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Historia del Arte. Neoclasicismo

A pesar de las adversas circunstancias históricas que se vivieron, la cantidad y la calidad de las obras construidas en Euskal Herria es notable, e incluso, nuestro territorio participó en el debate teórico aportando algunas de las obras y de los arquitectos más interesantes del período. En este sentido, la arquitectura neoclásica no fue un estilo que llegó a nuestro territorio con tardanza y colateralmente, sino que se adoptó desde el inicio y se defendió hasta que un nuevo estilo, el eclecticismo, más acorde con la evolución histórica del siglo XIX, se impuso en el gusto artístico.

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La arquitectura neoclásica se caracterizó principalmente por la claridad estructural y la depuración del ornamento promoviendo un descarnado geometrismo. Para los arquitectos neoclásicos el edificio se definía a partir de los volúmenes nítidos, compactos y jerarquizados, y la geometría sencilla y simétrica. De esta forma, frente a los excesos del barroco, para los arquitectos neoclásicos las líneas y los contornos no debían quebrarse ni interrumpirse, los volúmenes exteriores debían reflejar claramente el interior, y los huecos -puertas y ventanas- debían abrirse en los muros sin marcos.

En cuanto a las tipologías, como ocurrió con anterioridad durante el período barroco, y también en otros ámbitos como el político, el económico, el social y el cultural, en el neoclasicismo la tipología civil adquirió mayor relevancia que la religiosa y los ejemplos más numerosos e importantes así lo atestiguan. En este sentido, aunque en el neoclasicismo también se construyeron iglesias y se desarrollaron nuevos modelos tipológicos interesantes como el de los cementerios, principalmente, fue un estilo que surgió y evolucionó paralelamente al poder civil.

Además, el ámbito civil se expandió y se enriqueció con nuevas tipologías como la de los hospitales, museos, teatros o puertos, que demostraron no sólo la necesidad por satisfacer la creciente demanda que surgía paralelamente a la Revolución industrial, el desarrollo económico y el crecimiento demográfico sino, también, la demanda existente de unos edificios específicos vinculados a la autoridad civil.

En cuanto a las características formales, las construcciones neoclásicas de la arquitectura civil también prescindieron de detalles ornamentales complementarios como molduras, ménsulas y antepechos. Destacan, por otra parte, el tamaño y el aspecto volumétrico y compacto de la estructura a través de grandes sillares bien trabajados y líneas de vanos apaisados que, vaciados directamente en el muro, se convirtieron en la única referencia compositiva.

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En Navarra, Ventura Rodríguez introdujo el estilo neoclásico a través de una obra civil, el acueducto de Noain. En cuanto al resto de los edificios, hay que destacar en Pamplona el teatro Principal -actual teatro Gayarre- y el palacio de la Diputación de Navarra; en el primero, obra de los guipuzcoanos Pedro María de Ugartemendia y José de Nagusia, destaca su estilo sobrio y la particularidad de que los volúmenes exteriores dejan traslucir la organización interna, mientras que en el segundo, de José de Nagusia, destacan los detalles renacentistas que denotan un gusto romántico. Sin embargo, el proyecto más ambicioso que se llevó a cabo en Navarra durante este período fue la plaza Mayor de Tafalla del alavés Martín de Saracibar, realizada al final del período, y trazada con forma rectangular, en la que destacan los pórticos en la planta baja y dos pisos superiores de sencillos huecos rectangulares.

Pero es en Álava donde encontramos mayores novedades, concretamente, en la obra de Justo Antonio de Olaguibel. Este arquitecto alavés fue, junto a Ventura Rodríguez, el principal responsable de introducir el neoclasicismo en Euskal Herria a través de una obra sencilla, rigurosa y elemental, en la que no solo demostró conocer la antigüedad clásica sino saber integrarse en el entorno, respondiendo a las necesidades de una ciudad como Vitoria. Sus dos obras más importantes en esta tipología fueron la plaza Nueva y las casas de los Arquillos, aunque también realizó en Armentia el palacio del obispo Díaz Espada, en la que destaca su fachada principal. La plaza Nueva fue construida por el ayuntamiento con el doble objetivo de realizar una nueva casa consistorial y potenciar desde ella el nuevo ensanche de la ciudad hacia el sur; el trazado cuadrangular de la plaza se mantuvo fiel al diseño de las plazas barrocas con fachadas uniformes ordenadas en torno a cuatro plantas, dos bajo soportales y otras dos sobre ellas. En cambio, en las casas de los Arquillos el objetivo era salvar el desnivel que existía entre el casco antiguo y la nueva plaza; construida con un lenguaje de formas sencillas y sobre pasos porticados en arquerías de donde toma el nombre, la novedad que aporta se encuentra en los espacios abovedados que permitieron aliviar la presión de la tierra y se utilizaron como almacenes.

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En Gipuzkoa, la introducción del lenguaje renovador del neoclasicismo también vino de la mano de un arquitecto excepcional, Pedro María de Ugartemendia. Aunque su proyecto más interesante y renovador fue el trazado urbano que diseñó para Donostia, que finalmente no se realizó, en la plaza de la Constitución de la misma ciudad podemos ver su concepción de la arquitectura neoclásica de un modo sobrio y sencillo. En cuanto al ayuntamiento, que se construyó en uno de los lados de la plaza, fue obra de Silvestre Pérez, y en el mismo destaca la portada. En el resto de la provincia destacar la plaza de Euskal Herria de Tolosa de José Eleuterio de Escoriaza y los ayuntamientos de Ordizia y Orendain, el primero de Alexo de Miranda y el segundo de Justo Antonio de Olaguibel, construidos reinterpretando el modelo barroco con austeridad.

Respecto a Bizkaia, desde el inicio del período se realizaron obras importantes como los ayuntamientos de Otxandio, Ondarroa y Balmaseda, donde se repite el modelo barroco con soportales de arco de medio punto, el edificio de Aduanas de Orduña, un edificio grandioso pero rígido y severo, y el hospital de Atxuri de Gabriel Benito Orbegozo, un edificio sobrio, sencillo y funcional, donde se introduce la nueva tipología hospitalaria del modelo británico a base de pabellones independientes. Sin embargo, la obra más ambiciosa del estilo en la provincia es la Casa de Juntas de Gernika, obra de Antonio de Echevarría; en este conjunto de diferentes edificios organizados como una acrópolis, destaca la tribuna Juradera, realizada siguiendo el diseño del pórtico de entrada del Panteón romano. Del mismo arquitecto es la plaza Nueva de Bilbao, donde destacan los pórticos con arcos de medio punto de orden toscano.