En concreto, "las primeras armas del señorío de Vizcaya fueron un árbol verde en campo de plata, y éste era el de Gernika", señala Caro (ib.: 365). Situado delante de la casa de juntas de esta localidad, este árbol constituye sin duda un símbolo superior en la vida de la colectividad. "Sólo después de jurar "so el árbol", se es señor; sólo legislando "so el árbol" se hace ley; sólo convocado so el árbol" un hombre puede ser acusado y condenado o absuelto de modo legal. Se trata de la transmisión del poder en una sociedad compuesta de linajes y dividida en bandos. En definitiva, -concluye Caro (íb.:360)- del modo en que esa sociedad legisla, y, en último término, de cómo aplicaba la ley o las leyes".
La importancia del roble como símbolo político resulta particularmente significativa en el País Vasco, pero no es exclusiva de esta cultura. Existen antecedentes y paralelismos en otras comunidades del pasado y del presente, en las que aparecen también árboles sagrados con usos parecidos. Por ejemplo, entre los aequos , pueblo coetáneo de los romanos, o entre los "Pinon" de Auvernia (s. XVIII). Estos últimos elegían al jefe de la maison de village, bajo un gran roble secular (íb.: 387). Sin embargo, en pocos lugares ha estado este símbolo tan activo políticamente, ni se ha mantenido y recreado como en el País Vasco. En la época medieval, el roble de Gernika simbolizaba las libertades de los vizcaínos frente a sus señores. A mediados del siglo XIX, los versos de Iparragirre, imbuidos por el ideario carlista, hablan ya del roble de Gernika como "un árbol santo, plantado por Dios hace mil años y bendecido por todos los vascos". Nada que ver con el cuadro de Picasso, que bajo el mismo título -y ya sin relación directa con el árbol- representa el horror de la guerra civil.