Concept

Modelos en la Mitología Vasca

La mitología es una colección de modelos. Modelos para comprender el funcionamiento de la Naturaleza, modelos para el comportamiento vital y social, y modelos para organizar la muerte y lo que venga tras ella. Los personajes de la mitología son siempre modelos a seguir, para bien o para mal.

La primera condición para convertirse en modelo es la de ser fascinante. Las personas contemplamos a los seres que nos fascinan buscando en ellos los modelos de comportamiento. En vano nos ofrecerá un modelo ejemplar quien no consiga previamente fascinarnos, ya que no le haremos ningún caso. Por ilustrarlo con un ejemplo actual, pensemos en los miles de magníficos ejemplos vitales que brindan otros tantos voluntarios de ONGs, sin que consigan retener la atención de la mayoría de la sociedad, mientras que basta que deportistas de élite o cantantes de éxito organicen un evento, para que se active la solidaridad de miles de personas y aparecer ellos mismos como los campeones de la causa que se intenta favorecer, al contrario que sucede a sus anónimos protagonistas.

Al mismo tiempo, es necesario situarse en el contexto mitológico original para llegar a comprender el carácter modélico de ciertos personajes. Cuando cambia el contexto, es necesario realizar un esfuerzo de imaginación suplementario para entender la fascinación que conduce al carácter modélico. Para quienes vivimos en este presente, los personajes fascinantes y por tanto modélicos son sobre todo los famosos que aparecen a menudo en los medios de comunicación: cantantes-bailarines, deportistas de élite, empresarios de éxito, etc. La gente espera con interés a leer o escuchar lo que han dicho Ronaldo, Justin Bieber o Mark Zuckerberg. Independientemente del valor intrínseco de sus declaraciones, éstas son valiosas por quiénes son quienes las realizan. Cuando el mundo se mueve tan deprisa y el contexto cambia tan radicalmente, resulta un poco complicado imaginar que personajes como los jentiles o las lamiñas /difuntos hayan podido causar una fascinación semejante y hayan podido constituirse en referentes modélicos, pero así fue sin duda. Si nos ponemos en la piel de un agricultor de hace cinco o seis mil años cuyas herramientas son aún neolíticas, y cuya supervivencia le exige abatir árboles, arrancar tocones y limpiar malezas para generar tierras de cultivo, roturar la tierra, girarla y desmenuzarla, cercar los cultivos para que no se los coman las bestias y los ganados, reparar a menudo sus chozas, y realizar otras tantas tareas ligadas a la actividad agrícola, veremos que vive inmerso en una interminable lista de fatigas y trabajos penosos, realizados con herramientas poco eficientes. Esa es su vida, ese su contexto, desde que se levanta hasta que se acuesta. Cuando ese agricultor escucha que los gigantes clareaban los bosques arrancando los árboles de cuajo como si fueran puerros, ¿cabe a sus ojos una imagen más magnífica que ésa? Evidentemente no. El gigante es para él la criatura más admirable, fascinante y referencial que se pueda imaginar. Escuchará con respeto y admiración sus historias y tratará de imitar sus comportamientos en la medida de sus posibilidades. Otro tanto podemos decir respecto del Basajaun que ahuyenta al lobo con mayor facilidad y eficiencia que los pastores, o de las lamiñas/difuntos que realizan las tareas agrícolas mejor y más rápido que los humanos. Ambos se constituyen en modelos porque sus habilidades son admiradas en el contexto en el que se cuentan sus leyendas. Veamos cuales son los modelos de comportamiento que proponen a su público, tomando fragmentos de relatos de aquí y allá. Por ejemplo en Zerain,

"Cuentan que el gentil de Arrola, de Zeráin, se fue a Álava a buscar trigo. Volvía cargado de un pellejo de buey, lleno de trigo, cuando tropezó con su hija,..." (Barandiaran, 1972-73).

En Ataun,

"Dicen que antiguamente solían vivir los gentiles en Jentilbaratza. Que muchas veces acostumbraban bajar de noche a Agerre, y que allí se dedicaban al juego hasta que cantase el gallo en la madrugada.

Que una vez enfermó el señor de Agerre y que iba a recibir el Viático. Al saber esto, los gentiles, aunque no eran cristianos, bajaron a Agerre una sobrecama de oro, y con ella cubrieron la cama del enfermo, antes que llegara el Viático" (Barandiaran, 1972-73).

En el Oldenburg alemán,

"Los gentiles que vivían antiguamente en el Hünenbrink que se halla sobre Nettelstädt, tenían muy buenas relaciones con los compañeros, también gentiles, que vivían en Stell (a 4 km.). Cuando algunos de ellos cocían el pan, si los otros querían una barra, simplemente se la lanzaban.

Un gentil que vivía en Hilverdingsen, en la orilla sur de la Laguna Negra, y otro que vivía en Hille, en la orilla norte, solían juntarse para cocer el pan ...

Los gentiles que vivían en Altehüffen no poseían más que un solo cuchillo para todos. Solían dejarlo clavado en el tronco de un árbol que había en medio del pueblo, y cualquiera que lo necesitara lo cogía de allí, y volvía a dejarlo en su sitio tras terminar su trabajo. Aún hoy muestra el lugar donde estaba dicho árbol" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).

En Cornualles, en Inglaterra,

"Cormoran y el gentil de la colina de Trecobben eran buenos amigos y buenos vecinos, y acostumbraban a prestarse cualquier herramienta que uno u otro pudieran necesitar, al modo que suelen hacerlo las personas que están en relación de buena vecindad" (Quiller Couch, 1914) (Traducción adaptada del inglés).

En Elantxobe en Bizkaia,

"Una vez una lamiñaku entró en una casa de Elantxobe cuando sus habitantes se habían ausentado dejando un niño sólo en su cuna. Se sentó ante la cuna y comenzó a mecerla ..." (Barandiaran, 1972-73).

En la Baja Navarra,

"Un verano, una mujer de Sarrasketa escardaba el trigo; por la tarde acudía a la casa a dar el pecho a su bebé. Cuando volvía, se encontraba un montoncito de trigo escardado y la escarda en el lugar donde la dejó. (...). Sorprendió a la lamiña escardando. Le preguntó qué hacía y ésta le respondió que estaba escardando para ayudarla ..." (Barandiaran, 1972-73).

Estos seres admirables, autores de grandes trabajos culminados sin fatiga, ofrecen el modelo de la buena vecindad. Son amigos de sus vecinos, realizan conjuntamente los trabajos, se prestan las herramientas, e incluso mecen la cuna del bebé cuyos padres han tenido que ausentarse. Incluso si algún día se enfadan gravemente, jamás los veremos atacar o dar muerte a nadie. Dejando de lado alguna maldición sobrevenida, la expresión más habitual de su enfado consiste en cubrir de piedras las tierras de labranza de quienes les han ofendido, es decir, que usan su gran fuerza no para la agresión directa sino para realizar un trabajo que cause un perjuicio al ofensor.

Si los modelos para la vida son el trabajo y la solidaridad, los valores que transmite la cosmología de la mitología vasca son la observación, el conocimiento, la libertad y la iniciativa. En efecto, al representarse los fenómenos más temibles de la Naturaleza como carentes de voluntad o propósito (no son la expresión del enfado de los dioses sino fuerzas incontroladas), en las leyendas que los mencionan aflora el modelo de conducta que propone intentar controlarlos: nos cuentan que la meteorología depende del lugar donde habite Mari, mostrando un conocimiento basado en la observación empírica. Y nos indican que hay que hacer todo lo posible para lograr que se quede allá donde conviene, mediante romerías para agradarla o mediante conjuros para encerrarla. Gracias a que en la mitología vasca no hay deidades que controlen la meteorología, los humanos son libres de intentarlo ellos mismos, son los dueños de la iniciativa.

El modelo para la muerte se caracteriza por la ausencia de agresión. Acabamos de decir que los seres sobrenaturales que actúan de modelos a seguir, no muestran ejemplos de agresión física y que a lo sumo cuando se enfadan pueden llegar a realizar algún trabajo colosal que perjudique al ofensor. Incluso cuando se hace necesario representarse la extinción de todos los gentiles, no se recurre a guerras o batallas sino a una epidemia mítica. Y el modelo que proponen para después de la muerte es el de construir sepulturas monumentales y enterrarse colectivamente en ellas, instituyendo de este modo entre los humanos el culto a los difuntos. En este sentido, y si tal y como parece uno de los ciclos de las lamiñas, hace referencia a los difuntos de la casa, estaría instaurando un modelo de solidaridad inter-generacional entre vivos y muertos. Estos ayudan a aquéllos en las labores del campo, y son recompensados mediante las ofrendas nocturnas de alimento, agua y luz.

Esta mitología suministra además más modelos, explícita o implícitamente. Un mundo ilimitado compuesto de infinidad de mini-cosmos autosuficientes, una propuesta de enraizamiento y vinculación al territorio, una proclama de igualdad entre individuos, un modelo de relación basado en la contraprestación y la reciprocidad, la prevalencia del ser colectivo sobre el individual, con todas las consecuencias que esto conlleva, la universalidad de un alto nivel de exigencia ética, etc.

La mitología indoeuropea propone modelos radicalmente distintos a los que acabamos de ver: concibe dioses que someten y esclavizan a los humanos y les atribuye poder y control sobre la Naturaleza. Los humanos no podrán ya ser libres. En vano intentarán canalizar las fuerzas naturales en su beneficio, ahora que tales fuerzas se han convertido en el instrumento de los dioses para premiarlos o castigarlos.

"Los attacot (agricultores) lograron imponerse totalmente a los nobles de Irlanda... A continuación pusieron como rey a Cairbré Caitcheann, uno de su misma raza. (...). La situación de Irlanda se tornó terrible en tiempos del tal Cairbré, porque la tierra negó sus frutos a los attacot tras la carnicería que hicieron con los nobles de Irlanda. Así, el mijo, los frutos y los productos de Irlanda fueron yermos, porque sólo había un grano en cada espiga, sólo una bellota en cada roble, sólo una avellana en cada avellano. Los puertos vacíos, las vacas sin leche, la hambruna se apoderó de Irlanda durante los cinco años que duró el reinado de Cairbré" (Hartsuaga, 1987) (Traducción adaptada del euskera).

Estos dioses que son amos y señores de los humanos instituirán el sacrificio/impuesto, que reemplazará a las ofrendas basadas en la contraprestación y la reciprocidad.

"Othin hizo leyes para su pueblo, leyes que consiguió de los Ases. Al inicio del invierno había que realizar sacrificios para que el año fuera bueno, a mediados del invierno para lograr buena cosecha, y en la primavera para que triunfaran las campañas militares diseñadas. Cada nariz (sic) a lo largo y ancho del país le pagaba el impuesto para que protegiera al pueblo en tiempo de guerra y para que les asegurara un buen año" (Hartsuaga, 1987) (Traducción adaptada del euskera).

Estos dioses tendrán además algunos favoritos a los que concederán el privilegio y la legitimidad para someter a los demás humanos. Igual que Rómulo fundará Roma amparado por la promesa de Júpiter, otros reyes legendarios de la mitología indoeuropea conquistarán el mundo entero porque sus dioses así lo han determinado. Todo está en manos de los dioses. El dominio del mundo y también el orden social. Surge así en el seno de la sociedad la clase dirigente (la política y la espiritual), la clase militar, y el pueblo o clase productora. La religión pública será el coto de los especialistas religiosos, que ostentarán el monopolio del culto, y será sacrílego que cualquier otra persona intente celebrarlo. Incluso uno de los primeros reyes mitológicos de Roma es fulminado por el rayo de Júpiter porque a pesar de su condición puramente militar osa celebrar su culto, cosa que realiza con gran torpeza atrayendo sobre sí la ira del dios supremo. El pueblo indoeuropeo no se asemejará a la colectividad de la cultura dolménica. No estará sometido a exigencia ética universal y quedará por tanto sumido en la indignidad, hasta el punto de que ni siquiera merecerá el castigo de los dioses. Su único castigo será su incapacidad para gobernarse. Se cortan las raíces y la vinculación al territorio, y las gentes se trasladarán a las ciudades para constituir su carne. El pueblo no tendrá acceso al poder, ni en su vertiente política ni en la religiosa. Y si alguna vez osa contravenir esta norma, la intervención de los dioses que tornará la Naturaleza hostil y estéril les mostrará su error. Este pueblo que no está facultado ni para gobernarse ni para organizar su religión, tampoco lo está para defenderse. Así lo veremos acurrucado e indefenso viviendo en perpetua humillación, temerosos del ogro o dragón de turno, hasta que el correspondiente héroe salvador lo mate y los libere de la amenaza.

Los modelos de conducta propuestos diferirán de los que vimos anteriormente. Algunos nos resultan aún familiares, lo que prueba su vigencia en nuestro contexto. Otros sin embargo, requieren un esfuerzo para recrear el contexto en el que se inscriben, como por ejemplo, para entender la fascinación por lo militar. Esta fascinación, ligada a la aventura, la gloria y la rapiña, debió ser tentadora en un contexto de agricultores enraizados de por vida a un territorio exiguo donde les aguardaba un duro trabajo de por vida. Como tentador había de resultar transferirse de un ser colectivo ligado a una exigencia ética notable, a un ser individual libre de tales exigencias en el dulce anonimato de la masa social de la ciudad.

Los nuevos modelos no están vinculados a la tierra y poseen nombres propios. Son los reyes y príncipes, los héroes y los santos. La magia asociada a la realeza confiere armonía a la sociedad y abundancia a la Naturaleza. Los santos realizan milagros que curan a los enfermos y convierten a los príncipes a la verdadera fe. Los héroes recorren el mundo matando dragones y gigantes malvados, y extendiendo el bien y la justicia a golpe de espada. Y al pueblo que contempla estos modelos no se le exige además parecerse a ellos. Basta con que los admire, los aplauda y se someta. Y por supuesto que pague con los diezmos los servicios recibidos. Ulises matará al cíclope Polifemo, Thor matará un sinnúmero de gigantes y San Jorge hará lo propio con el dragón come-doncellas, logrando mediante esta hazaña la conversión al cristianismo del pueblo al que libra de la amenaza. San Martín Txiki al menos, dejará con vida a los basajaunes a quienes roba sus secretos.

"(...). Una y otra vez se enrojece la espada de Patroclo. Acude hasta el lugar donde los troyanos pisaban el cadáver de Sarpedón y lo rescata, con gran esfuerzo y fatiga. Ha matado a veintiséis guerreros troyanos cuando llega hasta Héctor. Incluso llega a abatir al escudero de éste, pero cuando entabla combate con él llega su hora ya que Héctor lo hiere mortalmente.

Cuán dolorosa noticia. El grito de guerra de Aquiles al conocer la muerte de su amigo resuena en el ancho mar y los troyanos descienden en masa abandonado el cadáver, la sangre aguada. Aquiles recoge y lava el cadáver inerme de quien fue su compañero, pero ansía ajustar las cuentas a los troyanos antes de celebrar los funerales. Aparca sus diferencias con Agamenón, y aunque su caballo le previene de su próxima muerte, se abalanza espada en mano.(...) .Eneas es el único troyano que no ha huido, y la lanza de Aquiles atraviesa su ancho pecho, incluida su armadura de hierro.

Más adelante se enfrenta al propio Héctor. Lo que sucede en lo alto es visible desde lejos; qué gran combate se libra en aquel llano hasta que Héctor se desploma muerto! Luego Aquiles cruza el río y coge presos a veinte muchachos. Finalmente los degüella en la pila funeraria de Patroclo. (...)"(Azurmendi, 1985) (Traducción adaptada del euskera).

Dado que los dioses habitan en el Cielo, la tierra se ve desprovista de sacralidad. Los favoritos de los dioses la conquistan, la ensanchan y la reparten entre sus herederos, como si se tratara de un simple objeto, al igual que tratarán como objetos a las personas que la habitan. Y es que ser el favorito de los dioses lo legitima todo. Algunos reyes legendarios de las tradiciones indoeuropeas levitarán sin tocar la tierra, mostrando así cuán indigna es y cuán glorioso resulta caminar sin tener que tocar el lodo.

Cada mitología pone el acento en ciertos aspectos de la realidad mientras deja ocultos otros en la sombra. Y además viste y adorna dichos aspectos con sus propios colores. En este sentido, podría decirse que cada mitología, más allá de interpretar la realidad, incluso la crea, ya que quienes viven según los dictados de dicha mitología no son conscientes de que exista otra realidad más allá de la que conocen. Pero existen. Los modelos que un individuo puede llegar a recibir y a adoptar, para entender el cosmos, para actuar socialmente siguiendo una pautas y rechazando otras, o para organizar su vida religiosa, pueden llegar a ser profundamente divergentes dependiendo de la mitología en la que se encuadre, de modo que su posibilidad de convivir compatiblemente con otro individuo encuadrado en otra mitología puede ser cercana a cero. Por eso es un ejercicio intelectual interesante el análisis de los propios modelos mitológicos y el de los ajenos, de cara a juzgar de manera objetiva la idoneidad de cada uno de ellos. Porque hoy como ayer, todos estamos inconscientemente sometidos a los modelos que nuestra propia mitología nos propone.