Territorios

Bizkaia. Educación y cultura

Si el testimonio de Estrabón puede aplicarse a Bizkaia, parte del país cuya música de danza describe este geógrafo griego, podría hablarse del primer testimonio escrito conocido. Y si seguimos las suposiciones de Azkue sobre la relación de nuestra música con la griega, habría, al menos, otro camino a seguir en las investigaciones sobre la música en la antigüedad. Pero en realidad la única muestra del cultivo de la música en Bizkaia nos la aporta la corneta de Atxeta descubierta por José Miguel Barandiarán en 1959, cuya antigüedad, probablemente de la Edad de Bronce, retrotraen algunos hasta el Aziliense.

Los testimonios son más abundantes, pero no tanto como en otras regiones del país cuya cultura nos es más conocida. Un estudio fundamental para esta época es la tesis doctoral de Carmen Rodríguez Suso sobre La monodia litúrgica en el País Vasco (1993), importante investigación sobre cantorales conservados, algunos de los cuales, como el de Markina, nos sitúan a fines del siglo XIII. En cuanto a iconografía de la época son también escasos los "documentos en piedra", pudiendo únicamente mencionarse el txistulari que aparece en la portada de Santa María de Lekeitio, del siglo XV. Por estos años de guerras de banderizos apenas hay en Bizkaia vida cortesana que permitiera el desarrollo de la música, con la sola excepción del cantor del Señor Diego López de Haro. Sin embargo, La Tercera Celestina de Gaspar Gómez (1536) nos proporciona el texto del Cantar de Perutxo, vizcaíno que nos abre el secreto de sus penas y nostalgias. Las guerras de bandos son también fuente de alguna canción como la Lamentación de Abendaño (1443), que puede situarse en Otxandio, o el Cantar de Salinas. Aunque no pueda situarse forzosamente en Bizkaia, por la mayor extensión geográfica del término en aquella época, no podemos olvidar la existencia de la canción titulada Una mousse de Bisquaye, canción de amor en cuatro estrofas, cada una de las cuales tiene un último verso en euskara: "soaz, soaz ordonarequin". De todos modos dejemos apuntado aquí que muchas de las canciones populares que recogen cancioneros pueden proceder de la Edad Media como lo revelan su atonalidad, su clara adscripción a las modalidades gregorianas, anteriores por tanto a la bimodalidad del siglo XVII.

Desde el comienzo del siglo XVI aparecen referencias concretas de música culta en Bizkaia. En 1528 se menciona documentalmente el órgano de Balmaseda y en 1556 su organista Lope de la Cruz. En 1577 Prudencio Nabarro es nombrado maestro de capilla de Santiago de Bilbao. Aparece por entonces en Orduña el organero y organista Vicente Alemán a quien se deben los órganos de Markina (1579) y Durango (1604). En 1598 se concedió licencia para los "gastos del nuevo órgano" de Begoña. Veamos en un cuadro los maestros de capilla y organistas de los siglos XVI y XVII en Bizkaia:

AñoMaestro de capillaLugarOrganistaLugar
1577Prudencio NabarroBilbao
1580Vicente AlemanOrduña
1582Fernando LuyandoOrduña
1586Domingo MatanzaBilbao
1603Juan de IsabaBilbao
1609Miguel IzurainLekeitio
1611Pedro CalvoBilbao
1615Juan ChamisoBilbaoFrancisco IntenaBilbao
1628L. ArmendarizLekeitio
1654Simon UgarteBilbao
1669Diego UmaranPortugalete
1679Tomas IgolaLekeitio
1694Ladron de GuebaraBilbao
1699Domingo UrguinaLekeitio

Estos nombres revelan la existencia de capillas musicales, con maestro de capilla al menos en Bilbao, y seguramente en otros pueblos donde existe órgano y organista, al menos en Balmaseda, Orduña, Lekeitio y Portugalete. Las habría también en Markina y Durango, donde había órgano, y en otros pueblos cuya documentación no ha sido investigada. Conocemos también el nombre de un organero, Joseph de Echebarria, que hizo los órganos de Lekeitio (1660), Markina-Xemein (1681) y Zenarruza (1686). El paso de la monodia litúrgica hacia la música a capella desemboca en la música, quizá mal llamada barroca, en la que el canto es acompañado por instrumentos, especialmente el órgano, pero también el arpa, otros instrumentos de cuerda e incluso de viento. Arpista de Santiago de Bilbao a comienzos del siglo XVIII fue Joseph Zailorda. En cuanto a música popular se refiere, no podemos olvidar que en 1691 el durangués Nicolás de Zubía publicó una Doctrina Christiana en la que aparecen unas Coplas a la Encarnación que son las que todavía se cantan en los Marijeses navideños de Gernika. Es pues posible que el pueblo cantase coplas en los ciclos litúrgicos de Navidad, Carnaval, Semana Santa, San Juan, Candelaria, Santa Agueda, etc. Conocemos también un txistulari en Lekeitio en 1573, Domingo Licona, los txistularis de Ispaster y Gerrikaiz en 1628, a Francisco de Zalurtegui, txistulari de Markina y a Juan Bautista Barinaga, txistulari de Portugalete en 1705. El siglo XVIII es, por supuesto, mucho más pródigo en datos musicales. En casi todos los pueblos de Bizkaia se construyeron órganos barrocos, la mayoría de los cuales fueron sustituidos por órganos románticos desde mediados del siglo XIX, siendo de lamentar que no se conservasen los primitivos. La nómina de organeros del siglo XVIII en Bizkaia es la siguiente:

  1. Domingo Aguirre: Santiago, de Bilbao (1710)
  2. José Antonio Albizua: Amorebieta (1778)
  3. Teodoro Arrazain: Berriatua (1744)
  4. Lorenzo Arrázola: Busturia (1769), Zeanuri (1757), Zeberio (1758), Galdakao (1744)
  5. José Antonio Balzátegui: Abadiano (1721), Begoña (1738), Lekeitio (1724)
  6. Antonio Echebarria: Deusto (1704)
  7. Santiago Erdoiza: Durango (1782), Otxandio (1778)
  8. Felipe Galarza: Orduña (1720)
  9. Andrés Gasparini: Lekeitio (1776), Xemein (1778)
  10. Diego Orio de Tejada: Balmaseda (1703)
  11. >Matías Rueda: Elorrio (1722)
  12. Francisco San Juan: Claristas de Balmaseda (1777)
  13. Manuel Joaquin Unceta: Ondarroa (1782).

El órgano de las Clarisas de Areatza-Villaro, de autor desconocido, es de 1720. A fines de este siglo comenzó a trabajar Diego de Amezua, iniciador de una saga de grandes organeros de ese apellido. Hacia 1790 construyó un gran órgano para el convento de PP. Carmelitas de Markina que después pasó a Mundaka y actualmente se conserva, inutilizado, en Muxika. A estos órganos se refiere Juan Ramón Iturriza, que los cita como buenos y costosos, en su Historia General de Vizcaya cuyo manuscrito inició en 1777. De estos órganos dispusieron los organistas y maestros de capilla que se relacionan en el siguiente cuadro:

AñoMaestro de capillaLugarOrganistaLugar
1577Prudencio NabarroBilbao
1702S. OdriozolaLekeitio
1705Juan ArmaolaBilbao
Miguel PuenteLekeitio
1706S. Gomez FabroBilbao
1711Pedro GamindeBilbao
1725Martin BalbinBilbao
1730Joseph ZailordaBilbao
1731Jose GaldonaLekeitio
1734Jose A. San RomanDeusto
Juan A. AguirreOrduna
1735Manuel SarriOrduña
1739Jeronimo UriarteBilbao
1740Jose AguirreBilbao
Joaquin EnzioBilbao
1742Manuel LizaolaOrduña
Manuel MadariagaGaldakao
Manuel UgaldeGaldakao
Francisco ZabalaBilbao
Joaquín OxinagaBilbao
1743Andrés BustinduyBilbao
1745Domingo FernandezOrduña
Nicolás LornaPortugalete
1746Pedro LozanoOrduña
Juan Bta. ArenazaXemein
1749Juan T. IturrizaBilbao
1753Juan E. PérezAbadiño
Fco. Javier UrretaBilbao
1755Martin JarabeitiaBilbao
1757M. RecacoecheaZeberio
1761M. MartiteguiPortugalete
M. UbirichagaBilbao
1763A. BertoitaXemein
1765Manuel GamarraBilbaoJuan Andrés LombideBilbao
1766M. RecaldeXemein
1767Manuel BasterraBilbao
1768M. A. BegoñaDeusto
Santiago ZamacolaBilbao
Andrés RomeroBalmaseda
1769Feo. Xabier LeceaBilbao
1775L. CamaraLekeitio
1778Miguel BalzolaGernika
1780Manuel BasterraAmorebieta
Juan Simón SaraleguiBilbao
1782M. RecaldeOndarroa
D. MadariagaAreatza-Villaro
1787Juan Simón ArriagaGernika
1791Pedro EstorquiBilbao
1793M. UbirichagaDurango
1799N. EchebarriaErmua

De la precedente nómina merecen destacarse los maestros de capilla Zailorda y Gamarra y los organistas Oxinaga y Lombide. Joseph Zailorda (1688-1779) nacido en Bilbao, ocupó el magisterio de capilla de la basílica de Santiago desde 1730 a 1753 en que se jubiló oficialmente. No obstante siguió prestando su ayuda tanto en la dirección como en el órgano a sus sucesores hasta su fallecimiento. Es un perfecto representante del clero ilustrado: tenía en su casa dos claves, dos órganos y una gran biblioteca, además de un taller de pintor y orfebre.

Su sucesor fue el lequeitiano Manuel de Gamarra y Licona (1723-1791) quien tras estudios en Madrid y prácticas en Ciudad Rodrigo y Valladolid fue nombrado sustituto de Zailorda en 1753. Es examinador de órganos en varias iglesias. Miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País presenta a ésta un Compendio de Reglas de Composición el mismo año 1772 en que estrena una ópera. El médico avariento. Presentó también a la Sociedad citada en 1784 24 piezas para clave y órgano.

Joaquín de Oxinaga (1719-1789) fue organista en Bilbao en 1742 de donde pasó a serlo de la Capilla Real de Madrid en 1747 y de la catedral de Toledo en 1750. Sus obras para clave u órgano fueron parcialmente publicadas y recogidas en una edición que hizo la Sociedad de Estudios Vascos en 1989.

Juan Andrés Lombide (1745-1811), nacido en Elgeta, ejerció la organistía en Santiago de Bilbao desde 1765 a 1779 en que pasó a la catedral de Oviedo y de allí al convento de la Encarnación de Madrid. Fue, como Gamarra, miembro de la RSBAP, a la que presentó en 1772 Seis sonatas para clave y violín, en 1773 un Tratado del Arte y Método de aprender con facilidad el órgano o clavicembalo y acompañar sobre él y en 1775 un tratado titulado Arte del organista. Sobre estos y otros músicos del barroco vizcaíno véase el trabajo de Carmen Rodríguez Suso Música de Tecla en el País Vasco y la tesis doctoral de Jon Bagüés Erriondo La Música en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (1990).

Recordemos también a Miguel Balzola, organista y constructor de claves en Gernika y a su yerno Juan Simón Arriaga, organista también en esta villa, abuelo y padre de Juan Crisóstomo Arriaga. Durante el siglo XVIII había dos capillas musicales muy cercanas: una en Santiago de Bilbao, a la que pertenecieron los antes mencionados músicos y desde 1791 el maestro de capilla Pedro Estorqui, y la de la iglesia de San Francisco, en el convento de PP. Franciscanos, muy relacionada con la capilla musical de Aránzazu. En ambas se publicaron y cantaron villancicos, género especialmente cultivado en la época. En la Capilla de San Francisco, que acudía a varios pueblos de la provincia con motivo, principalmente de las inauguraciones de órganos, se cantaron en 1755 los Villancicos en Basquence de Martín de Jarabeitia y posteriormente en 1803, 1814 y 1820 los de Antonio Zabala (1752-1830). En Santiago se cantaron en 1761 los Villancicos de Manuel Gamarra y en 1794 y 1814 los de Pedro Estorqui. A partir de 1815 se cantaron todos los años Villancicos en euskara, la mayoría de ellos sobre textos de Vicenta de Moguel. En cuanto a música que ha llegado a hacerse popular recordemos los versos Jesukristori kenduezkero del jesuita Agustín Basterretxea (1700-1761) con al menos 24 melodías diferentes, según los pueblos, y las canciones de los Plateros de Durango, familia iniciada por el padre Andrés de la Fuente y seguida por sus hijos Juan Cruz (1750-1830) y Antonio (1760-1834), muchas de cuyas canciones fueron recogidas por Bartolomé Ercilla en su Colección.

Podemos afirmar que el romanticismo en Bizkaia comienza con Juan Crisóstomo Arriaga Balzola (1806-1826) nacido en Bilbao y fallecido en París sin cumplir los 20 años. Este genio precoz, clasicista en su niñez bilbaina se inicia en el romanticismo cuando en 1822 se traslada a estudiar a París. Autor, entre otras muchas obras, de una ópera, de una sinfonía, de varios cuartetos de cuerda, etc. ocuparía muchas páginas de esta reseña general. En cuanto a la música religiosa ya se había iniciado en el siglo XVIII con Gamarra la secularización de los cargos en las iglesias. En esta línea accede en 1830 al magisterio de capilla de Santiago de Bilbao el aragonés Nicolás Ledesma García (1791-1883) que, aunque jubilado en 1853 sigue prestando su ayuda hasta su fallecimiento. Pródigo compositor de obras religiosas y aun profanas, dirige una capilla con voces e intrumentos y crea una academia de música. Tras su jubilación le sustituye, por poco tiempo, en 1854 Luis Bidaola, abuelo de Jesús Guridi, y al cesar aquel vuelve Ledesma a hacerse cargo de la música de Santiago.

Durante el siglo XIX ocupan un importante lugar en el panorama musical de Bizkaia varios discípulos de Hilarión Eslaba, que componen música religiosa y profana: José Aranguren Añíbarro (1821-1903) que llega a ser profesor de armonía en el Conservatorio de Madrid, el durangués Juan María Blas Altuna Mascarua (1828-1868) quien tras su paso por París es organista de Lekeitio donde inaugura el primer órgano romántico Cavaille-Coll de Bizkaia. Altuna es más conocido por la polémica sobre la autoría del Gernikako Arbola que cantara José María Iparraguirre en un café de Madrid en 1853, debiendo atribuirse a Altuna solamente su acompañamiento pianístico. Son discípulos vizcaínos de Eslaba Avelino Aguirre Lizaola (1838-1901) y el hijo de Elorrio Juan Ambrosio Arriola Jauregui (1833-1963) gran organista y compositor fallecido prematuramente a los 30 años. Pero quizá los más conocidos discípulos del maestro navarro sean Cleto Zabala Arambarri (1847-1912) y Valentín Zubiaurre Urionabarrenechea (1837-1914), padre de los pintores Zubiaurre. En cuanto al primero ha de decirse que ya en 1869 existía en Bilbao el Orfeón Santa Cecilia; pero tras unos años de inactividad es Cleto Zabala el que crea, en las Fiestas Euskaras de Durango de 1886 la Sociedad Coral de Bilbao, en cuya dirección le sustituye en 1889 Aureliano Valle. Valentín Zubiaurre, fecundo compositor, llegó a ser maestro de la Capilla Real.

Se forman en Bilbao Antonio Reparaz (1832-1886) y Emiliano Arriaga (1844-1919). Nacidos en Otxandio son los agustinos Matías Arostegui (1853-1887) y Manuel Arostegui (1854-1903). De la misma orden es el durangués Eustoquio de Uriarte (1863-1900). Ya en 1835 Salvador María Rementeria (Muxika, 1798) había publicado un Cantus planus universalis.

Y es Uriarte el que abandonando el "canto llano" promueve una renovación y restauración del canto gregoriano con varios métodos y tratados. La enseñanza y difusión de la música religiosa adquiere una dimensión hasta entonces impensable gracias a la formación de buenos organistas e instalación de grandes órganos románticos. La firma francesa Cavaille-Coll instala órganos en Lekeitio, Ondarroa, Begoña, Balmaseda. La marca alemana Walcker instala órganos en Bilbao (San Juan, San Francisco), Universidad de Deusto y parroquias de Gernika y Durango. Instalan también órganos las marcas Ibach (Santiago de Bilbao) Merklin y Meltzer. Ante esta invasión de instrumentos extranjeros surgen organeros vascos que completarán la renovación de la organería vizcaina. Aquilino Amezua instala los órganos de Santa Ana de Durango, San Vicente de Bilbao y Baracaldo, Arteaga y Mallabia. Lope Alberdi instala los de Zeanuri, Areatza-Villaro, Abadiño, Mundaka, Lumo y San Nicolás de Bilbao, y antes, asociado con Marti, los de San Francisco, Santa María y Santa Eufemia de Bermeo. A partir de 1920 instala más de 15 órganos en Bizkaia la firma Juan Dourte, de Begoña.

La formación musical y el conocimiento de la música europea nos llega de mano de Academias y Sociedades Filarmónicas. Ya en 1818 existía en Bilbao una Academia Filarmónica, a la que Arriaga dedicó una Obertura. En 1834 se construyó el Teatro del Arenal, donde se daban representaciones teatrales, conciertos y óperas. Demolido en 1886 ocupó su lugar el actual Teatro Arriaga. Durante cinco años (1877-1882) funcionó una Academia de música que dirigió Enrique Diego y en 1903 se fundó la Academia Municipal de Música. Fueron sus promotores Lope Alaña, Juan Carlos Gortázar y Javier Arisqueta, quienes en 1896 crearon la Sociedad Filarmónica de Bilbao. La Academia de Música dio paso en 1922 al Conservatorio dirigido por Armand Marsick, quien ese mismo año fundó la Orquesta Sinfónica de Bilbao. En 1867 se había creado la Banda de Música dirigida por Federico García Amorrosta que en 1894 se convirtió en Municipal bajo la dirección de José Sainz Basabe. En este ambiente romántico florecieron individualidades de resonancia foránea: los bilbaínos Rufino Lacy (1793-1847) y Enrique Aldana (1829-1856) fueron consumados violinistas. El cantante bajo Manuel Mazarredo cantó en París a comienzos del siglo y a finales de él el bajo durangués Pedro Barrena. Pero fueron más importantes los tenores Pedro Unanue, ondarrés (1814-1846), y los bilbaínos Enrique Rasche(1859-1891) y Florencio Constantino (1868-1919).

Uno de los descubrimientos del romanticismo fue el del folklore, y dentro de él, la música popular. Su verdadero aprecio por parte del pueblo comenzó con las Fiestas Euskaras que por primera vez organizó en Urruña en 1853 Antoine d'Abbadie. Estas fiestas pasaron a la Vasconia peninsular a partir de las que en 1882 se celebraron en Bilbao, siguiendo las de Markina (1884), Durango (1886), Gernika (1888), Iurreta (1891), Bilbao, de nuevo (1896) y Areatza (1897). Las melodías para canto y danza habían comenzado a ser recopiladas en el segundo tercio del siglo XIX, y muchas de ellas se venían presentando con acompañamiento de piano en colecciones como las de Santesteban y Echebarria y Guimón en San Sebastián. Por lo que se refiere a Bizkaia se ha de mencionar el trabajo realizado por el editor Dotesio, afincado en Bilbao, quien publicó colecciones en Alcorta, Martínez Villar, Ercilla, etc. Pero se trataba, en su mayoría, de zortzikos de autor, en la creencia de que era éste el ritmo auténtico vasco. En realidad, la recolección de la auténtica canción popular no llegó hasta que Resurrección María de Azkue (1864-1951) y José Antonio de Donostia (1886-1956) no iniciaron su paciente labor. Azkue, que recogió en todo el país más de 3.000 canciones, publicó 1.001 en su Cancionero Popular Vasco y el P. Donostia que publicó en su Euskal Eres Sorta más de 300 canciones, recogió muchas más que hasta 1.300 han sido ahora publicadas gracias a la labor del Padre Jorge de Riezu. Del cancionero de Azkue 222 son de Bizkaia y de las del P. Donostia solamente 65. Para hacer un estudio de la canción popular en Bizkaia habría que añadir las 37 que publicó en 1897 Bartolomé de Ercilla. Tenemos pues 324 canciones y melodías de danza a analizar. En cuanto a la tonalidad, muchas de ellas se nos antojan arcáicas por su indefinición y adscripción a los modos gregorianos, pudiendo además por el tema retrotraerse al siglo XVII. Pero aun salvando esta circunstancia, podemos afirmar que un 60% son de modo mayor y un 40% de modo menor, según el siguiente cuadro:

MayorMenorTotal
%%
Azkue125569744222
Donostia4569203165
Ercilla2362143837
1936013140324

Si nos atenemos al ritmo, quizá sea Bizkaia la que nos ofrece una mayor proporción de ritmos anómalos como el 5/8 o zortziko. Hay muchas canciones que combinan compases de 2/4 con 3/4 y 6/8. Hay que hacer la observación de que muchas canciones de ritmo libre han sido "ajustadas" a determinados compases por la transcripción de sus recolectores.

02-abr03-abr6/8-3/805-agoTotal
%%%%Total
Azkue1024528127332199222
Donostia3757131811164665
Ercilla133538616154037

Como fruto del romanticismo y reacción contra la abolición de los Fueros surge una corriente cultural que empieza a apreciar y promocionar la identidad propia y que, a la vez, nos va acercando a Europa. Los músicos van olvidando el italianismo madrileño y pasan a formarse en París, Bruselas o centros musicales alemanes, sobre todo. Bernardo Gabiola (1880-1944) acude a la escuela organística de Bruselas y llega a ser catedrático de órgano del Conservatorio de Madrid. Azkue y Jesús Guridi (1886-1961), alavés pero afincado en Bilbao, pasan por París (1904), Bruselas y Colonia, Andrés Isasi (1890-1940) se forma en Alemania y nos da allí su producción musical. Pasan también por París Sabino Ruiz Jalón (1902-1983) y Jesús Arámbarri (1902-1960) quien sustituye a José Franco (1886-1951) en la dirección de la Banda Municipal de Bilbao (1932) y se hace cargo de la dirección de la Orquesta Sinfónica de la capital en 1933, pasando después a dirigir la Banda Municipal de Madrid.

Algunos de éstos, y otros formados ya en las nuevas técnicas, aprovechan los materiales temáticos y musicales que proporcionan los Cancioneros para crear la ópera vasca. El lequeitiano Buenaventura Zapirain (1873-1937) que había estrenado la ópera Txanton Piperri (1897) se vale de la Sociedad Coral de Bilbao, que Aureliano Valle había convertido en coro mixto en 1906, para dar a conocer en Bilbao su segunda ópera Amboto en 1909, año en que se estrena también en Bilbao Maitena del vasco-francés Colin. Los éxitos obtenidos animam a la Coral a montar la gran temporada de 1910 en que se estrenan Mendi mendiyan de José María Usandizaga, Lide ta Ixidor de Santos Inchausti y Mirentxu de Jesús Guridi. Azkue estrena sus óperas Ortzuri (1911) y Urlo (1914), culminándose esta producción operística con Amaya que Jesús Guridi estrena en 1920. Este dará a conocer sus Diez melodías vascas en Madrid en 1942, siendo catedrático de órgano en el Conservatorio de esa capital. Años más tarde se revitalizarán las temporadas de ópera con la creación de la ABAO (1953) cuyo primer director es Timoteo Urrengoetxea (1899-1993).

En este nuevo contexto, Francisco Escudero, afincado en Bilbao, nos dará su poema sinfónico Illeta (1955) y su ópera Zigor (1967) y más tarde Gernika, siguiendo el tema ya mítico iniciado por Luigi Nono con La victoire de Guernica, y el Gernika de Pablo Sorozabal (1967). El tema, sin referencia al bombardeo, por supuesto, y dentro del contexto romántico, basándose en el zortziko de Iparraguirre, había sido tratado por Paul Vidal en su ópera Guernica (1895). Ya en nuestros días ha sido tratado en forma de ballet por Serge Lancen (1979).

Mediado nuestro siglo se da un importante impulso a la música de cámara, instrumental y sinfónica por la nueva sociedad Conciertos Arriaga (1959), a la música coral con la iniciación de los Concursos de Ochotes (1952) y a los Conciertos Sacros de la mano de Jesús Arámbarri y Rafael Frübeck, director de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. La música coral inicia un nuevo giro, más de acuerdo con las formas modernas, a partir del I Festival de la Canción Vasca (1965) donde se premia el Nora de Rafael Castro.

En cuanto a la música religiosa se inician los caminos de Europa a partir del Congreso Internacional de Música Sacra de Bilbao de 1896, donde, además de los entonces vanguardistas locales, acuden organistas, compositores y musicólogos sobre todo franceses. Bizkaia cuenta para entonces con una buena nómina de órganos modernos y organistas y compositores. Destacaríamos la gran labor realizada por el navarro Martín Rodríguez (1871-1961), organista de Balmaseda y después por los guipuzcoanos Eduardo Gorosarri (1889-1947) organista en Begoña y José María Olaizola (1893-1969) organista de San Vicente de Bilbao y maestro de capilla de la nueva catedral de Santiago al ser creada la Diócesis en 1950. Entre los compositores y promotores vizcaínos cabría destacar a Luís Iruarrízaga (1891-1928) y sus cinco hermanos músicos, el carmelita José Domingo de Santa Teresa (1888-1980), y Pedro Bilbao (1892-1955). Entre los organistas y compositores tanto de música religiosa como profana destacan Víctor Zubizarreta (1899-1970), Antonio Alberdi (1893-1986), que fue además organero, Rodrigo A. Santiago (1907-1985), Francisco Bengoa (1903) y Benigno Iturriaga (1908-1989).

No podemos dejar de mencionar la profusión de Bandas de Música, capillas parroquiales y orfeones o coros mixtos dirigidos por músicos profesionales o aficionados que han llenado de conciertos todo nuestro siglo contando con abundantes colecciones de música instrumental o armonizada para tales eventos. Las Bandas Municipales de Txistularis han cumplido también dignamente con su misión concertística y festiva, pero el txistu debe ser tratado en su específica misión de guía de la danza.

Aunque con algún retraso, pero llegando a ocupar primeros puestos en la música europea, llegan varios compositores vizcaínos como Carmelo Alonso Bernaola (1929) y Luis de Pablo (1930) y con ellos la nueva generación de los años treinta: el guipuzcoano Juan Cordero Castaño (1927), profesor del Conservatorio bilbaino, Juan Antonio Larrauri (1932), Rafael Castro (1935), María Luisa Ozaita (1939) y Gotzon Aulestia (1940). Su producción ha podido ser escuchada en no demasiados conciertos "in situ" y sobre todo en los organizados por Música del siglo XX patrocinados por la Bilbao Bizkaia Kutxa. No hay que olvidar las interpretaciones dadas fuera de Bizkaia por Musikaste de Errenteria o por la Quincena Musical de San Sebastián. Tras un no numeroso puente de la posguerra -Pascual Barturen (1936), Begoña Arana Martija (1941), Josu Soldevilla (1948), Ramón Torre Lledó (1956)- llega a estos y otros auditorios la nueva generación de los sesenta: Gorka Sierra, Carlos Villasol (1961), Imanol Bajeneta (1962), Iratxe Arrieta y Joseba Torre (1968), Gabriel Erkoreka (1970) y otros de los que cabe esperar buenos frutos musicales dentro de las corrientes modernas.

JAM

La década de los noventa del siglo XX ha significado el asentamiento y la renovación en el territorio histórico de Bizkaia de un movimiento y ambiente musical febril que durante años fluyó sin demasiado orden y concierto. Las propuestas musicales surgidas antaño, bajo un planteamiento excesivamente inmovilista y añejo auspiciado con el beneplácito y la etiqueta definitoria del mil veces nombrado Rock Radikal Vasco -motivaciones y sentimientos políticos aparte-, han sido superadas por las nuevas generaciones de músicos. Jóvenes crecidos en un ambiente mucho menos politizado que el de sus predecesores y, por tanto, más enriquecido y abierto. El primer y más significativo paso resultó ser el cambio de idioma en la mayoría de las composiciones, alcanzando el inglés el primer puesto del pódium, y relegando al euskera a un segundo aunque honroso puesto, casi siempre, en contacto directo con el mundo del folk y contemplado con cierta indiferencia desde la óptica más cercana al puro rock and roll. Existe incluso la importante novedad de un grupo, Ama Say, surgido en el área metropolitana del Gran Bilbao y más concretamente en la margen izquierda del Nervión, la zona geográfica donde más diluido resultó el euskera debido al alto nivel de inmigración industrial, cuya innovadora propuesta de conjugar el euskera y el inglés resultó ser la clave de su éxito. Sin olvidar nombres como los de Sasoi Ilunak o Piztiak, continuadores de la corriente pop-rock euskaldún de los irrepetibles Itoiz (cuyo líder regresó al panorama musical tras un largo periodo de sorda abstinencia), en general, el pop-rock en euskera tiene su sede en Gipuzkoa.

Bilbao, además de refugio para la música más urbanita con Platero y Tú o Dr. Deseo como dignos representantes, asiste al nacimiento de una corriente en conexión directa con el Caribe y más en concreto con Jamaica: el reggae. Dos bandas como Ke Rule y Ke No Falte (surgidas de una misma raíz) dan colorido al típico tono grisáceo del "botxo" que, además, contempla cómo en el verano de 1996 se celebra el I Festival Internacional de Música Tropikal, en un intento de dotar a la capital vizcaina de un acontecimiento musical anual de renombre, al estilo de los Festivales de Jazz de Gasteiz y Donostia, y acercar a orillas del Nervión a todos los seguidores de tal variedad y riqueza de ritmos y sonidos. Por otra parte, el apoyo institucional a la escena musical se concentra en la organización anual del Concurso Villa de Bilbao. Convertido con tiempo y dinero en el más importante del Estado, es toda una referencia para cualquier grupo musical que se precie gracias a los generosos premios con que está dotado y de que hace gala. Celebrado a lo largo de varias semanas y dividido en dos secciones (pop-rock y rock duro), muchos de los grupos que después han conseguido cierto renombre participaron, en sus inicios, en alguna de las ediciones del concurso bilbaino. La Semana Grande (Aste Nagusia) completa la programación musical de cada año en la capital bilbaina. Una semana en la que los conciertos afloran en varios escenarios intentando contentar el mayor número posible de variados gustos. En lo que a salas y locales para conciertos respecta, la escasez hace que el coso taurino de Vista Alegre en época estival y el vetusto pabellón de La Casilla el resto del año sean testigos de los conciertos de los grandes nombres de la música tanto estatal como internacional. Sólo la apertura del Kafe Antzokia, un local de excelente acústica, que sustentado por el euskera, sirve igual para contemplar un concierto de música en directo que para asistir a una representación teatral y el proyecto del centro cultural La Merced, dotado de varias salas de ensayo así como de un local de mediano aforo palian, en cierta medida, tal déficit.

Hablando de Bilbao, no hay que olvidar las tradicionales bilbainadas (subgénero local en las que se retratan en clave de humor diversos "susedidos") y la incombustible labor de Los Cinco Bilbainos para cuyo estilo no pasa el tiempo y continúa alegrando las mañanas dominicales de todos sus numerosos seguidores. A su lado, podría colocarse el juego coral y nostálgico realizado por El Consorcio -antiguos Mocedades- unidos alrededor de unas canciones añejas pero presentes en el inconsciente de la mayoría, de ahí su repercusión popular. Una labor de recuperación con la que han obtenido un importante hueco en el siempre saturado mercado musical. Música imperecedera y canciones de siempre han sido la fórmula que les ha granjeado la simpatía popular en grupo, ya que los experimentos personales y aislados de cada uno de sus miembros no han gozado del mismo seguimiento. El disco en solitario de Amaya Uranga, Lilura urdinak, pasó casi desapercibido ante la indiferencia de los mismos oídos que veneran su voz en conjunto.

En la margen derecha del Nervión, zona tradicionalmente residencial, y gracias al empuje y respaldo otorgado por el Aula de Cultura de la localidad nace a comienzos de los noventa una nueva corriente musical cuyo epicentro se localiza en Getxo, tercer municipio vizcaino en cuanto a número de residentes y primero en cuanto a actividades relacionadas con la cultura hace referencia. El movimiento musical en cuestión, pronto es bautizado como "Getxo Sound", al modo de otras corrientes del estilo (Seatle, Bristol) que adoptan como nombre el de la ciudad de origen y que viene a renovar y dinamitar estructuras del pasado. Al cobijo de grupos como Los Clavos -surgidos años antes de que se acuñara el término que da nombre a la referida corriente- y El Inquilino Comunista, cuarteto líder del movimiento con multitudinarias giras, alguna de ellas incluso, por los Estados Unidos, aparecen bastantes bandas con un denominador en común: el gusto por la distorsión sonora. Así, la lista de grupos getxotarras que consiguieron darse a conocer paso a paso hasta grabar un disco -proyecto anhelado por cualquier conjunto musical- aumentó de manera importante. El concurso local y exclusivo para grupos de Getxo de pop-rock organizado por el Aula de Cultura es, precisamente, uno de los recursos que más animan el fenómeno permitiendo a los jóvenes participar con sus respectivas bandas para darse a conocer y optar a importantes premios. Pero la localidad costera, además de contar con un nivel musical envidiable, cuenta con una programación cultural, y en concreto, musical extraordinaria. Junto a certámenes musicales dedicados a las Habaneras, la música clásica y la música vocal, destacan los Festivales dedicados al Jazz, al Blues y al Folk, que, año tras año, allí se celebran. Convocatorias que congregan un importante número de aficionados a cada uno de los estilos, convirtiendose en cita obligada cada verano.

En la música tradicional y de raíz o lo que es lo mismo: el folklore popular, hay que destacar la importante labor realizada durante más de 25 años por el grupo Oskorri, formación musical liderada por Natxo de Felipe, de dulce y aterciopelada voz, que ha cumplido sus bodas de plata en la escena musical vasca y que posee cada vez un mayor peso específico en el ámbito internacional. Una historia que comenzó un 25 de marzo del año 1971 y que continúa hasta nuestros días con la misión de recuperar instrumentos y sonidos autóctonos hasta hacerlos atractivos para el público, no solo de Euskal Herria, sino también en el panorama internacional. El día 7 de septiembre de 1996 pasará a la historia del grupo en letras de oro ya que fue la fecha señalada para celebrar su aniversario con un concierto memorable, en compañía de 17 artistas diversos pero amigos todos, que la técnica convirtió en un disco doble y en directo a modo de grandes éxitos, para disfrute de sus múltiples incondicionales.El otro pilar insustituible de la música popular vizcaina es un trikitilari del bilbaino barrio de Rekalde: Kepa Junkera. Toda una vida dedicada al estudio del acordeón diatónico vasco (trikitrixa) le han convertido en un virtuoso, investigador e innovador (dentro de la tradición) de sonidos nunca intentados. Una trayectoria labrada a base de esfuerzo e ingenio, apreciada por las grandes figuras del folk mundial en cuyos discos es habitual escuchar su particular sonido trikitilari.

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