Lexique

MUSTERIENSE

Los yacimientos musterienses y sus variedades. Los lugares ocupados por el hombre del Paleolítico Medio en el País Vasco se hallan, en su mayoría, en la franja litoral cantábrica o en la red de afluentes que en Iparralde vierten al Atlántico: son muy escasas las referencias a hallazgos musterienses en la vertiente del Ebro. Entre unos yacimientos y otros hay amplias superficies sin lugares de ocupación identificados; probablemente se colmen en el futuro como resultado de prospecciones más detalladas y de éxito. Pero por el momento no es posible señalar áreas de particular concentración de estaciones: en cuyo interior, que así se constituye en «territorio», se ubiquen varios asentamientos cuya rotación alternativa sea apreciable. No es mucha la distancia que media entre Axlor y Lezetxiki o entre Kobalde, Coscobilo y Urbasa o entre Peñacerrada y Murba: pero las relaciones que se puedan establecer en la ocupación de esos lugares dentro de un teórico territorio común carecen, por ahora, de algún apoyo decisivo. El relativamente amplio catálogo de yacimientos musterienses de Euskal Herria ofrece, de acuerdo con la variación de los tipos de paisajes, cuatro clases de sitios de habitación: a) en embocaduras de cuevas o al abrigo de salientes rocosos. Repartidos sobre todo en la vertiente atlántica (tanto de la Cornisa Cantábrica como algo al interior en el ámbito prepirenaico de Iparralde): como es el caso de los yacimientos de Axlor, Lezetxiki, Amalda, Kobalde, Olha I y II, Isturitz, Haristoi o Gatzarria. b) al aire libre, en la zona litoral. Tal los casos de Kurtzia y de diversas citas de Laburdi (en términos de Hendaya, San Juan de Luz, Bidart, Anglet, Biarritz) y de Guipúzcoa oriental (Fuenterrabía). c) al aire libre, sobre terrazas y fluviales, tanto de la red del Ebro (Murba, Peñacerrada, acaso Zúñiga) como, sobre todo, del Adour y sus afluentes (Le Basté, Lahonce, Urt, Bidache, o en la Gave de Mauleon). d) al aire libre, en zonas interiores y más elevadas: en condiciones, por ello, de climatología más continentalizada (tallos lugares del altiplano de Urbasa o los restos del monte Baigura). Esos sitios aparecen así por toda la geografía del país, con un «techo» de la ecumene musteriense situado hacia los 1.000 m. de altitud (Urbasa). Los yacimientos están tanto en paisajes abiertos y de suaves collados (Le Basté, Isturitz, Olha o Murba) como en lugares aledaños de zonas abruptas y montuosas, con valles estrechos y accesos no muy fáciles (Lezetxiki, Axlor, Amalda o Gatzarria). Las condiciones de habitabilidad (de comodidad teórica) de un sitio no fueron determinantes decisivos para que lo escogieran siempre como lugar de ocupación humana. Sitios evidentemente incómodos fueron frecuentados por los musterienses, incluso de modo reiterado: lo que significa que otros factores de atracción debieron compensar aquella localización desagradable (por ejemplo, la proximidad a los cazadores o a los centros de aprovisionamiento en materias primas). El abrigo de Olha I, dominando el cauce del Nive, ofrece un ejemplo bien ilustrativo al respecto. La abundancia de las piedras más aptas para la elaboración de su utillaje básico, tanto en afloramientos naturales in situ como en acumulaciones desplazadas (depósitos fluviales o litorales marinos) fue un factor determinante de la instalación de aquellos grupos musterienses. La situación de otros establecimientos del Musteriense vasco obedece, sin duda, a imperativos de orden cinegético: cuyas faenas propias y labores derivadas debieron ocupar un puesto importante en la actividad de subsistencia de aquellas gentes. Los depósitos acumulados en aquellos sitios incluyen lotes muy variados de ajuares, de restos de comidas y carnicería, de hogueras y, en casos excepcionales, hasta de enterramientos humanos. Las series relacionadas con las industrias de la piedra tallada suelen suponer el efectivo más abultado. Ahí se incluyen tanto los instrumentos ya acabados y los que la rotura o deterioro dejó fuera de uso, como múltiples residuos de las diversas fases de su elaboración (nódulos, núcleos, lascas de desbaste, fragmentos menores del retoque) y hasta parte de los utensilios (como yunques, percutores, compresores...) que intervinieron en esos procesos técnicos. Las series encontradas en Axlor (más de 2.500 instrumentos de piedra tallada, y casi veinte mil restos de «tallen»: con un riquísimo nivel IV que proporcionó más de mil doscientos utensilios), en Lezetxiki, en Urbasa, en Olha I o en Isturitz son otros tantos conjuntos susceptibles de un adecuado estudio tipológico.