Concept

Matxinadas

La Machinada de la Sal de 1631 tuvo lugar en Bizkaia entre septiembre de 1631 y mayo de 1634. Desde comienzos del siglo XVII existió un importante malestar en el Señorío, coincidiendo con el intento de establecer el servicio de Millones en 1601, hecho que provocó ciertos motines. Seis años después, en diciembre de 1607, se produjeron encendidas protestas contra el sistema de representatividad y el regimiento de la villa de Bilbao, puesto que a consecuencia del proceso de oligarquización que se estaba produciendo en su seno, el pueblo llano tenía cada vez más difícil defender sus intereses. Por otro lado, a fin de mantener su prestigio internacional, la Corona castellana, de la mano del Conde-duque Olivares, puso en marcha una serie de medidas uniformistas y centralistas. La "Unión de Armas" trató de repartir el peso del mantenimiento del Imperio español entre todos los súbditos por igual. Hasta la fecha, todo el peso había recaído sobre la propia Castilla, mientras que el resto de territorios, entre ellos los territorios vascos, quedaban exceptuados. El proyecto del Conde-duque Olivares se puso en marcha en 1625, tratando de que todos los territorios que formaban la Corona aportasen y colaborasen de igual manera en el mantenimiento del Imperio, pero ello iba en contra del ordenamiento legal y foral de algunos territorios. El propio Señorío de Vizcaya, gracias a su sistema foral, disfrutaba ya desde el siglo XVI de cierta exención fiscal, por lo que no contribuía al Servicio Ordinario, al Servicio Extraordinario o al Servicio de Millones; únicamente pagaba a la hacienda real el Real Pedido. La imposición del nuevo impuesto o gabela sobre la sal provocó el alza de los precios de los alimentos y demás productos, abriendo las puertas a la especulación, en un momento en el que las malas cosechas de años anteriores habían obligado a las provincias marítimas vascas a importar cereales desde Andalucía: muchos productos se extraían a Gipuzkoa y Lapurdi, poniendo en peligro el abastecimiento. Sumado a ello, en 1630 la hacienda real obligó al Señorío a pagar los derechos sobre la lana, a pesar de haber estado exento hasta la fecha.

El aumento de la presión fiscal provocó la radicalización del pueblo, poniendo en cuestión el propio gobierno del Señorío. Finalmente, el 18 de julio de 1631 la revuelta explotó, cuando las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya decretaron una nueva leva de soldados, la prohibición de compraventa de sal y el pago de un nuevo Pedido Real. Las medidas aplicadas a la sal aumentaron su precio en un 40 %, perjudicando claramente a pescadores, campesinos, artesanos y pequeños mercaderes, es decir, tanto a productores como a consumidores. No se debe olvidar que la sal era un componente esencial y tenía numerosas aplicaciones: salazón y conserva del pescado y la carne, alimento del ganado, beneficio y confección de pieles. Sin embargo, aprovechando el tumulto, los mercaderes hicieron sus propias peticiones: compraventa libre del hierro y la lana, anulación de las tasas aduaneras y libre introducción de ganado. El malestar aumentó el 24 de septiembre de 1631, cuando un grupo de campesinos de Guernica entró por la fuerza en las Juntas Generales que se estaban celebrando en dicha localidad. En octubre de 1632 la situación se recrudeció cuando las Juntas Generales aceptaron un nuevo Pedido, para lo que decidieron repartir por toda Bizkaia el pago de 424.314 maravedís, y el representante real, Alonso de Enríquez, trató de cobrar nuevos impuestos. Además, el sustituto temporal del corregidor estableció el precio de la sal en 25 maravedís, 11 de ellos como impuesto. Esa fue la decisión que encendió la mecha entre el pueblo llano de Bilbao, entre octubre y diciembre. Los machinos asesinaron a Domingo de Castañeda, procurador del Tribunal del corregimiento. Los ánimos se calmaron el 10 de diciembre de 1632, coincidiendo con la vuelta del corregidor, Lope de Morales. No obstante, en febrero de 1633 Bilbao se volvió a rebelar, aprovechando que las Juntas Generales se estaban celebrando en la villa. En esta ocasión las peticiones de los amotinados fueron más allá: defensa foral, retirada de la prohibición de venta de sal, anulación del nombramiento de representantes y oficiales concejiles, anulación de las nuevas imposiciones, anulación de la obligación del pago de tasas en Vitoria y Elgoibar, no imposición de cargas al hierro exportado a Castilla, prohibición de la importación de vino de Ribadavia y castigo de Fernández del Campo, sustituto del corregidor, y sus secuaces, por cometer contrafuero.

La radicalización del movimiento provocó ciertas fisuras entre los amotinados. Los mercaderes se alejaron de la machinada, propiciando así un acercamiento hacia las autoridades. Finalmente, en abril de 1634 el rey cejó en sus pretensiones y prometió cumplir el fuero y retirar la prohibición sobre la venta de sal. De todas formas, la represión hizo acto de presencia y el día 20 de abril un destacamento real entró en Bilbao al mando del guipuzcoano Juan Alonso de Idiáquez, con orden de capturar y ejecutar a los cabecillas. Finalmente, sin embargo, dicha orden únicamente fue aplicada sobre seis personas, mientras que el resto fue indultado.