andereño debía pagarla de su bolsillo. A todo esto había que añadir la falta de seguridad social que, ciertamente, hacía que la situación de estas andereños fuese verdaderamente precaria. El problema de la Seguridad Social no se solventó debidamente hasta mediados de la década de los setenta en casi ninguna ikastola.
Paralelamente a la expansión de los centros aumentaban los problemas financieros. Los recursos procedentes de las mensualidades pagadas por los padres resultaban insuficientes y hubo que buscar ayudas económicas de todo tipo: aportaciones populares, créditos y subvenciones. Las aportaciones populares, todavía en vigor aunque actualmente la situación no es tan dramática como podía serlo hace algunos años, se realizan bajo diversas formas. Son innumerables las personas que han ofrecido desinteresadamente sus conocimientos profesionales en el momento en que su preparación o su experiencia han sido necesarios. Carpinteros, albañiles, abogados, contables, aparejadores, pintores..., todos han contribuido desde su parcela a la creación de una infraestructura de la que se carecía. Los socios con que cuenta cada centro contribuyen con sus cuotas al sostenimiento, sabiendo que el dinero que aportan, cualesquiera sea la fórmula o la cantidad, nunca les reportará beneficios económicos. Además, durante años ha habido que recurrir al capítulo de festivales, rifas, bares, pequeños mercados, exposiciones artísticas, etc., con el fin de obtener recursos suplementarios que sirviesen para equilibrar los presupuestos económicos.
Si bien este tipo de actos no es ya tan habitual, el desfile continuo de miles y miles de personas de todas las edades por un circuito de varios kilómetros, a lo largo de todo un día, pagando además por ello, resulta seguramente un espectáculo insólito a los ojos de un extraño. En Euskadi este acontecimiento se repite cinco veces al año, con éxito creciente. La clave puede residir en la razón de la convocatoria: recaudar fondos para las ikastolas y, sobre todo, reivindicar el euskara de una manera festiva. Los primeros organizadores que, por cierto, no carecieron de imaginación al inventar este tipo de acto aunque reconocían haberse inspirado en una marcha realizada en California, no podían llegar a pensar que su idea tuviera tal acogida. Esta primera marcha, bajo el nombre de Kilometroak, se celebró el 16 de octubre de 1977 en Beasain, localidad industrial guipuzcoana de unos 10.000 habitantes, que acogió a cerca de 15.000 andarines. Fue José Miguel Barandiarán, etnógrafo de prestigio internacional, quien abrió la marcha, recorriendo los seis kilómetros que constituían el circuito, a pesar de su avanzada edad. El circuito contaba a lo largo de su recorrido con bares bien guarnecidos de comida y bebida y con espectáculos deportivos, musicales, etc., que convirtieron el día en una fiesta completa. El dinero recaudado -cada participante en la marcha pagaba un tanto por kilómetro, siendo habitual el patrocinio de figuras del mundo del deporte y la cultura por parte de entidades financieras e industriales- ayudó a mitigar el déficit de las ikastolas de la zona. Desde 1977, diferentes comarcas de Guipúzcoa se han sucedido en la organización de Kilometroak, de manera que cada edición supera la anterior. Por ello, no es extraño que la idea se haya extendido a las restantes regiones de Euskal Herria y así se celebra en Vizcaya Ibilaldia, en Navarra Nafarroa Oinez, en Álava Araba Euskaraz y en el País Vasco Norte, por primera vez en mayo de 1984, Herri urrats. En cada caso es la Federación de Ikastolas de cada región quien se hace cargo de la convocatoria. Todas estas marchas, junto a su carácter reivindicativo y festivo, tienen en común el hecho de que han sabido cuajar en todos los sectores de la población mínimamente receptivos a la problemática del euskara y su enseñanza, siendo muestra de ello el que políticos, intelectuales, artistas, deportistas, etc., de todos los signos participen año tras año en las diferentes ediciones. Como decía una vez uno de los organizadores guipuzcoanos, aunque el problema económico de las ikastolas se solventara, habría que seguir celebrando este acontecimiento como gran fiesta del euskara.
Dentro del capítulo de créditos y subvenciones los primeros han sido indispensables para la financiación de los proyectos previstos. Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, por este orden, han utilizado los créditos concedidos por las Cajas de Ahorro y Caja Laboral Popular. Entre las subvenciones hay que distinguir las estatales y las no estatales. Las primeras responden a la construcción de nuevos centros y a la gratuidad de la enseñanza, pero nunca han sido suficientes. En 1975, año en que el crecimiento de las ikastolas llegó a sus cotas más elevadas, éste fue el resultado de múltiples gestiones llevadas a cabo en Madrid en orden a conseguir subvenciones: de 27 solicitadas para la construcción de centros escolares fueron concedidas 4; de 52 solicitadas para contribuir a la gratuidad de la enseñanza fueron concedidas 26. Las subvenciones no estatales han provenido en su mayor parte de particulares. En Guipúzcoa hay que subrayar las ayudas concedidas por las empresas, cosa que no ha ocurrido en Vizcaya a pesar de su gran importancia industrial. En Álava y Navarra han sido las respectivas Diputaciones quienes las han ofrecido. Sin embargo para tener una idea de los problemas económicos de las ikastolas es interesante reproducir los datos referentes a Guipúzcoa en el curso 1974-1975: el total de gastos eta de 180.100.000 pesetas y la ayuda estatal de 49.745.000 pesetas. El saldo resultante tuvo que ser cubierto por los métodos descritos más arriba. Los propios trabajadores de las ikastolas han contribuido a enjugar los déficits cobrando durante largos años sueldos menores que los mínimos establecidos por la Ley y renunciando a la Seguridad Social. En la actualidad esta situación está superada.
Subvenciones oficiales a las Ikastolas (EGB) antes de la creación de los gobiernos autónomos de Pamplona y Vitoria, según datos de la Federación de Ikastolas de Vizcaya.
1977 | 1978 | |||||
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N.º Unid. | Tipo de subvención | Ptas. (1) | N.º Unid. | Tipo de subvención | Ptas. (2) | |
(1) Cifras aproximadas. El total es correcto. (2) Subvenciones previstas año 1978. | ||||||
Datos facilitados por Bizkaiako Ikastolen Elkartea. | ||||||
GIPUZKOA | 289 | 100% | 193.000.000 | 356 | 100% | 284.000.000 |
67 | 68% | 30.450.000 | 23 | 50% | 9.200.000 | |
23 | 36,8% | 5.511.000 | - | - | - | |
NAVARRA | 22 | 36,8% | 5.271.000 | 22 | 50% | 8.800.000 |
39 | 100% | 25.000.000 | 91 | 100% | 72.900.000 | |
BIZKAIA | 52 | 68% | 23.000.000 | 58 | 50% | 23.200.000 |
58 | 36,8% | 13.900.000 | - | - | - | |
Álava | 15 | 36,8% | 3.594.000 | 15 | 50% | 6.000.000 |
EUSKAL-HERRIA | 565 | - | 300.844.600 | 565 | - | 404.800.000 |
El proceso de legalización de las ikastolas es una clara muestra de la actitud que históricamente han mostrado los Gobiernos centrales de Madrid en materia de enseñanza en vascuence. Las ikastolas se desarrollaron en plena época franquista, en un clima de represión por una parte y de una cierta tolerancia por otra. En 1965, tras larga espera y mucha insistencia, fue legalizada la ikastola "Resurrección María de Azkue", ubicada en Bilbao. La documentación que se había presentado estaba avalada por Euskaltzaindia, pero su legalización era una excepción que sólo se entendía conociendo los modos de funcionamiento de la burocracia franquista.
En 1966 y 1967 Euskaltzaindia, sin duda animada por la legalización de la ikastola bilbaína, mostró ante el Ministro de Educación y Ciencia su preocupación por el porvenir de la lengua y le instó para que fuese introducida en las escuelas. A las buenas palabras del Ministro le siguió en 1968 una circular del Gobernador Civil de Guipúzcoa fechada el 19 de julio, en la que sin mencionar la palabra ikastola ni el vascuence, advierte sobre la existencia de "numerosos niños inscritos en centros no autorizados" y de "varios miles de niños que asisten a centros que escapan de todo control". Pero el Gobernador Civil va más lejos y para evitar que la situación se agrave toma una serie de disposiciones:
1. Prohibición de apertura de nuevos centros sin autorización y exigencia a los alcaldes del cumppmiento de esta disposición.
2. Los responsables de los centros no autorizados deberán presentar su petición de legapzación en el plazo más breve.
3. A título de información el Gobernador Civil hace saber que la legapzación de los centros está regulada por la O. M. de 15 de noviembre de 1945.
Ante esta angustiosa situación las ikastolas tratan de buscar una salida. Permanecer en la ilegalidad, en el supuesto de que ello fuera posible, suponía para los alumnos carecer del Libro de Escolaridad, único documento válido para poder cursar los estudios medios y esto, naturalmente, inquietaba a los padres. Ante este estado de cosas la Asamblea de Padres se dirigió a la Iglesia Diocesana, puesto que ella poseía capacidad jurídica suficiente para legalizar sus propios centros de enseñanza. La iglesia local prestó entonces su apoyo y la mayoría de las ikastolas de Guipúzcoa fueron legalizadas bajo la responsabilidad de las parroquias y de algunas órdenes religiosas, como escuelas primarias diocesanas. Otras ikastolas fueron legalizadas como centros privados, siguiendo el articulo 27 de la Ley de Instrucción Primaria, y el resto a través de fórmulas tales como sociedad anónima y sociedad cooperativa. En 1969 otra circular del Gobierno Civil ordenaba la clausura de los preescolares. En esta ocasión la vía de legalización fue el reconocimiento de estos centros como Centros de Catequesis de la Iglesia. Este mismo año de 1969 la Asamblea de Padres y la Diócesis tomaron el acuerdo de fundar la Federación Diocesana de Ikastolas. Este acuerdo duró hasta el año 1978 en que, ante las nuevas perspectivas políticas, la Federación de Guipúzcoa decidió abandonar la tutela eclesiástica y transformarse en institución civil.
Hay que subrayar el hecho de que 1968 fue un año que marcó el comienzo de un período importante en el movimiento de ikastolas. Significó el inicio de una crisis que llamaríamos de maduración porque empezó el debate duro, inflexible muchas veces, doloroso, con cotas de ingenuidad en algunas ocasiones, sobre el proyecto ikastola. Aunque en el fondo queda la duda de si lo que se debatía en verdad era el proyecto ikastola, o si la discusión del proyecto ikastola era una especie de catalizador ideológico. Hubo que discutir y tomar decisiones no sólo para asegurar la legalización sino sobre el euskera unificado, la educación religiosa de los alumnos, los principios pedagógicos de los centros, e incluso, sobre las opciones políticas del profesorado. Fue un período rico en inquietudes y nuevas experiencias. Entre éstas algunas fueron extremadamente interesantes, otras, todo hay que decirlo, carecían de seriedad o fueron un tanto anacrónicas. Está claro que las discusiones que hubo, algunas muy serias entre padres y profesores, reflejaban los problemas de orden ideológico de la propia sociedad vasca. Las ikastolas fueron a la vez, bajo el régimen franquista, lugar de encuentro y lugar de conflicto. Esto se explica porque superaron el concepto de organización escolar y se convirtieron en centros vitales de la vida sociocultural vasca.
El extraordinario crecimiento observado en la década de los setenta, tanto en el número de centros como en el de alumnos, produjo un fenómeno nuevo e importante: la incorporación masiva de niños monolingües, de lengua materna castellana y de bilingües con clara predominancia del castellano sobre el vascuence. Este hecho es positivo en cuanto que demuestra el interés de los ciudadanos por la recuperación lingüística y la consideración que les merece la ikastola como centro adecuado para la educación de sus hijos. Pero este cambio tan importante en los dominios lingüísticos del alumnado ha creado una nueva situación, tanto desde el punto de vista de la psicolingüística como de la psicopedagogía, a la que el profesorado trata de responder adecuadamente. Su análisis muestra que:
1.- La ubicación de la ikastola no se limita exclusivamente al País Vasco vascófono, lo cual significa que no es una institución de mero mantenimiento lingüístico sino de recuperación.
2.- Sólo la mitad de los niños que acceden a la ikastola tienen el vascuence como lengua materna.
3.- El contexto sociolingüístico de una gran mayoría de los alumnos es castellano. Ello quiere decir en los casos extremos que el único contacto que tienen con el vascuence se realiza a través del profesor de clase.
4.- Sin embargo, puede y debe hablarse de diversidad de contextos sociolingüísticos de las ikastolas del país. Ello ha hecho necesaria la descripción de las distintas tipologías lingüísticas de los centros y la fijación de unos criterios mínimos de actuación.
5.- La ikastola no es un ghetto reservado a los autóctonos. La participación de los inmigrantes aumenta lenta pero progresivamente. Esta participación significa en la mayoría de los casos un profundo afán de integración en el país que los ha acogido.
Coincidiendo con el auge de la ikastola en Euskadi peninsular se inició en Euskadi continental la labor de implantación. Un pequeño núcleo inicial de unos cuatro o cinco niños organizado en Bayona en 1969 fue el punto de partida. El 30 de abril de ese mismo año nacía la asociación Seaska, que aglutina a todas las ikastolas que se han creado en Euskadi continental. La enseñanza en vascuence es una realidad que, superando todas las trabas del centralismo francés, se asienta lenta pero inexorablemente en las provincias del Norte. En el curso 1983-1984 se contaba ya con 699 alumnos, desde los cursos de maternal hasta el final de los estudios primarios, y 73 asalariados. El 24 de enero de 1982 Seaska, reunida en asamblea extraordinaria, decidió iniciar una serie de acciones respaldadas por más de ocho mil firmas de partidos, sindicatos y alcaldes. En setiembre de 1983 se logró firmar un acuerdo entre el Ministerio de Educación nacional francés y Seaska que, según ésta, "representa un paso adelante en la elaboración de un sistema de enseñanza adecuado a la especificidad del País Vasco Norte".
MGL