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Historia del Arte (version de 2008)

Hasta la llegada del período que conocemos como Edad Media, que en el caso de Euskal Herria comienza a partir del siglo X d.C., los restos tanto culturales como artísticos que conservamos en Euskal Herria de los dos períodos anteriores -Prehistoria e Historia Antigua- son muy escasos. Aunque hay constancia de que en nuestro territorio hubo importantes asentamientos desde la Prehistoria, y de hecho, son abundantes los restos materiales pertenecientes a disciplinas como la pintura rupestre o el arte mobiliario, en otros ámbitos como el arquitectónico todo lo que conservamos son indicios más que hechos, por lo que nos resulta muy difícil establecer el punto de partida y la primera evolución de la historia del arte en Euskal Herria. De todos modos, se distinguen claramente tres fases -Prehistoria, colonización romana y cristianismo- en las cuales analizaremos los restos conservados y su importancia para la historia del arte de Euskal Herria.

Denominamos Prehistoria al primer período de la historia del ser humano que comienza con los inicios de la humanidad y que concluye cuando aparecen los primeros documentos escritos. Durante este período el ser humano avanzó progresivamente en su modo de vida y pasó de ser nómada a ser sedentario, de subsistir de la caza y de la recolección a practicar la agricultura y la ganadería, y de habitar en las cuevas a las primeras construcciones arquitectónicas. En este proceso, el ser humano comenzó también a producir otro tipo de creaciones que ya no sólo atendían a las necesidades básicas y elementales para su subsistencia, sino a otras cuestiones menos materiales y más relacionadas con un pensamiento cada vez más sofisticado. Entre estas nuevas creaciones destacaron las manifestaciones artísticas, que aunque en algunas ocasiones cumplieron un objetivo meramente decorativo, en otras muchas comenzaron a cumplir un papel mucho más complejo y acorde con un pensamiento tan evolucionado como el del ser humano. De hecho, las primeras manifestaciones artísticas importantes y significativas hoy todavía nos resultan misteriosas, ya que no se limitan a la mera decoración sino a transmitir, comunicar un pensamiento que comienza a organizarse. De todas maneras, este proceso fue muy lento y fruto de una evolución pausada que se distribuyó en cuatro etapas: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico y Edad de los Metales.

En Euskal Herria, como en la mayoría de los territorios de Europa occidental, son escasas las noticias que tenemos de esta extensa etapa. Los yacimientos más antiguos que se han hallado corresponden al Paleolítico Superior (30.000-10.000 a.C.), etapa en la que predominó un clima frío, el ser humano se alimentó de la caza y buscó refugio en las cuevas. En el Mesolítico (10.000-3.500 a.C.) el ser humano que habitó el territorio de Euskal Herria comenzó a abandonar las cuevas gracias a que las temperaturas se templaron y pudo añadir a su sustento tanto la recolección de frutos silvestres como la actividad de la pesca. Pero el verdadero cambio llegó con el Neolítico (3.500-2.500 a.C.), etapa en la que la agricultura y la ganadería llegan a Euskal Herria, y con ello el ser humano pasa a ser sedentario, y se plantea ya no sólo la construcción de aquellos espacio arquitectónicos que necesitaba, sino también la organización tanto del espacio como de las relaciones entre los seres humanos. En la Edad de los Metales, que duró hasta el último milenio antes del cambio de era, además de la utilización de los metales y sus aleaciones -cobre, bronce y hierro, sucesivamente- se encuentran los primeros restos de manifestaciones artísticas que anuncian el desarrollo de poblaciones y culturas más complejas que nos anuncian el cambio histórico hacia civilizaciones más complejas que se desarrollaron posteriormente en la Antigüedad.

Sin embargo, las primeras manifestaciones artísticas de la humanidad aparecen mucho antes en la Prehistoria. Después de tener cubiertas las principales necesidades básicas, el ser humano comenzó a diferenciarse del resto de los animales gracias al desarrollo de una cultura propia y compleja en la que, desde el inicio, las manifestaciones artísticas jugaron un papel fundamental. De hecho, a partir del Paleolítico Superior, desde el momento en el que el ser humano se planteó decorar sus utensilios de trabajo o pintar sus cuevas, podemos afirmar que aquellos seres dejaron de ser homínidos para convertirse en seres humanos. De ahí que el arte, junto con otras características propias del ser humano como el lenguaje o lo capacidad de convivir y organizarse en sociedades, sea una de las características más originales y fundamentales de los seres humanos.

Las creaciones artísticas más antiguas que conservamos de aquel período son la decoración de utensilios, primero de piedra y luego de madera y de hueso, y las pinturas rupestres. Más tarde, con la llegada del Neolítico, aparecieron soportes como la cerámica y nuevas formas de expresión como las construcciones megalíticas, realizadas a base de grandes bloques de piedra. Posteriormente, con los metales, nacieron los primeros poblados. Estas manifestaciones artísticas también se crearon y se desarrollaron en Euskal Herria, pero al igual que ocurrió con los avances en las formas de vida, en nuestro territorio también llegaron con retraso y procedentes del interior de Europa, de sus áreas septentrional y oriental. Además, desde este período se comienzan a vislumbrar diferentes grados de desarrollo dependiendo de las zonas; así, mientras que el arte paleolítico y mesolítico se desarrolló, principalmente, en el área septentrional, el neolítico y el arte relacionado con la Edad de los Metales, en cambio, alcanzaron una mayor influencia en el área meridional de Euskal Herria.

Las primeras manifestaciones artísticas de importancia que el ser humano desarrolló en la Prehistoria estuvieron relacionadas con la pintura y la escultura. Debido al clima frío y al desconocimiento de los avances técnicos necesarios, durante este primer período de la Prehistoria la arquitectura no se desarrolló, y por tanto, la sensibilidad artística se encauzó a través de la decoración de los utensilios que utilizaban para cubrir sus necesidades vitales como cazar, comer o hacer fuego, y pintando en las paredes de las cuevas que habitaban. Por tanto, la caza y la cueva fueron los dos elementos a los que el arte inicial estuvo ligado en su origen. De ahí que a la hora de entender por qué se desarrolló esta forma de expresión -su sentido- la teoría más extendida afirme que estas primeras creaciones artísticas tenían un carácter mágico-religioso y que hacían referencia tanto a la caza -el principal medio de subsistencia- como a la reproducción del ser humano.

En Euskal Herria, la mayoría de los restos que conservamos de este período inicial de la historia del arte proceden de la fase final del Paleolítico Superior y aunque no son muy abundantes si son significativos e importantes en el contexto europeo del momento. Las pinturas más antiguas son las de la cueva de Venta Laperra de Carranza (Bizkaia), en cuya entrada se representan figuras -tanto humanas como animales- de un modo realista aunque todavía excesivamente esquematizadas. En esta primera fase las figuras más representadas son animales, y la pintura rupestre tiende claramente al realismo y al naturalismo, y a la variedad cromática.

Las cuatro cuevas con restos más importantes en Euskal Herria son las de Arenaza en Galdames (Bizkaia), Santimamiñe en Kortezubi (Bizkaia), Altxerri en Aia (Gipuzkoa) y, sobre todo, Ekain en Deba (Gipuzkoa), que conforma junto con la de Altamira en Santillana del Mar (Cantabria), uno de los principales conjuntos de pintura rupestre de Europa Occidental. En las cuatro cuevas aparecen figuras de animales entre los que se encuentran bisontes, ciervos y caballos, representados de forma muy naturalista y alejándose, por tanto, del esquematismo que predominó posteriormente en la fase siguiente, y de la que curiosamente no existen o no se han encontrado ejemplos en el territorio de Euskal Herria.

En cuanto a los relieves que realizaban en los útiles de uso doméstico y que también ejecutaban en las cuevas, principalmente en el acceso a las mismas, predomino -indudablemente por la dificultad técnica- un mayor esquematismo que en la pintura aunque no exento de realismo y una clara tendencia al naturalismo. Los mejores ejemplos de figuras grabadas en cuevas se encuentran en las cuevas de Akerdi en Urdax (Navarra) y en Isturitz (Nafarroa Behera), donde además de relieves sobre las paredes de la cueva, se halló un ajuar mobiliario compuesto por bastones, varillas y esculturas realizadas sobre soporte óseo. En Oiartzun (Gipuzkoa), el hueso hallado en la cueva de La Torre, con siete figuras de animales grabadas, es un buen ejemplo de este tipo de manifestación artística de este período histórico.

Durante el neolítico, el siguiente período al Paleolítico Superior, aparecieron en Euskal Herria los primeros recipientes cerámicos, y en la cueva de Arenaza (Bizkaia) y en la de

Con la Edad de los Metales llegaron grandes cambios, y es que su descubrimiento y su aplicación supusieron un gran avance en todos los campos de la actividad humana, destacando entre ellos, la aparición del comercio y la creación de las primeras poblaciones. Como testimonio del comercio de metales con el exterior destacar los cuencos de oro de Axtroki encontrados en Eskoriatza (Gipuzkoa) y el vaso campaniforme de Pagobakoitza, también hallado en Gipuzkoa, y que serían importados.

En cuanto a los poblados, sólo se han encontrado restos en la zona meridional del territorio de Euskal Herria, y los mejores conservados son el poblado de Alto de la Cruz de Cortes en Navarra y el de La Hoya en Biasteri (Araba). En ambos casos, los restos hallados -murallas, casas, sarcófagos- nos permiten hablar de una estructura urbana consolidada y en relación con los usos y las costumbres de los nuevos pueblos que llegaban de la zona septentrional de Europa. En La Hoya destaca el tipo de vivienda de planta rectangular, ligeramente trapezoidal y con estructura realizada totalmente en madera. En Cortes, en cambio, las viviendas estaban construidas con adobe formado por barro y paja y se organizaban en pequeños barrios, lo que supone el desarrollo del sentimiento de colectividad. Para finalizar apuntar, que el hecho de que en el norte del territorio de Euskal Herria durante este período se continuase con las construcciones megalíticas, mientras que en el sur, paralelamente, se desarrollasen las primeras poblaciones, nos plantea la diversidad del territorio, pero también la existencia de ritmos de desarrollo diferentes.

La aparición de los primeros documentos escritos y las primeras civilizaciones importantes nos llevan a cambiar de período histórico y artístico, y así, pasamos de la Prehistoria a la Historia Antigua. Y es que los primeros documentos escritos aparecen con las antiguas civilizaciones de Oriente Medio -Mesopotamia y Persia-, de África -Egipto- y del Mediterráneo. Este nuevo período que conocemos como Antigüedad concluyó con la desaparición del imperio más importante de la época, el de Roma, que no sólo logró sintetizar todos los avances logrados con anterioridad sino, además, expandirlos por toda Europa.

Desde el punto de vista artístico, Roma heredó el estilo y las formas desarrolladas por los griegos, añadiendo un mayor sentido del pragmatismo y de la monumentalidad. Por lo demás, tanto Grecia como Roma consiguieron transmitir a través de su cultura, valores y elementos tan importantes para la posterior evolución del arte como el sentido de la proporción y de la armonía, el concepto de realismo y de naturalismo y, sobre todo, una nueva interpretación de la existencia que tomaba como principal punto de referencia al ser humano y que revolucionó la cultura y el arte europeo del momento.

En Euskal Herria, la Historia Antigua se inició con la llegada de los romanos. Éstos arribaron a la península Ibérica en el siglo III a.C. en busca de materias primas relacionadas tanto con la agricultura como con la minería; precisamente, las primeras referencias escritas que se conservan sobre los habitantes de Euskal Herria provienen de la información suministrada por estos asentamientos romanos. Incluso, los nombres que utilizamos para denominar a las tribus que habitaban entonces en nuestro territorio -autrigones, caristios, várdulos, berones, vascones, tarbellis, etc.- son los que los romanos designaron y dejaron escritos.

Aunque Hispania para Roma fue un territorio muy importante, sin embargo, el papel que desempeñó Euskal Herria en este período todavía no está demasiado claro. Sabemos por los documentos escritos y los restos materiales conservados, que los romanos se asentaron en determinadas zonas y que existió un proceso de romanización, pero es difícil precisar con exactitud el grado o el nivel de la misma. Lo que sí resulta evidente es que se acentuó aún más la doble división que existía en el territorio vasco desde la Prehistoria; así, el propio Imperio denominó ager vasconum a la vertiente mediterránea, donde fue más profunda la influencia romana, y saltus vasconum a la vertiente atlántica, con un menor impacto de los modos de organización de Roma.

Por tanto, la mayoría de las manifestaciones artísticas se encuentran en Araba y Navarra, aunque los restos hallados en Irun, Hondarribia y Oiartzun (Gipuzkoa), referidos al topónimo de Oiasso, también nos hablan de un importante núcleo de asentamiento en torno a la desembocadura del río Bidasoa. En cuanto a las disciplinas artísticas que se desarrollaron durante este período en el territorio de Euskal Herria, vamos a distinguir, por un parte, la arquitectura -a través de los restos de las infraestructuras que se conservan- y, por otra parte, las artes plásticas, destacando los restos escultóricos y, sobre todo, los mosaicos. Por último, finalizaremos esta primera parte de la historia del arte en Euskal Herria, analizando las creaciones artísticas relacionadas con a llegada del cristianismo al territorio de Euskal Herria.

A pesar de que tenemos constancia escrita de que los romanos crearon ciudades y villas en Euskal Herria, son escasos los restos que conservamos de la arquitectura o el urbanismo realizado por los romanos. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz restos de diferentes construcciones -casas y templos, principalmente- y restos de calzadas romanas, aunque secundarias. La mayoría de los testimonios que nos han llegado proceden de localidades que fundaron los propios romanos como Pompaelo (Pamplona, Navarra), Andelos (Mendigorria, Navarra), Iruña (Araba) u Oiasso (Irun, Gipuzkoa), y de villas rurales como las de Arellano y Liédena en Navarra.

Los restos mejor conservados que atestiguan la ocupación romana durante este período se corresponden con las obras de ingeniería que realizaron para dotarse de las infraestructuras necesarias en el proceso de conquista y explotación del territorio. Destacan, en Navarra, el acueducto de Lodosa, la presa, el depósito de aguas, el acueducto y las termas encontradas en Andelos, y la torre de Urkulu en Aezkua, una construcción de sección circular erigida en una roca caliza y levantada con forma troncocónica, cuya función todavía se desconoce. En Araba, además de los restos del puente de Mantible, hay que destacar los elementos constructivos y ornamentales encontrados en la localidad de Iruña, donde se puede vislumbrar un plano urbano ortogonal y restos de la antigua muralla que rodeaba la localidad. En la actualidad, y en un futuro próximo, los restos más importantes que se están rescatando proceden de Iruña -donde se han hecho importantes hallazgos en torno a la representación iconográfica cristiana- y de Oiasso, en las proximidades de la bahía de Txingudi, con testimonios significativos de puentes, calzadas e infraestructuras portuarias.

Los restos escultóricos de época romana no son relevantes. De hecho, sólo se conservan en algunos museos de Euskal Herria fragmentos de piedra y de bronce, además de algunos capiteles decorados y altares votivos con inscripciones; los mejores ejemplos se han encontrado en Iruña y Oiasso. Sin embargo, el elemento escultórico más característico de la presencia romana durante este período es la estela funeraria, que destaca por la escasa ornamentación si se compara con el estilo y el gusto que predominaba en el Imperio romano. Estas estelas sustituyeron la función funeraria que cumplían las construcciones megalíticas y su uso se prolongó no sólo durante los siglos que duró el dominio romano sino que se extendió a periodos posteriores. Como ya hemos apuntado, la ornamentación y las inscripciones son sencillas y breves, y la mayoría de las figuras que aparecen hacen referencia a seres humanos, a animales como caballos y a símbolos de la tradición figurativa celta y romana, como cruces y círculos.

Estos elementos escultóricos han sido interpretados por algunos historiadores como un claro exponente -junto a las construcciones megalíticas- de la existencia de un arte propio realizado en Euskal Herria durante este período. Sin embargo, aunque es verdad que estas estelas no son una creación exclusiva del territorio vasco -se encuentran durante este período extendidas por todo el imperio romano-, es verdad que como en el caso de las construcciones megalíticas, llama la atención la prolongación de su uso en el tiempo, la influencia que ejercieron su ornamentación en la artesanía -muchos de los símbolos utilizados en los trabajos sobre madera o cuero provienen de los signos grabados en las estelas- y la extrema sencillez con la que están realizadas.

Pero la manifestación artística más destacable de este período lo constituye el mosaico. Empleado para decorar los suelos y las paredes de los templos y las viviendas más importantes, en el sur de Navarra, principalmente, han aparecido decenas de ejemplos en muy buen estado de conservación, lo que nos demuestra la existencia de una importante red de villas rurales en esta zona meridional de Euskal Herria. Los mosaicos más importantes que se han hallado en territorio navarro se localizaron en las localidades navarras de Tudela, Villafranca, Liédena y Arellano, y actualmente, se encuentran expuestos, como otros muchos otros restos de este período, en el Museo de Navarra de Pamplona. La mayoría representa escenas mitológicas realizadas con gran realismo y precisión, ya que corresponden al estilo del final del Imperio, aunque también los hay con escenas de la vida cotidiana y con diseños vegetales o geométricos.

En el siglo V d.C. el Imperio romano cayó y Europa fue ocupada por los diferentes pueblos que llegaron del Este de Europa. En Hispania, entre los pueblos invasores destacó el de los visigodos, mientras que la zona de Iparralde de Euskal Herria fue controlada por los francos. De este modo, se inició un nuevo período en la historia y el arte denominado Edad Media y que analizaremos en el siguiente capítulo, ya que el primer arte cristiano aunque cronológicamente se encuadra en este nuevo período, estilísticamente hay que incluirlo junto con el resto de las manifestaciones artísticas relacionadas con el Imperio romano y el proceso de romanización.

Un siglo antes del final del Imperio romano comenzó a llegar a Euskal Herria la influencia del cristianismo. Poco sabemos de la expansión por nuestro territorio de esta religión, pero por los datos que conservamos parece ser que si influyó tempranamente y se extendió de forma paralela al nivel de romanización existente; así, mientras que en el ager vasconum -la vertiente mediterránea- se introdujo a partir del siglo IV, en el saltus vasconum -la vertiente atlántica- no tenemos noticias de su llegada hasta el siglo IX. Este dato nos demuestra como la división entre los dos territorios cada vez era más evidente.

Son pocos los restos arqueológicos y artísticos que conservamos de esta etapa que se extiende del siglo V al X d.C. La caída del Imperio romano trajo consigo la desaparición de sus infraestructuras e instituciones y, paralelamente, la disolución del arte que denominamos como clásico. Por tanto, la manifestación artística más significativa de esta etapa la constituyen las basílicas excavadas en la roca en localidades del condado de Treviño en Araba. Los conjuntos más importantes se encuentran en Las Gobas, San Julián, Peña de Santiago, Santorkaria, Montico de Charratu y Nuestra Señora de la Peña. En estas cuevas, entre otras estancias también excavadas en la roca -como viviendas-, destacan las iglesias de planta basilical, con ábside y contra ábside, y cámaras laterales. Uno de los detalles constructivos más sorprendentes son las bóvedas, de cañón con arcos fajones, que arrancan sobre imposta corrida muy sencilla en Las Gobas y rebajada en Santorkaria.

De este período también se conservan algunos elementos escultóricos como las pilas bautismales de Idiazabal y Ormaiztegi, ambas en Gipuzkoa, o los sarcófagos de la iglesia parroquial de San Andrés de Astigarribia en Mutriku (Gipuzkoa). En otras iglesias como San Pedro de Abrisketa en Arrigorriaga (Bizkaia) o San Julián de Astrea en Zalduondo (Araba) se hallan elementos decorativos y constructivos de este período como ventanas, de antiguos edificios hoy desaparecidos, y que fueron reutilizados en posteriores construcciones.

En todos estos ejemplos es interesante resaltar la desaparición de los valores y los modos de representación del estilo clásico. Con la crisis del Imperio romano y la llegada de los nuevos pueblos desde el Este de Europa, tanto por falta de pericia como porque las necesidades y los objetivos habían cambiado -como ocurrió también con la situación política, económica y social-, el arte se transformó, y así, por ejemplo, el realismo y el naturalismo pasaron a un segundo plano, o cuestiones como la proporción y la armonía perdieron su significado. De este modo, comenzó un nuevo período que denominamos Edad Media.