Comenzó Josetxu Aguirre sus primeros trabajos en escultura con imágenes de culto. Fue en 1960. Realizó entonces una Crucifixión para la parroquia de San Ignacio a la que pronto se sucedieron otras en Leintz-Gatzaga, en Sabando y en el Santuario románico de Estíbaliz. Una iconografía religiosa, figuras de cruces y de Andra Mari, muy expresionista, en las que elude toda referencia con las formas tradicionales. Las imágenes devienen en símbolos. A partir de esta iconografía religiosa va evolucionado el artista a medida que se plantea los problemas propios de la escultura contemporánea, o sea, la relación materia y espacio. Rompe así, con nuevos planteamientos expresivos, la frontalidad de sus piezas primitivas, que todavía tenían débitos o recuerdos de su anterior fase pictórica. Inicia su etapa de experimentación abstracta.