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Bizkaia. Historia

El hijo de Enneco López "Ezkerra", Lope Iñiguez, presta homenaje a Alfonso VI de Castilla en 1076; ya no posee Nájera pero aparece como conde de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia en documentos que van desde 1081 hasta 1092. Puede hablarse a partir de él de un Condado y Señorío hereditarios. Tanto Bizkaia como Álava y Gipuzkoa participan en las empresas castellanas. Al sobrevenir las desavenencias entre Alfonso el Batallador y Dª Urraca, hacia 1116, Alfonso retuvo en su corona a Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Bureba, Rioja y los montes de Oca, como también Soria, Burgos, Castrojeriz y Carrión de los Condes.

Diego López de Haro I, se ve obligado por su posición a seguir una política ambigua que oscila ahora entre Dª Urraca y Alfonso. En 1113 se le ve gobernando en Bizkaia, Álava y el castillo de Buradón: "Sennor Didaco Lopiz dominanti castri Buradonis, Alavae et Vizcaie testis". Urraca y Alfonso habían ya roto sus relaciones; de ahí arranca su política a favor de una u otro, según las circunstancias. En 1116 las facciones favorables a la reina Urraca deseaban extender su dominio a la Rioja y la Bureba con la cooperación de D. Diego que tenía en su gobierno a Nájera y sus comarcas. Muchos de los que vivían habían sido testigos de las violencias de que fueron objeto para desmembrarlas del Reino: "pelearían con coraje y brío por conservarse miembros de aquel cuerpo al que les unía la lengua, los lazos de parentesco y la tradición" (Moret). Por eso su primer paso había sido atraerse al señor de Bizkaia. En agosto de 1116 la guerra se había situado delante de Haro, residencia del mismo. Las fuerzas del Batallador habían ocupado hacia 1112 Nájera, poniendo como gobernador a D. Fortuño Garcés Caissals en su sustitución. Venían con el Batallador los obispos de Palencia, Huesca, Barbastro, Pamplona, Nájera y los señores de Funes, Calahorra, Nájera, Cerezo, Marañón y otros. El triunfo fue de Alfonso I. Se supone que Diego López se refugiaría en Bizkaia a la espera de los acontecimientos.

El primer hecho de armas fue la invasión de la Rioja por las facciones de Castilla, León y Galicia. El ejército lo dirigía la reina Urraca y su hijo que fue proclamado rey en Nájera. Diego López de Haro es uno de los personajes principales de la expedición a sus viejos dominios. En un documento del 22 de enero de 1117 firma don Diego López de Haro. Se trata de una confirmación real de los privilegios fundacionales de Santa María de Nájera. Con el séquito real de Urraca vinieron entre otros don Diego Gelmírez, obispo de Compostela; Bernardo, arzobispo de Toledo; Pascual, obispo de Burgos; Pedro, obispo de Palencia; Diego, obispo de León; Pelayo, obispo de Oviedo; Pelayo, obispo de Astorga; y los condes Pedro Asúrez, Pedro González, Suario Bermúdez, Gutierre Fernández, Mayordomo de la Reina, y Pedro, paje de armas. Alfonso I el Batallador en cuando tuvo noticia de esta invasión se dirigió a la Rioja y recobró inmediatamente todo lo perdido. Diego López de Haro jugaba al mejor postor pues se le ve confirmar en Nájera la donación que expidió a favor de Santa María de Nájera el rey Batallador: "...Didaco Lópiz de Faro confirmat". Desde esta fecha vuelve a ejercer el señorío de Nájera y se le ve participar en la conquista de Zaragoza y Tudela por el Batallador. Aparte de los señores aquitanos y gascones hay que señalar a don Ladrón, conde de Álava y Rioja. Otros concurrentes fueron los señores de Estella, Calahorra, Nájera, Leet, Marañón, Punicastro y Turrillas, sin contar diversos señores de los demás reinos y señoríos. Labayru dice que en la conquista de Zaragoza se distinguieron, además de don Diego López de Haro, señor de Bizkaia, don Ladrón, señor de Álava, y Garzi Gonzalo, señor de Ayala. Suponemos que también tomaron parte en la conquista de Tudela y Tarazona en 1119.

Entre la documentación de la época figura la carta de fueros que el Batallador dio a Funes, Marcilla y Peñalén en 1120. Entre los confirmantes figura, "D. Didaco Lópiz in Nájera". Esto prueba que se hallaba en buenas relaciones con el Batallador. En 1121 figura de nuevo, ahora con la tenencia de Bizkaia y Haro, en una donación a Santa María de Nájera hecha por su hermana doña Toda: "Didaco Lópiz in Vizcaia et in Faro". Al año siguiente, en 1122, ya debía haber roto sus buenas relaciones con el Batallador pasándose al lado de Urraca y Alfonso VII, Raimúndez, ya que figura como señor de Nájera otra persona, "sennior Fortún Garceiz Caxal". Parece ser que este año se había repetido la invasión de la Rioja por las huestes de Urraca y su hijo Alfonso VII mientras el Batallador se hallaba de campaña en Cataluña, Valencia, Murcia y Almería. A eso se debe que Urraca expida en 1124 una donación a Santa María de Nájera concediéndole el monasterio de Treviño y la villa de Alcocer. Entre los caballeros confirmantes figura de nuevo Diego López de Haro: "Diego Lópiz filio de comite Lope de Vizcaja". Después de esta cita desaparece de escena pues debió de morir en ese mismo año 1124. Estuvo casado con doña María Sánchez, hermana del conde don García Ordóñez.

Durante su expedición de Andalucía, cuando iniciaba Alfonso I el regreso a sus reinos, murió la reina Urraca el 8 de marzo de 1126. Esta muerte dejaba abierta la sucesión a los reinos de León y de Castilla que tantos sinsabores había producido hasta entonces. El hijo de Urraca, Alfonso Raimúndez, cuenta con gran prestigio en León y menos, en Castilla. De inmediato los leoneses le proclaman rey con el nombre de Alfonso VII Raimúndez y comienza a recibir la adhesión del clero y alta nobleza castellana, aunque buen número de fortalezas siguen al Batallador y se hallan guarnecidas de mandos aragoneses. Pero el nuevo rey Alfonso VII quiere a todo trance una solución pacífica que le reconcilie con su padrastro el Batallador. No obstante, en abril de 1127 toma el castillo de Burgos, que estaba en posesión aragonesa, tomando parte Lope Díaz de Haro, hijo de Diego. El Batallador se encamina con su ejército al encuentro de su hijastro pasando por Briviesca (junio), llegando al valle de Támara entre Castrojeriz y Hornillos del Camino. No cabe duda de que hubo mediadores entre ambos ejércitos y entre ambos monarcas, porque se llegó a un acuerdo después que su hijastro le prometiera ayuda como hijo si se llegaba a una solución en la que se respetasen sus derechos a la sucesión tanto en León como en Castilla. Alfonso I el Batallador se dejó convencer y llegó a un acuerdo que ha venido llamándose el pacto o las paces de Támara, celebrado en 1127 ente ambos reyes. Lo importante para la historia vasca es que se restauraba Castilla tal como era y la habían poseído sus reyes, pero descartando las conquistas hechas a costa de los pamploneses en el valle del Ebro, con los límites dejados por Sancho el Mayor. Alfonso I el Batallador renunciaba, en consecuencia, al título de emperador que correspondía al titular de León. El Reino de Pamplona conservó la Bureba, Castilla la Vieja, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, la Rioja, Soria y la Extremadura soriana hasta San Esteban de Gormaz.

A la hora de pesar y sopesar las lealtades y deslealtades, los López de Haro pierden sus señoríos en el Reino de Pamplona para pasar a personas fieles al Reino. Mientras el occidente del Reino se mantuvo integrado a él, va a gobernar la familia Aznárez, empezando por don Ladrón Íñiguez de Guevara, nieto de Orbita Aznárez, que fue segundo señor de Gipuzkoa. En un diploma extendido por el Batallador, firma como conde de Álava don Ladrón. Dice así el documento de 1130:

"...regnante domino nostro Ihesu Christo et sub eius imperio ego Adefonsus in Aragona et in Pampilona, in Superarui et in Ripacurcia, in Álava et in Castella... comes Pertico in Tutela, Lope Ennekiz in Calaforra et in Borouia... Ladrón in Alaua, Petrus Martínez in Castella, Didaco Sangez en Mena, Petrus Ennegoz en Pietralta".

Colección de San Salvador de Oña, del Alamo, I.

"...reinando N.S. Jesu Cristo y bajo su imperio yo Alfonso en Aragón, en Pamplona, en Superarui (Sobrarbe) y en Ripacurcia (Ribagorza), en Álava y en Castilla... el conde Pertico en Tudela, Lope Enekiz en Calaforra y en Borouia... Ladrón en Álava, Pedro Martínez en Castilla, Didaco Sangez en Mena, Pedro Enegoz en Pietralta".

Este don Ladrón aparece dominando en Haro en 1133, un año antes de la muerte de Alfonso I el Batallador. Su papel va a ser decisivo para el futuro del Reino, señoreando en Álava, Gipuzkoa y Bizkaia.

A la muerte de Alfonso el Batallador (1134), Navarra alza por rey a García Ramírez el Restaurador (1134-1150) y se separa de Aragón. En numerosos documentos del rey de Pamplona se dirá reinando en Pamplona, Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. En la reunión de Vadoluengo, en las cercanías de Sangüesa, se tomaron las primeras determinaciones. Acudieron a la reunión los representantes de Ramiro el Monje, don Cajal, don Férriz de Huesca y don Pedro Taresa; y los de García Ramírez, conde don Ladrón, señor de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, que llevaba consigo la adhesión del occidente del Reino; Guillermo Aznar de Oteiza y Xemen Aznar de Torres. Mientras los reunidos usaban del diálogo, Alfonso VII de Castilla avanzaba por la Rioja presentándose delante de Zaragoza en diciembre de dicho año. Una vez más coexistían para resolver un mismo problema la razón por un lado y la fuerza militar por otro.

El acuerdo de Vadoluengo se consiguió conciliando las tradiciones jurídicas de Aragón y de Pamplona estableciendo las figuras de "padre", a favor de Ramiro, y de "hijo", a favor de García. El aragonés ejercería la potestad directa sobre el pueblo en tanto que García la ejercitaría con los hombres y todo asunto de guerra. En cuanto a los límites del Reino se señalaban los establecidos en el testamento de Sancho el Mayor. En cuanto a las tenencias, el rey García las tenía en Aragón y Ramiro en el Reino de Pamplona. Lo curioso es que en un principio quedaban para Aragón, Bigüezal y Roncal hasta la unión del Irati con el Salazar. Los ríos Irati, Aragón y Ebro servirían de límites. Pero la ficción, padre-hijo, dio algún fruto: Ramiro entregaba a García, Bigüezal, Roncal, Alesués (Villafranca), Cadreíta y Valtierra. En el acuerdo de Vadoluengo tuvo su peso la adhesión de don Ladrón de parte de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, y el apoyo del obispo Larrosa, de Pamplona. En cambio, el Abad de Leire, García, era partidario de Ramiro.

Lo pactado con Aragón no prometía una solución viable. La partición de 1076 había acostumbrado a los aragoneses a mirar el oriente del Reino de Pamplona como algo indisoluble de su monarquía. A la inversa, y por el mismo motivo, Alfonso VII consideraba suyas Bureba, Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y la Rioja. Aquellos hechos consumados pesaban mucho al momento de instalarse García Ramírez en el trono de Pamplona y, por si fuera poco, entre aragoneses y castellanos se hallaba el Reino de Zaragoza, que Ramiro había entregado al rey Alfonso extendiendo de ese modo desmesuradamente el territorio y por consiguiente poderío castellano. García Ramírez llegó, pues, al trono en medio de esa encrucijada histórica en la que además de los monarcas vecinos había que contar con los nobles y señores de las tierras fronterizas y peligrosas. El rey contaba con importantes apoyos como el obispo de Pamplona, el monasterio de Irache y don Ladrón, señor de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. Esto lo sabía el castellano. Su instalación en Zaragoza le invita a apoderarse por un medio u otro de la Rioja y tampoco renunciaba a la Bureba y otras tierras vascas de Castilla la Vieja.

Al principio del reinado las escrituras se ven confirmadas por caballeros pamploneses con el título de posesión en tenencias de la Rioja. En 1135, por ejemplo, se expiden dos documentos (Archivo de Irache) confirmados por don Martín Sánchez en Nájera y Logroño, y don Ximeno Iñíguez en Calahorra. No vuelven a verse confirmaciones de este tipo en lo sucesivo, al parecer por haberse apoderado ya de la Rioja el intruso rey de Castilla. Alfonso VII Raimúndez preparó hábilmente sus tretas diplomáticas hasta el punto de envolver en ellas al rey García Ramírez. Se revistió la formalidad bajo la apariencia de un tratado de paz ya en mayo de 1135. La reunión fue en Nájera. Se partía de un principio quizá falso. Si los anteriores reyes pamploneses Sancho Ramírez y Pedro I habían prestado homenaje de vasallaje al rey de Castilla se debía a su calidad de reyes de Aragón, y, claro, al presentarse unidos Pamplona y Aragón se hacía entrar en la red a ambos reinos y ahora el de Pamplona por separado. En efecto: García Ramírez prefiere la amistad de Alfonso VII y le rinde vasallaje ya cuando dicho rey se titulaba Emperador. Lo grave del caso es que, mediante este pacto, la Bureba y la Rioja, reincorporadas al reino vascón con el matrimonio de Alfonso el Batallador y Urraca, y reafirmado por el pacto de Támara, se enajenaban una vez más formando parte del reino de Castilla. El pacto de Nájera repercutía en las relaciones con Aragón, donde fue mal visto. Además del vasallaje, Alfonso VII se quedaba con la Rioja excepto algunas plazas.

Uno de los gobernadores pamploneses era el conde don Ladrón, que gozaba de la confianza del rey García Ramírez. Figura como conde de Álava en 1135 en la escritura de donación real a Irache de la villa de Ucar. Testifica "el conde don Ladrón de Alaba". (Colección Diplomática De Irache, Edición Lacarra, p. 145-146). Respecto a Bizkaia, así consta en la escritura de donación de abril de 1135 a favor de los varones de Estella, cediéndoles la villa de Elgacena: Testifica "conde don Ladrón en Vizcaya". (Comptos, Cartulario, I, p. 183). En otra escritura de marzo de 1136, también de donación, el rey dona a la Iglesia de Pamplona la villa de Uarte. Testifica, "don Ladrón, en Guipúzcoa". (Documentos Medievales artajoneses, Jimeno Jurio, p. 205). Lope Díaz de Haro seguía la corte castellana como se confirma por las escrituras otorgadas en 1137. Ambos reyes, de Castilla y de Aragón, pretenden, de nuevo, repartirse el Reino, y a ello se lanzan.

En agosto de 1136, ambos reyes, castellano y aragonés, se han puesto de acuerdo para atacar Pamplona pero con miras secretas divergentes. Aquél no lleva más objetivo que la ocupación del occidente pamplonés (Álava, Gipuzkoa y Bizkaia). Cuenta para ello con la colaboración de Lope Díaz de Haro otorgándole el gobierno de Nájera que posee y prometiéndole el de Álava una vez conquistada. El rey aragonés, en cambio, pretende hacerse con todo el Reino. Por eso la guerra iba a ofrecer dos frentes de desigual significación y eficacia. Alfonso VII Raimúndez ataca el Reino, como era de esperar, por sus fronteras occidentales defendidas por el leal don Ladrón Iñíguez (de Guevara) pero con tan mala suerte para los vascos que cae en la lucha prisionero. Estos sucesos ocurrían antes de septiembre de 1136.

Una vez en su poder, el monarca castellano le obliga a reconocer vasallaje como lo tenía también prestado el propio rey don García Ramírez. Parece que la entrada de Alfonso VII fue por tierra de Estella y limitada al saqueo, destrucción de viñas y captura de ganado bovino y caballar. La frontera de Pamplona no debió de sufrir cambio alguno. Entretanto, Alfonso Henríquez de Portugal, aliado del pamplonés, ataca por Galicia y toma Tuy. Don García Ramírez confió siempre en el Conde don Ladrón como lo prueba que en acto de confianza entregara a su hijo Vela Ladrón el gobierno de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Arakil, Aibar y Leguín, y a su hermano Lope Iñíguez la tenencia de una plaza tan importante como Tafalla. El 20 de octubre de 1137 se firma la paz. Durante la estancia de don Ladrón en la Rioja, como prisionero, tuvo el gobierno de Viguera pero, una vez hecha la paz, vuelve a su tierra y se le ve de nuevo en 1139 con el gobierno de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Aibar y Leguín. El Reino seguía íntegro, salvo la Rioja y la Bureba, desobedeciendo el testamento de Sancho el Mayor y el pacto de Támara. Ahora se repetía la misma intentona. El papel de traidor recaía en la casa de Haro en cuanto atañe a Bizkaia y Rioja. La intentona castellano-leonesa había fracasado pero se daba simultáneamente una fiera lucha en las fronteras aragonesas.

Se celebró este tratado en la ciudad de Carrión el 22 de febrero de 1140 asistiendo el rey de Castilla Alfonso VII Raimúndez, el Príncipe de Aragón Ramón Berenguer y un buen número de caballeros. Se trató de las plazas ocupadas ya por el rey castellano en la orilla derecha del Ebro (Rioja) que quedarían definitivamente en posesión de Castilla. Otro de los acuerdos fue, lisa y llanamente, el reparto del Reino de Pamplona entre ambos Reyes. Se haría la guerra a su rey García Ramírez. Para ello se establecerían dos zonas, una occidental y otra oriental. Aquella ya no se limitaba a las tierras de Bizkaia, Duranguesado, Álava y Gipuzkoa sino que se incluía también toda la tierra de Estella, Castilla, y la oriental, incluida Pamplona, para Aragón. El ataque castellano podía amenazar el occidente del Reino de Pamplona y también al mediodía tudelano pero no se llegó a realizar. García Ramírez y Alfonso VII habían tratado secretamente un acuerdo de transcedencia: el matrimonio de Sancho, hijo del Emperador, con Blanca, la hija de García Ramírez. Este clima de concordia dio lugar a la vuelta de don Ladrón tomando de nuevo posesión de sus dominios de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y Duranguesado. Una vez más la paz volvía a esa zona y el peligro se disipaba.

Sancho VI el Sabio (1150-1194), aprovechando la minoría de edad de Alfonso VIII de Castilla, trata de recuperar para la Corona de Pamplona los límites que tuviera en tiempos de García el de Nájera y se dirá en sus documentos reinante en Navarra, Álava y Gipuzkoa. Poseerá en Bizkaia a Durango, que reclama Alfonso VIII, pero que reconoce para Navarra en la concordia de ambos reyes de 1179:

"Y yo, D. Alfonso, Rey de Castilla, he dado al rey D. Sancho de Navarra a Leguín y Portella, y le he dado por quito del castillo que tiene Godín. Además de esto Yo, D. Alfonso, Rey de Castilla doy por quito a Vos, D. Sancho, Rey de Navarra y de Álava, a perpetuo para vuestro Reino, conviene a saber: desde Ichiar y Durango, que quedan dentro de él, exceptuando el castillo de Maluecín, que pertenece al Rey de Castilla y también Zufivarrutia y Badaya, como caen las aguas hacia Navarra, excepto Morellas, que pertenece al Rey de Castilla, y también desde allí a Foca, y de Foca abajo, como divide el río Zadorra, hasta que cae en el Ebro."

Sancho el Sabio otorgará fuero a Durango en 1182.

En los días próximos al año 1200, siendo rey de Navarra Sancho El Fuerte (1194-1234), Alfonso VIII se asienta militarmente en Álava, Gipuzkoa y el Duranguesado. Sancho VII el Fuerte se hallaba en Africa. Doce años después de la guerra se concluye la complicada incorporación del Duranguesado a Bizkaia mediante donación del mismo Alfonso VIII de Castilla agradecido por la ayuda aportada por Diego López de Haro II en la batalla de las Navas (1212). El señor de Bizkaia lo incorporará al Señorío manteniendo, sin embargo, sus principales peculiaridades en lo económico y dispensado de acudir a las Juntas Generales de Gernika. Diego López de Haro II, el de las Navas (1170-1214), como antaño lo fueron sus antepasados en la Corte navarra de Nájera, será uno de los magnates de la de Castilla. Alfonso VIII ordenó en su testamento del 8 de diciembre que se le devolviera absolute Bizkaia, de la que se había apoderado.

En 1379 el Señorío de Bizkaia recayó, por vía hereditaria, en el rey de Castilla, al corresponder aquél a Juana Manuel, descendiente de Diego López de Haro III (1236-1254) y mujer de Enrique II de Castilla; Juana renuncia al Señorío en beneficio de su hijo, futuro Juan I de Castilla. En los siglos sucesivos, incorporadas a la Corona castellana Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, llevarán un desarrollo separado aunque paralelo. En 1512 se les unirá Navarra.

Entre los magnates medievales que ejercieron este derecho con mayor frecuencia hay que contar precisamente a los señores de Vizcaya. En el mismo Fuero viejo, libro primero, título cuarto, 11, se hace alusión al modo cómo don Diego López de Haro, señor de Vizcaya, "salió de la tierra, e priso muchos ricos omes, e soltólos, si non aquel, quel?non quiso dar el cavallo". Pasó don Diego del servicio de don Alonso Ramondez al del rey Fernando II de León, porque había sido exonerado de la tenencia de Castilla la Vieja, dejándosele tan sóla la de Calahorra y Nájera. El de León, en cambio, le ofreció el oficio de alferez mayor, grandes "acostamientos" y a su propia hermana en matrimonio. La última mención de éste es de 1124.

Mas posteriormente existen otros muchos ejemplos de acción parecida. En 1140, el conde don Lope Díaz estaba contra Alfonso VII el Emperador. Después existe la noticia de un destierro y expolio de don Diego Lope II el Bueno, concertado abnegadamente por él para sacar a Alfonso VIII de un mal paso. Más tarde se señala una verdadera "desnaturación" del mismo, ocurrida muy al principio del siglo XIII, ya que de fines de 1201 a 1206 no aparece en los documentos castellanos, y don Rodrigo Jiménez de Rada la da como ocurrida por entonces. No usa el término o uso latino equivalente. Dice que "a voluntate Regis nobilis familiari discidio discordavit. Unde feuda quae tenebat restituens, ad Regem se transtulit, Navarrorum, indeque bellis et incursationibus frequenter insistens, damna plurima intulit Castellanis". (En De Rebus Hisp., lib. VII, cap. XXXIII, según Balparda). La razón del acto ya aparece interpretada de un modo "sui generis" en la Primera Crónica General. Se trató, como en otros muchos casos posteriores, de un desaire de tipo familiar, unido a que el rey de Castilla intentó mermar los fueros del señor.

Desde esta fecha, reyes y señores andaron con frecuencia muy mal avenidos. Don Diego, como otros antes y después, al desnaturarse, luchó contra su antiguo rey o señor. Lope Díaz II (1214-1237) tuvo mayores problemas con los reyes. No así su sucesor, don Diego López III (1237-1254), que se separó varias veces. En cuanto a don Lope Díaz III (1254-1288), fue cabeza de movimientos memorables. Don Diego Lope III (el sucesor de Lope Díaz, "Cabeza Brava") fue maltratado en tiempo de Fernando el Santo, y de él se despidió y contra él luchó por los años de 1240. Otra desavenencia tuvo después con Alfonso X poco antes de morir, y ésta más grave. Don Lope Díaz III, menor de edad al morir su padre, no solamente se apartó de Alfonso X con el infante don Felipe, como se ha visto, sino que también, en tiempo de su hijo don Sancho IV, quiso irse del servicio de éste y "poner su pleito" con el rey de Aragón. Pero luego llegó a acuerdos muy ventajosos con el rey. Acuerdos que terminaron con la muerte del conde, llevada a cabo por el rey mismo.

En la época de Fernando IV, don Juan Núñez se desnaturó, y poco después lo hizo también Don Diego López IV, famoso señor de Vizcaya y gran defensor del monarca en la minoridad de aquél. (Crónica de Fernando IV, cap. XIV; Crónicas, cit., I, ed. cit., p. 144, a-b). Fue la reina madre la que consiguió, tras varias negociaciones "que pues ellos se desnaturaran del Rey, que se tornasen sus naturales, e ellos ficiéronlo así. Otrosí les dijo que pues se despidieran ellos del Rey de vasallaje, que le besasen las manos é se tornasen sus vasallos..." Sigue habiendo señores de Vizcaya después, pero la potestad sobre el señorío se convierte en un problema sucesorio, que se resuelve en pleitos que aquí no interesa recordar.

Como, por otra parte, la segunda mitad del siglo XIV y la primera del XV fue de gran desasosiego, los "desnaturamientos" debieron de estar a la orden del día. Hay, en efecto, un texto del siglo XV en el que se considera que son "vizcaínos", en general, los que, en virtud de antiguas leyes y costumbres, pueden "desnaturarse" del rey si éste las quebranta; es decir, que alude claramente a la facultad semejante a la que se confirieron los "marañones" (de Lope de Aguirre), con un "vizcaíno" al frente. El texto a que se refiere Julio Caro Baroja se halla en el Memorial de diversas hazañas, de mosén Diego de Valera, al tratar de las luchas del conde de Haro, don Pedro de Velasco y el conde de Treviño, don Pedro Manrique. Dice así:

"E como los vizcaynos tengan antiguas leyes e costumbres que puedan desnaturarse del rey si atentare quebrantarlas, y el condestable ay quisiese algunas cosas facer contra sus leyes e costumbres, los viscaynos fueron dello muy mal contentos. E pensaron buscar su remedio -continúa- aunque la antigua discordia entrellos, en que ynnumerables gentes por fierro e por fuego habían sido muertos, ansi de linaje de Oñez como de Ganboa, que aquella provincia señoreava, les dava gran estorbo, y el odio que entre ellos avia repunava al deseo de la libertad, e la enemistad que ninguno fasta entonçe pudo quitar de entre estos dos linajes, la anbiçion e deseo de señorear aquella provinçia el condestable buscó nuevas vías de reconçiliar los enemigos de tan largos tienpos".

Caro Baroja: El señor Inquisidor y otras vidas por oficio. Alianza edit. Madrid,1968, 91-93).

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