En la mitología vasca, representación antropomorfa femenina de la Tierra y las fuerzas naturales.
Debemos el nombre de Mari a José Miguel de Barandiarán, que propone dicha denominación para subrayar la unidad sustancial de este personaje, a quien el pueblo bautiza con nombres diversos. Así, cuando nos referimos, entre otras, a la Señora de Anboto, Dama de Aralar, Bruja de Aketegi, Maya de Puya, Yona-gorri de Leskun o María de Txindoki, usamos siempre el nombre de Mari, siguiendo el criterio establecido por el gran investigador ataundarra, a quien debemos igualmente, la hipótesis de que Mari es la representación simbólica de la Madre Tierra.
Los relatos habitualmente asociados a Mari dicen lo siguiente: habita el mundo subterráneo al que accede a través de diversas cuevas y simas. Quienes la han visto cuentan que es una dama hermosa y elegantemente vestida, y que en su morada abundan los objetos de oro. A menudo se muestra junto a un carnero. Cuando está en casa, hace ovillos con hilo de oro o se entretiene en peinar su larga y hermosa cabellera. Cuando enciende su horno para cocer el pan una nube de humo asoma por la boca de su cueva. Mari no permanece siempre en el mismo lugar, sino que cambia a menudo de residencia. Cuando lo hace, recorre el firmamento bajo la apariencia de una hoz de fuego y cuando se introduce en la nueva cueva o sima produce un gran estruendo, similar al de los truenos. Lo mismo sucede cuando es su compañero Maju o Sugaar quien acude a visitarla: se producen violentas tormentas. El lugar donde Mari habita influye en el tiempo. Cuando habita ciertas cuevas o simas el tiempo es propicio, pero cuando se halla en otras acarrea grandes perjuicios. Por eso se ha solido pedir a los curas que sellen mediante un conjuro la cueva o sima donde se supone que se halla, para que permanezca donde más conviene. El pueblo ha solido realizar ofrendas a Mari para que propicie el buen tiempo, pero además, ésta se sustenta de lo negado o "dado a la negación", a saber, de los bienes cuya existencia ha sido negada por sus propietarios. El dicho popular reza que "lo dado a la negación la negación se lo lleva", significando que a quien niegue un bien luego vendrá Mari a arrebatárselo. Hay quien dice que las tormentas y pedriscos son provocados por los enfados de Mari, y quien sostiene que Mari es la reina de las brujas o de las lamiñas. También se escucha que nunca hay que darle la espalda y que hay que tutearla al dirigirse a ella.