Lexicon

ARTE POPULAR

La decoración: repertorio ornamental vasco. Puede subdividirse en tres categorías esenciales: 1.° motivos geométricos tales como los que surgen espontáneamente con la utilización de una escuadra y un compás; 2.° representaciones de figuras, ya convencionales ya adoptadas de la naturaleza; 3.° símbolos u objetos religiosos tan numerosos como todos los temas precedentes.

Los dibujos puramente geométricos no son los más originales. Fáciles de inventar, pueden hallarse en los comienzos del arte popular de casi todos los países. Es sobre todo la frecuencia de algunos de ellos, o la habilidad de su ensamblaje, lo que merece retener la atención. A base de líneas rectas, los motivos estrellados son los únicos que podrían hacer suponer una lejana e indirecta influencia árabe, por lo demás muy poco verosímil. La pentalfa y el sello de Salomón dominan, pero pueden encontrarse también estrellas con ocho, doce o incluso dieciséis ramas entrecruzadas. Los motivos radiados o en forma de abanico son también particularmente apreciados por los artesanos vascos. La línea curva engendra a su vez una multitud de rosáceas de cuatro, seis u ocho hojas que a veces se unen las unas a las otras para trazar algo semejante a las mallas de una red. Más compleja, la hélice de radios curvos aparece ya en la prehistoria; algunos eruditos han visto en ella la imagen del sol en movimiento. La decoración en espirales, de un contorno bastante cuidado, presenta una curiosa aproximación a los adornos micénicos; pero, así como ocurre con ciertos entrelazados, es más verosímil que se trate de simple imitación de trabajos en hierro forjado. Un problema interesante se plantea con los tipos de vírgulas construidas mediante el compás, cuyo predominio en el arte vasco resulta muy acentuado. Se encuentran aisladas, aparejadas o curiosamente insertas en estrellas, corazones, flores de lis... Constituyen, por fin, cada uno de los pétalos de una especie de trébol de cuatro hojas, reproducida con tanta frecuencia que se la ha podido calificar, sin demasiada exageración, "cruz vasca" (lauburu). Algunos autores han puesto de manifiesto el parecido aparente de este motivo con la "svastica", otros han supuesto que podría entenderse de un signo mágico consagrado a la protección de los rebaños. Hemos creído demostrar, en un estudio aparecido hace algún tiempo, la fragilidad de esta hipótesis. Las figuras convencionales, extraídas por ejemplo de las barajas y de la heráldica -flores de lis de Francia, radio de las armas de Navarra ajedrezado del escudo del valle de Baztán- ocupan un lugar importante. Por otra parte, multitud de representaciones de árboles o de animales parecen ser una reproducción simplificada de los blasones, imitaciones modestas de los monumentales escudos que se instalan magníficamente sobre las casas del País Vasco peninsular. Otras figuraciones más realistas revelan una observación bastante imperfecta, pero a todas luces directa, del mundo exterior. En primer lugar se distinguen los emblemas de los oficios: simples enseñas cuando se hallan encima de las puertas, o, cuando están trazadas sobre las estelas, conmovedoras alusiones a las ocupaciones terrestres de los difuntos. La mayoría de éstas son imágenes estilizadas del arado, de los útiles de la hilandera o del mazo de llaves que la señora de la casa colgaba de su cintura. Aparece también el hacha del leñador, las tijeras de la costurera, la navaja del barbero, el yunque y el martillo del herrero, la ballesta del guerrero, el arpón del pescador de ballenas, etc. En este mosaico de la vida vasca, los animales domésticos, en particular las aves de corral, figuran también, dominando la representación del gallo, lo que se explica con facilidad, ya que en el folklore vasco este animal desempeña el papel de guardián del hogar, siempre alerta para revelar la presencia de los malos espíritus. Incluso los hombres -siluetas primitivas con cabeza desmesurada- esbozan el gesto del jinete, del cazador o del jugador de pelota. Poca flora natural; sin embargo aparecen algunos floreros reproducidos siguiendo el modelo de los que se colocan sobre el altar, y -probablemente imitados de la iconografía cristiana- algunos graciosos rameados de vid con racimos picoteados por los pájaros. Este último motivo, muy extendido en la Baja Navarra, nos conduce a los símbolos religiosos.

Algunos están bastante localizados: el cordero portador de la cruz, los corazones inflamados o atravesados de flechas (adornados algunas veces por una cabeza de pato, Corazones divertido despiste de un escultor ingenuo), el monograma de la Virgen rodeada de un rosal místico, etc. Sin embargo, el monograma de Cristo abunda y presenta una diversidad sorprendente. Las tres letras I. H. S. entrelazadas se hallan a veces coronadas por las letras griegas alfa y omega formando un decorativo arabesco. Otras veces, los caracteres reflejan el alfabeto gótico flamígero. En el siglo XVI, la I es remplazada frecuentemente por la flor de lis, la H aparece a veces coronada por una cruz y otras por una rama de helecho bicéfala bastante extraña, la S reviste casi siempre formas llenas de fantasía. La Cruz, escoltada a menudo de la Luna y del Sol, ofrece relaciones sólo lejanas con el instrumento de suplicio. Algunas estelas suletinas representan no obstante calvarios con cruces en forma de tau. Es sobre todo en las monedas antiguas donde se copiaron las cruces de Malta, cruces entrelazadas o flordelisadas de infinitas variantes. Tal vez las obras de orfebrería o de ferronería hayan inspirado también los motivos crucíferos de brazos calados y esas cruces separadas de una X donde se puede hallar un eco muy deformado del antiguo crisma romano- bizantino. La representación de objetos rituales es innumerable y recuerda preferentemente la época de Luis XIII: custodias (con frecuentes temas florales o geométricos), ciborios, pares de candelabros, cruces procesionales con los brazos provistos de campanillas, etc. Ref. P. V. Ver ARQUITECTURA POPULAR CERAMICA, MAKILLA, DECORACIÓN