Ser mitológico vinculado al agua, con bella apariencia femenina, aunque con pies de pato, gallina o cabra. Pasa largo tiempo peinando su larga melena con un peine de oro y resulta muy atractiva a los ojos de los hombres.
Es indudable que el nombre vasco de lamia o lamia proviene del latín lamia, pero la caracterización de las lamias vascas no tiene nada que ver con las latinas. Se trata en ambos casos de seres femeninos de bella apariencia, pero las similitudes acaban ahí. Las lamias del mundo clásico acostumbran a devorar a los amantes que han seducido, episodio inédito en la mitología vasca. De hecho las lamias vascas si bien toman prestado el nombre a las lamias latinas, a quienes en realidad se asemejan es a las ninfas clásicas: criaturas femeninas bellas y a menudo tímidas que habitan cerca del agua. No resulta difícil verlas, ya que pasan mucho tiempo sentadas en alguna roca junto al agua, peinando su maravillosa y larga melena con un peine de oro. Siendo tan hermosas, no es extraño que a menudo el muchacho que ve alguna, quede perdidamente enamorado de ella, incluso después de comprobar que sus pies son como de pato, gallina o cabra. Estos pies zoomórficos son característicos de las lamias vascas, aunque no son el único caso en el mundo: el motivo aparece en la tradición árabe de la Reina de Saba, e igualmente en las leyendas escocesas de las glaistig, seres semejantes a las lamias, y cabe la posibilidad de que en ambos casos tal particularidad no esté relacionada con prejuicios demonizadores. Sin embargo, dicha característica suele emplearse para subrayar el carácter no-humano de las lamias y, a menudo, es la causa de que fracase la pareja, con la consiguiente muerte por melancolía del muchacho enamorado.