En la parte franco pirenaica, se han registrado varias dedicaciones al dios Fagus (haya), en forma de altares con representaciones de árboles. Es el caso de la Croix de l'Oraison, en Saint Bertrand de Comminges. Otro interesante testimonio epigráfico de la época romana es Sexs arbori deo (el Dios de los Seis Arboles) (Marco Simón, 2007-2008:1023-1025).
Caro Baroja (1989) establece también una posible relación entre el dios Marte (Marti Arixoni) -o el dios Arixo (deus Arixon)- y el roble (Aritza). En estos casos, la epigrafía nos remite a la época romana. Sin embargo, hay otros cultos relacionados con divinidades arbóreas que podrían ser anteriores, como el árbol de Faído, una pintura de un árbol aparecida en unas cuevas artificiales del sur de Alava (op.cit.:341-343).
Para los vascos, el roble (aritz o aretx) ha sido un árbol sagrado (algo así como la versión local del arbol vitae). Cuenta una leyenda que Iñigo Arista, el primer rey de Navarra, lleva este apodo en alusión al roble (Aritza) (ib.:344-345).
La fuerza simbólica que tiene el roble en el País Vasco, parece conectar con creencias religiosas anteriores al cristianismo. De ellas se nutren también algunos mitos y leyendas asociados a los bosques del Pirineo Occidental. Es el caso del Basajaun. En algunos lugares, como el valle de Goñi, el viejo roble que crece en el interior de la selva, se ha considerado la representación de esa divinidad (Perales Díaz, 2011: 10). No cabe duda de que este personaje mitológico que aparece representado con cuerpo velloso, largas barbas y fuerza extraordinaria, fue en la antigüedad una divinidad o numen secundario de los bosques (Caro,1989: 347).
Toda esta mitología tradicional sobre árboles y bosques, con sus espíritus y viejas divinidades, guarda una clara sintonía con algunas creencias mágicas recogidas por etnógrafos y folkloristas del pasado siglo, como Barandiarán (2007) y Resurrección María de Azcue (1989).