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ARTE POPULAR

La decoración: los artesanos y sus técnicas. Comparada a la del conjunto de artes populares circundantes, esta ornamentación vasca manifiesta sobre todo ciertas tendencias arcaizantes como las que se presentan en Bretaña, en la Alta Saboya o en Auvernia. Difiere, por el contrario, de los estilos rústicos semi-burgueses de las provincias más ricas: Normandía, Provenza, Borgoña, Bearne, etc., que han resistido menos a la influencia de los talleres urbanos bajo el Antiguo Régimen.

Entre nosotros, son los simples albañiles o carpinteros de aldea, desprovistos de cultura artística, quienes han intentado, con el apoyo evidente de quienes los hacían trabajar, de realizar una obra que sobrepase a lo simplemente utilitario. Esta tarea superior a su oficio, la llevan a cabo con los mismo útiles rudimentarios con los que realizan sus trabajos corrientes, lo cual condiciona en muchos casos, por una simplificación forzada, la evolución de las formas decorativas.

Los procedimientos de expresión de estos artesanos son idénticos en todo, pero son más fáciles de distinguir en el duro trabajo de la piedra que en el de la madera. El grabado en hueco demasiado sumario y la escultura en bulto redondo demasiado sofisticada, son los procedimientos menos utilizados.

La talla a facetas oblicuas triangulares está bastante extendida sobre todo en el mobiliario, Ver MOBILIARIO; pero se presenta también en una curiosa serie de estelas discoidales (Ver ESTELAS) pertenecientes a las localidades laburdinas, entre el Nive y el Adur. Esta técnica, aplicable solamente a las formas geométricas, parece muy antigua y de origen nórdico; aparece ya en los monumentos funerarios visigóticos de España.

El rebajado, consistente en despejar, alrededor del diseño elegido, un fondo paralelo a la superficie en relieve, es el procedimiento favorito de los lapidarios vascos. Su profundidad -de la que depende en gran medida la belleza del trabajo- varía según las épocas; disminuye mucho a partir de los últimos años del siglo XVIII viniendo la pintura a disimular en parte la pobreza creciente de la ejecución.

Si la cronología y la distribución geográfica son difíciles de precisar en lo que concierne al mobiliario, no sucede lo mismo con las obras talladas en piedra. Más duraderas, a menudo fechadas, menos susceptibles de ser desplazadas de su lugar de origen, estas últimas ofrecen una exuberancia decorativa más acusada. Ellas son las que a fin de cuentas constituyen a nuestros ojos la base más extendida y segura para hacerse una idea del repertorio ornamental vasco. Es posible, por ejemplo, discernir alrededor de tal o cual localidad la factura y los temas favoritos de diversos talleres lapidarios antiguos: sólo en Zuberoa pueden admirarse las aguabenditeras con motivos florales empotradas en el vestíbulo de las casas al pie de la escalera. En Arberoa (Arberoue), cerca de Iholdy, una escuela bastante tardía, ya que se ha perpetuado hasta aproximadamente 1870, ha decorado, a veces con prodigalidad, el fondo de los hogares de las cocinas rústicas, las chimeneas, e incluso la placa de piedra que se encuentra ante los modestos hornos de carbón vegetal. En el país de Mixe, la complicación de los dibujos que decoran las tumbas es muy típica por lo sobrecargada. Las estelas discoidales de Itxassou llevan motivos crucíferos formados, al parecer, por multitud de pequeñas ruedas yuxtapuestas que no se encuentran en otros lugares. Sin embargo, a pesar de estas particularidades locales, la unidad de este arte popular salta a la vista. Sea cual sea el ámbito -doméstico, religioso, funerario, etc.- en el que se apliquen, ya se trate de tallar un armario, el encuadramiento de una ventana, una sepultura o una pila de agua bendita, se hallan elementos parecidos, amalgamados o reunidos siguiendo un mismo estilo.