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Historia del Arte (version de 2008)

El período histórico que denominamos Edad Media comenzó en Europa a partir del sigo V d.C. con la invasión de los pueblos germánicos. Entonces, el imperio romano se desintegró y fue sustituido por un conjunto de reinos que, en los primeros siglos, provocaron una gran inestabilidad en el continente europeo, ya que a la invasión siguieron posteriores luchas internas. Además, a partir del siglo VIII la expansión árabe también llegó a Europa al conquistar la mayor parte de la península Ibérica. De todos modos, durante este período el poder en Europa no estuvo en manos de las monarquías sino de los señores feudales y la Iglesia. De hecho, fue la Iglesia quien promovió las creaciones culturales, de tal forma que la cultura pasó a estar al servicio de la religión.

Así, durante la Edad Media, fueron las órdenes monásticas quienes impulsaron en primer lugar la creación de un nuevo estilo, el románico, que se difundió a partir del siglo X por todo el Occidente Cristiano. Integrando diferentes herencias artísticas precedentes, el arte románico supo responder a las necesidades tanto materiales como espirituales del momento. Sin embargo, a partir de finales del siglo XII, el crecimiento de las ciudades, el auge de las monarquías y la creación de la burguesía, conllevaron un cambio en la mentalidad de la sociedad que trajo la formación de un nuevo arte, el gótico. Este arte se fue acercando al ser humano y la naturaleza, y comenzó a dejar de ser monopolio exclusivo de la religión. De hecho fueron tanto los monarcas y los burgueses como la nobleza y la Iglesia quienes impulsaron conjuntamente el proceso de humanización del arte que posteriormente culminó en el siguiente período histórico de la Edad Moderna, en el renacimiento.

En Euskal Herria tenemos pocas noticias sobre el comienzo de la Edad Media. De hecho, aunque hasta el siglo IX carecemos de testimonios fidedignos, parece ser que los visigodos no ejercieron ningún control sobre el territorio, y por tanto, los habitantes de Euskal Herria continuaron gobernándose según las formas y los modos heredados de la época romana. Sí existió un mayor proceso de ruralización y, por tanto, un aumento del poder de los señores feudales y de la Iglesia, a través de los obispados y los monasterios. La llegada del pueblo árabe cambió poco la situación; se establecieron en el sur de Navarra, y mediante la familia Banu Qasi dominaron la región de la Ribera durante dos siglos, hasta que fueron conquistados por los reyes navarros.

Por tanto, durante esta primera etapa de la Edad Media, Euskal Herria, al igual que el resto de Europa, estuvo inmersa en una encarnizada lucha por el dominio de los territorios que enfrentó a diferentes nobles, obispos, monasterios y reyes. De hecho, en las provincias que hoy incluimos dentro del territorio de Euskal Herria, durante este período sólo se formó un reino que con el nombre primero de Pamplona y después de Navarra y que controló la mayor parte de nuestra geografía. Este reino intentó, como otros, extender sus fronteras pero se encontró con la competencia de Castilla y Aragón con los que tuvo que enfrentarse. No obstante, los reyes de Navarra tuvieron que compartir el control del territorio con la nobleza y la Iglesia, ya que en la práctica eran estos grupos los que ostentaron el poder durante este período en el territorio y ejercían el control político, económico y cultural sobre sus habitantes.

Las primeras manifestaciones artísticas importantes que se crearon en Euskal Herria pertenecen al estilo que denominamos como románico, un estilo que se creó como parte de este control. La Iglesia, al igual que la nobleza y la realeza, necesitaba símbolos que manifestasen la unidad de los territorios cristianos de Europa occidental. Por tanto, ante la diversidad geográfica, económica y política, la Iglesia utilizó el arte como elemento unificador a la hora de ejercer el poder en el mayor número posible de territorios. De ahí el carácter homogéneo y el componente didáctico del arte románico; en una sociedad rural dedicada a la agricultura y a la ganadería, con escasa población y una situación política inestable, condicionada por continuos cambios en el poder, el románico se convirtió en el principal punto de referencia cultural, en el estilo que aglutinó al resto.

Los monjes benedictinos de la orden de Cluny en Francia fueron los encargados de crear y difundir el románico, un estilo que debía garantizar la cohesión y la uniformidad del mundo cristiano occidental. Para ello tejieron una compleja red de monasterios, obispados y caminos de peregrinación que en el caso de nuestro territorio se constituyó en torno al Camino de Santiago. De hecho, tanto a través del mismo como a partir de él, en Euskal Herria comenzaron a crearse diferentes manifestaciones artísticas que resolvían ya no sólo las necesidades religiosas sino que respondían a un estilo, a unos principios que buscaban a través de la expresión artística alcanzar unos objetivos concretos; de ahí que el románico sea el primer estilo del que podamos hablar expresamente como de arte realizado en Euskal Herria. Sin embargo, el románico que se desarrolló en Euskal Herria se caracterizó por su sencillez. Hay que recordar que el estilo románico después de gestarse en Francia se expandió por toda Europa occidental y llegó a la península Ibérica tardíamente.

Hasta la llegada a partir de finales del siglo XII de una nueva corriente cultural que denominaremos gótico y que progresivamente sustituyó al románico, el estilo se expandió por Euskal Herria con desigual incidencia. En Navarra la influencia fue mayor ya que el principal camino a Santiago transcurría por territorio navarro; además, los reyes navarros apoyaron la fundación de monasterios benedictinos y contribuyeron a la expansión del estilo al facilitar la construcción de edificios religiosos y civiles. La proximidad de Araba e Iparralde al camino principal propició también un mayor desarrollo del románico, mientras que en Gipuzkoa y en Bizkaia la influencia fue menor. En cuanto al estilo, dependiendo de la zona de Euskal Herria, encontramos elementos y rasgos combinados del románico francés, aragonés y castellano. El predominio de la arquitectura sobre las artes plásticas y la preeminencia del arte religioso sobre el civil fueron rasgos que caracterizaron a todos los territorios.

La disciplina artística que más se desarrolló en el románico fue la arquitectura que, de este modo, se convirtió en la mejor herramienta de expansión del románico. Tanto la nobleza como la Iglesia, tras cinco siglos de inestabilidad y de guerras, necesitaban construcciones que se adecuasen a las nuevas necesidades de la población y que cumpliesen, además, una función militar pero también didáctica: que sirviesen para educar en la fe cristiana, pero también para transmitir a la sociedad la capacidad de dominio de los nuevos poderes civil y religioso.

Los ejemplos de arquitectura religiosa que conservamos en Euskal Herria del período románico no son muy numerosos. Debido tanto a la convulsa situación política del propio período como al paso del tiempo, muchas iglesias han desaparecido o han sufrido procesos tan severos de transformación que en muchos templos, hoy en día, sólo podemos hallar restos románicos en elementos constructivos como puertas o ventanas. Y es que en su mayoría fueron construcciones pequeñas y modestas tanto formal como materialmente, debido al escaso desarrollo económico y político de algunas de las áreas de Euskal Herria durante este período, y por ello, posteriormente fueron sustituidas por nuevas construcciones que cumplían mejor formal y conceptualmente las necesidades que tuvieron las generaciones posteriores.

La arquitectura románica, al igual que el resto de la cultura y el arte desarrollado en este estilo, recupera la tradición constructiva del arte romano al que añade nuevos elementos procedentes de los pueblos que invadieron Europa. Así, las iglesias se realizan con planta de cruz latina, una o tres naves, crucero marcado y cabecera con ábsides semicirculares. En la construcción predomina el arco de medio punto, los capiteles historiados y la bóveda de cañón o de arista en las naves, de horno en los ábsides y cúpulas sobre trompas en el cimborrio. La mayoría de los monasterios y las iglesias construidas durante este período son de pequeño tamaño porque la población no era muy numerosa, y realizaban anchos los muros y pequeñas las ventanas no sólo porque se perdieron las habilidades técnicas constructivas de los romanos -la mayoría de las escuelas de formación habían desaparecido- sino porque las propias necesidades determinaban otro modo de construcción y edificios con características diferentes.

Como ya hemos señalado, los mejores ejemplos de románico en Euskal Herria se desarrollaron en Navarra. Las primeras obras que se construyeron en este estilo a finales del siglo XI fueron la cripta y los ábsides del monasterio de San Salvador de Leyre y algunos elementos constructivos de la iglesia de San Miguel de Aralar. En estas construcciones es evidente la sencillez e incluso la tosquedad característica de los inicios del románico, con gruesos pilares y capiteles, y contrafuertes exteriores muy desarrollados. Sin embargo, el momento de mayor esplendor del románico navarro fue el siglo XII. La consolidación del Reino de Navarra a través de sus estrechas relaciones con los reinos de Francia y el Reino de Aragón, y el éxito de las conquistas frente a los musulmanes, permitió que el reino navarro creciera económicamente y pudiera acometer la construcción de numerosas iglesias que todavía hoy se mantienen en algunos casos en un buen estado de conservación. De hecho, la catedral de Pamplona fue la principal obra del período, pero son pocos los restos que conservamos. Y es que construida a comienzos del siglo XII, seguía el modelo de la catedral de Santiago de Compostela -con tres naves, crucero y tres ábsides-, pero lamentablemente se hundió en 1390 y fue sustituida por una nueva en estilo gótico.

Pamplona se encuentra en el Camino de Santiago y, por tanto, es en este camino donde encontramos algunas de las principales obras del románico. A este período pertenecen el primer edificio del monasterio de Irache, que fue reemplazado por construcciones posteriores, y el ábside de la iglesia de Santa María de Ujué, donde se siguió el modelo de la catedral de Jaca -tres naves, crucero, tres ábsides y macizos muros con pocos vanos- y sólo quedan los muros de los tres ábsides ya que el resto fue demolido en el período gótico, y ahora están absorbidos por la iglesia gótica. En Santa María la Real de Sangüesa, en cambio, además de los tres ábsides, del período románico se mantuvo su principal portada y toda la decoración de la misma, pero el resto también fue sustituido en diferentes fases por nuevos estilos.

Sin embargo, pese a todo lo descrito, Navarra conserva algunos de los mejores ejemplos de arquitectura románica en Euskal Herria. En Estella, por ejemplo, en la iglesia de San Pedro de la Rua, la mayor parte del templo mantiene las trazas y los elementos originarios, destacando el claustro, del que se conservan dos de sus alas. En cambio, en la iglesia de San Miguel, en la misma localidad, sólo la cabecera pertenece al período románico ya que el resto de la iglesia es cisterciense.

Uno de los mayores atractivos del románico navarro conservado lo constituyen las iglesias de planta centralizada. Tanto la iglesia se Santa María de Eunate en Muruzabal como la del Santo Sepulcro en Torres del Río, llaman la atención por sus pequeñas dimensiones, su sencillez constructiva, sin apenas decoración añadida, y la utilización de la planta octogonal. En el caso de Eunate, el elemento característico es la arquería octogonal que rodea a la iglesia, mientras que en Torres del Río hay que destacar la bóveda califal del interior del edificio con arcos que se cruzan aunque no convergen en la clave y que recuerdan a la arquitectura mozárabe.

Tanto las dos iglesias de Estella citadas como las dos de planta centralizada descritas, pertenecen al período final del estilo románico en Euskal Herria, un período en el que comienzan a ser visibles la influencia del cister y su reforma. El edificio que en Navarra mejor delata esta presencia es la catedral de Tudela, construcción en la que siguiendo los esquemas de la arquitectura cisterciense, se realizaron tres naves, ampliando y elevando la central respecto a las laterales, y se desarrolló el crucero y la cabecera con cinco capillas. Este edificio alcanza tanto en los elementos sustentados como sustentantes una mayor altura, agilidad y luminosidad, anunciándonos no sólo un mayor dominio de la técnica constructiva sino también unas nuevas necesidades que hay que satisfacer producidas por los cambios económicos y las transformaciones sociales que se avecinaban.

En Araba predominan, sobre todo, las pequeñas iglesias rurales que, siguiendo el estilo románico, lo reinterpretan de un modo sencillo no exento de armonía y proporción. La mayoría se encuentran en el sur de la provincia, en las tierras más próximas al Camino de Santiago. Una de las iglesias que mejor definen las características del románico rural en Araba es la iglesia de San Vicentejo en Treviño; desarrollada en una única nave de dos tramos y presbiterio formado por un tercer tramo más corto y un ábside semicircular, San Vicentejo resume muy bien los rasgos de la arquitectura románica reinterpretada de un modo sencillo. Otros ejemplos parecidos los encontramos en Santa María de Tuesta en Valdegovía, Santa María de Tours en Gazeo, San Juan de Marquínez en Bernedo, San Juan en Cárcamo, Santa María en Tobera y la Asunción en Alaiza. En la mayoría de estas iglesias desconocemos los datos y las circunstancias de su construcción, así como la evolución de su posterior conservación, pero constituyen interesantes ejemplos del románico popular.

No obstante, hubo dos construcciones que tanto por sus dimensiones como por la influencia que ejercieron en la provincia, destacaron en el panorama alavés. Nos referimos a las iglesias de Nuestra Señora de Estibalitz y San Prudencio en Armentia. En ambos casos nos encontramos una planta de cruz latina con una sola nave compuesta de tres tramos y un ábside semicircular en el caso de Armentia, mientras que son tres los ábsides semicirculares que se conservan en Estibalitz. En cuanto a las cubiertas, en Armentia, la nave lleva bóveda de cañón apuntado, el ábside bóveda de horno y el crucero cuatro arcos torales dobles y apuntados sobre el que se eleva el cimborrio cubierto por bóveda de arcos cruzados en diagonal en el centro. En Estibalitz, la nave se cubre con bóveda de cañón apuntado, los tres ábsides con bóveda de cuarto de esfera y el crucero con bóveda de arcos cruzados en diagonal sin clave central.

En cuanto a Iparralde, en el territorio francés también se desarrolló un importante foco románico, principalmente, en la zona del interior, en Nafarroa Behera y en Zuberoa, por la influencia que ejerció el Camino de Santiago. La construcción más antigua e importante es la iglesia de Sainte-Engrance en Zuberoa; construida en el siglo XI, recoge elementos del románico francés y característicos de la arquitectura popular del área, como la pronunciada pendiente del tejado. También en Zuberoa encontramos elementos románicos en las iglesias de Haux en Tardets, y en Saint Blasise en Maule-Lextarre, y en Nafarroa Behera en las iglesias de Saint Nicolas de Harabeltz y Haphant en Saint Jean le Vieux. En Lapurdi sólo el pueblo de Lahonce conserva una pequeña iglesia construida en el siglo XII.

En cambio, en Bizkaia y en Gipuzkoa la incidencia del románico fue mucho menor. De hecho, en la mayoría de los casos, los restos que nos han llegado además de escasos están constituidos por elementos arquitectónicos aislados -portadas, ventanas, pilas bautismales- que han sido reutilizadas en posteriores construcciones.

En términos generales, el románico de Bizkaia y de Gipuzkoa sigue las premisas de Araba. El elemento más singular en estos dos territorios fue el ábside rectilíneo, utilizado en Bizkaia en las iglesias de San Pelayo en Bakio, San Miguel de Zumegatxe en Mungia y San Pedro de Abrisketa en Arrigorriaga. Son iglesias sencillas, de pequeñas dimensiones, con una única nave cubierta con estructuras de madera y en la cabecera con bóveda de cañón; el elemento singular de estas iglesias -el ábside de forma cuadrada- fue un rasgo bastante extendido en toda la cornisa cantábrica y no un elemento característico y definitorio de las iglesias de Bizkaia. Al final del período se construyó la iglesia de Andra Mari de Elejalde en Galdakao, con elementos constructivos góticos -los arcos apuntados en los dos primeros tramos de su nave-, combinados con características románicas.

En Gipuzkoa la falta de restos es todavía más evidente y, por tanto, sólo nos quedan elementos constructivos aislados en el cementerio de Aretxabaleta, dos arcos geminados con un parteluz procedentes de la iglesia de San Miguel de Bedarreta, dos ventanas románicas absidiales, colocadas una sobre otra, en la iglesia de Santa Eulalia de Bedoña en Arrasate y también se conservan restos románicos en las puertas de las iglesias de San Miguel de Idiazabal, San Juan Bautista de Abaltzisketa, la Antigua de Zumarraga, y Santa María de Tolosa. La mayoría de las iglesias románicas de Gipuzkoa posiblemente fueron construcciones pequeñas y provisionales, lo que nos indica que los recursos económicos eran más escasos.

A finales del siglo XII se extendió por Europa un nuevo estilo artístico de transición entre el románico y el gótico. Este estilo fue impulsado por la orden del Cister a partir de la reforma promovida por San Bernardo. La nueva orden se opuso a lo establecido por los benedictinos al proponer una cultura y un arte más ascético y austero, al eliminar la decoración de los edificios e introducir nuevas técnicas constructivas como el arco apuntado o la bóveda de ojivas. Estas nuevas técnicas constructivas permitieron liberar a los muros del peso de las bóvedas, aligerarlos, y ganar así en altura y en luz. Este nuevo estilo también se introdujo a través del Camino de Santiago y tuvo especial incidencia en Navarra, aunque posteriormente también se extendió por el resto de Euskal Herria fusionándose, en muchos casos, con el románico. Las construcciones más importantes realizadas en este estilo fueron los monasterios de Fitero, Iranzu y La Oliva en Navarra.

En cuanto a la arquitectura civil, los ejemplos conservados todavía son más escasos que los de carácter religioso. En este período la nobleza y la monarquía no necesitaban ejercer tanto la función didáctica que realizaba la Iglesia y, además, los conflictos militares provocaron la desaparición de la mayor parte del patrimonio arquitectónico realizado en esta tipología. El ejemplo más destacado que se conserva de arquitectura civil románica es el Palacio de los Reyes de Navarra en Estella; compuesto por un conjunto de edificios sobrios y sencillos, en la actualidad, tan sólo se puede considerar originariamente románica la fachada ya que los espacios interiores fueron posteriormente transformados. La fachada está organizada en dos pisos de arcadas -abajo el pórtico, arriba los ventanales de la gran sala- en la que cada una tiene un orden columnario superpuesto distinto.

Entre el resto de las construcciones civiles conservadas, destacan los recintos amurallados de las localidades navarras de Viana, Rada y Artajona, y los diferentes puentes que ayudaban a cruzar el río Ebro en el transcurso del Camino de Santiago por Pamplona, Agoitz, Esa, Sangüesa, Irota y Puente la Reina. Otro edificio que pudo ser construido en el período es la torre del abad de Biasteri en Araba, aunque posteriores intervenciones también han transformado el edificio.

En el románico, las disciplinas plásticas tuvieron un papel secundario supeditado a la arquitectura. Su función fue fundamentalmente pedagógica, ya que el principal objetivo era extender la fe cristiana a través del poder religioso representado por la Iglesia y el poder civil representado por la nobleza. Por esta razón, los principales temas de representación eran las narraciones bíblicas, mientras que los motivos profanos -animales, vegetales y escenas de la vida cotidiana- sólo tuvieron un papel secundario, meramente decorativo. El sentido de la realidad y el naturalismo, así como el de la proporción y la armonía, se perdieron, y el románico además de simplificar los rasgos los exageró. En este cambio se vislumbra, además de la ausencia de una técnica más precisa, una transformación profunda en el concepto y sentido del arte, tanto por la función que cumple como por los objetivos que persigue.

En Euskal Herria, la mayoría de los restos de disciplinas plásticas que se conservan son escultóricos y decoran las portadas y los claustros de las iglesias. En este caso, los mejores ejemplos también los encontramos en Navarra, en los capiteles del claustro de la catedral románica de Pamplona, en la portada del Juicio Final de la catedral de Tudela, en la portada lateral de San Miguel de Estella y en la portada principal de Santa María La Real de Sangüesa, en la que se encuentra, sin duda, el conjunto más completo e interesante de esculturas del período. En las demás iglesias, tanto en Navarra como en el resto de Euskal Herria, predominan simples y elementales decoraciones geométricas.

Las esculturas exentas realizadas en madera y policromadas constituyen la siguiente manifestación escultórica importante. Las dos imágenes más representadas son la Virgen María sentada con el niño encima de las piernas y la figura de Cristo Crucificado en la cruz. Entre las esculturas exentas de este período destacamos en Araba la Virgen de Estibalitz y en Navarra el Cristo de la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río.

Ejemplos de pintura no nos han llegado -si exceptuamos algunos restos de pintura decorativa mural como los hallados en la ermita de San Llobente en Elgoibar (Gipuzkoa)- pero sí se han encontrado piezas de orfebrería con acabado de esmalte y trabajos en plata, oro y marfil. El Frontal de Aralar (Navarra), procedente de Francia, es una de las piezas más interesantes y está considerado como uno de los mejores ejemplos a nivel europeo. También hay que resaltar la Virgen de Irache (Navarra), realizada en madera y recubierta de plata, y la Virgen de Jerusalén de Artajona (Navarra). Además, Navarra posee dos singulares arquetas de factura árabe realizadas en marfil y que proceden de los monasterios de Fitero y Leyre; en la arqueta de Fitero predominan los motivos geométricos y vegetales, y en la de Leyre estos mismos temas se combinan con representaciones de la figura humana.

El gótico se desarrolló en Europa a finales del siglo XII. Este segundo movimiento cultural que relevó al románico, nació como consecuencia al nuevo tipo de sociedad que surgió en Europa. Y es que durante esta segunda etapa de la Edad Media, Euskal Herria, al igual que el resto de Europa, conoció un importante desarrollo económico gracias al renacer de la artesanía -con un sistema de organización gremial- y el comercio. Este progreso económico que repercutió positivamente en un significativo aumento de la población, propició también el renacer de las ciudades y la fundación de villas. De este modo, la ciudad y la burguesía, la nueva clase social que se desarrolló en esta etapa, constituyeron el nuevo pilar sobre el que la cultura gótica se erigió junto a los previamente alzados por la monarquía, la Iglesia y la nobleza, que ahora comenzaba a conocer la decadencia del sistema feudal instalado. De hecho, mientras comenzó la decadencia del sistema feudal, las monarquías aprovecharon la coyuntura para ampliar el poder constituyendo reinos más extensos.

La Iglesia respondió a este nuevo reto promoviendo un nuevo movimiento cultural que sustituyese al románico y se adecuase a la nueva sociedad que se estaba creando. Esta nueva sociedad, dotada de un marcado carácter urbano requería, frente a las propuestas severas y austeras del románico, un lenguaje distinto, más cercano, directo, humano y natural. De ahí que la Iglesia, al igual que fundó en el ámbito de la fe y la predicación nuevas órdenes monásticas, con un carácter más abierto y dirigidas a las nuevas clases sociales y a la mentalidad que se estaba gestando -franciscanos, dominicos- decidió impulsar un estilo más humanista, el gótico, que respondiese en la misma medida a las nuevas necesidades artísticas. Por ello, aunque el gótico prosiguió con el carácter homogéneo y didáctico del románico, la Iglesia entendió que el nuevo estilo debía tener una disposición diferente, más próxima y dialogante con la sociedad.

Durante este período, Euskal Herria conoció importantes transformaciones aunque de desigual manera. Así, mientras que el Reino de Navarra entró en un proceso de decadencia que desembocó en la conquista del territorio por parte de las tropas de Castilla (1515), y Araba conoció un período de regresión que trajo su progresivo estancamiento, Bizkaia y Gipuzkoa destacaron por sus espectaculares avances. Las dos provincias costeras prosperaron al aprovechar el dinamismo de sus economías basadas en la extracción del mineral de hierro, la pesca y el comercio en el norte de Europa con productos de Castilla. El desarrollo económico a partir del siglo XIV repercutió en el aumento de la población y, por consiguiente, creció también la prosperidad social y cultural. De este modo, la ventaja que habían conseguido Araba y Navarra en la primera fase de la Edad Media, fue neutralizada por las dos provincias costeras y, a partir de ahora, el desarrollo del norte fue más importante que el del sur.

Respecto al arte, el gótico tuvo un enorme éxito en Euskal Herria y, principalmente, en Bizkaia y en Gipuzkoa, aunque Navarra, Araba e Iparralde también crearon obras interesantes e importantes en este estilo. De hecho, el gótico se mantuvo en Euskal Herria hasta el siglo XVI sin ser sustituido por el renacimiento, a pesar de que este nuevo estilo surgió en Europa a finales del siglo XIV. Una vez más, fue la arquitectura la disciplina artística que más se desarrolló, aunque la escultura comenzó a independizarse y a progresar por si misma. En cuanto a las influencias que recibió el estilo gótico de Euskal Herria, a las procedentes de Castilla, Aragón y Francia, ahora sumaremos las que llegaron del centro de Europa, principalmente, de Flandes y de los reinos alemanes. Finalmente, en el estudio del gótico vasco otro elemento que nos ayudará es el gran número de obras conservadas y el buen estado en el que nos han llegado.

La arquitectura gótica que se desarrolló en Euskal Herria se caracterizó además de por la sencillez y la austeridad, por su carácter híbrido ya que mantuvo características románicas al inicio del período y combinó las renacentistas al final. Esta mezcla de elementos técnicos, constructivos y ornamentales del románico, el gótico y el renacimiento, estuvo motivada por la prolongación en el tiempo de las construcciones y por la reutilización de elementos y de materiales en diferentes fases del proceso constructivo. De hecho, los elementos básicos del léxico gótico -arcos apuntados, bóvedas de crucería, arbotantes- no siempre los encontramos en las construcciones de Euskal Herria. En cambio, hay otras características -la amplitud y la altitud espacial, o la ausencia de decoración escultórica en los elementos constructivos ornamentales- que se repiten en el transcurso del período.

En cuanto a las tipologías, la tipología que más se desarrolló en Euskal Herria fue nuevamente la de carácter religioso y, de hecho, la mayoría de los edificios tanto por número como por su importancia se corresponden a esta tipología. Sin embargo, frente a la escasez de restos de arquitectura civil en el período románico, en el gótico abundaron construcciones civiles, que aunque en la mayoría de los casos han llegado hasta nosotros transformados, sirven para poder imaginarnos la vida civil de la sociedad; además, aunque la mayoría de las construcciones corresponden a palacios y casas-torre pertenecientes a las familias más importantes de Euskal Herria, también conservamos restos de edificaciones comunes que nos permiten comenzar a intuir la posterior estructura del caserío vasco.

Respecto a las principales formas arquitectónicas desarrolladas, conviene destacar que en la arquitectura religiosa, entre los diversos modelos de planta difundidos, el más utilizado fue el de la planta basilical de tres naves con crucero desarrollado, presbiterio y girola sobre la que se abrían capillas de sección poligonal. En cuanto a los soportes, los pilares eran sencillos y austeros, y los más utilizados fueron los de sección cilíndrica con fuste enjarjado en el perímetro del pilar, en relación al empuje que recibían de las bóvedas y los terceletes; al final del período, el pilar todavía se simplificó aún más, como consecuencia del enjarje en el pilar de las nervaduras, lo que provocó la utilización del pilar cilíndrico, mucho más sencillo. En la estructura de las cubiertas también concentramos la misma sencillez y austeridad de los pilares y, en general, predomina la bóveda de crucería concebida desde un punto de vista sobrio; la única licencia decorativa que se concedía era el aumento del número de tirantes para la descomposición de empujes mediante la incorporación de terceletes; sólo al final del período se enriquecieron los terceletes con el elemento decorativo de los combados. Atendiendo a la división territorial, en el período gótico fue Navarra la provincia en la que se construyeron el mayor número de edificaciones, aunque como en el caso de Araba o el interior de Iparralde, el ritmo constructivo decreció respecto al período románico, ya que al estancamiento de sus economías, se le unió un catálogo de construcciones levantadas en el románico que ya satisfacían sus necesidades. En cambio, el aumento más espectacular en la construcción de edificios se registró en Bizkaia, Gipuzkoa y la costa de Iparralde, Lapurdi, donde gracias al progreso económico y el crecimiento demográfico, se levantaron nuevos edificios.

En Navarra, el primer edificio del que se tiene constancia en el período gótico es la iglesia de Santa Maria de Roncesvalles; erigida a principios del siglo XIII siguiendo el primer estilo gótico francés de la región parisina y no el gótico radial, que por entonces estaba influyendo en la construcción de las principales catedrales castellanas, la iglesia se construyó con tres naves de cinco tramos, la central elevada sobre las laterales y la cabecera pentagonal con grandes ventanales. Entre sus elementos, la mayoría canónicos de la arquitectura francesa, destacan las columnas cilíndricas, el triforio y la utilización, por primera vez en Euskal Herria, de arbotantes que descargaban sobre los contrafuertes exteriores el peso de las bóvedas de crucería.

Pero en Navarra, el mejor ejemplo del gótico lo constituye la catedral de Pamplona. En su construcción hay que distinguir dos períodos, el primero en el que se construyó el claustro, y el segundo en el que se erigió la iglesia sobre las ruinas del templo románico derrumbado en 1390; en esta segunda fase también se construyó en el claustro la capilla Barbazana, en el que destaca el trazado de su bóveda estrellada. En cuanto a la estructura de la iglesia, que sigue la estructura del gótico canónico de este período, destacan las capillas abiertas entre los contrafuertes con la misma altura que las naves laterales, el crucero formado por una nave transversal acusado en planta y en alzado, la ausencia de triforio, lo que le da al edificio un aspecto sobrio y vertical, y la composición de la cabecera, donde las capillas componen un espacio unitario que tan sólo se individualiza en la disposición de los tramos de las bóvedas.

En el resto de Navarra, la mayoría de las iglesias construidas son más sencillas. Así, en San Pedro y Santa María de Olite, San Saturnino de Artajona y Santa María de Ujué, construidas entre finales del siglo XIII y primera mitad del siglo XIV, nos encontramos con modestas iglesias de una sola nave que cuentan con estructuras más propias de iglesias de ámbito rural que urbano; las iglesias de la Asunción en Villatuerta, San Andrés en Zizur Mayor o San Martín de Unx, también son un buen ejemplo del gótico rural navarro. Posterior y, por tanto, con tres naves y soluciones constructivas más avanzadas es la iglesia de Santa María de Viana.

En Araba, aunque el número de edificios levantados durante este período descendió, los construidos son significativos, destacando los nuevos templos de Vitoria-Gasteiz y de Biasteri (Laguardia). En Vitoria-Gasteiz la iglesia de Santa María fue la construcción más importante de este período. Conocida en la actualidad como la Catedral Vieja, sus obras comenzaron a finales del siglo XIII y se prolongaron hasta finales del siglo XV. En este templo se optó por una planta de tipo basilical con tres naves de cinco tramos, amplio crucero y una cabecera donde la girola central, en la que se abren tres capillas poligonales, se combina con cuatro capillas rectangulares. Entre sus elementos, la mayoría canónicos, sobrios y sencillos, destaca recorriendo todo el perímetro del templo un triforio estrecho. En Vitoria-Gasteiz también se construyeron otras iglesias en este estilo durante este período -San Vicente, San Miguel Arcángel y San Pedro Apóstol-, destacando ésta última, por su acceso porticado junto a la cabecera, ya que estaba adosada a la muralla, la cabecera con cuatro ábsides, los amplios ventanales de tracería y la existencia de un solo tramo de triforio en el extremo sur del crucero.

El segundo núcleo en importancia en Araba fue Biasteri, donde se construyeron las iglesias de San Juan Bautista y Santa María de los Reyes. La primera, construida entre los siglos XIII y XIV, continuó los esquemas clásicos de las fábricas góticas de este período, destacando sus tres naves y la bóveda de crucería. En cuanto a Santa María de los Reyes, aunque fue construida posteriormente entre los siglos XV y XVI, mantiene escasos elementos de su estructura arquitectónica gótica pero tiene una de las portadas escultóricas mejor conservadas del período.

En el resto de la provincia, entre las localidades que podemos señalar con iglesias construidas en estilo gótico, destacamos las parroquias de Lasarte, Kampezu, Bilar y Agurain, aunque son numerosas las ermitas y pequeñas iglesias que, como en Navarra, se realizaron siguiendo un estilo gótico rural en el que se combinan los elementos del gótico con los del románico y, a partir del siglo XVI, con elementos decorativos propios del renacimiento.

En cuanto a Iparralde, el edificio más importante realizado en estilo gótico fue la catedral de Bayona. Iniciada a finales del siglo XIII, la fábrica principal es del siglo XIV y fue realizada siguiendo el estilo del gótico radiante de la zona francesa de Champagne y, concretamente, los trazos de los proyectos de las catedrales de Reims y de Burdeos. La catedral prolongó sus labores de construcción hasta el siglo XVI y se dieron por concluidas con la realización de las torres de la fachada en el siglo XIX. Destaca su aspecto grandioso -es la mas grande y alta de las catedrales de Euskal Herria-, la planta de cruz latina y no basilical, aunque actualmente queda ocultada por las capillas laterales añadidas con posterioridad, y el claustro, uno de los mejores construidos y conservados tanto por su estructura como por su decoración.

Respecto a Bizkaia y Gipuzkoa, a diferencia del período anterior, en este momento las construcciones fueron más numerosas y de mejor calidad. Sin embargo, los comienzos fueron tardíos, y es que hasta el siglo XIV no se construyeron los primeros edificios significativos. En Bilbao las iglesias de Santiago Apóstol y San Antón constituyen dos buenos ejemplos del gótico en Bizkaia al estar realizadas siguiendo una línea sencilla y austera, y al integrar elementos constructivos siguiendo las trazas del estilo gótico francés y castellano. Con tres naves de tres tramos, crucero alienado, presbiterio, capilla mayor poligonal y girola con siete capillas pentagonales en su mayoría, la iglesia de Santiago Apóstol se emparenta con otras construcciones del norte de la península Ibérica como Burgo de Osma, Palencia, Santander o Castro Urdiales; el sistema de cubrición empleado fue la bóveda de crucería, excepto el tramo central del crucero donde se enriqueció con terceletes y cinco claves, y en la cabecera con una bóveda estrellada de siete claves. En cuanto a la iglesia de San Antón, destaca entre sus tres naves la central, más ancha y el doble de alta que las laterales, y la ausencia de ábside, cerrándose su frontis interior con un muro recto; como en otras iglesias de Bizkaia, la iglesia de San Antón también tiene un triforio.

Sin embargo, la construcción más original del gótico en Bizkaia se encuentra en Lekeitio. La iglesia de Santa María de esta localidad sigue las trazas generales de las fábricas castellanas del siglo XIII pero simplificándolas. Con tres naves de tres tramos, crucero y tres capillas en la cabecera, la iglesia de Lekeitio destaca por su doble batería de arbotantes con pináculos, la presencia en la cubierta de un nervio que lo recorre longitudinalmente reforzándola, lo que provoca el desplazamiento del eje de su parte trasera hacia el norte, y la tracería de sus ventanales, realizadas bajo influencia inglesa.

En el resto de la provincia de Bizkaia, hay que destacar las iglesias de Santa María de Gernika y Santa María de Ondarroa, en esta última, sobre todo, la ausencia de crucero y ábsides, y la decoración arquitectónica, con tracerías en los vanos y las cornisas, y pináculos y gárgolas expresivamente decoradas. Entre los siglos XV y XVI se construyeron el resto de las principales iglesias góticas vizcaínas, destacando Santa María de Orduña, Nuestra Señora de Begoña, Santa María de Portugalete, San Severino de Balmaseda, Santa María de Galdakao y la Colegiata de Ziortza en Markina-Xemein.

Por último en Gipuzkoa, aunque con menos construcciones góticas que Bizkaia, también posee algunos ejemplos destacables del gótico en Euskal Herria. En todas, el gótico no sólo se desarrolla siguiendo las pautas de Castilla como ocurrió en Bizkaia, sino que responden también a la influencia del gótico francés -a través de la influencia que ejerció primero en Navarra-? y toman de esta provincia una manera de entender el gótico más austera y sencilla, en la que se conservan algunos elementos constructivos y estéticos del románico.

La iglesia más singular de la provincia es la de San Salvador de Getaria. Construida en el siglo XIV, consta de tres naves de tres tramos, con la central más elevada y los tramos separados por pilares cilíndricos con columnas adosadas. Cubierta por bóvedas de crucería, sencillas las laterales y estrelladas la de la nave central, los empujes de los mismos son recogidos en el interior por los correspondientes enjarjes murales para transmitirlos a unos contrafuertes exteriores por medios de arbotantes. Sin embargo, el elemento más sorprendente de la iglesia es su planimetría irregular, ya que los muros no son paralelos y no hay correspondencia simétrica con el eje longitudinal del edificio; además, entre los pies y la cabecera existe un desnivel de un metro de declive hacia la puerta sur. Este trazado irregular es lo más original del edificio junto con el triforio que recorre lo muros perimetrales de la construcción. En este período también se comenzó a construir en Gipuzkoa la iglesia de Santa María de Deba, un templo de tres naves con cabecera recta en el que destaca, como en la iglesia de Santa María de los Reyes de Biasteri, su portada escultórica y policromada.

En cuanto a Nuestra Señora del Manzano en Hondarribia, San Miguel de Oñate y San Vicente de Donostia, destacan por su aspecto militar defensivo, por los pilares cilíndricos sobre los que descansan las bóvedas y porque, a pesar de tener tres naves, levan las laterales a una altura cercana a la central. La imagen de fortaleza es también la que ofrece la iglesia de San Pedro en Zumaia, aunque en este caso su fábrica es de una nave de cuatro tramos, ábside poligonal y cubierta con bóvedas de crucería con terceletes de nervios muy acusados. Este gótico singular, con aspecto de fortaleza, tuvo un gran desarrollo en Gipuzkoa a partir del siglo XV y durante el siglo XVI, y lo encontramos en las iglesias parroquiales de localidades como Eibar, Segura, Oiartzun, Elgeta, Alkiza, Ezkio, Asteasu, Zegama y Berastegi. En las iglesias de estas localidades se aplicó un gótico sobrio, sencillo y elemental, aunque no exento de monumentalidad, ya que el progreso económico y social permitía el gasto que suponía la construcción de este tipo de edificios. Esta formula constructiva que dota a los edificios de mayor uniformidad y regularidad en su construcción nos señala ya el tipo de iglesia hallenkirche que tanta trascendencia tuvo en Euskal Herria durante el período renacentista y que conocemos como "gótico-vasco".

En la arquitectura civil, mientras que del período románico apenas conservamos restos, los testimonios del gótico son más numerosos.

En Navarra conservamos algunos elementos del palacio más importante de este período. En Olite, Carlos III construyó a comienzos del siglo XV un palacio real para su corte a la manera de los grandes palacios reales de Europa, como símbolo del prestigio y de la prosperidad de su reinado. El edificio es el resultado de una combinación de numerosas pequeñas estancias en las que se combinan elementos constructivos góticos siguiendo un criterio estético cortesano y no militar. Todas las estancias del palacio se embellecieron con una riquísima decoración que seguía el gusto francés y que se perdió, ya que el palacio estuvo abandonado durante muchos siglos. En la actualidad, lo que se conserva es producto de una restauración en la que son pocos los elementos originales que se mantienen. Otro ejemplo de edificio construido en el período gótico y desvirtuado en la actualidad por la intervención a la que fue sometido es el Castillo de Javier, un conjunto en el que destaca la torre principal que se rodea de una muralla con cubos de defensa en los ángulos. Mejor conservado está el castillo de Marcilla.

El segundo tipo de arquitectura civil que encontramos en Navarra lo forman el conjunto de palacios, casonas y torres que aunque numerosas, sobre todo, a partir del siglo XV, no son muchos los ejemplos originales que se conservan debido a las graves guerras que sufrió Navarra en los siglos XV y XVI. Entre los ejemplos mejor conservados destacan, el palacio de Arazuri, el del Príncipe de Viana en Sangüesa y las torres almenadas de Ayanz en el valle de Lónguida, las de Zabaleta y Minadurinea en Lesaka, y la de Celigüeta, con sus cubos cilíndricos en los ángulos.

En Araba, algunos de los mejores ejemplos de arquitectura civil gótica se vuelven a encontrar en Vitoria-Gasteiz, en la casa del Cordón y en el palacio de Arrieta. Sin embargo, los edificios más sobresalientes de este período están en los alrededores de la capital. Nos referimos a los palacios y casas-torres que se conservan en la provincia y entre los que destacan el palacio de los Guevara; de planta rectangular con cuatro torreones en ángulo y residencia de tres pisos sobre la planta baja, el palacio de los Guevara era una construcción equipada militarmente con saeteras y modillones preparados para el montaje del cadalso defensivo de madera. La segunda construcción importante es la casa-torre de los Mendoza, constituida por un recinto amurallado con torres en sus cuatro ángulos y una torre de cuatro plantas en el centro con saeteras. El resto de las torres que se conservan -Varona, Quejana, Martioda, Mursa, Conde de Orgaz y Condestable en Fontecha- mantienen el mismo carácter defensivo, con construcciones que sorprenden por su severidad y austeridad en su decoración.

En Bizkaia y en Gipuzkoa los ejemplos de arquitectura civil no son abundantes, pero encontramos más edificios que en el período románico. Lamentablemente, durante los siglos XIV y XV las dos provincias del norte vivieron encarnizadas luchas entre diferentes familias nobiliarias y, por ello, son pocos los ejemplos que nos han llegado de aquel período y éstos, además, con importantes transformaciones y alteraciones en su fábrica. En Bizkaia, el castillo de Muñatones en Muskiz y, sobre todo, la casa-torre de Aranguren en Orozco, son los únicos ejemplos que se conservan del período gótico, destacando la casa-torre de Aranguren como ejemplo de las torres rurales de linajes de segunda categoría que posteriormente inspiraron las fábricas de los caseríos vascos.

En Gipuzkoa se conservan un mayor número de edificaciones de este período -la casa de los Guevara en Segura, de los Legazpi en Zumarraga, el palacio Enparan en Azpeitia y Lili en Zestoa- aunque la mayoría de los elementos góticos se funden con los renacentistas posteriormente añadidos. Los mejores ejemplos de arquitectura civil gótica los encontramos en Mutriku, en la torre Berriatua, y en Zarautz en Torre Luzea, donde destaca la sillería de piedra arenisca, las ventanas ajimezadas, la escalera exterior y los espolones avanzados en las fachadas para poder añadir el cadalso de madera.

Las artes plásticas también conocieron un mayor desarrollo durante este período. Los ejemplos que conservamos, además, son más numerosos y hay importantes cambios en la técnica que se utiliza y los temas que se representan.

La escultura de estilo gótico comienza a independizarse del marco arquitectónico y encontramos destacadas obras realizadas de un modo exento. En cuanto a la técnica y a la temática, la escultura gótica recupera el naturalismo y el realismo que abandonó el románico en la ejecución, y reivindica un mayor humanismo en los motivos representados con el objetivo de poder aproximarse de un modo más directo y cercano a la nueva sociedad urbana que se estaba desarrollando.

Sin embargo, la escultura decorativa en las portadas de las iglesias todavía mantuvo su importancia y tenemos muy buenos ejemplos en Navarra, Araba y Gipuzkoa. En Navarra, destacan las portadas de las iglesias de Santa María de Olite y Santa María de Ujué, y las decoraciones escultóricas del claustro de la catedral de Pamplona. En Araba, la catedral de Santa María y la iglesia de San Pedro en Vitoria-Gasteiz también conservan interesantes portadas, aunque el ejemplo más espectacular lo encontramos en el sur de la provincia, en Biasteri (Laguardia), ya que el conjunto escultórico de la portada de la iglesia de Santa María de los Reyes conserva gran parte de su policromía original al estar protegido por la propia arquitectura. En Gipuzkoa, el grupo escultórico que preside la entrada principal de la iglesia de Santa María la Real de Deba también tiene restos de policromía pero en menor grado y en peor estado de conservación ya que ha permanecido durante la mayoría del tiempo a la intemperie sin ningún elemento que la protegiese. En el interior de las iglesias aunque las manifestaciones pictóricas tuvieron más protagonismo que las escultóricas, a finales de este período comenzamos a encontrar retablos con grupos escultóricos como en el caso de la iglesia de Santa María de Lekeitio, de influencia flamenca.

En cuanto a la escultura exenta, como en el período románico, Navarra conserva los mejores ejemplos. En este caso también, la tendencia hacia el naturalismo y el realismo, la elección del tema de la virgen, así como el abandono de la representación de Cristo Crucificado, nos vuelven a demostrar el creciente deseo que existió por parte de las instituciones eclesiásticas de acercarse a la sociedad. Son muchas las representaciones marianas realizadas durante este período, entre las que destacamos, la Virgen con el niño de Roncesvalles, la Virgen Blanca de Huarte, la Virgen de Olazagutia, la Virgen de Olite y la Virgen de Los Arcos.

Sin embargo, las obras más representativas de este período se realizaron a finales del mismo y siguiendo nuevas tipologías. Así, a partir del siglo XIV, encontramos los primeros sepulcros entre los que destacan la tumba de Carlos III y su mujer Leonor en la catedral de Pamplona, el sepulcro del canciller Villaespesa en la catedral de Tudela y el sepulcro del conde de Oñate en la iglesia de San Miguel de Oñate; en los tres ejemplos, hay que destacar los relieves de los sarcófagos, con personajes orando por los difuntos.

La orfebrería continuó con la misma importancia que en la época anterior y, en este caso también, los ejemplos más significativos se encuentran en Navarra, donde destacan piezas como el cáliz que Carlos III donó a la iglesia de Ujué -en la actualidad en el Museo de Navarra- y los relicarios realizados para custodiar reliquias, entre ellos, el ajedrez de Carlomagno, llamado así por su singular forma cuadrícula.

En cuanto a la pintura, durante el gótico volvemos a encontrar restos de manifestaciones pictóricas en Euskal Herria. En la Edad Media las iglesias, siempre que hubiera medios económicos suficientes, se decoraban con escenas religiosas y con motivos decorativos. Lamentablemente, en la mayoría de los casos no se conservan bien porque posteriormente fueron sustituidas por otro tipo de decoración o porque, simplemente, fueron eliminadas al imperar criterios estéticos diferentes que propugnaban la desaparición de las pinturas murales de las iglesias, sobre todo, en el siglo XIX.

Las creaciones pictóricas de esta época cumplen, como en el caso de la escultura, una función didáctica. La finalidad era aleccionar al fiel y, por ello, la mayoría de los temas narran episodios religiosos y recogen pasajes de la Biblia. Los ejemplos más antiguos que conservamos son del siglo XIV y aunque, en general, se siguen las pautas establecidas por la corrientes europeas -protogótico, lineal, italogótico, internacional e hispanoflamenco-, la interpretación que se hizo en Euskal Herria de estos estilos fue simple y esquemática.

El Museo de Navarra en Pamplona alberga los restos más importantes en los que predomina la influencia del foco aragonés. Al primer período protogótico pertenecen las pinturas de las iglesias de San Martín de Artaiz, San Saturnino de Artajona y San Pedro de Olite. La catedral de Pamplona y las iglesias de Ecay, Olleta, Arleta, Eristáin y Gallipienzo conservan restos de los períodos posteriores -principalmente, del gótico lineal- mientras que la influencia flamenca es más tardía y se aprecia en la iglesia de San Miguel de Estella y en diferentes tablas y retablos, incluyendo el mayor, de la catedral de Tudela.

En Araba, entre los testimonios de pintura gótica documentados, destacaremos dos ejemplos. En la iglesia de la Asunción de Alaiza se conservan importantes restos difíciles de clasificar en el tiempo; tanto en el estilo como en la temática desarrollada, se combinan diferentes elementos y características que nos hablan del trabajo de un taller secundario que asimiló tardíamente las características de este período. Por su parte, los restos conservados en la iglesia de Gaceo, pertenecientes a la fase del gótico lineal, constituyen uno de los mejores programas iconográficos desarrollados.