Municipalities

UHARTE-ARAKIL


Urbanismo y construcciones civiles

Uharte-Arakil surge dentro del mismo impulso que subyace en el origen de los pueblos de la Sakana, en el siglo XIV, para reforzar el corredor que comunicaba con la frontera occidental del reino. Para ello el infante Luis de Navarra, hermano del rey Carlos II, diseñó un sistema de defensa en profundidad, escalonado, con poblaciones fuertes, construidas según rigurosas planificaciones que cerraban y controlaban este importante paso. Uharte-Arakil, situado en un meandro del río Arakil que a la sazón haría las veces de foso natural, tiene una estructura ortogonal algo alargada, con un eje mayor constituido por la calle del Río, que en documentos antiguos se llama "meyanua", y que tiene una dirección noreste-suroeste. Va flanqueado por otras dos calles paralelas de idéntica orientación. En uno de los extremos de estas calles se abre una amplia plaza, en la que se levanta la iglesia, mientras que en el extremo opuesto, hacia Aralar, un puente salva el río en dirección a Zamartze. Como es habitual en este tipo de planificaciones, cruzan estos ejes principales otras belenas perpendiculares de carácter secundario.

Hoy en día, y en claro contraste con lo antiguo de su plano, el caserío de Uharte-Arakil es más bien moderno, con casas arregladas, algunas dentro del estilo propio del valle, o sea grandes caserones de desarrollo horizontal y tejado amplio a dos aguas, y otras modernas, entre las que no faltan las que tienen cierto valor y carácter. En esta renovación total del caserío debió tener mucho peso la antigua presencia de abundantes elementos de madera, hoy desaparecidos, ya que fueron especialmente sensibles a los incendios documentados, en los años 1438, 1484, 1600, 1892 y 1961. En general, podemos decir que este lugar presenta en la actualidad un conjunto bien conservado, tal vez no tan primorosamente cuidado ni tan pintoresco como Arbizu, ni tan monumental como Iturmendi, pero que en cambio conserva un casco urbano compacto y racional.

En la plaza de San Juan, situada al sur del núcleo y de la que parten las tres calles principales, encontramos tres casas que obedecen a un mismo impulso constructivo, de tres niveles, con hastiales enlucidos y con cadenas de sillar, y con vanos cuadrangulares salvo los de acceso, que son arcos de medio punto. En el otro extremo de la plaza se levanta un caserón de tres alturas, cubierto con un gran tejado a dos vertientes, que pertenece a un tipo muy extendido en la zona. Junto a este edificio, cerrando la plaza, se encuentra el inmueble de las antiguas escuelas. Además de estas casas, en esta plaza encontramos también una fuente pública de estilo neoclásico, sobre un pedestal con cinco peldaños, pilas aveneradas, fuste cilíndrico decorado con el escudo de la villa, y remate cónico culminado con un jarrón.

La calle del Río es la principal del lugar, y une la plaza de la iglesia con el puente medieval ubicado en el otro extremo de Uharte-Arakil. Destacan el ella cuatro casas de similar formato, con dos alturas y arcos de medio punto bajo balcones y ventanas rectas. Paralela a esta se encuentra la calle Gorriti, que arranca del ábside de la iglesia. Hay en ella mayor proporción de casas de porte señorial, pero en cambio las belenas que la cruzan tienen un aspecto menos cuidado. Hay además cierto número de cocheras y garajes que afean su aspecto. Podemos destacar un bloque dieciochesco con tres niveles y tres vanos por piso, con puerta de medio punto moldurada y balconcito en el eje central, así como alguna casa muy arreglada, con paramentos enlucidos y cadenas de sillar en esquinas y enmarque de los vanos. En la calle Mendikoa hay también alguna casa con puerta de medio punto o rebajado, y en sus belenas casillas con cierto valor, casi siempre enlucidas y con cadenas de sillar. Es en esta calle donde debió ubicarse el antiguo palacio de cabo de armería del lugar, llamado también Mendikoa, y que aparece en el Libro de Armería, donde se reproducen sus armas: de plata, banda de azul, en la que posteriormente se pintaron dos lobos de sable brochantes (L.A.R.N. nº 643).

Ermitas

El panorama de este lugar es particularmente rico en el capítulo de ermitas e iglesias rurales, entre las que, además, destaca alguna muy célebre y popular, no sólo en la comarca sino en toda Navarra. En 1797 el obispo visitador Igual de Soria reseñaba las ermitas de Santa Lucía, San Juan Bautista, Santa Bárbara, San Andrés, Nuestra Señora de la Concepción, San Vicente y San Donato. El obispo, no satisfecho con su estado, mandó demoler todas salvo las de San Donato, Santa Lucía, San Vicente y San Bartolomé.

La ermita de San Donato se encuentra en lo más alto del monte Beriain al que, con los años, ha conseguido suplantar el nombre. Se trata de la ermita consagrada y con culto situada a mayor altitud de toda Navarra (1.494 m.), y es un referente para todos los montañeros de Euskal Herria, que han encontrado refugio alguna vez entre sus muros. Debido a las duras condiciones climatológicas del entorno, a lo apartado de su ubicación y al poco celo de algunos excursionistas, la ermita ha pasado en ocasiones por fases de mala conservación, por lo que han sido precisas restauraciones como las de 1906, la reconstrucción de 1958, según proyecto de Ramón Urmeneta, y todavía otra más reciente. El edificio, de marcado desarrollo horizontal, presenta una nave larga y estrecha, con una cabecera de diseño quebrado, con un estrechamiento central. Por lo demás, el inmueble va dividido en dos estancias, de las cuales la más amplia es en realidad un refugio para los que hasta allí se aventuran. Los muros, recios y de piedra, van en una mampostería de formato alargado, y presentan potentes contrafuertes en la parte correspondiente a la ermita propiamente dicha. La puerta, en el lado de la Epístola, se abre mediante arco de medio punto. El tejado es a dos aguas, y sobre él se levanta una espadaña de gran tamaño, en piedra. Al interior, las esculturas de San Donato y San Cayetano son en realidad reproducciones de yeso.

Hacia la sierra de Andía se levanta la ermita de San Bartolomé, edificio medieval en origen, datable como de principios del siglo XIII, aunque ciertamente alterado en los siglos posteriores. Tiene una planta con una única nave, rematada en testero recto. Los muros van en sillarejo, perforados por dos ventanas rectas y por el acceso, situado en el muro de la Epístola, y que consta de un arco apuntado doblado. La cubierta consiste en un tejado simple a doble vertiente, aunque presenta un tramo de bóveda de lunetos en la cabecera. Preside un retablo de estilo rococó.

La ermita de San Vicente, situada también en las estribaciones de la sierra de Andía, ha sido objeto de reciente restauración. Tiene planta rectangular, con cabecera recta y puerta de acceso recta. Se cubre, como es habitual, con un tejado simple, a doble vertiente. La imagen titular se encuentra en la parroquia.

En el camino de acceso a San Miguel de Aralar se levanta la ermita de Santa Lucía, edificio de planta muy alargada y rematada en un hastial recto. Lleva muros de sillarejo, y se cubre con tejado a dos aguas sobre viguería de madera.Junto al santuario de San Miguel in Excelsis hay un humilladero de planta cuadrangular y pequeño tamaño, abierto por uno de sus lados para el culto, y donde hay una reja. Es obra moderna, y su imagen titular se custodia en la sacristía del santuario.

Iglesia de San Juan Bautista

La fábrica actual responde a varias etapas constructivas diferentes, pues la iglesia ha acusado varias destrucciones causadas por incendios. El primer tramo de la nave es gótico del siglo XIV, los dos tramos siguientes son tardogóticos de fines del XV, y la cabecera, el transepto y el pórtico exterior se levantaron en una reforma neoclásica, en el siglo XVIII.

La planta es de cruz latina, con tres tramos previos al transepto, de los que el primero es sensiblemente más estrecho. El transepto tiene sus dos brazos rematados en forma absidial, entre los cuales se sitúa un amplio crucero de planta rectangular. La cabecera es de testero recto, y desde ella, por el lado de la Epístola, se accede a la sacristía, de planta oval. A los pies del templo se adosa la torre campanario, que sigue con un pórtico de piedra. Los soportes que articulan los muros son muy diversos, acusando igualmente las diferentes fases constructivas. El primer tramo de la nave se cubre con bóveda de crucería estrellada y con claves, con bóveda de arista los dos siguientes tramos, y bóveda vaída en el tramo central del transepto, mientras que sus dos brazos reciben bóveda de horno. La cabecera va con una bóveda de lunetos. Al exterior destaca el volumen prismático de la torre, un tanto maciza en su concepción, que remata en un cuerpo de campanas de gran sobriedad, culminado en las esquinas mediante jarrones sobre pedestales. El pórtico neoclásico consta de tres arcos de medio punto moldurados entre pilastras de orden toscano y entablamento liso. Se cubre con un tejado simple rematado por una hornacina avenerada en la que figura una imagen del titular, culminada con una cruz y flanqueada de bolas del tipo escurialense.

El retablo mayor es rococó, aunque aprovecha diversas imágenes del siglo XVI, procedentes del anterior retablo, obra del escultor francés Pierres Picart. Su mazonería consta de banco y dos cuerpos de tres calles cada uno, y un ático semicircular. En cuanto a la escultura, toda ella es renacentista salvo el Crucificado del ático, que es gótico. En el banco hay bustos en relieve, en el primer cuerpo un relieve de gran formato representando el Santo Entierro, así como otro de la Resurrección y las tallas en bulto de San Agustín y Santa Catalina. En el segundo cuerpo hay sendas escenas de la vida y martirio de San Juan Bautista entre bultos de San Sebastián y Santa Bárbara. En el ático, además del Crucificado ya mencionado, hay relieves de la vida de San Juan, dos profetas de bulto y una Virgen con el Niño.

En el lado del Evangelio del transepto se encuentra el retablo de la Virgen del Rosario. La mazonería corrió a cargo de Juan Bautista de Jáuregui, mientras que la imaginería es de la mano del escultor cántabro Domingo de la Sota, y la policromía fue realizada por Rafael de Logroño. Va en estilo barroco y consta de banco, un cuerpo de tres calles articulado mediante columnas salomónicas y ático. La escultura, de bulto, representa a San José con el Niño, La Virgen del Rosario y San Francisco Javier. En el ático hay un lienzo que figura con la Santísima Trinidad, San Miguel y las Ánimas del Purgatorio.

En el brazo opuesto del transepto encontramos el retablo de San Andrés, obra de los mismos autores y con idéntica disposición. Destacaremos en él la tallas en bulto de San Antonio Abad, San Andrés y San Blas, así como un relieve del martirio de San Andrés en el ático.

Cerca se aprecia un Crucificado de tamaño algo inferior al natural y estilo renacentista, datable como del siglo XVI, y el retablo de San Esteban, de la misma mano que los colaterales ya descritos. Destaca una Santa Lucía renacentista-romanista, un San Esteban renacentista y un San Vicente gótico, traído de la ermita homónima. En el coro hay una sillería del siglo XVIII, obra de Francisco Andrés de Lacunza, con once sitiales entre pilastras cajeadas y con remates avenerados. El órgano es también del siglo XVIII, obra del maestro organero Ramón Tarazona. Bajo este coro hay una pila bautismal del siglo XVII con base prismática, fuste abalaustrado y taza semiesférica avenerada. Como de costumbre, en la sacristía se custodian diversas piezas de orfebrería, así como un San Fermín renacentista y un Crucificado barroco.

Iglesia de Santa María de Zamartze

Se levanta a la salida del pueblo hacia San Miguel de Aralar, tras cruzar el puente medieval que salva el río Arakil. Se trata en realidad del único resto de un antiquísimo monasterio, que se menciona en tiempos de Sancho el Mayor, cuando al trazar los límites del obispado de Pamplona se cita "el monasterio que se llama Santa María de Zamarce". Se emplazaba en un ramal secundario del Camino de Santiago, y como tal tenía su hospital anejo. Su actual fábrica debe datar de entre 1141 y 1167, cercana pues a Artáiz, Arce, Itxasperri y el propio Aralar, como templos erigidos a mediados del siglo XII en lo que se ha llamado "románico rural navarro". La iglesia de Zamartze pertenece a Uharte-Arakil desde 1480, y ha pasado por momentos de incertidumbre, como por ejemplo en 1628, cuando urgían obras de reparación, o tras el incendio de 1731. También sufrió el ataque indignado de los habitantes de Uharte cuando, en 1546, los criados del chantre de la catedral de Pamplona, Martín Cruzat, se apoderaron de varias cabezas de ganado. Los uhartearras apedrearon el edificio, por lo que sufrieron además fuertes multas. Santa María de Zamartze fue declarada Monumento Histórico Artístico en octubre de 1983.

Tiene planta de una sola nave, dividida en tres tramos, más un ábside semicircular al que precede un tramo recto más. Los muros van en buena sillería y presentan numerosas marcas de cantero que, al parecer, se corresponden con las que por las mismas fechas se labraron en San Miguel de Aralar. Van reforzados por tres contrafuertes en cada lado. Presenta sendas pilastras en la unión de la cabecera con la nave, con medias columnitas adosadas, capiteles de decoración geométrica y vegetal, y cimacios decorados con bolas jaquesas. El muro del ábside va decorado con dos cenefas, una de rosetas y la superior taqueada con espirales. El espacio entre las dos impostas va articulado con una arquería ciega de arquillos de medio punto o muy ligeramente apuntados. Uno de los arquillos emboca una ventana románica baquetonada, similar a otras dos que se abren a cada lado del tramo que precede al ábside, y que llevan capiteles con decoración vegetal y geométrica y cimacio con bolas. La cubierta original, previsiblemente una bóveda de cañón románica, se ha perdido, y ha sido sustituida por un techo plano con viguería de madera. La portada se encuentra entre los dos primeros contrafuertes del lado de la Epístola. Es un arco de medio punto abocinado, con tres arquivoltas lisas, separadas por listas que llevan decoración vegetal. Las columnillas llevan capiteles con ornamentación geométrica, cesteado y vegetal, y llevan un cimacio corrido de parecida decoración. Se ha dicho que esta portada se halla cerca de la escuela del gran maestro Esteban, y que carece de cualquier rasgo de ruralismo o tosquedad. Por encima lleva un guardalluvias con taqueado y un tejaroz con ménsulas muy perdidas, entre las que aún se reconocen un pájaro y una cabeza humana. Otra puerta, hoy cegada por otras construcciones, se abre en el muro de los pies mediante arco de medio punto sobre dos ménsulas. La línea del alero presenta otros canes con decoración, entre los que se aprecian una hoja, un hombre en cuclillas, pájaro, barril, voluta, cabeza humana, piña, flor etc. El conjunto ha sido recientemente objeto de una restauración donde se comprueba, por una parte, el elevadísimo grado de penetración que el cemento, como material constructivo, tiene en la actualidad, incluso cuando se trata de la rehabilitación de monumentos medievales. Por otra parte, se aprecia también la falta de artesanos que sepan trabajar la piedra al modo en el que se hacía antiguamente.

Preside la iglesia un retablo neoclásico, con mazonería de fines del XVIII, y con imágenes reaprovechadas, como un Crucificado renacentista, relieves de la vida de Cristo del mismo periodo, Santiago y San Juan Bautista romanistas, o San Joaquín y Santa Ana de época barroca.

Santuario de San Miguel de Aralar

En la cima del monte Aralar se encuentra el santuario de San Miguel in Excelsis, objeto de un culto popular que, con estar muy arraigado en los actuales límites administrativos de Navarra, los sobrepasa ampliamente. Su origen se pierde en la noche de los tiempos, envuelto en tradiciones y leyendas de la mitología popular vasca, como la historia del caballero Teodosio de Goñi y del demonio o "Basajaun", que recoge además componentes de otras tradiciones medievales, mezclados con hechos históricos y temas religiosos. La novela "Amaya o los vascos en el siglo VIII", de Navarro Villoslada, amalgamó todos estos elementos de manera hábil y virtuosa.

Aunque sus muros presentan restos prerrománicos carolingios, fundamentalmente en la base de los ábsides y en las tres ventanas de la cabecera, la primera noticia documental del santuario data de 1032, cuando Sancho el Mayor delimita la diócesis de Pamplona y menciona el propio San Miguel. Los reyes de Navarra tuvieron gran apego por el lugar, al que beneficiaron con muchos dones y privilegios.

El primer edificio románico se habría construido entre 1032 y 1074, fecha de la primera dedicación, pero experimentó una notable ampliación terminada para 1141, con obras menores entre 1170 y 1180. La planta consta de tres naves divididas en cuatro tramos y rematada cada una en un ábside, más ancho y profundo el de la nave central, que además tiene al exterior planta poligonal. A los pies del templo hay una nave transversal o nártex, al que se abre el acceso por el lado de la Epístola. La sacristía que se adosa al muro de la Epístola es barroca. Los muros, de sillar menudo casi siempre, acusan en sus tipologías diversas las diferentes etapas constructivas que el antiquísimo santuario ha experimentado. En el ábside central se abren tres ventanas abocinadas, ya antes mencionadas, de medio punto, mientras que los laterales llevan otra cada uno. Otras ventanas, de medio punto también, se abren el los tramos de las naves. Las tres naves están separadas por pilares cruciformes de diversas morfologías, que soportan grandes arcos formeros y fajones, que apean en los muros perimetrales en pilastras. En cuanto a las cubiertas, son de medio cañón en las naves, articuladas con fajones, bóvedas de horno en los ábsides y un cimborrio octogonal de ladrillo sobre trompas, fruto de la restauración de Íñiguez, en 1969-1973. El tercer tramo de la nave central va ocupado por una capilla interior, de planta rectangular, dividida en dos tramos y rematada en testero recto. Sus muros se articulan mediante una imposta horizontal decorada con billetes, de la que arrancan los fajones. Una ventana recta se abre en el muro testero, flanqueadas por columnitas cuyos capiteles van decorados con cabezas humanas de cuyas bocas salen entrelazos y volutas y rosetas. La otra ventana es moderna. Se accede a esta capilla por una puerta de medio punto, abocinada y con una arquivolta sobre columnillas y capiteles con decoración vegetal. Otra puerta, también de medio punto y también con decoración vegetal, se abre hacia la nave del Evangelio. La cubierta de esta capilla es de cañón apuntado bajo tejado a dos aguas. El apuntamiento ha permitido datar esta obra hacia 1170-1180, coincidiendo con la ejecución del famoso frontal, en cuyo interior se custodiaría originalmente, a buen seguro. Al exterior, el alero muestra una serie de ménsulas, procedentes de las restauraciones en su mayoría, pero entre las que queda alguna románica, con cabecitas humanas y volutas. La hospedería actual, que sustituye a las antiguas dependencias, procede de la restauración de 1973.

La obra más singular que se custodia en el santuario es, sin duda, el célebre retablo de esmaltes románico, obra cumbre de la esmaltería europea. Según las hipótesis más verosímiles, se trata de una obra de hacia 1175-1185, y habría sido realizado por un maestro de la escuela de Limoges, pero que conocía los motivos decorativos de este lado del Pirineo, incluido el arte hispanomusulmán. Sobre un ánima de madera de haya van montadas las planchas de cobre sobredorado. La estructura compositiva del frontal tiene una parte central más elevada, y en el centro va una mandorla con ocho lóbulos, flanqueada por dos órdenes de seis arquillos de medio punto, tres por lado, lo cual hace un total de doce arcos, que apean en recias columnillas. En las enjutas figuran arquitecturas figuradas, que pueden aludir, en combinación con los arcos, a la Jerusalén Celeste. Toda la estructura va, además, decorada con abundante pedrería semipreciosa. Hay además treinta y nueve planchas de cobre "champlevé". Los colores varían entre tonos azules, turquesas verdes, negro o blanco. En cuanto a la iconografía, preside el frontal María entronizada con el Niño, en la mandorla central. A ambos lados, el alfa y omega más la estrella que guió a los magos. Rodean esta almendra mística las cuatro figuras del Tetramorfos. En lo que a las arquerías se refiere, en el registro superior están representados seis apóstoles, mientras que en la inferior, aparecen a la izquierda los magos de oriente, y a la derecha otras tres imágenes de discutida identificación, un ángel, una figura femenina y un rey. En el ático del retablo, además de una serie de medallones, hay otros cuatro apóstoles, en menor tamaño. Los doce apóstoles, seis del registro superior más los cuatro del remate, se completan con los dos apóstoles evangelistas, lo que demuestra la reflexionada iconografía. En la azarosa vida de este retablo hay que destacar el desmontado y posterior limpieza realizados en el siglo XVIII, y el robo sufrido en 1979, del cual se recuperaron la práctica totalidad de las piezas.

En la capilla se venera la efigie de San Miguel de Aralar, que es, en realidad, una imagen relicario con núcleo de madera y forrada en plata en 1756, a manos del platero pamplonés José de Yábar, que desmontó y recompuso la imagen antigua. Posteriormente, en 1915, la imagen de plata fue sobredorada por los plateros Lafuente. Se representa al ángel con la cruz sobre la cabeza, en una iconografía original pero en absoluto única. Por último, en la sacristía se custodian otras obras de imaginería, de platería y mobiliario de diferentes épocas.

Joseba ASIRON SAEZ (2006)