Enérgica reacción de Abd-al-Rahmán III: batalla de Mudonia (918). No podía ver con buenos ojos el joven califa la acción expansiva de su rival y pariente el rey pamplonés ni tampoco la subida de los leoneses hasta la comarca de Gormaz, Duero arriba. Ambos reyes cristianos, que además de este común denominador, eran parientes y aliados, temían también las iras del nuevo califa, ansioso de desplegar sus entusiasmos como iniciación de gobierno. La derrota de Abd al-Rahmán por los leoneses en S. Esteban de Gormaz traería consecuencias inmediatas. Ahora corría el año 918; las fronteras extremas pamplonés-leonesas casi se tocaban por la parte de Gormaz; fortalezas y plazas fuertes mantenían ininterrumpida vigilancia manteniendo alertas las guarniciones. Ya no se presentaba el problema, como antaño, cuando los Banukasis eran aliados y sostenían un pequeño Estado pero independiente entre la España musulmana y el reino vasco. Estos muladíes habían sido vencidos y avasallados por Córdoba. Quedaba, pues, la frontera de la tierra llana abierta de par en par al invasor. Ambos monarcas cristianos y el califa presintieron que el momento era único y pedía una acción inmediata y decisiva. Ordoño y Sancho apretaron los lazos de su alianza. Abd al-Rahmán preparó un potente ejército. Era la primavera del 918 cuando las huestes de astures y vascones irrumpían cautelosamente en tierra cordobesa, unos hacia Talavera, sobre el Tajo, y otros hacia las cercanías de Nájera y Tudela asolando sus sembrados, e incendiando, algo más al norte, y siempre en tierra Banukasi, la mezquita del arrabal del castillo de Valtierra. Calahorra, Arnedo, Carcar y también Viguera caen en poder cristiano y, una vez fortificadas, ofrecían una buena defensa por la puerta del Ega. Así tanteaban las fronteras leoneses y vascones entre tanto el califa ordenaba los últimos preparativos al hachib Badr ben Ahamad para partir como jefe de una expedición cuya misión había de ser castigar a ambos reyes aliados. La acción comenzó con derrota cristiana, en Mudonia, en tierra leonesa. Estuvo presente Sancho Garcés con su aliado el musulmán Fortún ibn Muhamad Abd-alMalik, pariente suyo. El resultado de los combates parece que se decidió en favor de los musulmanes. En el invierno, que ya había asomado con sus fríos asoladores tanto por las mesetas como por las montañas, se dedicó al descanso. Ahora, ante el verano próximo, se prepara otra expedición a las órdenes del general omeya Ishaq ben Muhammad al-Qurashí que al fin hace su aparición en la frontera leonesa y, no sólo contiene a los combativos soldados de Ordoño, sino que los derrota y pone en precipitada fuga. La parte de León quedaba vengada. No se contenta Abd al-Rahmán III con este castigo. Ve el califa cómo el antes diminuto reino de Pamplona se ha expansionado tomando una amplitud peligrosa. Además, su respaldo sobre tierras vasconas y aquitanas, fuera de su alcance, exige un golpe tan decisivo que cesen de repente todas las pretensiones del audaz monarca. Abd al-Rahmán en persona mandará la famosa «expedición de Muez».