Concepto

Culturas exógenas en las fiestas de Euskal Herria

Por lo demás, los colectivos de origen gitano son representados no por miembros de esa comunidad, sino autóctonos, al menos desde que se documentan en los actos folklóricos, y de forma muy estereotipada. Los casos más conocidos son las comparsas de caldereros y ahora también caldereras del carnaval donostiarra (también, aunque con menos tradición, en la guipuzcoana localidad de Irun), representando al pueblo zíngaro "de la Hungría". Asimismo, los caldereros (kauterak) forman parte, junto con "buhameak", de los bulliciosos, sucios y desordenados personajes "negros" de la mascarada suletina.

A veces, el colectivo exógeno representado ni siquiera ha tenido presencia física en el País Vasco. Es el caso de las pastorales suletinas, representaciones teatrales muy codificadas en las que todos los personajes se alinean en dos bandos, el "turco" o el cristiano. Las fiestas de moros o las referencias a judíos también parecen más prototipos "del otro" en representaciones alegóricas de la lucha del bien y el mal que el recuerdo histórico de tales colectivos.

El "judío" no es un personaje habitual del folklore vasco. En los carnavales de la Navarra Media, por ejemplo en Adiós, existía no de carne y hueso sino un muñeco que acababa ardiendo: el Judas, el traidor por excelencia. En Abárzuza también ha existido junto a él su mujer, la Judesa, personaje inexistente en la tradición bíblica. Por eso se pueden interpretar más como representación del pueblo deicida que de individualidades.

El "moro" tampoco es un personaje, sino un estereotipo. En algunos carnavales bidasotarras han subsistido los personajes de "mairuak", que por su vestimenta y coreografías más recuerdan a kaskarotak que a una etnia de religión musulmana. Tampoco los personajes míticos mairuak se contraponen a los cristianos como un "otro" musulmán, sino que son similares a los jentilak o basajaunak, es decir, gigantes correspondientes a una mitología en todo caso anterior al cristianismo, no posterior. Es posiblemente también el caso del "moro" Juan Lobo, pretendidamente un bandido del XVI cuya captura se celebra el día de San Juan, 24 de junio, en la localidad Navarra de Torralba del Río: que vaya tiznado de negro no es cualidad exclusiva de personajes moros, pese a que de ahí proviene el término moreno. Y sobre todo, al carácter salvaje de su supuesto apellido se añade la vestimenta, compuesta por pieles, hiedras y helechos, que mucho recuerda a los tiznados "osos" de los carnavales pirenaicos orientales. También Olentzero, personaje solsticial, proviene del bosque y está tiznado.

Las batallas de moros y cristianos que se celebraban tradicionalmente el día de San Juan por lo menos hasta 1610 en Zugarramurdi -al Norte de Navarra, donde nunca hubo población morisca-, posiblemente también hay que interpretarlas como lucha del bien y el mal, o de una comunidad frente "al otro". Abundando en lo dicho más arriba, los crónlechs de este mismo pueblo se conocen con el nombre de "mairubaratzak" (baratzak no en el sentido de huertos, sino de sepulturas precristianas). La mención al rey moro, rey cristiano y emperador de las fiestas de San Pedro y San Marcial de fines de la segunda mitad del siglo XVI en Irun, tal vez habría que entenderla igual. Y en 1707 el concejo ordenó a los varones que habían de participar el día de San Pedro divididos en "dos compañías, una de españoles y otra de turcos".

Donde sin duda el papel del moro se ajusta más "al otro" en su sentido histórico (musulmán invasor de la Península Ibérica) es en la guipuzcoana localidad de Antzuola: según la tradición local, una compañía de antzuolarras participó tras la batalla de Valdejunquera en el año 920 y arrebató al enemigo una bandera. El tercer sábado de julio se escenifica la liberación del rey moro, una vez que este jura que no volverá a invadir el territorio. Las primeras noticias de esta escenificación son de finales del XIX, y era protagonizada por soldados de permiso en la localidad. Tal vez su origen, o al menos su recreación en los términos que ahora los conocemos (pese a que hace una décadas, y especialmente en la última, los términos se han suavizado y dotado de significados en pro de la convivencia), no estén en las comunidades musulmanas anteriores a su expulsión, sino en el reforzamiento del estereotipo del "moro" que se dio a partir de mediados del XIX con las guerras de Marruecos, primero mediante la participación de los Tercios Vascongados, y ya en el último cuarto del XIX y primer tercio del XX, integrados los vascos en el ejército español. Las vestimentas de los participantes que se aprecian en una antigua fotografía de Bermeo de 1888 así lo indican: no se trataba de un rito ligado a la tradición local, sino una representación de las guerras coloniales.