Udalak

Bilbao 1900-1931

Considerado en sí mismo, el término municipal de Bilbao comenzaba en 1900 a estar repleto de edificaciones (muchas) y zonas verdes (muy pocas). El Plan del Ensanche de Bilbao proyectado por los ingenieros Alzola y Hoffmeyer y el arquitecto Achúcarro, definitivamente aprobado en 1876, no había llevado a una edificación completa del perímetro, mientras -paradójicamente- se construía fuera de él (en los nuevos, y completamente desordenados desde el punto de vista urbanístico, barrios obreros de Bilbao la Vieja, San Francisco y Miravilla, que escalaban ya las montañas que rodeaban esa "depresión casi circular de unos dos kilómetros de diámetro" (García Merino, 1987, 152) que llamamos el "bocho":

"la salida del bocho -escribió a este propósito Indalecio Prieto (1980)- determinó que Bilbao fuese escalando, de manera reptante y desordenada, las montañas vecinas".

Pero esa escalada aún no se hacía necesaria en 1900; porque, en realidad, la paradoja de la que hablábamos tiene fácil explicación. Se escalonaban las casas, de muy mala calidad, construidas en los nuevos barrios, porque la presión de los grandes propietarios urbanos -ya puesta de manifiesto tanto en el proyecto de Alzola, Hoffmeyer y Achúcarro como en la R.O. de 5 de junio de 1876 que lo aprobó -consiguió que el Ensanche quedara destinado a las elites y a la clase media alta, que fue poco a poco edificando sus palacios, "hoteles" y "chalets". Fue la Ampliación del Ensanche, fruto del Congreso de 1904, fallado por el Ayuntamiento a favor del proyecto del arquitecto Federico Ugalde, la que puso coto, en buena medida, a dicha situación. Pero, como escribe Rodríguez-Escudero (1997, 53), "en 1924 sólo se habían ocupado el 40% de los solares urbanizados del ensanche, cuando ya desde 1900 la Comisión de Fomento Municipal destacaba que el problema de la vivienda alcanzaba en Bilbao por esas fechas dimensiones 'europeas'".

En palabras de Elías Mas (2000, 60), la Ampliación del Ensanche se convertiría, tras los ajustes y retoques de los Servicios Municipales, del arquitecto Ricardo Bastida, sobre todo, en "la base urbanística donde encontrará cauce la edificación bilbaína del momento".

Un último paso, que hubiera sido de gran importancia para Bilbao, la reforma viaria sugerida por Secundino Zuazo en 1922, no encontró los apoyos necesarios en la Villa, como tampoco el ambicioso plan de enlaces ferroviarios, encargado por Indalecio Prieto a Ricardo Bastida en 1931, se pudo llevar a cabo antes de la guerra civil. En fin, como ha explicado Fullaondo, el gran mérito de Ricardo Bastida, tal como se puso de manifiesto ya en 1923, residía en haber localizado certeramente el problema del urbanismo de Bilbao dentro de una escala "comarcal". Esa "idea generatriz", esa "intuición generosa, de una concepción comarcal del futuro de la ciudad", fue retomada en el plan comarcal de 1943, un plan que "no era un plan revolucionario arriesgado", pero que, además, se vio crecientemente empobrecido en los pasos que van "del criterio general hasta el estadio del diseño urbano" (Fullaondo, 1989, 18, 20, 24). Finalmente, en 1929, el Plan de Extensión de Bilbao, debido a Segurola y Odriozola, "proyectaba, sobre las anexionadas anteiglesias de Begoña y Deusto, el primer paso para la extensión de la Villa al orden metropolitano vaticinado pocos años después" (Mas, 2000, 172).