Danza

Maskaradak

El pequeño territorio de Zuberoa ofrece al visitante la tranquilidad de sus villas y valles: el verdor de sus campos, su arquitectura típica y, como no, diversas celebraciones festivas que se extienden a lo largo de todas las estaciones del año en un ambiente distendido y cercano.

La importancia de la música, la canción y el teatro popular no hacen sombra a la danza, la cual ocupa un lugar predominante en todos los actos del año: desde las Pastorales realizadas entre finales de julio y principio de agosto, pasando por el Jauzien Egüna de julio, hasta completar su recorrido en las fiestas patronales y las Mascaradas.

Pero las Mascaradas no sólo son danzas. Las parodias, los juegos y el lenguaje toman carta de naturaleza en la estación climatológica más dura del año: el invierno. Desde mediados de los años noventa, del siglo XX, el período de ejecución se ha extendido desde enero hasta marzo, e incluso abril.

Las Mascaradas, en plural por ser una denominación aplicada desde el idioma vasco a todo acto festivo, han sido y son una forma de conmemoración ritual-lúdica en la que tradicionalmente, y así lo determinan las informaciones y datos más antiguos, los jóvenes varones, solteros, se enmascaraban y disfrazaban, formando dos grupos antagónicos que iban de pueblo en pueblo, a lo largo de Zuberoa, interpretando danzas, bailes, canciones e historias.

Estos dos grupos se distinguían entre sí por el color mayoritario, por la pulcritud de sus ropas y por el tipo de comportamiento y movimiento corporal que acompañaban a sus actos. A principios del siglo XX, la mayoría de las pequeñas entidades organizaban este tipo de representación. Tras visitar los pueblos vecinos, al llegar el último día de Carnavales, el Martes de Carnaval, quemaban un muñeco llamado Zanpantzar (Saint Pansard). Al día siguiente daba comienzo la Cuaresma.