Concept

Feudalismo

No es extraño en este contexto que sea un símbolo relevante de la sociedad feudal y de estos vasallos de reyes y de otros señores la posesión de fortalezas, casas-torres o castillos. Este tipo de construcciones estará muy presente en la Edad Media navarra, guipuzcoana, alavesa, vizcaína y en el País Vasco francés. En particular en estos territorios fue bastante frecuente la presencia de numerosas casas-torres, después también palacios, que ejemplificaron el poder y del dominio de los linajes hidalgos y nobiliarios y de sus herederos, los cuales acabaron accediendo a la titularidad de estos solares y construcciones a través del sistema de mayorazgo. Casi siempre los castillos estuvieron más bien relacionados con la defensa de las fronteras de la corona de Castilla, del reino de Navarra, del reino de Inglaterra o del reino de Francia, pero su custodia solía ser entregada a estos mismos nobles e hidalgos.

A su vez estos señores de la tierra y de la guerra a través de privilegios, de su participación en la administración y de derechos de carácter jurisdiccional, obtenidos normalmente por concesión regia, ingresaron nuevas rentas, acrecentando de este modo su influencia y dominio sobre el conjunto social del territorio, donde residían o se encontraba su solar. Me refiero en concreto a la consecución de diezmos de determinadas iglesias locales y a otros derechos derivados del hecho de ser señores de patronato laico (los Lazcano, Ayala, etc.), a la participación en los beneficios de la fiscalidad real, mediante la percepción de rentas en las alcabalas (Mendoza, Guevara, etc.), en los derechos de ferrerías -los Loyola en 1377-, en diezmos de la mar, "pedidos", etc. y a su inserción en las estructuras de gobierno del reino de Castilla bien en otras zonas de la Corona o en Bizkaia - los Hurtado de Mendoza como prestameros durante la baja Edad Media -; en Gipuzkoa- los Ayala como merinos, etc.-; en Álava - en el siglo XIV los Ayala, alcaldes y los Gaona, merinos, etc.-; en San Juan de Pie de Puerto como castellanos -los Agramont, los Enríquez de Lacarra, los Beaumont, los Ramírez de Baquedano, etc.-; en el reino de Navarra al sur de los Pirineos -los Peralta, Medrano, Lacarra, Arellano, Garro, Navarra, etc. en el XV-.

Desde este punto de vista el sistema social feudal favoreció sobre todo a una élite caballeresca con capacidad económica para disponer de pequeños ejércitos privados y cuya máxima expresión en Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Navarra y el País Vasco francés fueron algunos nobles, hidalgos y los Parientes Mayores, organizados durante algún tiempo en Álava en torno la cofradía de Álava y en Navarra en la cofradía de infanzones de Obanos, y más en concreto el señor de Bizkaia - Iñigo López a comienzos del siglo XI-, el conde de Oñate y los Lazcano en Gipuzkoa, el señor de Ayala, los Mendoza, los Sarmiento, los Velasco, los Rojas, los Gaona, etc. en Álava, los Agramont y Luxa en el País Vasco francés y en el reino de Navarra "ricoshombres" en uno u otro momento como los Almoravit, Aibar, Martínez de Morentín, Beaumont, Agramont, Medrano, etc..

Esta baja o alta nobleza vasca fueron por antonomasia vasallos de los reyes y los más destacados tuvieron asimismo vasallos en uno u otro grado, elementos que han servido para caracterizar el régimen feudal en su acepción jurídico-institucional o político-administrativa. Los homenajes de fidelidad no están ausentes en este tipo de relaciones feudo-vasalláticas (los señores de Luxa, Agramont y Baigorri, el señor de Labrit y vizconde de Tartas, el conde de Foix y de Bigorra, vizconde de Bearn y el vizconde de Soule por el castillo de Mauleón, etc., con los reyes de Navarra). A veces estos vasallos compartieron sus lealtades, obligaciones y compromisos con más de un señor o con más de un monarca. Esto es visible, a modo de ejemplo, en el siglo XV con los Beaumont y los señores de Saint Pée asimismo con claros intereses respectivamente en la Gascuña perteneciente al rey de Inglaterra y en la Corona de Castilla (Gipuzkoa) y algo similar sucedió con los Guevara, condes de Oñate, pero chambelanes del rey de Navarra a comienzos del siglo XV y con una política matrimonial que tuvo en cuenta a los principales linajes navarros. En relación con los vasallos reales, ya el libro de las Partidas del monarca castellano Alfonso X el Sabio de fines del siglo XIII se refería a este grupo social ofreciéndole una preeminencia específica:

"...Defensores son uno de los tres estados por que Dios quiso que se mantuviese el mundo: ca bien asi como los que ruegan á Dios por el pueblo son dichos oradores; et otrosi los que labran la tierra et facen en ella aquellas cosas por que los homes han de vevir et de mantenerse son dichos labradores; et otrosi los que han á defender á todos son dichos defensores: por ende los homes que tal obra han de facer tovieron por bien los antiguos que fuesen muy escogidos, et esto fue porque en defender yacen tres cosas, esfuerzo, et honra et poderio. Onde pues que en el título ante deste mostramos qual debe el pueblo seer á la tierra do mora, faciendo linage que la pueble et labrándola para haber los frutos della, et enseñorándose de las cosas que en ella fueren, et defendiéndola et cresciéndola de lo de los enemigos que es cosa que conviene á todos comunalmente; pero con todo eso á los que mas pertenesce son los caballeros á quien los antiguos decian defensores, lo uno porque son mas honrados, et lo al porque señaladamente son establescidos para defender la tierra et acrescentarla..." ...

(Partidas, II, 197).

En los siglos XIII al XV los hidalgos alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos fueron vasallos del rey de Castilla y sobre todo caballeros y escuderos guipuzcoanos actuaron asimismo como mercenarios de los reyes navarros en sus campañas militares en el reino de Francia, obteniendo a cambio substanciosas rentas en dinero (feudos de bolsa, es decir, cantidades monetarias asignadas a la tesorería real o sobre determinados ingresos y soldadas), donaciones o cargos en la administración, rentas o derechos sobre determinadas comunidades campesinas (los Guevara y los caballeros navarros en Navarra o los "señores de behetría" en las comarcas más occidentales de Alava). Asimismo los ricoshombres navarros y otros sectores nobiliarios del mismo reino fueron protagonistas directos de muchos de los acontecimientos que tuvieron lugar en dicha sociedad feudal participando en las guerras y recibiendo a cambio "feudos de bolsa" y otro tipo de mercedes por servir con sus gentes y compañías armadas a sus reyes. En relación con estas cuestiones el libro de las Partidas de Alfonso X el Sabio alude al vasallaje y la relación feudal, así denominada, que se establecía entre el monarca y sus vasallos y que ciertamente afectó a linajes guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos:

"...Feudo es bienfecho que da el señor á algunt home porque se torna su vasallo, et le face homenage de serle leal: et tomó este nombre de fe que debe siempre guardar el vasallo al señor. Et son dos maneras de feudo: la una es quando es otorgado sobre villa, ó castiello ; ó otro cosa que sea raiz: et este feudo atal non puede seer tomado al vasallo, fueras ende si fallesciere al señor las posturas que con él puso, ó sil feciese algunt yerro tal por que lo debiese perder, asi como se muestra adelante. Et la otra manera es á que dicen feudo de cámara: et este se face quando el rey pone maravedis á algunt su vasallo cada año de su cámara: et este feudo atal puede el rey toller cada que quisiere..."

(Las Partidas, III, 140).

Por tanto algunos sectores nobiliarios y por supuesto los Parientes Mayores formaron parte de un engranaje político sustentado a través de las relaciones feudo-vasalláticas, las cuales llevaban consigo una compensación económica que los reyes y los señores entregaban a sus vasallos a cambio de servicios fundamentalmente de carácter militar.

Recíprocamente señores y vasallos se debían teóricamente lealtad, protección y ayuda. Como se ha visto, las Partidas definen este tipo de relaciones diferenciando entre feudo, tierra y honor. El primero obliga a servicios "con cierta contia de caballeros ó de homes, ó servicio señalado, o en otra manera quel prometiese de facer", los dos últimos conceptos se refieren a la concesión de mercedes reales sin obligar a la contrapartida del servicio, que se omite porque no se considera necesaria.

Ya los Guevara, señores de Oñate, a mediados del XIV recibieron las rentas de distintos lugares navarros (Oco, Etayo, Riezu, Villatuerta, Lerín, Vidaurre) y castellanos (valle de Léniz en Gipuzkoa) a cambio del servicio militar futuro a los monarcas navarros o castellanos. En este mismo sentido, como ha quedado atestiguado en varios casos durante la baja Edad Media, la concesión de monasterios a los principales linajes vascos (Loyola, Balda, Iraeta, Olaso, etc.), convirtiéndose de este modo en señores de patronato, fue una consecuencia de los servicios militares prestados y no dejaba de ser el otorgamiento de un beneficio, concretado en una compensación económica -derecho a percibir los diezmos-, en un derecho jurisdiccional sobre los nombramientos de los clérigos y en una preeminencia socio-religiosa -también en lo que se refiere a su colocación en la iglesia y al lugar de su enterramiento rodeado de los escudos de armas de su linaje- sobre el resto de los parroquianos de dicho centro eclesiástico. En todo caso, al contrario de lo que sucedió en los siglos XIV y XV, hubo épocas en que algunos señores de iglesias "monasteriales" alavesas, guipuzcoanas, vizcaínas y navarras las donaron a otras instituciones monásticas como San Félix de Oca, San Millán de la Cogolla, San Salvador de Leire, Santa María de Irache y San Juan de la Peña, etc. (siglos X al XII).

Se trataba, sin duda, de personajes, que habían conformado pequeños señoríos y posiblemente bien relacionados con las monarquías astur-leonesa o pamplonesa. De entre este grupo, que tiene uno de sus pilares en la milicia, sobresalieron unos pocos linajes, los cuales llegaron a conformar, en cierto modo importantes señoríos bien de carácter territorial principalmente en Navarra, gran parte de Gipuzkoa y Bizkaia, así como en el País Vasco francés (Lazcano, Butrón, Oñaz, Loyola, Gamboa, etc.) o bien de carácter territorial y jurisdiccional como sucedió en algunas partes de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia con las tierras de los Guevara, condes de Oñate; de los señores de Murguía en Astigarraga -1382- (Gipuzkoa), de los señores de Ayala y condes de Salvatierra en Alava y Bizkaia; de los Sarmiento, Rojas, de los duques del Infantado y de otros Mendoza en Álava - Mendívil, Mártioda y Mendoza, La Ribera -. Asimismo señoríos jurisdiccionales y territoriales son visibles en las Tierras que en Ultrapuertos poseyeron los Luxa y Agramont, así como en el resto del reino de Navarra como es el caso de los Garro-Ezpeleta en el vizcondado de Erro (1408), los Navarra en el vizcondado de Muruzábal y en Valdizarbe, Muruarte de Reta, Obanos, Orendain, Uterga, Gomacín y Añorbe, así como los Beaumont, condes de Lerín, en lugares como Santacara y Murillo el Fruto (1447).

Incluso algunos de estos señores laicos llegaron a conceder fueros a los vecinos de los lugares de su señorío, como son los casos del Señor de Vizcaya a los pobladores de las nuevas villas fundadas o a recoger por escrito las costumbres jurídicas y sociales de una determinada comarca, como hizo Fernán Pérez de Ayala, Señor de la Tierra de Ayala -Fuero de Ayala de 1373-. Merece la pena destacar, no obstante, la peculiaridad jurisdiccional del señorío de Vizcaya y del "señorío colectivo" de la Cofradía de Álava o de Arriaga, hasta su desaparición en 1332. Por otra parte basta una lectura superficial del Fuero General de Navarra, redactado en el siglo XIII, para constatar la importancia que tuvieron los campesinos solariegos, es decir, de señorío. Estamos en presencia de uno de los elementos económicos y sociales que componen el feudalismo en el País Vasco. Sobre todo en el reino de Navarra la palabra "pechero" estuvo relacionada con quienes pagaban "pechas" a señores laicos -reyes inclusive- o eclesiásticos, las cuales tuvieron un claro contenido de dependencia señorial. De ahí el desprecio y el rechazo al pago de este tipo de rentas, mal considerado por los campesinos que lo pagaban - pues no todos los labradores pagaron este tipo de tributo-. En este mismo sentido contamos con campesinos navarros que prefirieron pagar lo mismo, pero bajo otro concepto, por ejemplo el de censo. El título IV, capítulo IX del Fuero General de Navarra dice sobre los campesinos solariegos y sus señores lo siguiente:

"Si el Seynnor solarigo dissiere al villano solarigo, enséyname mi heredat por la quoal me deves peyta, dével enseynnaar cada aynno toda su heredat entegrament, el villamo con yfanzones et con lavradores et vezinos de la villa, dével apear toda la heredat: con tanto si el villano non fuere creydo, el villano teniendo la heredat quel avrá apeado, dével dar ferme yfanzon daqueylla villa dont la heredat es en el portegado de la glesia vezinal, de lo demás que el solarigo fayllare daqueylla heredat. Di adelant, aqueyllo que fayllare daqueylla heredat puede aver yfanzon".

Asimismo en otros territorios, algunas poblaciones o personas estuvieron sujetas al pago de determinados censos por ser "collazos" o tuvieron que pagar infurciones (Álava), o censos labradoriegos (Bizkaia) o prestaciones en concepto de "boteya" (Baja Navarra), rentas que suponían un claro reconocimiento señorial de carácter solariego.

De este ambiente y contexto no pudieron marginarse otras instituciones, como los grandes monasterios y las iglesias catedrales, que tuvieron asiento principalmente en Navarra, Álava, Bizkaia y en el País Vasco francés, las cuales reprodujeron los mismos modos de producción y explotación de la tierra que utilizaron los grandes señores en otras latitudes de la cristiandad medieval europea e hispana. Me refiero entre otras a los monasterios de San Salvador de Leire, Santa María de la Oliva, Santa María de Irache, Santa María de Iranzu, la colegiata de Roncesvalles, la iglesia catedral de Pamplona en Navarra; el monasterio de Santa María de Barría y el convento de San Juan Bautista de Quejana en Álava, la iglesia catedral de Bayona en el País Vasco francés y la colegiata de Santa María de Cenarruza en Bizkaia.

Por ejemplo el monasterio benedictino de Santa María de Irache tuvo, en uno u otro momento de su historia, campesinos cuya libertad de movimientos estuvo muy limitada o que estuvieron obligados a prestaciones de trabajo personal desde los siglos XI al XV en sus dominios. Esta última prestación, en general, fue muy mal vista y considerada por los campesinos que no dudaron en calificarla como "una servidumbre" de la que se querían evadir algunas gentes dependientes del cenobio de Santa María de Irache a fines del siglo XV.

Este tipo de prestaciones en trabajo no estuvo tampoco ausentes en Gipuzkoa -Valle de Léniz y Astigarraga- y en Álava. Por otra parte los abades del monasterio de Santa María de Irache ejercieron derechos de carácter jurisdiccional y político sobre varias localidades (ej: Ayegui, Navarra), juzgando a sus vecinos y nombrando a sus oficiales concejiles, así como en determinadas coyunturas altomedievales participaron personalmente en las guerras del reino de Navarra con otros reinos vecinos. Incluso entre los oficios y profesiones que trabajaban para el convento llegó a haber un "armiger", es decir, un armero.

Tanto el monasterio de Santa María de Irache, como el de San Salvador de Leire, el de la Colegiata de Roncesvalles, el de Santa María de la Oliva, el de la Colegiata de Santa María de Ziortza (Cenarruza), el de San Juan Bautista de Quejana, etc. constituyeron auténticos dominios señoriales, otro de los elementos constitutivos de la sociedad feudal y del feudalismo, administrados a través de una política económica que tuvo sus pilares principales en el control de los prioratos, granjas, caserías y en el cobro de las pechas y censos enfitéuticos o de carácter enfitéutico, etc.

Las jerarquías eclesiásticas vascas, por tanto, estuvieron plenamente insertadas en el feudalismo, pudiendo ejercer, si lo deseaban, presiones de carácter "extraeconómico" sobre la fuerza de trabajo de sus dominios, sobre la explotación y aprovechamiento del bosque, del mismo modo que los otros señores laicos que no dudaron en apropiarse del usufructo de tierras baldías con fines pastoriles y que incluso protagonizaron un lucha callada a veces o abierta en otras ocasiones con el emergente, y conforme llegamos a la baja Edad Media cada vez más consolidado, mundo urbano, al que disputaron en Gipuzkoa, Álava, Bizkaia y Navarra la organización política del conjunto de estos territorios, si bien mediante mecanismos y comportamientos socio-políticos diferenciados.

En Álava, Bizkaia y sobre todo en Gipuzkoa los supuestos máximos "representantes" de este poder feudal, los Parientes Mayores, y los diferentes linajes y familias "atreguados" con éstos, estuvieron especialmente belicosos entre ellos mismos durante los siglos XIV y XV, en un contexto de crisis generalizada de la sociedad feudal europea e hispana. Pero además contestaron el nuevo poder de las Hermandades, dirigidas por las élites urbanas, entre quienes también hubo hidalgos y asimismo familiares de los Parientes Mayores. Sin duda, estaba en juego una diferente concepción de las alternativas político-institucionales de estas comarcas.

En este ambiente de recíproca animadversión las hermandades guipuzcoanas prohibieron el acceso a las Juntas Generales de Gipuzkoa a los Parientes Mayores, exponentes de la más rancia sociedad feudal y algo similar sucedió en Álava y en el Señorío de Vizcaya, a no ser que estos linajes se adaptaran a la nueva realidad político-administrativa que se estaba gestando por esas fechas, abandonando el sistema de bandos y "atreguamientos" anterior. Asimismo en el País Vasco francés entre fines del XIV y principios del XV, durante el reinado de Enrique IV de Inglaterra, una parte de la población se organizó en hermandades para resolver sus problemas y para defenderse de los malhechores y de sus presuntos protectores, entre los que se hace alusión a los nobles y a los dueños de casas fuertes (Lapurdi ). En esta zona también fueron grandes las rivalidades entre los linajes banderizos de Saint Pée y Urtubie.

En todo caso todavía en el siglo XV algunos señores conservaron su señorío en el país: en la actual provincia de Gipuzkoa, los Guevara en el condado de Oñate, en el Señorío de Vizcaya salvo en el valle de Orozko, señorío de los Ayala, no existió la presencia de otro gran señor, excepción hecha del Señor de Vizcaya, que desde fines del siglo XIV era el propio rey de Castilla y en la Provincia de Álava los señoríos de los Sarmiento, Guevara, Mendoza, Ayala y Rojas. Sin embargo, ninguno de estos señores tuvo presencia personal en las hermandades de estos territorios. En el caso del reino de Navarra, al formar parte los ricoshombres y los hidalgos, de uno de los tres brazos políticos que componían las Cortes medievales (clero, nobles y buenas villas), no sólo no quedaron marginados del organigrama político-administrativo de dicho territorio sino que incluso desempeñaron un papel preponderante, junto con el grupo de los mercaderes, en los distintos sectores de la administración regia -Consejo del Reino, ejército y Cortes-.

El problema que se suscitó en la Provincia de Guipúzcoa fue especialmente grave a mediados del siglo XV, momento en que los Parientes Mayores decidieron atacar a algunas villas y en que las Hermandades contraatacaron dirigiendo sus fuerzas militares contra la máxima expresión del poder de aquellos linajes, sus casas-torres, su principal baluarte hacia el exterior y expresión de su influencia señorial, las cuales en este conflicto, por orden del rey Enrique IV, fueron desmochadas. Ya unos años antes los Ayala habían sido sitiados en su villa de Salvatierra (Álava) y a comienzos del XVI fueron atacados en su casa-torre de Orozko, en unos movimientos claramente antiseñoriales, apoyados y propiciados en el primer caso por hidalgos de la Llanada Alavesa y en el segundo por las Hermandades alavesas, gobernadas por Diego Martínez de Álava, su Diputado General. La ciudad de Orduña a fines del siglo XV también se resistió a la señorialización de la localidad en favor de los Ayala y para ello contó con el apoyo de las hermandades vizcaínas. Por estas mismas fechas, a mediados del siglo XV, el reino de Navarra se vio envuelto en una cruenta guerra civil entre los partidarios de los agramonteses y beamonteses, la cual debilitó las estructuras del poder central de la monarquía y favoreció el nacimiento de varios poderes compartimentados en torno a cada una de las fuerzas en litigio dirigidas por linajes nobiliarios y señoriales.

En definitiva las características generales del feudalismo y de la sociedad feudal de los territorios de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Navarra y el País Vasco francés son similares a las de otros marcos políticos en los que estuvieron inmersos o con los que se relacionaron. Ahora bien, se trata de un feudalismo en constante transformación y donde las líneas directrices de la sociedad se fueron perfilando y modificando sus funciones y protagonismos a lo largo de toda la Edad Media. Sin duda, la denominada crisis del siglo XIV, que afectó a todo el occidente europeo, obligó asimismo a recomponer las fuerzas económicas, sociales y políticas de estos territorios. De tal modo que se puede afirmar que en Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XV, es mucho mayor el papel político-administrativo de las élites urbanas que el de los viejos linajes rurales organizados otrora a través del sistema de bandos y parcialidades, mientras que en el reino de Navarra este fenómeno parecía dilucidarse en favor de los grupos señoriales debido a la fuerte inestabilidad política existente durante la segunda mitad de este siglo (agramonteses y beamonteses), pero a continuación la conquista por el ejército de la Corona de Castilla del territorio incorporará al mismo a linajes foráneos con un gran protagonismo político.

En este sentido en Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, en tiempo de los Reyes Católicos, las elites sociales, económicas y políticas se organizaron en torno un poder central cada vez más fiscalizador, al que se irá incorporando más tarde el reino de Navarra. La vieja sociedad feudal se transforma y los viejos linajes se introducen con más fuerza que nunca en las redes de las administraciones regias, de donde obtienen una parte importante de sus rentas, mediante nuevos mecanismos.

Sin embargo, también la sociedad urbana se contagió de ciertos hábitos y comportamientos típicos de la sociedad feudal, entre los que conviene recordar la organización de estos hidalgos, muchos de ellos procedentes de los solares rurales próximos, en linajes banderizos, que se movieron durante algún tiempo en el entorno político de la alta nobleza castellana (los Ayala, Guevara, Manrique, Velasco, etc.). Algunas ciudades se convirtieron en auténticos "señoríos colectivos" con las localidades o villas de jurisdicción (Ej. Vitoria), pero además los nobles e hidalgos que allí residieron imitaron los modos de vida de la más alta nobleza o encabezaron la reivindicación de la llamada "hidalguía universal" (Gipuzkoa y Fuero de Bizkaia -1525-). Incluso es frecuente que las villas y ciudades, consigan de los reyes privilegios para poder intitularse con las expresiones siguientes: muy noble y leal, lo que significa el deseo de los ciudadanos por "ennoblecer el conjunto social urbano".

Por tanto, a lo largo de la Edad Media se ha ido produciendo una transformación de los componentes definitorios de la sociedad feudal, cuyo cambio más determinante fue, sin duda alguna, el hecho de que ésta y por tanto el feudalismo a fines de la Edad Media no se definían mayoritariamente ni exclusivamente por la relación social y económica establecida entre los señores y los campesinos. En cualquier caso, la palabra feudalismo siguió utilizándose en varios países de Europa más allá de los comienzos de la revolución francesa, adquiriendo en este último caso un contenido casi exclusivamente de explotación y de opresión señorial, como ha puesto de relieve Julio Valdeón Baruque. Sin duda a lo largo del siglo XIX el feudalismo, comprendido en su sentido amplio, desaparecerá del ámbito territorial europeo, pero la realidad feudal tuvo una especificidad propia en los tiempos medievales.