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TUDELA (HISTORIA)

Tudela en el siglo XVIII. Durante el siglo XVIII el florecimiento de la comarca se refleja en el desarrollo urbano, que sobrepasa las murallas. La Plaza de los Fueros, sobre el Queiles (que se cubrió en el siglo XVII abovedándosela con los sillares del castillo), se abre estos años. Gran cantidad de casas nobles, palacios y edificios blasonados datan de este siglo. Con relación al casco tudelano del siglo XVIII dice Juan Antonio Fernández, que las calles eran estrechas y poco rectas, minadas de conductos subterráneos, bastante capaces, con casas de ladrillo muy elevadas, con pozo o fuente casi todas y que, en muchas, se conocían vestigios de baños y termas morunos. Podía identificar también el antiguo barrio de los mozárabes, "que hoy es parte del que llaman de San Julián" y añadía: "La mayor parte de sus edificios, y los nombres de sus calles, campos y ríos, son arábigos: las puertas principales de la ciudad fueron la del puente, la de Albazares, que suena a puerta destinada al tránsito del ganado vacuno y la de Zaragoza, llamada así porque conduce a aquella ciudad. Como instituciones económicas funcionaban: 1.º) Una junta de ganaderos, llamada del "ligallo", muy floreciente; con muchos miembros. 2.º) Una corporación de pelaires con muchos oficiales, fabricantes de paños y bayetas, con su batán y tintorería. 3.º) Un vestigio del antiguo gremio de sombrereros con cofradía fundada en 1604, bajo la advocación de Santiago. 4.º) Algunas tiendas de herreros en la calle de la Herrería, supervivientes de la antigua gran industria del Queiles, que pasa inmediato. 5.º) La fábrica donde se hacía vidrio. 6.º) La calle de Zurradores, en que vivían los curtidores de pieles, con tres "teñerías" en uso, ocupadas por pergamineros y guanteros. 7.º) Las seis jabonerías que fabricaban gran cantidad de jabón, con parte del aceite y hierba salobre del término. 8.º) Orcerías, cantarerías, tejerías, cordelerías y molinos harineros. Dice Fernández que uno, construido en 1602, costó más de 12.000 ducados, porque tenía cuatro grandes muelas y una gran presa. Antes funcionaron los que estaban edificados en los arcos del puente, que atribuye a los moros. Otro molino había en el río Almornet. Finalmente había más de veinticuatro molinos de aceite o trujales y ocho hornos de pan cocer. Aunque luego la ganadería entró en crisis, hallaremos en el área de la antigua merindad el trazado de las antiguas cañadas reales, como la que arrancando del N. de Cintruénigo, a orillas del río Alhama, llega a las mismas puertas de Tudela, al NO; o las que, saliendo al otro lado del puente sobre el Ebro, suben por las Bardenas arriba. Hay memoria de amojonamientos de 1757, 1767, 1771. Pero el uso es muchísimo más antiguo y arranca, cuando menos, de la reconquista cristiana. En la ciudad había también a fines del XVIII un crecido número de jornaleros agrícolas. Fernández consideraba que éstos constituían la mayor parte de la población. Creía que serían unos 1.000 hombres, con sus respectivas familias. Varios graneros, a modo de montes de piedad, procuraban remediar o aliviar su situación. Pero Caro Baroja opina que, a veces, este proletariado, urbano y agrícola a la par, pasaba por grandes crisis, semejantes a las observadas en grandes ciudades agrícolas del siglo, como Córdoba o Granada. Toda la Ribera -dice- contó con una clase semejante desde antiguo. Fernández daba cifras sobre la agricultura tudelana que se elevan mucho sobre las de otras partes y otras poblaciones. Graduaba la producción así: 1.º) Trigo: 27.930 robos. 2.º) Cebada: 11.940. 3.º) Habas: 930 robos; alubias: 670 robos. 4.º) Vino: 67.100 cántaros. 5.º) Aceite: 67.700 docenas de a doce libras. 6.º) Corderos: 7.000 cabezas. Esto sin contar considerable cantidad de cáñamo, hortalizas y frutas.