Concept

Maíz

Se coloca en la artesa, maida o ora-mahaia (se puede hacer encima de una mesa normal y si era de encimera de mármol como las del siglo pasado mejor) un montón de harina de maíz, que es necesario esté recién molida para que no le salgan grumos. Se hace un agujero en el centro, se añade una pizca de sal y en él se añade agua caliente y poco a poco se va mezclando harina y agua, amasándolo todo fuertemente hasta lograr una masa que no se pegue en la artesa ni en las manos.

Nunca hay que dejar que la masa se enfríe. Se extiende la masa formando las tortas a mano, finas y redondas, y se ponen en la chapa caliente para que se asen. Una vez asadas por un lado se da la vuelta para que se haga por el otro. Se hinchan ligeramente.

El secreto del talo está en que todo se elabore en caliente (masa, extendido, chapa y servir).

En los caseríos había costumbre de colocarlas luego verticalmente cerca del fuego antes de comerlas.

Se usaba como acompañamiento de las comida, fuera el primero o segundo plato, o en los postres con queso o miel.

Si en lugar de hacerlas planas se hace en bloque, a modo de tarta es el artoa. En este caso se le suela añadir un poco más de agua para hacer la masa más blanda. Se solía hacer en el horno de pan. Luego se consumía como acompañante en el café-con-leche, o simplemente con leche caliente.

Morokil

Se entiende como morokil, en castellano sería polenta, a una crema o papilla espesa que se confeccionaba con harina de maíz cocida con agua y sal, y que a la hora de comer se añadía leche caliente. En algunas casas se hacía con harina y leche en lugar de agua. Era de más categoría (recordar que incluso la leche se auto-racionaba en los caseríos) y más rica. También algunos la endulzaban con miel.

Para prepararla se ponía un recipiente con agua y un poco sal al fuego y se iba añadiendo la harina poco a poco con una mano mientras con la otra se batía para evitar se formaran grumos. Se le solía dejar que hirviera, ya que tenía que engordar y quedar como una papilla, tras lo cual se retiraba del fuego, para ponerlo en una fuente. Se servía fría, aunque algunos la consumían en taza, añadiendo según los gustos, agua o leche caliente.

Como curiosidad diremos que los romanos eran tan aficionados a las gachas, que incluso en aquellas fechas se les insultaba llamándoles "comedores de gachas", y es que en Roma la harina era de tan mala calidad que no permitía hacer la panificación, por lo que su consumo era haciendo platos semi-líquidos, como la mola salsa, o la puls, hoy popularizada como polenta (gachas de harina de maiz)6.

6Flandrin, Jean-Louis y Máximo Montanari. Historia de la Alimentación. Ediciones Trea, S.L. Somonte-Cenero. Gijón (Asturias). 2004. p. 210.