Literary Figures

Mokoroa Muxika, Justo

Escritor. Nació en Tolosa (Gipuzkoa) el 28 de mayo de 1901. Falleció el 7 de noviembre de 1990, en la Clínica San Sebastián de Bilbao.

Sus padres fueron fervientes cristianos que tuvieron nueve hijos, de los cuales la mayoría optó por la senda de la religión (fueron escolapios, jesuitas, monjas, etc.). Sin duda alguna fueron la personalidad y las aficiones del padre las que marcaron el camino que durante toda su vida siguió Justo Mokoroa.

Valeriano Mokoroa (1871-1941) era un hombre conocido en la Tolosa de la época: era dueño de una librería y una pequeña imprenta. Además de leer, escribía por afición y llegó a obtener algún premio. En la Fiesta Euskara celebrada en Oiartzun en 1897, por ejemplo, recibió un galardón por la comedia Damuba garaiz [=El arrepentimiento a tiempo]. Además, colaboró desde un principio en la revista Euskalzale que dirigía Azkue, y publicó algunos poemas en Euskal-Erria.

Justo Mokoroa realizó sus primeros estudios, entre 1906 y 1913, en los escolapios, y no tardó (como se ha dicho anteriormente, muy probablemente por influencia de su padre) en tomar el camino de la religión. En 1913 partió a Tafalla como estudiante, en 1914 a Peralta de la Sal y en 1915 inició el noviciado. Finalmente, estudió en Iratxe y Zaragoza entre 1917 y 1922. Se ordenó sacerdote el 15 de julio de 1922.

Entre tanto, cuando se realizó la II. Reunión de Eusko Ikaskuntza en Iruñea (1920), fue Mokoroa el encargado de recibir a los invitados y no recibió sino buenas palabras como respuesta a la bienvenida ofrecida.

El curso 1922/23 lo pasó en la escuela Santo Tomás de Zaragoza, y en 1924, cuando el secretario de la Academia Mercantil de Iruñea tuvo que abandonar su puesto de trabajo, nombraron a Mokoroa nuevo secretario. Transcurridos dos años, sin embargo, el tolosarra se embarcó rumbo a América por primera vez, hacia Santiago de Chile, donde pasó siete años trabajando como profesor de francés.

Cuando en 1933 el provincial escolapio Pantaleón Galeano decidió crear la provincia Vasconia, se percató de que la labor a realizar era enorme, por lo que durante varias semanas se dedicó a recabar ayuda y ayudantes junto a él. Entre ellos se encontraba el joven Mokoroa, que regresó de Chile a principios de 1934 para ayudar en los trabajos de organización de la provincia. El provincial, vista la buena labor del tolosarra, lo nombró su secretario, y Mokoroa ostentó dicho cargo hasta el estallido de la Guerra Civil Española en 1936, año en el que tuvo que huir al norte del Bidasoa (la víspera del Día de Todos Los Santos), al convento de Beloke.

Los benedictinos de Beloke acogieron bien a Mokoroa, y es que no resultaba ser el primer huido a quien recibían. Entre otros, el ataundarra Joxe Miguel Barandiaran también se encontraba allí en aquellas fechas, por lo que ambos guipuzcoanos tuvieron oportunidad de conocerse. Mokoroa comenzó a dar clases en Beloke, pero poco después fue llamado por el Seminario Diocesano, donde pasó cuatro años impartiendo clases.

1941 fue un año realmente duro: hacía solamente dos años desde el final de la Guerra Civil Española, y la Segunda Guerra Mundial no tenía visos de detenerse en Ipar Euskal Herria. Además, aquel año falleció Valeriano Mokoroa, padre de Justo. Si bien al principio Justo Mokoroa fue miembro de los escolapios de Orendain, no duró mucho tiempo allí, ya que decidió regresar a Chile por segunda vez.

La segunda estancia en Chile fue más larga, duró nueve años, y en ella retomó la enseñanza de francés y religión. Gracias a su constancia en el trabajo, en 1946 fue nombrado miembro del Comité Nacional de Catequesis, entidad de la que pasó a ser secretario entre 1948 y 1949. Por otro lado, durante su segunda estancia en Chile tuvo oportunidad de conocer a numerosos vascos allí exiliados, entre los que se estaban los hermanos Estornés Lasa.

Ya en 1950, Mokoroa regresó a Euskal Herria previo paso por Roma, pero en diciembre fue enviado a la Casa Pompiliana de Madrid. No parece que Mokoroa aceptó a gusto aquella orden, y es que posteriormente declaró en numerosas ocasiones que su estancia en la capital española había sido una pérdida de tiempo. Finalmente, regresó a Euskal Herria en 1953, donde vivió como profesor (en Tolosa y Bilbao) hasta el final de sus días.

Tras el regreso de Mokoroa a Euskal Herria, le fue ofrecida la Cátedra de Lengua Vasca de la Universidad de Salamanca, pero el tolosarra la rechazó por tratarse de un ofrecimiento proveniente del franquismo.

Precisamente fue en las décadas de los 50 y 60 cuando se reavivó el debate acerca de la necesidad del euskara batua, y Mokoroa explicó su parecer en el famoso Congreso de Arantzazu celebrado en 1968, donde leyó el trabajo Batasunari batzuk agurka eta beste batzuk aurka [=Algunos saludan la unidad y otros la rechazan]. Mokoroa era contrario a la creación del euskera estándar, ya que no lo creía necesario. Pensaba que para los temas científicos de corte general ya era suficiente con el francés y el español (lenguas que conocía ampliamente); asimismo, creía que el ámbito de uso del euskera eran los espacios y temas más pequeños, en los que el batua no era necesario. Sin duda alguna, el tolosarra no pensaba que el euskera llegaría a alcanzar el rango que alcanzó a finales del siglo XX, y por ello concluyó que los ámbitos de uso de la lengua vasca, que a su vez eran "ámbitos de resistencia", estaban limitados a lo pequeño. La mayoría de los euskaltzales de la época criticaron duramente la propuesta de Mokoroa, ya que defendían el ideal propuesto ya por Lizardi antes de la Guerra Civil Española: querían un "noranahiko euskara", un euskera utilizable en cualquier ámbito.

Por otro lado, es sabido que Mokoroa no sentía especial simpatía con los que habían aprendido euskera fuera del círculo familiar. El tolosarra pensaba que no llegaban (ni jamás llegarían) a alcanzar los niveles de aquellos que habían aprendido la lengua vasca en casa.