Kontzeptua

Sucesión al Trono de Navarra

Unidas las coronas de Francia y de Navarra, la muerte de Carlos I planteó la cuestión sucesoria en ambas monarquías. Una y otra la iban a resolver de diferente forma. En Francia la implantación de la ley sálica y el enfrentamiento entre los seguidores de diversos pretendientes varones desembocarían en la Guerra de los Cien Años. En Navarra, las juntas de nobles y buenas villas (germen de las Cortes), en vida aún del rey. habían acordado nombrar dos regentes y "goardar el dicho regno de Navarra pora qui debe regnar". Las Cortes de Pamplona del 1 de mayo de 1328 acordaron unánimemente proclamar a Juana II (1328-1349), casada con Felipe, conde de Evreux, reina de Navarra. De esta forma no sólo mantuvo el reino su normativa foral propia sino que consiguió desvincularse sin guerra de Francia. En el juramento prestado por D. Felipe quedó consagrado el derecho de las mujeres al trono navarro:

"Y que a dicha reina, nuestra mujer, no haremos hacer, ni daremos licencia de hacer donación, vendición, alienación, cambio, unión o ayuntamiento, ni anejación de dicho reino de Navarra, con otro reino ni tierra, ni haremos ni daremos licencia de hacer, estatuto ni fuero, ni ley perjudicable al herencia de los hijos o hijas, que serán herederos del reino de Navarra". Juana II confirmó a continuación los juramentos hechos por su marido. Dentro de la legalidad vigente, las hijas accedieron, pues, a falta de hijos varones, al trono navarro "segunt lur natividad, segunt costumbre del regno"

Así, Blanca I, hija de Carlos III el Noble, sucedió a éste en 1425 como lo hicieron posteriormente Blanca II (1461-1464), Leonor I (1479), Catalina I (1485-1517) y Juana III de Albret (1553-1572). La conquista e incorporación a Castilla de Navarra no supusieron alteración alguna de este principio. El auto acordado de Felipe V de Castilla-VII de Navarra (ley sálica, 1713), al no ser ni discutido ni aprobado en las Cortes navarras, no puede ser considerado en puridad legítimo. De esta forma, el levantamiento carlista de 1833 fue antiforal ya que, según Fuero, correspondía a Isabel I el trono de Navarra.