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NACIONALISMO (PRENACIONALISMO)

El fuerismo prenacionalista. La desaparición o el recorte de los Fueros entre 1789 y 1841, abre paso al fuerismo conservador, tanto de origen liberal (moderado) como carlista, que se constituye en ideología dominante del País entre 1844-1868 y años sucesivos. Renaixenca catalana, Renascencia gallega, coinciden con un proceso de acercamiento institucional entre las provincias euskaras de España, roto de forma traumática al final de la II Guerra carlista. A partir de 1839 veremos generalizarse el adjetivo vasco, vasco-navarro para la totalidad de Euskal Herria y, a partir de 1876, el apellido euskaro calificará a los vascos de ambos lados de la frontera. El acercamiento al que aludimos se verifica ante el intervencionismo creciente del Estado (Guardia Civil, fiscalidad, administración) que amenaza tanto al arreglo foral de Navarra como a los amputados fueros vascongados. Iparraguirre y su himno se convierten en santo y seña del foralismo reivindicativo. Navarra no sólo se suma a éste; desde 1864, la nueva Diputación compuesta de carlistas, neos y foralistas inicia las primeras gestiones de un proyecto mancomunitario al que denomina Laurac Bat. El ideal «Laurac Bat» tiende a fortalecer los vínculos institucionales de las cuatro provincias «vasco-navarras» a fin de constituir una confederación oficial vasco-navarra como una verdadera nacionalidad y familia (Serdán, 1888:155; Ortiz de Zárate, «Sem. Cat.- Vasco-Navarro», 18-II-1870). Sus propagandistas más calurosos son el navarro Juan Cancio Mena y el alavés Ortiz de Zárate que amplía la futura confederación sumándole el País Vasco de Francia. La filosofía de fondo de este movimiento que brota en Navarra y se expande hacia las tres vascongadas es el catolicismo militante y el etnocentrismo vasco de base historicista. Sus gestiones hubieran podido ser coronadas con éxito si no hubiera sido por la radicalización de la cuestión eclesiástica (arreglo parroquial, supresión del diezmo) que incidió de forma negativa sobre el proceso convirtiendo al País Vasco en una Covadonga foral en la que la foralidad sirviera de valladar contra el laicismo triunfante en Europa. Como muestra significativa de este proceso valga el cambio de nombre de la revista «El País Vasco-Navarro» de Cancio Mena y Julio Nombela que en 1871 pasa a llamarse «Nueva España». Renace el carlismo subversivo en cuyo seno veremos otra vez cierta vena nacionalista recusadora del arreglo de 1841 («malhadado» e «ilegal») ya que «el liberalismo mató de hecho con el advenimiento de Isabel II al trono nuestra nacionalidad y el arreglo de fueros de 1841 sancionó por medio de una disposición legislativa lo que unos años antes hizo con los hechos el liberalismo». Las Cortes fueron «la expresión acabada y el símbolo completo de nuestra vida nacional». Por ello, los navarros tomaron partido por D. Carlos, actitud «a la que, como no podía menos de suceder, se unieron los vascongados» (Un navarro neto, 1871). La nueva guerra refuerza -como ha demostrado V. Garmendia- la solidaridad grupal de los vascos carlistas. Muchos de los que luego serán tópicos del aranismo -el binomio patriota-traidores, el concepto de raza, la licitud de la separación frente a la tiranía atea y/o centralista, la preocupación por el euskara, el victimismo, la interpretación maximalista del Fuero- cristalizan definitivamente entre 1872 y 1876. El término Euskaria surge también por estas fechas. El reino de los antiguos vascones, visto como etnarquía nacional, reaparece tras el protagonismo navarro de las dos pasadas guerras. Es el pensamiento que anima a Francisco Navarro Villoslada, autor de la popular «Amaya o los vascos en el siglo VIII» (1877-1879). Y el que inspira a Iturralde, Olóriz, Olave o Campión, cabezas pensantes de la «Asociación Euskara de Navarra», considerada también como un prenacionalismo (Elorza) o un primer nacionalismo vasco de raigambre historicista.