La ilustración. La mayoría de estudiosos y analistas de la ilustración del país vasco consideramos a Jhon Zabalo Ballarín (Txiki), (Manchester,1892-Londres, 1948) como el padre y el origen de la ilustración moderna.
Jhon Zabalo, "Txiki", de familia vasca, nació en Manchester, pero creció y se educó en el jatorra barrio donostiarra de Irutxulo, cuyas costumbres y personajes le impactaron al decir del escritor Antonio María de Labayen. Había frecuentado la Escuela de Arquitectura de San Sebastián y de Madrid, que tuvo que abandonar por falta de salud, no pudiendo así continuar sus estudios. No era esbelto de cuerpo, ni garboso, ni grande, por lo que se puso de sobrenombre el de "Txiki" ( pequeño). Vivió del dibujo y de la pintura.
Zabalo es un gran dibujante y ama la línea sobre cualquier otra cosa, tal y como puede verse en la ilustración de cuentos, carteles, libros, chistes y tiras. Se trata de una línea clara y definida, casi continua y cerrada. Una línea que conoce bien los secretos y los ritmos de la naturaleza y del cuerpo humano.
Por caminos muy gráficos y en línea con las estampas populares de los Arrúe realizó toda una serie de ilustraciones etnográficas para "Garoa" de Domingo Aguirre. Son ilustraciones llenas de costumbres y paisajes del país. Usa planos diagonales y composiciones cinematográficas y tebeísticas. Son dibujos en los que la masa o colectividad juegan un papel central y protagonista. La línea se basta a si misma y todo es claro y ordenado en el espacio, pese a que las composiciones están llenas de objetos y personas.
En obras como Dar-dar-dar, Txomin arlote, Martin txilibitu, Sorgin-lapurra y, Xabiertxo, Zabalo conecta en sus comienzos con las corrientes historicistas y románticas del siglo XIX, para desarrollar ya en las primeras décadas del siglo XX una ilustración lineal y volumétrica cercana al cubismo sintético de Pablo Picasso y Aurelio Arteta. Zabalo presenta por otro lado numerosas coincidencias y similitudes con el gran dibujante gallego Castelao. Amor por la línea curva/recta límpia, volúmenes amplios y turgentes, enmarque del dibujo en viñetas y cuadraturas. Ambos a dos tratan de reflejar el mundo rural, sencillo y llano, cercano al nacionalismo emergente a comienzos del siglo XX, y de plasmar sintéticamente en pocos rasgos su fisonomía espiritual y su intrahistoria. Uno con más poesía y sobriedad, el otro con más acidez y retranca gallega. Sus ilustraciones para Xabiertxo, cercanas al art-decó se han convertido en una apoyatura y punto de arranque de numerosos dibujantes posteriores: Lander Gallastegi, Jon Zabaleta, y Jesús Lucas, entre otros.
Las ilustraciones de Txomin arlote resultan más estilizadas y finas que las de Xabiertxo, más macizas y clásicas. Pero ambas obras bastarían para considerar a Zabalo entre nuestros mejores ilustradores y grafistas. Lo mismo nos confirman sus carteles y portadas de libros, muy por encima de la calidad de sus chistes y tiras. Entre sus portadas merece destacarse la de Txomin ikasle.
Dentro de las corrientes historicistas, aunque con una concepción algo más moderna, hay que situar también al dibujante Ander Jauregibeitia, que ilustró con un cierto aire romántico en 1929 y 1930, obras como Ipuiñak de Joseba Altuna que recogen cuentos de Oscar Wilde y de los hermanos Grimm.
Tras la interrupción de la guerra, conviene citar la presencia de los ilustradores vascofranceses Henri Laulhé y de Breysse que parecen conectar con algunos presupuestos plásticos de los autores precedentes en obras como Xoria Kantari de Minaberry o Ichtorio Ederrena de Courtois, obra que por otra parte se expresa con el lenguaje del comic.
Pero no será hasta la década de los 60-70 cuando la ilustración tanto infantil, como juvenil y de adultos cobre carta de naturaleza y se desarrolle dentro de los parámetros y tendencias de los ilustradores internacionales al crearse nuevas editoriales y grupos culturales en torno a la cultura vasca y a la renovación pedagógica de las ikastolas: Edili, Iker, Mensajero, Etor, Gero, Erein, Elkar, Alberdiana.
Entorno a ellas surgirán nombres como los de Edorta Kortadi, Juan Carlos Egilleor, Antton Olariaga, Jon Zabaleta, Asun Balzola, Jesús Lucas, al que posteriormente se sumarán otros nombres: Erramun Landa, Elena Odriozola, Iñaki Martiarena, Asisko Urmeneta, Jokin Mitxelena, Belén Lucas, Mikel Valverde, Alvaro Machimbarrena. Edorta Kortadi Olano (Tolosa, 1946) ilustrará en la década de los 70 tanto textos infantiles y juveniles- Poxpolin de Jesus Gaztañaga, Zuentzat de Julene Azpeitia, Euskalerria de Iñaki Goikoetxea, y Txiribi bonbon de Anjel Lertxundi, como de adultos- Muga beroak de Juan Mari Lekuona, Irakur 4 de Anjel Lertxundi, asi como diversas portadas para la Comisión de Liturgia del País Vasco. Su ilustración infantil conecta con la escuela catalana de esa década, y la de adultos con los repertorios iconográficos del Grupo Gaur y la Grafia Vasca de todos los tiempos.
Pero sin duda alguna serán los autores del final de esta década los que se especialicen y profesionalicen, dando calidad y valor a la ilustración, tanto en si misma, como en cuanto género heterónomo e interseccionado con la literatura. Antton Olariaga, Asun Balzola, Juan Carlos Eguilleor y Jon Zabaleta son cuatro rotrings - lápices - pinceles reconocidos tanto a nivel estatal como internacional, que siguen produciendo obras llenas de rigor, encanto y poesía.
No podemos dejar de citar tampoco al excelente ilustrador madrileño Antonio Hernández Palacios (Madrid 1921-2000), autor de importantes colaboraciones para Editorial Ikusager (Ernesto Santolaya) de Vitoria, como Simón Bolivar El Libertador, o la magnífica serie dedicada a la Guerra Civil Española. Su carrera la comenzó siendo adolescente movilizado en las filas del Ejército republicano y pasando como "voluntario" forzoso por la División Azul, tomando apuntes del natural de todo cuanto veía y acontecía a su paso. Pronto comenzó su colaboración en empresas como el cartel de cine, la ilustración de libros, revistas, publicidad y revistas entre los que sobresalen su Marco Antonio y El Quijote.
Su auténtica consolidación se produjo en la década de los 70 con la creación del western Manos Kelly para editorial Doncel, grupo adscrito a la prensa del Movimiento y renovadora del tebeo español del momento. El lector siempre se hallará sorprendido por su lenguaje que oscila entre lo clásico y la acumulación del trazo barroco. Palacios es un dibujante de línea fina y corrida con superposición de pequeños trazos de raigambre clásica. Es un gran ilustrador que utiliza escorzos, muy marcados, planos cinematográficos y un derroche sobre todo en la ilustración de vestidos, arquitecturas, y monumentos. Derrocha planimetrías diversas y contrapuestas de una viñeta a otra, marcando la expresión en rostros y manos. Es capaz de trazar escenas complejas con multitud de personajes. Remarca los aspectos temporales, climáticos, emocionales y es capaz de imaginar y plasmar escenas de gran belleza, verismo y colorido histórico. Palacios es todo un clásico de dibujo barroco y alambicado que incorpora el graffiti moderno en sonidos, voces y clamores varios.
Jhon Zabalo, "Txiki", de familia vasca, nació en Manchester, pero creció y se educó en el jatorra barrio donostiarra de Irutxulo, cuyas costumbres y personajes le impactaron al decir del escritor Antonio María de Labayen. Había frecuentado la Escuela de Arquitectura de San Sebastián y de Madrid, que tuvo que abandonar por falta de salud, no pudiendo así continuar sus estudios. No era esbelto de cuerpo, ni garboso, ni grande, por lo que se puso de sobrenombre el de "Txiki" ( pequeño). Vivió del dibujo y de la pintura.
Zabalo es un gran dibujante y ama la línea sobre cualquier otra cosa, tal y como puede verse en la ilustración de cuentos, carteles, libros, chistes y tiras. Se trata de una línea clara y definida, casi continua y cerrada. Una línea que conoce bien los secretos y los ritmos de la naturaleza y del cuerpo humano.
Por caminos muy gráficos y en línea con las estampas populares de los Arrúe realizó toda una serie de ilustraciones etnográficas para "Garoa" de Domingo Aguirre. Son ilustraciones llenas de costumbres y paisajes del país. Usa planos diagonales y composiciones cinematográficas y tebeísticas. Son dibujos en los que la masa o colectividad juegan un papel central y protagonista. La línea se basta a si misma y todo es claro y ordenado en el espacio, pese a que las composiciones están llenas de objetos y personas.
En obras como Dar-dar-dar, Txomin arlote, Martin txilibitu, Sorgin-lapurra y, Xabiertxo, Zabalo conecta en sus comienzos con las corrientes historicistas y románticas del siglo XIX, para desarrollar ya en las primeras décadas del siglo XX una ilustración lineal y volumétrica cercana al cubismo sintético de Pablo Picasso y Aurelio Arteta. Zabalo presenta por otro lado numerosas coincidencias y similitudes con el gran dibujante gallego Castelao. Amor por la línea curva/recta límpia, volúmenes amplios y turgentes, enmarque del dibujo en viñetas y cuadraturas. Ambos a dos tratan de reflejar el mundo rural, sencillo y llano, cercano al nacionalismo emergente a comienzos del siglo XX, y de plasmar sintéticamente en pocos rasgos su fisonomía espiritual y su intrahistoria. Uno con más poesía y sobriedad, el otro con más acidez y retranca gallega. Sus ilustraciones para Xabiertxo, cercanas al art-decó se han convertido en una apoyatura y punto de arranque de numerosos dibujantes posteriores: Lander Gallastegi, Jon Zabaleta, y Jesús Lucas, entre otros.
Las ilustraciones de Txomin arlote resultan más estilizadas y finas que las de Xabiertxo, más macizas y clásicas. Pero ambas obras bastarían para considerar a Zabalo entre nuestros mejores ilustradores y grafistas. Lo mismo nos confirman sus carteles y portadas de libros, muy por encima de la calidad de sus chistes y tiras. Entre sus portadas merece destacarse la de Txomin ikasle.
Dentro de las corrientes historicistas, aunque con una concepción algo más moderna, hay que situar también al dibujante Ander Jauregibeitia, que ilustró con un cierto aire romántico en 1929 y 1930, obras como Ipuiñak de Joseba Altuna que recogen cuentos de Oscar Wilde y de los hermanos Grimm.
Tras la interrupción de la guerra, conviene citar la presencia de los ilustradores vascofranceses Henri Laulhé y de Breysse que parecen conectar con algunos presupuestos plásticos de los autores precedentes en obras como Xoria Kantari de Minaberry o Ichtorio Ederrena de Courtois, obra que por otra parte se expresa con el lenguaje del comic.
Pero no será hasta la década de los 60-70 cuando la ilustración tanto infantil, como juvenil y de adultos cobre carta de naturaleza y se desarrolle dentro de los parámetros y tendencias de los ilustradores internacionales al crearse nuevas editoriales y grupos culturales en torno a la cultura vasca y a la renovación pedagógica de las ikastolas: Edili, Iker, Mensajero, Etor, Gero, Erein, Elkar, Alberdiana.
Entorno a ellas surgirán nombres como los de Edorta Kortadi, Juan Carlos Egilleor, Antton Olariaga, Jon Zabaleta, Asun Balzola, Jesús Lucas, al que posteriormente se sumarán otros nombres: Erramun Landa, Elena Odriozola, Iñaki Martiarena, Asisko Urmeneta, Jokin Mitxelena, Belén Lucas, Mikel Valverde, Alvaro Machimbarrena. Edorta Kortadi Olano (Tolosa, 1946) ilustrará en la década de los 70 tanto textos infantiles y juveniles- Poxpolin de Jesus Gaztañaga, Zuentzat de Julene Azpeitia, Euskalerria de Iñaki Goikoetxea, y Txiribi bonbon de Anjel Lertxundi, como de adultos- Muga beroak de Juan Mari Lekuona, Irakur 4 de Anjel Lertxundi, asi como diversas portadas para la Comisión de Liturgia del País Vasco. Su ilustración infantil conecta con la escuela catalana de esa década, y la de adultos con los repertorios iconográficos del Grupo Gaur y la Grafia Vasca de todos los tiempos.
Pero sin duda alguna serán los autores del final de esta década los que se especialicen y profesionalicen, dando calidad y valor a la ilustración, tanto en si misma, como en cuanto género heterónomo e interseccionado con la literatura. Antton Olariaga, Asun Balzola, Juan Carlos Eguilleor y Jon Zabaleta son cuatro rotrings - lápices - pinceles reconocidos tanto a nivel estatal como internacional, que siguen produciendo obras llenas de rigor, encanto y poesía.
No podemos dejar de citar tampoco al excelente ilustrador madrileño Antonio Hernández Palacios (Madrid 1921-2000), autor de importantes colaboraciones para Editorial Ikusager (Ernesto Santolaya) de Vitoria, como Simón Bolivar El Libertador, o la magnífica serie dedicada a la Guerra Civil Española. Su carrera la comenzó siendo adolescente movilizado en las filas del Ejército republicano y pasando como "voluntario" forzoso por la División Azul, tomando apuntes del natural de todo cuanto veía y acontecía a su paso. Pronto comenzó su colaboración en empresas como el cartel de cine, la ilustración de libros, revistas, publicidad y revistas entre los que sobresalen su Marco Antonio y El Quijote.
Su auténtica consolidación se produjo en la década de los 70 con la creación del western Manos Kelly para editorial Doncel, grupo adscrito a la prensa del Movimiento y renovadora del tebeo español del momento. El lector siempre se hallará sorprendido por su lenguaje que oscila entre lo clásico y la acumulación del trazo barroco. Palacios es un dibujante de línea fina y corrida con superposición de pequeños trazos de raigambre clásica. Es un gran ilustrador que utiliza escorzos, muy marcados, planos cinematográficos y un derroche sobre todo en la ilustración de vestidos, arquitecturas, y monumentos. Derrocha planimetrías diversas y contrapuestas de una viñeta a otra, marcando la expresión en rostros y manos. Es capaz de trazar escenas complejas con multitud de personajes. Remarca los aspectos temporales, climáticos, emocionales y es capaz de imaginar y plasmar escenas de gran belleza, verismo y colorido histórico. Palacios es todo un clásico de dibujo barroco y alambicado que incorpora el graffiti moderno en sonidos, voces y clamores varios.