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NACIONALISMO (PRENACIONALISMO)

El nacionalismo vasco como ideología política se fragua, al igual que en el resto de Europa, en el s. XIX. Ello no obsta para que sus bases objetivas se puedan y deban buscar antes, principalmente a lo largo de la segunda mitad del s. XVIII, período álgido del despotismo ilustrado español. Dos son los fenómenos determinantes de esta eclosión del particularismo prenacionalista: 1.° Progresiva construcción de una conciencia vasca especialmente en el terreno de la historiografía. 2.° Creciente conflictividad centro-periferia. Como han señalado diversos autores (Mañaricúa, Monreal), ya desde el s. XVI existe un pensamiento político, el cantabrismo, que da cuenta de una cierta idea de comunidad bio-cultural originaria coherente (nobleza universal) de la antigua nación idiomática vasca o Euskal Herria (Leizarraga, Axular, s. XVI). Idea de nación prerromana aposentada en ambas vertientes de los Pirineos desde tiempos remotos en un historiador riguroso del s. XVII, Oihenart (Vasconia tvm Ibericae tum Aquitanicae).

Una serie de mitos -el nacionalismo no es una ciencia sino una creencia- y de esterotipos compartidos, la conciencia de un pasado, de un parentesco, y de un lenguaje comunes, la visión de los «otros» (castellanos, franceses, etc.), el sentimiento de compartir un solar común (Euskal Herria) y el de solidaridad cuando este solar es sólo un recuerdo (colonias vascas), los lazos económicos derivados de cierta complementariedad y de su peculiar exención aduanera, la común relación con América y la similitud de diversos componentes de su sistema político-administrativo (Fueros), son otros tantos elementos que contribuyen (Barahona, 1983; J. Greenwood, 1977) a forjar una identidad grupal claramente percibida por los otros y también por sus propios componentes (euskaldunak, los paisanos, los vascongados).

Por otra parte, hay un elemento exterior determinante: el diferente trato que van a recibir desde mediados del s. XVIII las instituciones euskaras por parte de los ministros de la Corona española y de su burocracia. En efecto, como es de sobra conocido, el giro que Carlos III da a su política administrativa (centralismo, dirigismo, constitución de un ejército a base de quintas) desde el motín de Esquilache va a afectar seriamente a la foralidad vasca. La conflictividad Gobierno-Vascongadas y Navarra será incesante a lo largo del resto del siglo. Como consecuencia, comienza a perfilarse en esos años un sentimiento victimista entre la población concernida y una ilidad cada vez mayor en el resto del Estado hacia las «provincias exentas» y el Reino de Navarra, independientes desde el punto de vista aduanero, y beneficiarias del lucrativo ramo del contrabando hacia Castilla. Como es fácil advertir examinando los documentos, esta continua conflictividad añade un elemento más al proceso de creación de una conciencia supraprovincial ya que son sólo cuatro territorios, étnicamente hermanos y contiguos, los que experimentan la sensación, cada vez más irritante, de ser desposeídos de sus tradicionales facultades. v. FUERO. Sus representantes suelen intercambiar información y consultan sus respectivos pareceres; por medio de las tradicionales Conferencias, las Provincias Vascongadas; mediante una correspondencia habitual, Navarra, cuya naturaleza jurídica es aún real, con Cortes estamentales y Virrey. El proceso de convergencia económico-constitucional (Rodríguez Garraza, 1988) acerca de esta forma a una nación primaria fragmentada.

Ver NACIONALISMO (Voz índice).

Estornés Zubizarreta, Idoia