Concept

Txistu

El txistu, emparentado con el flabiol catalán y el silbo o pito castellano, parece haber sido conocido en el país desde hace muchos años. Tal vez haga referencia a él el epitalamio dedicado a la reina Leodegundia (hija de Ordoño I de Asturias), versos del siglo X, en los que aparecen los términos: «laudes dulces fluant tibiali modo», «tibia resonat», «modulament tibiale», «cantu (dulce), tibia (personet)» [José María Lacarra, Textos navarros del Códice de Roda, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1945; «Versi Domna Leodegundia Regina», pp. 271 ss.]. Según cuenta Iztueta, en la música de los primeros txistularis primaba al tamboril sobre el txistu. En los volúmenes de registros de Pamplona (Edad Media) se citan, junto a sonadores de gaita, como Diago, algunos «tamborer», «tamborino», como Bernat d'Oyon, Martín de Artajo de Lumbier, y un tal Samuel, que por su nombre parece israelita. Las cuentas municipales nos suministran datos más o menos abundantes acerca de la existencia de estos «julares o juglares» (así vienen llamándose hasta épocas muy recientes). Por documentos de Tudela de 1480-81, sabemos que Juan de Valero, tamborín, tocó en la procesión de Corpus Christi el 18 de julio de 1480, que al año siguiente en la misma procesión hubo dos tamborines [Francisco Fuentes, La música religiosa y profana en Tudela, Pamplona, «Príncipe de Viana», número XXII, año VII, separata, p. 6]. De mediados del s. XVI (1552-1564) tenemos notas de pagos a tamborinos que tocaban en la procesión de Corpus de la parroquia de Xemein (Bizkaia). El tamborino que venía todos los años para las procesiones de Corpus y su octava era Pedro Gorosarri, tamborilero de Berriatua [Libro 1.o de fábrica de la parroquia de Xemein, de 370 folios, habiéndosele agregado otros 163 f. el año 1669. En su folio 1.o dice: «Este libro es de la Iglesia de Ntra. Señora de Xemein el ql. yso traer de Flandes Sancho de Marquyna a su costa el año MDXXVI que fué alldo. y mayordomo de la dha. Yglesia]. En Balmaseda, en 1549, Pedro de Figueroa, «ministril y tamborino», es citado para este empleo [Martín de los Heros, íbid. Apuntamiento del Arch. libro II de Escrituras]. En 1571 «se dieron a dos hombres tañedores de instrumentos tamboril e rabel de arco, por dos días que se ocuparon en tañer en los regocijos del Nacimiento del Príncipe Nuestro Señor, 470 maravedises» [Arch. Mund. de Lekeitio]. Siempre es el hombre el que aparece tocando el tamboril. Alguna, rara vez, la mujer. Así, en un proceso de brujas de 6 de mayo de 1611, en Hondarribia, aparece una confesión de Isabel de Arano, diciendo haber visto a «Inesa de Gaxen, francesa, muger de Pedro de Sanza, que tocaba un tabolin» [Arch. Mun., Sección Historia. Brujas, Sección B, Negociado I, serie I, libro 5, exped. 2]. Antiguamente, tal vez, se importaban estos instrumentos. En 1650, por la «Pragmática» se prohibieron importaciones de cascabeles con bordecillo en medio, flautas y chiflos. Eran de importación francesa. Antes, en 1603, al reanudar el comercio con los Países Bajos Españoles, se importaban, como géneros traídos de Nuremberg: «cascabeles, chiflos...» Tal vez alguna de estas partidas se refiera a la flauta popular. Según el libro de Pierre de Lancre (que vino al País Vasco a proceder contra la epidemia brujeril), las reuniones de brujas o akelarres no se hacían sin música de txistu y tambor, salterio o violín. El autor da los nombres de algunos de estos juglares que tocaban dichos instrumentos [Tableau de l'Inconstance des mauvais Anges et démons..., à Paris, chez Nicolas Bron, rue Saint Iacques, M.DC.XIII (lib. III, p. 211)] El txistulari era la base imprescindible de las alegrías populares. Lo era también en momentos de tristeza, como el entierro de un niño, según atestigua el Conde de Laborde [Itinéraire / Descriptif. de l'Espagne / par M. le Cte. Al. de Laborde. Troisième èdition 1834, t. I, pp. 275-276], testimonio parecido al de Luis de Marcillac, cuando habla de Bilbao, en 1807. El txistu se utilizó en Lekeitio en 1573 para reanimar el espíritu del pueblo, aterrado por una peste de nueve meses, en cada uno de los cuales morían de setenta a ochenta personas. «Pagué a Domingo de Licona, tamborín, por lo que sirvió con el dicho oficio de tamborín todo el tiempo de la dicha enfermedad para que no la sintieran, 8 reales.» [Arch. Mun. de Lekeitio, citado por Cavanilles]. El tamborilero hacía antiguamente de atalayero en los puertos, llamando con toque a los marineros cuando una ballena se presentaba a la vista, a fin de que aprestasen las lanchas para darle caza. [Estanislao J. de Labayru, Historia General del Señorío de Vizcaya, año 1895, p. 731]. Jean Laborde, en su artículo La pêche à la baleine par les harponneurs basques [Rev. «Gure Herria», Bayonne, 1951, n.o 5, p. 259], cita a Cleirac, en su Us et coutumes (ed. de 1671), el cual dice: «...ont decouvert la baleine..., lors ils excitents un grand tintamarre, ils battent tambours et tambourins, parcourent le village...». En Bilbao, en 1742, hubo ocasión en que llegando un forastero de nota se apresuraban a festejarle, acudiendo todos a saludarle. Le enviaban como embajador un tamborilero a la casa donde se alojaba, para que «esté gozando de esta música que dise ser mui afisionado» [G. Manso de Zúñiga, Cartas de Bilbao, ibid., p. 193]. También en el pueblo de Deba (Gipuzkoa) el txistu daba la bienvenida a los forasteros que iban a bañarse a aquella playa. El tamborilero, incansable, se situaba frente al edificio donde se albergaban los recién venidos y tocaba un zortziko [Francisco de Paula Madrazo, Una expedición a Guipúzcoa en el verano de 1848, Madrid, 1849, página 42]. Por el contrario, para despachar del pueblo a las mujeres de mala nota, que, a pesar de los patriarcas del pueblo, no cambiaban de conducta, intervenía el tamboril. A estas mujeres les rapaban el pelo y las cejas, y al son de una melodía [conocemos esta melodía que aparece en el libro de música de Iztueta con el título, 51, Neskatx gizonkoiak erritik botatzeko soñua, pág. 53, ed. de 1926] las despachaban dándoles un pedazo de pan y dos rábanos [D. J. A. de Zamacola, Historia de las Naciones Bascas..., ed. de 1898, Bilbao, pág. 435]. Las mujeres vizcainas, después de cargar y descargar los navíos de Bilbao, volvían a sus casas por la tarde, a veces bailando al son del tamboril, entrelazadas las manos unas con otras. La villa tenía asalariada una flauta y tamboril para que éstas bailasen los días de fiesta y de recreación: sus bailes son violentos [Diccionario Geográfico Histórico de España, por la R. Academia de la Historia, Madrid, 1802, t. I, página 178]. En 1749 se utilizó el txistu para redoblar el esfuerzo de los que construían el juego de pelota de Oiartzun, ciento ochenta personas, «a que contribuyeron mucho los tamborileros y tambores que con su continuo estrépito los fomentaban y alentaban, de modo que ha costado menos de 80 pesos todo aquel aparato y trabajo, habiendo entrado en él cerca de 4.000 personas» [Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Oyarzun, 1749, fol. 321 v. o]. Hoy en día, algunos txistularis llegan a una gran habilidad en el manejo del instrumento, venciendo dificultades no pequeñas que les acreditan de «virtuosos». Antiguamente, es decir, hace ciento cincuenta o más años, también debió de haberlos, según testimonio de Iztueta (1767-1845). Cita a Vicente Ibarguren, juglar de San Sebastián, que ejecutó en Madrid, con el txistu, un concierto de violín [J. I. de Iztueta, íbid., pág. 67]. Tal vez era este mismo txistulari, Vicente, el que fue a Madrid llevado por el Duque de Medinaceli y entusiasmó a sus oyentes en un salón aristocrático, tocando la melodía del Ezpata-Dantza. De Baltasar de Manteli, natural de Vitoria (1748-1831), se cuenta que tenía tal habilidad, que podía tocar dos silbos a la vez, y en esta forma piezas de gran dificultad; por ejemplo, unas variaciones sobre el tema «Oh cara armonía» de Il Flauto Magico, de Mozart [La Zarzuela, periódico de música. Madrid, 1856, 3 de mayo]. Zamacola [1818, y Bilbao, 1898; p. 447] dice haber conocido dos txistularis que hicieron la admiración de los músicos de la Capilla Real, grupo tenido por el más competente en música. En 1823 un viajero francés asegura haber tropezado alguna vez con un cortejo que se dirigía a una boda, llevando por delante la txirola y el tambor; conducía en triunfo un ternero adornado con cintas y lazos, que era destinado a ser sacrificado para el convite nupcial [E. B(oucher), Souvenirs du Pays Basque et des Pyrénées en 1819 et 1820; París, 1823, pág. 67]. En Baztán (Navarra) el txistu acompañaba, en el s. XVIII, a los paisanos que pasaban la revista de armas por el alcalde, que era su capitán [Libro de Cuentas que dio principio el año de 1766 del lugar de Oronoz siendo Regidor D. Bernardo de Larrain, dueño que fue de la casa Echandia del mismo].