Tanto el rey de Castilla como el de Aragón pretendían casar a un descendiente de su familia con la reina Juana, y ambos reyes contaban además con sus partidarios dentro del reino de Navarra. El rey Enrique I había concertado en 1273 el enlace de Juana con el príncipe Enrique, primogénito de Eduardo I de Inglaterra, si bien, el monarca inglés no entró en esta disputa por la mano de la reina navarra. Según Lacarra, el rey de Inglaterra adoptó esta posición debido a su supeditación al rey de Francia.
El rey Jaime I de Aragón alegó razones hereditarias para solicitar a los navarros la unión de la reina Juana con alguno de sus descendientes, y realizó una campaña de negociaciones para que distintos ricoshombres y villas le apoyasen en su propósito. El 1 de noviembre de 1274 el gobernador Pedro Sánchez de Monteagudo y otros caballeros reunidos en Cortes en Olite, determinaron que jurarían y prestarían homenaje al infante Pedro, hijo primogénito de Jaime I, tan pronto como éste se presentase en Navarra a recibir la jura y los homenajes, según las condiciones convenidas entre el infante y los hombres del reino.
El candidato propuesto por Alfonso X de Castilla era su primogénito, Fernando de la Cerda. El rey castellano no podía presentar mejores títulos que el monarca aragonés y, en lugar de utilizar la vía diplomática como Jaime I, invadió la frontera sur de Navarra. Los castellanos llegaron a atacar Viana y ocuparon Mendavia. Ante estos sucesos los navarros rechazaron pronto la candidatura del rey de Castilla.
Los navarros se sentían agraviados por la ofensiva militar de Alfonso I de Castilla, pero también se encontraban molestos por la injerencia del reino de Aragón. Diversos sectores de la nobleza e infanzones navarros rechazaron el acuerdo adoptado en las Cortes a favor del infante Pedro y las fuerzas se fueron agrupando en torno a la pequeña reina.