Lexique

SOCIEDADES POPULARES

El acceso de las mujeres. Como ya hemos visto, las mujeres fueron segregadas de las sociedades; en algunas de forma tácita, siguiendo los usos sociales de la época, en otras de forma expresa, en los estatutos. Pese a la participación multitudinaria de las mujeres en el carnaval, cuyo primer heraldo fue la Tamborrada (v.), y el protagonismo de las sociedades en esta fiesta donostiarra, las mujeres no sólo no han podido, salvo raras excepciones («Gu», 1934), hasta bien entrado nuestro siglo, ser socias de una sociedad; incluso la entrada en el recinto social les ha estado vedada. Mientras el carnaval, mixto por excelencia, se teñía de cosmopolitismo, las sociedades gastronómicas aparecieron, al suceder a las sidrerías, como un reducto de tradicionalidad dotado del carácter extremadamente puritano de la sociedad vasca del s. XIX en la que la coexistencia bajo techo de ambos sexos no se concebía si no era en el ámbito doméstico y familiar (recordemos el carácter «viril» del bertsolarismo, fenómeno unido a los espacios segregados de sidrerías y tabernas). También recogen algún antiguo tabú cuya huella podríamos percibir en la prohibición hasta los 70 para las mujeres de beber del txotx, es decir de la espita del barril de sidra nueva. Y, cierto recelo de muchos hombres vascos -psicoafectivamente inmaduros- hacia unas mujeres en las que ven una amenaza a su status predominante. Las tradicionales cenas de la noche del 19 de enero (San Sebastián) fueron también ágapes de hombres solos hasta los años 50 en que el relevo generacional, la mayor sensibilización de hombres y mujeres y el cambio de costumbres trajeron aparejada la apertura en fechas concretas -víspera de San Sebastián, 20 de agosto, mediodías, los domingos, Sanfermines en Navarra- en las sociedades más cerradas. La entrada en algunas estará condicionada a que no penetren las mujeres en la cocina o no sirvan en la barra. En otros casos, en los 60-70 y siguientes, tiene lugar la asistencia, no limitada ni condicionada, de cuadrillas mixtas y parejas en varias sociedades tradicionales y en muchas de las de nuevo cuño; asimismo la posibilidad de ser socias de número e incluso ser presidentas (ej. «Euskal Giroa» de San Sebastián). El hecho de que el alcalde de San Sebastián y diversas autoridades adquirieran, durante el período franquista, la costumbre de cenar en una de las más misóginas sociedades de la ciudad («Gaztelubide») la víspera de la fiesta patronal, ocasionó durante la transición democrática, debido a la presencia de mujeres en las nuevas corporaciones, una gran controversia. Incluso Pilar Miró, Tambor de Oro 1987, fue excluida, junto con las concejalas, de la tradicional cena. Al año siguiente, merced a la presión feminista y a la actitud decidida del nuevo Tambor de Oro, el poeta Gabriel Celaya, el alcalde, Javier Albistur, decidió abolir la tradición y celebrar la acostumbrada cena en el Hotel María Cristina. Otra causa de controversia y de discriminación derivada de la misoginia de algunas sociedades ha sido la participación de niñas y mujeres en las tamborradas tocando tambores y barriles, ya sea vestidas de soldados y cocineros, ya de aguadoras. Ver TAMBORRADA. Por lo demás, el condicionamiento de género fue heredado por las sociedades que proliferan en el resto de la geografía vasca. Se conoce incluso el caso -«Andra Mari» de Etxalar- de sociedades constituidas sólo por mujeres, pero que no excluyen a los hombres. La nota pintoresca la da Tudela, en la que, frente a las sociedades gastronómicas -«Menestra», Santa Ana, «Baserri», «Topero», etc.-, que excluyen a las mujeres, las peñas de mozos dedican parte de su quehacer a organizar cenas y meriendas mixtas.

Idoia ESTONÉS ZUBIZARRETA