Concepto

Historia de las armas

  • La llave de percusión

La llave de chispa no estaba exenta de problemas. Uno de ellos afectaba principalmente a los cazadores, ya que al producirse dos explosiones, la primera la correspondiente a la pólvora de la cazoleta y la segunda a la pólvora del cañón, la pieza escapaba del disparo en la mayor parte de los casos. Además, al igual que en sus predecesoras, su funcionamiento se veía enormemente afectado por la lluvia y la humedad. El nuevo sistema fue la llave de percusión en la que una cápsula o pistón sustituyó al pedernal y la pólvora de la cazoleta. Esta cápsula de cobre contenía la cantidad de fulminante necesaria para efectuar el disparo y se colocaba sobre un pequeño tubo conectado directamente con el interior del cañón. Al ejercer la presión sobre el gatillo, el martillo percutor, que tenía una pequeña concavidad para evitar que las pequeñas piezas de cobre impactaran sobre el tirador como consecuencia de la explosión, golpeaba sobre este pistón detonando el fulminante. La llama creada pasaba al interior del cañón a través del tubo sobre el que éste estaba situado. Este nuevo sistema se impuso finalmente no sólo porque permitía superar los inconvenientes de la llave de pedernal sino, también, porque debido a su sencillez, ofrecía la posibilidad de adecuar las antiguas armas al nuevo sistema sin tener que afrontar un coste excesivo.

  • La retrocarga

Otra gran parte del esfuerzo dedicado a la innovación tecnológica se había centrado en lograr un sistema que permitiera cargar las armas por la recámara. Así se simplificaría el proceso de recarga, incrementando la frecuencia de tiro. Con el mismo objetivo se observó la necesidad de desarrollar el cartucho, en el que se integrarían la bala, la pólvora y el fulminante necesario para su ignición. Los primeros avances en las armas de retrocarga se dieron con la aparición del fusil prusiano de aguja Dreysse en 1836 que, usando un cartucho de papel y un sistema de cerrojo, permitía a los soldados recargar sus fusiles tres veces más rápido, incluso mientras permanecían tumbados. La efectividad demostrada por las tropas de infantería prusianas dotadas con el nuevo fusil en la década de 1860 obligó a Francia a desarrollar su propio modelo de fusil de aguja, el fusil Chassepot. La aparición de nuevos tipos de cartucho permitió que en décadas posteriores se desarrollaran nuevos métodos de retrocarga de mayor efectividad y seguridad.

  • Los revólveres

El sistema de percusión abrió nuevas posibilidades a los fabricantes de armas cortas, pues al reducir las dimensiones del mecanismo de ignición propició el desarrollo de las armas de tiros múltiples que, con el sistema de perdernal, no habían pasado de meras cruiosidades. Al comienzo esto se consiguió incorporando varios cañones al arma que se alineaban con el martillo percutor mediante un mecanismo giratorio. Estas armas, conocidas en España como avisperos, contaban con el inconveniente de que la única manera de incrementar su capacidad de tiro era aumentar el número de cañones del arma, haciéndola mucho más voluminosa. La solución fue la aparición del revólver, arma que seguía utilizando el principio giratorio pero que, al contrario que el avispero, contaba con un único cañón.

Un revolver sería, por tanto, un arma capaz de disparar varios tiros sucesivos sin necesidad de recargar el arma utilizando, para ello, un cilindro o tambor donde se encuentran almacenadas las cargas de pólvora y bala, pudiendo albergar desde cinco hasta incluso nueve unidades de éstas. Cada vez que se ejecuta un disparo el cilindro debe ser girado (manual o mecánicamente) para que alineando una nueva carga con el orificio del cañón y el martillo, el arma pueda volver a ser utilizada. El artífice de los avances más importantes en esta clase de armas fue el inventor norteamericano Samuel Colt (1814-1862), cuya primera patente de un revólver fue registrada en 1835.

  • El cartucho de espiga

El siguiente avance significativo en el desarrollo de los revólveres y del conjunto de las armas de fuego fue la adopción del cartucho metálico. Tanto los revólveres diseñados por Colt como otros posteriores debían ser cargados introduciendo manualmente la pólvora y la bala en los orificios del tambor con una baqueta además de tener que colocar después las pequeñas cápsulas de percusión. Los primeros pasos en el desarrollo del cartucho metálico se dieron en Europa con la aparición del denominado cartucho de espiga. Diseñado por el francés Casimir Lefaucheux en 1835, se trataba de un cartucho con una vaina de metal o cartón de la que sobresalía una pequeña aguja metálica que conectaba con el fulminante situado en el interior. El martillo percutor, al golpear esta aguja, hacía que la carga de pólvora explosionara. Las armas que utilizaban este sistema tenían una pequeña ranura en la parte superior de la recamara para que la aguja sobresaliera al introducir el cartucho en la misma. En 1854, Eugene Lefaucheux, hijo del anterior, patentó un revólver que utilizaba este tipo de cartucho. Este sistema contó con un importante éxito comercial durante años posteriores gracias a las facilidades que otorgaba para la recarga de las armas. Sin embargo, el hecho de que la aguja de percusión sobresaliera del arma podía provocar disparos involuntarios y la falta de resistencia de su cartucho impedía la utilización de grandes cargas de pólvora.

  • El cartucho metálico: ignición anular e ignición central

Daniel B. Wesson diseño el primer cartucho metálico que estaba formado por la bala y un casquillo de latón que contenía la pólvora, este último además contaba con un pequeño anillo en su base que cumplía con dos funciones. Por un lado hacía de tope para la bala al introducirla por la parte posterior del tambor, cerrando la recámara herméticamente y, por otro, contaba en su interior con el fulminante necesario para la detonación de la pólvora. El martillo percutor golpeaba el anillo comprimiéndolo lo suficiente para que el fulminante generara la llama necesaria para efectuar el disparo. Pero con armas de un calibre mayor era necesario usar mayor cantidad de pólvora, lo que exigía que el casquillo utilizado fuera de un grosor superior para poder soportar las presiones generadas por la explosión. Pero así era más complicado que el martillo percutor consiguiera hacer detonar el fulminante integrado en él. La solución fue integrar una pequeña cápsula de fulminante en la base del cartucho, lo que permitía aumentar el grosor del casquillo sin perjudicar a la ignición. Así surgió el cartucho de ignición central que finalmente acabó por generalizarse en todo tipo de armas.

De este modo, en la década de los 60 del siglo XIX quedaron definitivamente establecidas las principales características de los revólveres actuales aunque, los mecanismos utilizados para efectuar el giro del tambor, el cartucho utilizado y el sistema por el cual se efectúa la apertura del arma para su recarga, hacen que la variedad en los modelos sea apreciable destacando, además de los ya citados Colt y Lefaucheux destacaron otros como los Beaumont-Adams, Smith & Wesson, Nagant, Galand o Gasser. La aparición del cartucho de ignición central también tuvo su efecto sobre las armas largas, siendo este el origen de nuevos sistemas de cierre para armas de retrocarga como el Remington norteamericano, el Martini suizo o el Mauser alemán.

  • La introducción de la llave de pistón

Las armas fabricadas con destino a las RR. FF. de Placencia dependían de los modelos reglamentarios del ejército y éste no comenzó a introducir el sistema de percusión en sus armas hasta 1849. La producción privada, en cambio, al estar sujeta a las exigencias de los clientes, debía incorporar los últimos adelantos para mantener su competitividad. Así, los armeros vascos comenzaron pronto a transformar las antiguas armas largas de pedernal en armas a pistón, sustituyendo las llaves. En el caso de las armas cortas, se fabricaron con profusión pequeñas pistolas de bolsillo de uno o dos tiros, denominadas cachorrillos, que en la mayoría de los casos se comercializaban de forma ilegal. A lo largo de este proceso se cimentó el liderazgo de Eibar en la zona armera vasca ya que las llaves, que hasta entonces habían sido una especialidad de Placencia de las Armas-Soraluze, pasaron a fabricarse también en Eibar convirtiéndose ésta en la única localidad que podía afrontar la construcción completa de un arma.

  • Los fusiles de retrocarga

La aparición de la retrocarga en la producción armera vasca se inició en la década de 1860. Parte de ella correspondió a la transformación de los antiguos modelos militares de avancarga mediante la adaptación del sistema de cierre Berdan. Pero, sin duda, la parte más importante correspondió a la fábrica de fusiles La Euscalduna, establecida en Placencia de las Armas-Soraluze durante aquellos años y que, con una capacidad de producción de 30.000 unidades anuales, obtuvo varias contratas para la fabricación de fusiles de retrocarga para el ejército español. Incluso recibió el encargo de producir 30.000 fusiles Chassepot para el ejército francés.

  • Los revólveres de Eibar

La fabricación de revólveres en Eibar comenzó en la década de 1850, aunque está extendida una leyenda que atribuye la fabricación del primer revólver al armero eibarrés Manuel Garate en 1835, contemporáneo por tanto al de Samuel Colt. Este hecho colocaría a Eibar en la vanguardia de la producción de armas de la época. Lo cierto es que investigaciones recientes han demostrado que el arma origen de la leyenda fue fabricada en realidad en 1847 y que, por la descripción que se hace de ella, se trataba de un avispero. En aquella época este tipo de arma era denominada en ocasiones rewolver, pudiendo ser éste el origen de la confusión.

Los principales fabricantes de revólveres durante la segunda mitad del silgo XIX fueron Orbea Hermanos, centrándose su producción principalmente en los revólveres tipo Smith. Este tipo de armas, basadas en los modelos americanos Smith and Wesson, fueron manufacturadas también por otros fabricantes hasta bien entrado el siglo XX, siendo conocidas en Eibar como Esmitza. También se fabricaron en Eibar revólveres Nagant o Lefaucheaux, aunque los que más proliferaron fueron los revólveres baratos de pequeño tamaño tipo Bulldog y Velodog. Se trataba de armas de bajo calibre diseñadas inicialmente para hacer frente al ataque de perros cuando se circulara en bicicleta, de ahí la combinación de las palabras Vélo (bicicleta en francés) y dog (perro en inglés).