Concept

Sol

Las referencias más conocidas y comentadas son aquéllas recogidas por Barandiarán que indican con claridad que al ponerse el sol en el ocaso, la creencia es que se está en realidad introduciendo en el seno de la tierra. Dichos datos etnográficos revelan que el sol es llamado abuela y que la tierra es considerada la madre del sol.

"En algunas, al ponerse el sol, le dirigen un saludo que empieza así: "Eguzki amandrea badoia bere amangana... "la abuela Sol va hacia su madre...", dando a entender con esto que el sol se retira al seno de la tierra (Elosua, Soraluze, Arratia). El sol es considerado, pues, como hija de la tierra. También en algunos lugares de la montaña de Navarra le saludan llamándole abuela. En otros lugares (región de Gernika) le consideran como personaje sagrado y le aplican los calificativos de bendita y santa. Eguzki santu bedeinkatue, zoaz zeure amagana... "Sol santa, bendita, vete hacia tu madre" le dicen cuando va a ocultarse en el occidente. En Mañaria, al ponerse el sol, le saludan diciendo agur "adiós": de lo contrario el sol, dicen. se retira llorando donde está su madre que allí creen que es la Virgen María o Andra Mari, nombre que también designa al numen Mari, Tierra personificada, según ciertos relatos de Goierri y de la montaña de Navarra". (Barandiaran, 1972).

Estas salutaciones-oraciones parecen sugerir que el sol debe recorrer bajo tierra por la noche el camino inverso, de oeste a este, al que recorre de día en la bóveda celeste, al igual que lo hace, por ejemplo en la mitología egipcia. Este extremo no se halla recogido explícitamente en documentos etnográficos vascos, pero sí que está implícitamente expresado en un pasaje de un cuento de Ataun. Se trata de un "cuento maravilloso", al que se le ha adherido un motivo etnográfico, creando un extraño híbrido: el argumento responde a un relato de tipo intemporal, y sin embargo, contiene una referencia etnográfica, perfectamente localizada en el espacio. El relato narra las vicisitudes de tres hermanos, cada uno poseedor de un objeto maravilloso (un gato, un gallo y una hoz). El detalle que aquí importa aparece en torno al gallo.

"El (hermano) del gallo llegó de noche a Altzania, y cuando iba pasado Atabo, hacia la zona de Ezkuden se topó con una cuadrilla de hombres que golpeaban una peña con sus palos.

-"¿Qué estáis haciendo ahí?" les preguntó; y los hombres respondieron:-"Abrir el día, para que vuelva el sol a calentar el mundo". -"Iros a dormir, que este animal que yo traigo se encargará de abrir el día. Cuando cante kikiriki, levantaros y veréis cómo ya es de día."Así lo hicieron y efectivamente, cuando el gallo cantó kikiriki, el día ya había amanecido.

Al ver que aquel era un animal extraordinario aquellos hombres le ofrecieron un cuarto de fanega de oro por él, y este hermano del gallo también se hizo rico". (Estornés Lasa, 1981).

La escena de los hombres golpeando la peña con sus palos para "despertar" al sol y lograr que éste salga cada mañana para alumbrar y calentar el mundo, no deja lugar a dudas sobre la creencia implícita subyacente en el trayecto subterráneo nocturno de nuestra estrella. Por tanto la cosmología vasca primitiva nos habla de un sol, personificado en una abuela, que recorre el firmamento de este a oeste durante el día, y se retira al seno de la tierra, su madre, para efectuar el recorrido inverso durante la noche, y volver a surgir por alguna cavidad y ascender de nuevo al cielo para alumbrar el nuevo día.

Sin embargo, otro testimonio etnográfico recogido por Barandiarán y el propio análisis etimológico de las palabras que designan al sol en euskera, parecen sugerir una representación cosmológica distinta de la anterior. En efecto, el sabio ataundarra nos indica asimismo que:

"Hay regiones de Vasconia donde llaman eguzki a la luz solar y eguzkibegi "ojo del sol" y, Jainkoaren begi "ojo de Dios" al astro mismo (Ataun, Berastegi)". (Barandiaran, 1972)

Esta distinción entre el propio sol y la claridad diurna, parece querer indicar que el sol que vemos sería en realidad una vista parcial, a través de un minúsculo orificio de un gran fuego que se hallaría tras la bóveda celeste. La distinción entre eguzki y eguzkibegi que comunica Barandiarán, trae sin remedio a la mente la intuición de que se trata de una distinción pleonástica y redundante que ya se halla formulada en el propio término eguzki, que estaría compuesto de egu+uzki. Teniendo en cuenta que, salvo la dicotomía recién evocada, eguzki (con sus variantes dialectales) es la denominación más extendida para designar el disco solar, que egu significa simultáneamente la luz diurna y el fuego, y que uzki significa generalmente "ano" pero también "ojo de la aguja", parece que la pareja de conceptos eguzki/eguzkibegi que refiere Barandiarán se halla ya contenida en su equivalente egu/eguzki, y la distinción entre luz diurna y disco solar que postula no sería un localismo de Ataun y Berastegi, sino una característica general en otro tiempo en amplias regiones del país.

Por otra parte, el equivalente de eguzkibegi que nos indica Barandiarán, Jainkoaren begi, podría tratarse de algo más que una simple interpretación cristiana. En efecto, cabe relacionar dicho nombre con la abundancia de versiones dialectales de la palabra sol, iniciadas en i y con una primera consonante de gran variabilidad. Nos referimos a términos como iruzki, iduzki, ihuzki, iuzki, e incluso iluzki, que acompañan a iguzki, sin que dicho fenómeno se repita en las variantes iniciadas en e.(No existen eruzki, eduzki, ehuzki o eluzki). La explicación puede estar en un doble origen. Por un lado el egu+uzki ya comentado, y por otro un *in+uzki, que daría lugar a la variedad de términos evocados.

El término *in sería el sustantivo que antiguamente designaba a la bóveda celeste (ortzi en euskara actual), reconocible aún en algunos nombres del rayo como inhazi, inusturi o inhar y origen más que probable del propio nombre de Dios en euskera, Jainko, construido a partir del nombre de la bóveda celeste a imitación de las deidades indoeuropeas.

Siguiendo esta interpretación, el disco solar recibiría nombres derivados de *egu+uzki = orificio del fuego, y de *in+uzki = orificio de la bóveda celeste, ideológicamente muy próximos. Jainkoaren begi podría pues entenderse también como originado en el sentido más jupiteriano del término como "orificio del cielo".

Las cosmologías basadas en animales y partes del cuerpo suelen tener un sabor pre-agrícola incontestable, y el uzki puede llevar a pensar la bóveda celeste en dichos términos. Sin embargo, además de no poder hallar evidencias en ese sentido, resulta que los orificios en el cielo sí que aparecen en diversas culturas, todas ellas agrícolas. Aparece en la mitología Hopi norteamericana, donde un junco o caña gigante crece hasta agujerear la bóveda celeste y permite a los humanos escapar del diluvio hacia otro mundo situado más allá del cielo. Más cercano geográfica e ideológicamente, aparece también en la cosmología bíblica, donde el camino nocturno del sol, en lugar de realizarse bajo la tierra, se produce detrás de la bóveda celeste. En efecto, al contrario que en el antiguo Egipto, los orificios por donde se introduce el sol en el ocaso y por donde nace de nuevo al amanecer no están en la tierra conectados al mundo subterráneo, sino en el firmamento. El sol atraviesa uno de ellos en el oeste cuando se oculta, y recorre oculto a nuestra vista por detrás del cielo el camino hacia el este para surgir de nuevo al día siguiente.

Sin embargo la teoría subyacente a la dicotomía eguzki/eguzkibegi, no requiere solamente de orificios, sino igualmente un movimiento circular de toda la bóveda celeste, de modo que el orificio se va desplazando a nuestra vista dejándonos ver distintas zonas del gran fuego que arde detrás. Pues bien, dicha teoría es exactamente la que aparece en la cosmología del filósofo griego Anaximandro de Mileto en el siglo VI. antes de Cristo: una serie de esferas concéntricas, suspendidas unas dentro de otras, en el centro de las cuales se halla la tierra, la cual está rodeada de otra esfera que forma la bóveda celeste, que gira alrededor de la anterior, en la que, por ciertos orificios presentes en la misma podemos ver parte de la gran rueda de fuego que se halla más arriba.

La mitología vasca contiene pues vestigios de dos teorías cosmológicas distintas y contradictorias entre sí. Por lo que sabemos ya de la mitología vasca, su núcleo central, proviene de la civilización agrícola neolítica, y su cosmología parece derivar del origen oriental de dicha civilización, sin aportaciones paleoeuropeas específicas. Cómo explicar la presencia de dos teorías contradictorias como las expuestas? La "abuela sol" que se retira al seno de su madre la tierra, nos remite a la existencia de un astro, de un disco solar, y sin embargo la dicotomía eguzki/ eguzkibegi contradice la existencia de dicho disco y su posible viaje por el interior de la tierra, y nos sitúa ante un cosmos de esferas concéntricas con una bóveda celeste giratoria agujereada y un gran fuego más allá de la misma. Y si aceptamos que dicha dicotomía no es un localismo sino un hecho generalizado, en base al análisis etimológico propuesto, parecería que ambas creencias han sido igualmente extensas y generales en casi todo el país.

Procediendo por eliminación, cabe en primer lugar descartar el origen mítico indoeuropeo de la cosmología de Anaximandro. De modo general, aunque la griega es una lengua y una civilización indoeuropea, se trata, según reconocen los especialistas, de "la menos indoeuropea" de las civilizaciones indoeuropeas, y su mitología, por ejemplo, es la que menos aspectos comunes presenta con el resto de mitologías de sus naciones hermanas. Debido posiblemente al alto grado de civilización de su entorno, los griegos adoptaron de los pueblos vecinos muchos aspectos que los alejaron finalmente en gran medida de sus orígenes. En la mitología indoeuropea, el sol es un niño que nace cada mañana de su madre la Aurora, un mito ampliamente atestado, cuyas variantes han sido magníficamente analizadas por Dumézil. Nada que ver pues, con las dos concepciones que se han expuesto.

Con la civilización agrícola neolítica surge la necesidad de controlar el tiempo atmosférico y de estudiar los ciclos de la vegetación. De ahí la observación del cielo y la concepción del calendario. Y aunque las teorías se formulan en un principio de modo mitológico, subyacen un ánimo de observación y un espíritu empírico, típicos de esta civilización. De hecho se considera que las teorías de los primeros filósofos griegos sobre los cuatro elementos, agua, tierra, aire, fuego, son elaboraciones intelectuales basadas en los antiguos mitos agrícolas neolíticos. Cabría inscribir la cosmología de Anaximandro dentro de la misma consideración. El neolítico agrícola es un período muy largo y fructífero, presidido por la observación, y no es descabellado suponer que a lo largo de su devenir histórico, haya podido alumbrar distintas teorías cosmologicas. Lo contrario sería lo extraño. El hecho de que hallemos la misma contradicción que en el País Vasco en dos ámbitos tan próximos entre sí como el Egipto de los faraones y el Israel de la Biblia, autoriza a pensar que ambas concepciones hayan podido ser conocidas entre los vascos desde épocas pre-indoeuropeas. Cabe especular por último que la versión del disco solar que se retira al seno de la tierra pudiera ser más adecuada en el contexto de una religión basada en los enterramientos y el culto a los muertos, como podría deducirse de la preferencia egipcia.

En cuanto a los nombres vascos del sol, además del cristiano Santa Clara cuyo origen conduce también, a la "abuela sol" que se retira al seno de su madre la Tierra, podríamos distinguir un sustantivo original eki, única denominación usada en el euskera suletino, y cuya existencia en el resto del país quedaría atestiguada por la toponimia y la onomástica, con términos como Ekiza, Eizagirre equivalentes al actual general eguzkitza = solana, y los indirectos o metafóricos basados en *egu+uzki y en *in+uzki, que remiten a la teoría cosmológica de Anaximandro.