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Historia del Arte. Renacimiento

La disciplina arquitectónica, una vez más, tomó también en este período la iniciativa. Aunque la escultura y la pintura consiguieron una mayor independencia respecto a la arquitectura, esta disciplina continuó siendo durante este período la más importante, y marcó el ritmo de las principales características que se sucedieron.

Aunque resulta difícil percibir una voluntad de coherencia formal en las numerosas obras que se construyeron en el territorio de Euskal Herria durante este período renacentista -ya que no existió ningún criterio unificador o institución que tutelase en nuestro territorio el estilo-, la pervivencia de formas tradicionales y clásicas fue una de las características que se repitió constantemente. De esta forma, aunque el arco de medio punto y la columna de capitel clásico se aceptaron y se adaptaron con celeridad, otros elementos característicos del renacimiento como las plantas centralizadas o el uso de las cúpulas, tardaron bastante en ser incorporadas. De hecho, al inicio del período, la mayoría de los elementos renacentistas se concentraron en las portadas, mientras que la estructura del edificio continuaba realizándose bajo parámetros góticos. La renuncia generalizada a la decoración esculpida en los elementos constructivos es otra de las características de la arquitectura de este período, de ahí que el ornamento se refugiase en las portadas.

En cuanto a la arquitectura civil, además de los numerosos palacios que se conservan de este período, lo que nos indica una etapa menos belicosa y más próspera, también destacaron los primeros hospitales, universidades y ayuntamientos. El desarrollo de esta última tipología nos demuestra que el poder civil de las villas comenzaba a desmembrarse del religioso y a reivindicar su propio espacio vital tanto en la sociedad como en el trazado urbano. Durante este período también se definió la tipología del caserío vasco ya que, aunque se cree que fue a finales del siglo XV cuando se establecieron las actuales características de la arquitectura del caserío, fue en este período cuando comenzamos a encontrar los primeros ejemplos conservados.

Respecto a la principal tipología, el palacio fue el edificio más extendido y también conoció una enorme variedad de composiciones, aunque las constantes fueron, como en la arquitectura religiosa, las plantas rectangulares y la ausencia de decoración en los paramentos, así como la desaparición del carácter defensivo y la presencia de torres, solanas, heráldicas, rejería, garitas en los ángulos, aleros y, sobre todo, generosos vanos e incluso logias en sus pisos altos. En Euskal Herria durante este período se distinguen dos tipos de palacios, el de tipo compacto, sin patio interior, en la costa atlántica, y el que cuenta con patio, de tipo de mediterráneo, en el interior del territorio.

Por todos los territorios de Euskal Herria encontramos importantes ejemplos de arquitectura civil. En Navarra hay que destacar el Hospital General de Navarra -actual Museo de Navarra, del que se conserva la portada plateresca-, los ayuntamientos de Allo, Sangüesa y Tudela, y los palacios de San Cristóbal en Estella y el del Marqués de San Adrián en Tudela, el más espectacular por sus aleros, arcadas y patios interiores siguiendo el modelo mediterráneo. En cuanto a Iparralde, nuevamente, nos alejamos de los modelos de palacios descritos y los escasos ejemplos que se construyeron -de los que apenas conservamos restos- se realizaron siguiendo trazas italianas.

En cuanto a los palacios de los dos tipos que hemos destacado, aunque Gipuzkoa conserva ejemplos tanto del primer tipo -palacio de Carlos V en Hondarribia- como del segundo -Narros en Zarautz y Ubillos en Zumaia-, los más significativos se encuentran en Vitoria. En el palacio de Bendaña, por ejemplo, destaca su interior, organizado en tres plantas y con un patio de galerías en escuadra. En el palacio de Montehermoso, en cambio, edificio de planta rectangular organizado en torno a un patio central cuadrado, destacan sus cuatro torres en las esquinas, mientras que en el palacio de Salinas, lo más significativo es la galería exterior arquitrabada con diez columnas dóricas que remata el cuerpo principal constituido por cuatro plantas y una portada adintelada. Pero el palacio más importante de este período es el de Escoriaza-Esquivel; mandado construir por Fernán López de Escoriaza, médico de Carlos I. Destaca en su exterior por el encadenado que rodea el perímetro de su planta rectangular; en el interior el patio se organiza en torno a tres crujías con dos pisos y arcos de medio punto y conopiales, que recuerdan a las logias italianas. Para finalizar con esta tipología, hay que mencionar la presencia singular en el valle del Urola en Gipuzkoa de palacios de influencia mudéjar. El origen de este tipo de palacio de estructura atlántica realizado en ladrillo, está en la construcción en este estilo de la torre de los Loiola a finales del siglo XV; posteriormente, en el renacimiento, se realizaron el palacio Anchieta en Azpeitia y Floreaga en Azkoitia, con una doble galería.

Sin embargo, uno de los ejemplos más significativos de la arquitectura civil en Euskal Herria responde a un nuevo tipo de edificio, la universidad. Fundada por Rodrigo Mercado de Zuazola, la Universidad de Sancti Spiritus de Oñati en Gipuzkoa, combina elementos del renacimiento italiano con otros góticos. El diseño del edificio, que se debe al tracista Rodrigo Gil de Hontañón -la ejecución al maestro de obra guipuzcoano Domingo de Guerra-, presenta una planta rectangular de dos pisos con patio central y torres angulares. El elemento más importante y característico del edificio es su patio, organizado en dos pisos de arquerías sobre columnas corintias.

En cuanto al caserío vasco, aunque su estructura estaba ya codificada desde la Edad Media, los primeros ejemplos que conservamos corresponden a este período, en el que aunque recibió la influencia renacentista, prevaleció la sobriedad ya destacada. La importancia de la fábrica del caserío de este período reside en que por primera vez se conciben como una construcción monolítica, de gran tamaño y cubierta a dos aguas. Hasta entonces, en el hábitat rural se construían de forma dispersa un conjunto de edificaciones en madera -vivienda, establos, graneros, hórreos, lagares- y es ahora cuando todo se funde en un único edificio, realizado en piedra el primer piso y con madera el resto de los pisos, los soportes estructurales y los cerramientos. En esta nueva construcción se concentraban todas las actividades y, de hecho, en función de las actividades que se desarrollaban, la estructura del edificio variaba, distinguiéndose tres tipos de caseríos: el vizcaíno, el guipuzcoano y el labortano. La excepción a este tipo de construcción lo constituía el caserío de Zuberoa, ya que en esta área influyó la variante de casa pirenaica con una planta en L más pequeña y con la cubierta más empinada y en pizarra. El resto de los caseríos vascos se distingue por su planta rectangular.