Sailkatu gabe

FUERO (EL PROCESO ABOLITORIO DE LOS FUEROS VASCOS)

La ofensiva teórica. Con harta sabiduría y visión de largo alcance, Godoy, ministro de Carlos IV, decide emprender una ofensiva teórica previa a la supresión de los Fueros. Ello sucede después del episodio dramático del intento de "separación" de Guipúzcoa y de unión a la República francesa (Guerra de la Convención). Godoy comprende que se halla ante una ardua cuestión de fondo y piensa que el mejor modo de zanjar la cuestión es acabar con los Fueros socavando con antelación su fundamentación jurídico-histórica. Aparece así en 1802 el par de volúmenes dedicados al País Vasco por el Diccionario Geográfico-Histórico de España en el que se trata de asentar la inexistencia de una independencia original vasca. El segundo ataque aparece hallándose Vizcaya ocupada por la tropa como consecuencia de la zamacolada. Se trata de las Noticias Históricas de las Tres Provincias Vascongadas... cuyo objetivo es el mismo que el del Diccionario. Las tres provincia habrían sido desde siempre "dependientes" y los Fueros Generales) son asimilados, gracias a la homonimia, a los Fueros (municipales). Llorente afirma así que los Fueros (todos) son una mera recopilación de los privilegios y Reales Ordenes otorgados por los monarcas a Alava, Guipúzcoa y Vizcaya a través de los siglos. El derecho, consuetudinario y escrito, es ignorado, y con él, toda posible referencia a la soberanía originaria. La argumentación llorentiana avalada con un cúmulo de documentos inéditos hasta la fecha pero, manipulados arbitrariamente, surte el efecto deseado y desde ese momento se convertirá en el tópico de ritual. Cada nuevo ataque a la foralidad irá precedido de la misma: "Los Fueros son un privilegio, luego el Gobierno absoluto los puede recuperar cuando le plazca". Por los mismos pasos que estas dos publicaciones, producirá Zuaznabar (1820) su Ensayo histórico-crítico de la Legislación de Navarra y Tomás González su Colección de cédulas, cartas patentes, provisiones, reales órdenes, etc. (1829). A la par de la ofensiva teórica se suceden las prohibiciones: tanto la defensa y refutación de Aranguren (segundo tomo) como la de Novia de Salcedo no alcanzan a ver, por imposición ministerial, la luz.