Concept

Txuntxunero

En el siglo XVIII las diferencias entre clases sociales se acentuaron en Vasconia, y con ellas también las musicales. Sin embargo, entre las clases privilegiadas de toda Europa se puso de moda una moda bucólica, y con ella algunos instrumentos de música popular se esforzaron por entrar en los parámetros de la música erudita. Por otro lado, la Iglesia desarrolló una verdadera ofensiva contra las danzas deshonestas, muchas veces sin distinguir demasiado si verdaderamente eran licenciosas o no. Dentro de esta tendencia se produjo una buena cantidad de literatura, siendo acaso el padre Palacios en castellano y fray Bartolomé de Santa Teresa en vascuence sus principales exponentes.

En este contexto, por otro lado, se desarrolla en el Vasconia un importante movimiento ilustrado, centrado en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y especialmente en su fundador, el conde de Pañaflorida. Esta sociedad creó el Real Seminario Patriótico de Vergara, donde la juventud dirigente vasca pudo tener una educación internacional, incluyendo música y danza de alto nivel. El propio conde de Peñaflorida, combinando la moda bucólica y el interés pedagógico ilustrado, enseñaba al parecer al tamborilero de Azpeitia zortzikos y contradanzas de su invención (Bagüés Erriondo 1990).

Aunque en ocasiones no tengamos muy seguro hasta qué punto los dirigentes vascos eran ilustrados, está claro que en este momento controlaban los ayuntamientos vascos, y que tuvieron una gran participación en la creación de cargos de tamborileros municipales. Entre las razones de esta innovación sin parangón en toda Europa podemos pensar que al menos una de ellas debió de ser el control de esas danzas que tan importantes se consideraban en este momento, y así aparece con claridad en la mayor parte de los contratos de los txuntxuneros. En efecto, muchos ayuntamientos intentaron también tomar medidas para ello, con el fin de tranquilizar tanto a la población como a la Iglesia, como pañuelos entre las manos para evitar el contacto físico, quitar la última parte del baile (donde se producían las culadas y otros excesos), hacerlas en un solo lugar, en presencia de la autoridad y terminándolas al atardecer.

Estas reformas convirtieron a los tamborileros municipales en responsables de esos bailes, pero eso no significa que su sueldo fuera suficiente, y normalmente debían completarlo cumpliendo con otras pequeñas obligaciones municipales, como las de pífano, enterrador, pregonero, cartero, alguacil u otras. También podía ser maestro de danza. Con el tiempo se delimitaron sus funciones como txuntxunero municipal: dar alboradas a las personas de elevado nivel los días festivos, acompañar a las autoridades en procesiones, desfiles y todo tipo de actividades solemnes... o dicho de otro modo, lo que en las ciudades grandes era el papel de los clarines, ejerciendo además el control sobre la danza. Responsable de la honestidad del baile y convertido en representante municipal, de alguna manera su figura debió de estar algo mejor vista a nivel social.

Para conseguir esto se valieron de la única herramienta que podían utilizar: su música. Por lo que sabemos, y al igual que en otros lugares de Europa, el txistu fue entrando poco a poco en el siglo XVIII en los parámetros de la música culta. Según Iztueta, un tal Pepe Antón puso en música el txistu. Seguramente con estas palabras quiso expresar los cambios que en su época habían sufrido nuestros intérpretes. Resumiendo, la primacía de los instrumentos la tomó el txistu (silbo en castellano) sobre el tamboril; cambió el repertorio, integrando minuetos, contrapás, fandangos, contradanzas, valses, boleros..., y otros géneros más antiguos, como el zortziko, cambiaron profundamente, ornándose con los procedimientos técnicos de la música erudita del siglo XVIII. El mejor exponente de estos cambios es el Cuaderno de melodías de Iztueta y Albéniz, publicado en 1826. Y para conocerlo mejor, la edición realizada en 1995 por José Ignacio Ansorena es de sumo interés.

Se ampliaron la escala y el ámbito del txistu, alargando la escala e integrando los cromatismos; las frases melódicas adoptaron regularidad, con el modelo de la de ocho compases con antecedente y consecuente. Se adopta el sistema tonal y temperado, un verdadero reto atendiendo a las limitaciones del txistu; la rítmica también cambió, y en general será notoria la imposición del compás. Y se dan los primeros pasos en la polifonía: cada vez será más normal la interpretación a dúo, y por lo que sabemos en este momento surge el silbote, bajo del txistu. Las características técnicas de la época (terminaciones femeninas, abundancia de adornos, escalas, cromatismos... o en palabras de Iztueta, fusas, semifusas, escalas diatónicas, trinados...) aparecen a menudo.

La obra de Iztueta, por supuesto, es imprescindible para conocer a los txuntxuneros de su época, aunque muchas veces su intención, más que expresar la realidad, sea la de imponer una tendencia. Iztueta, por ejemplo, defiende las antiguas danzas vascas -quién lo hubiera dicho cien años antes- por su carácter honesto: las danzas lascivas eran extranjeras, especialmente la contradanza y el fandango, y en las páginas de su libro exhorta sin cesar a los txuntxuneros a mantener aquellas melodías antiguas y a no utilizar las nuevas.

Este proceso, claro está, no ocurrió a la vez en todas partes, y los tamborileros ilustrados e iletrados convivirán durante largo tiempo en un espacio bastante reducido. Sin embargo, los ayuntamientos prefirieron bastante pronto a los que sabían leer y escribir música, y, en la medida de lo posible, a los que sabían componer. Conocemos en este momento a los primeros intérpretes virtuosos, como Vicente Ibarguren o Baltasar Manteli. A veces, nuestros músicos tocaban también en sitios cerrados, y para ello, al parecer para suavizar su sonido, tocaban el thun-thun o tamboril de cuerdas en lugar del usual tamboril. Y, en los términos de Iztueta (1824:142), no querían ser conocidos por los habituales nombres derivados del tamboril, sino por los que se derivaban de la flauta, que tenían mejores connotaciones sociales: primer silbo, segundo, músico mayor y similares (Sánchez Ekiza 1999).